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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

miércoles, 20 de abril de 2022

LÁGRIMAS DE EROS

El Demon Erótico 


Cadáver exquisito, JBL 88. Técnica mixta

¡Qué embriónico, qué parcialmente formados y educados estamos todos! ¿Cómo no vamos a ser una fatalidad -y hasta un infierno sartriano- los unos para los otros? Justicia, honestidad, son abstracciones que a duras penas encajan o congrúen con los acontecimientos reales.

El intenso y mutuo amor erótico, que implica junto a su ración de carne una valiosa guarnición espiritual como dice Emilio López Medina, que revela e incluso crea ex nihilo el espíritu como sexo, es comparativamente raro in hac lachrimarum valle (expresión esta del himno Salve Regina que pone fin a la Tragicomedia de Calixto y Melibea). La carne cruda, sin sal, sin especias, sin adobo, no sabe a nada. 


Ese invento, llámale erotismo, cortesía, galantería, fin'amor, éxtasis místico..., tal vez sea un invento femenino, o una creación inducida por el embrujo femenino. Quizá guarden sus secretos las diotimas de este mundo. En cualquier caso, se ha presentado en la historia como un valor tan embriagadoramente superior que hasta el decir que uno lo disfruta parece sacrilegio. "Es algo que uno debe experimentar de rodillas", escribe Iris Murdoch, novelista y pensadora que de seducir y ser seducida supo muchísimo (en La máquina del amor sagrado y profano). Sucede que cuando este amor existe arroja una luz ardiente de justificación sobre su escena, una luz que deja el resto del mundo en tinieblas.

Sócrates describe a Eros en el Banquete como un gran δαίμων y lo define como ansia de engendrar en la belleza y como anhelo de inmortalidad. Esto demon es "mediador entre la naturaleza divina y la naturaleza mortal". En el Fedro se explayará Platón en el entusiasmo de esa μανία que los humanistas apreciarán llamándola "furor" ("furores heroicos" en Giordano Bruno). "Manía", "furor", son palabras de difícil traducción: arrebato, exaltación, entusiasmo, embriaguez lúcida, locura divina, "exaltación activa desindividualizante" (Julius Evola)...

La Iglesia y otras instituciones temen semejantes estadios alterados de conciencia, sobre todo entre sus huestes porque "Lucifer" es también un portador de luz (lux, ferre). Marsilio Ficino, neoplatónico cristianizante, no se recata en usar expresiones de halo luciferino:

"Ciertamente, estamos aquí divididos y truncados; pero una vez unidos por Amor a nuestra idea, volvemos a estar enteros: de modo que resultará que habremos amado primero a Dios en las cosas para amar luego a las cosas en él: y honramos las cosas en Dios, para salvarnos sobre todo: y al amar a Dios nos hemos amado a nosotros mismos" (Sopra lo Amore, XI, 19). "Porque en este acto [el amante] desea y se esfuerza para, de hombre que es, hacerse Dios" (XI, 6). 

Retrato de Juan de la Cruz.
Museo de las Hermanas Carmelitas de Úbeda

Abnegación. Eros y Thanatos

Tampoco san Juan de Cruz se corta al decir que busca la asimilación del Amado, o sea la apoteosis, su deificación. Casi todo en la mística se reduce a un titánico oxímoron sobre todo porque tal ἀποθέωσις supone, paradójicamente, la total abnegación, la disolución del yo: la muerte. Ese vivir sin vivir en mí de Teresa de Ávila, ese morir porque no se muere. La lección estaba también en Platón, en la idea de la filosofía como mortificación (melete thanatou), como preparación para la muerte. 

Bataille se dio cuenta (Les larmes d'Èros, 1961) que esta identidad formal de Eros y Thanatos cobra especial relieve y sentido en la experiencia de lo sagrado. Pensemos en María Magdalena, en su icono de pecadora arrepentida y penitente, imagen viva de la confusión entre la agonía y el éxtasis amoroso.

Magdalena penitente

En el erotismo, como en lo sagrado, la prohibición no existe sin transgresión, la penitencia exige el pecado, y viceversa. La mortificación y el sacrificio son el escenario último del erotismo. Afrodita-Venus nace de la más horrible transgresión, del semen de Urano castrado por su hijo Cronos o -digámoslo en clave racional- de la semilla celestial del tiempo. 

Eva es tentada y tentadora a su vez, víctima o cómplice de la serpiente, verduga al mismo tiempo que pionera de peregrina condición humana. Como dice Javier Echeverría en su recreación del mito bíblico: 

"Eva sintió el deseo de saber. Fue la primera filósofa. Dios había puesto los límites al conocimiento humano, Eva los traspasó. Buscaba un bien, cosechó un mal duradero. Desde entonces estamos en el eterno retorno del mal y el bien" (Ciencia del bien y el mal, 2007. Prólogo: "La ciencia prohibida" -o sea la Ética, también hoy prohibida o pervertida en catecismo progre en la Educación Secundaria, por el dios-Estado, el más frío de todos los monstruos fríos, que dijo Nietzsche).

Eva, la madre primordial. "Por ella entró la muerte en el mundo...". Tal afirmación no es sólo expresión de la misoginia patriarcal o semita de Tertuliano. En las tradiciones antiguas, tanto occidentales como orientales, las divinidades del amor y de la fecundidad eran al mismo tiempo divinidades de la muerte.

Continencia

El monje y la monja hacen voto de castidad. En la inmensa mayoría de las tradiciones religiosas, místicas, filosóficas, ascéticas o iniciáticas, se encuentra el precepto o el voto de castidad. Pero no se trata de "hacerse eunucos para el Reino de los Cielos", como dice Mateo, ni del "casarse o abrasarse" del apóstol Pablo, que reduce el sexo legítimo a un mal menor. Nada tiene que ver esta continencia con el puritanismo melindroso ni con el desprecio de la carne. La fuerza del sexo se halla en la raíz misma del individuo vivo y cae en una ilusión quien cree poder suprimirla realmente. La represión -como se ha hartado de explicar el psicoanálisis- da en una existencia neurótica.

Eva y la serpiente. John Dickson Batten, 1895

Hemos de reconocer la ambivalencia del fenómeno extático, pues la manía puede ser provocada tanto por lo inferior como por lo superior, tanto por lo cotidiano ("pucheros teresianos"), como por lo insólito. Pero en la gran mística no se trata de una represión sino de una transmutación, la transmutación ascética de la fuerza del sexo con vistas a realizaciones de orden sobre-natural y supra-sensible. En todo caso, si "se represan" los deseos, es para dirigirlos hacia un plano distinto, hacia un objetivo superior. El mito de Poros y Penía narrado en el Banquete platónico representa bien este deseo que el ser partido tiene de superar su finitud mediante la (auto)creación. Hijo de Carencia y de Ingenio es el dios Amor.

El naipe XIV del tarot, que lleva el título de "La Templanza" muestra el fenómeno simbólicamente. Esta lámina representa a un ángel o mujer alada que trasvasa un líquido de un recipiente de plata a otro de oro sin derramar ni gota. El crecimiento interior hacia lo alto se simboliza mediante los motivos florales que brotan del suelo. 

Arcano XIV del tarot. La Templanza

Las metafísicas del amor no hacen del vuelo místico una emergencia del sexo ni su mera sublimación, sino que suponen que este, la atracción entre los sexos o entre las personas, es expresión biológica de un magnetismo espiritual, que tiene que ver, sobre todo, con el deseo de reconstituir la unidad primordial del andrógino. Incluso se puede interpretar así un pasaje del Génesis bíblico: "hombre y mujer los creó" (I, 27), que eran originariamente ambas cosas. En la interpretación cabalística, el separarse del andrógino la Mujer-Vida (Eva) se pone en relación con la caída y por tanto con la muerte. 

No es lo sublime lo que procede de abajo -como supone el pansexualismo freudiano-, sino que lo de abajo expresa ese afán de reintegración y regreso al estado primordial que Platón interpreta como superación de la división y de la impiedad. La Erótica se convierte así en una de las vías de ascensión hacia el Bien, al lado de la Ascética y la Dialéctica. No olvidemos que la palabra agathós (ἀγαθὸς), bien, tiene entre los griegos un significado más ontológico que moral: lo que es perfecto o completo.

Se puede -y tal vez se debe- invertir el proceso explicativo al que estamos acostumbrados por la grosería del materialismo y el reduccionismo positivista. Es lo superior lo que explica lo inferior, el instinto físico procede de un instinto metafísico, pues la tendencia a ser es meta-física y el instinto de conservación y reproducción son sus precipitados y materializaciones terrenales. 

Se parte así de una embriaguez supra-física, de una exaltación transfiguradora y anagógica (hacia arriba) cuyo límite inferior es el orgasmo carnal y genesíaco. Por eso la sexualización mercantilista del amor (pandemia de nuestra modernidad) es, en el caso del hombre, su desnaturalización o, peor, su animalización, embrutecimiento y decadencia.

Pareja hindú practicando sexo tántrico, s. XVIII-XIX


El yoga refiere a lo mismo mediante la expresión urdhvaretas, flujo hacia lo alto. Un autor moderno como Swami Sivananda Sarasvati desarrolla una teoría del ojas y del ojaschakti. Para este autor, el semen es fuerza dinámica que hay que convertir en energía espiritual (ojas). El autodominio, la inhibición activa, está también presente en la autarquía socrática que los cínicos sacaron de quicio y los estoicos interpretaron como extirpación o control de las pasiones. No sólo el sexo sino que otros impulsos se prestan a esta represa que permite elevar los flujos y reflujos del alma hacia arriba, hacia el principio eterno e incondicionado. "También la ira y la fuerza muscular pueden transformarse en ojas", escribe Sivananda en La pratique de la méditation

La acumulación de ojas puede devenir en esa fuerza magnética de ciertas personalidades que inspiran un temor sagrado o que influyen en las demás mediante su discurso y su mirada. El precepto de continencia cobra así una finalidad técnica, extramoral, esta inversión trascendente de la sexualidad puede emplearse en la beneficiencia, el cuidado de los enfermos, o para la contemplación, la creación artística o la realización espiritual, pero también con fines sectarios y malignos.

Las prácticas sexuales tántricas (tantrismo "de la Mano Izquierda") se conservaron bajo un velo de secreto que imponía además rigurosa iniciación. Su divulgación ha llevado a abusos y aberraciones. Su principio consistía en convertir el tóxico en fármaco o, en usar con vistas a la liberación las mismas fuerzas que han conducido o pueden conducir a la caída y perdición. Se trata de conjugar fruición y liberación; alimentar la pasión y el deseo y mantenerse libre al mismo tiempo. Eso es tan difícil como "caminar por el filo de una espada" o "sujetar a un tigre" por lo que requiere una enérgica disciplina. 

El tantrismo, de obscuras raíces orgiásticas y animistas, proclama la anomía y la superación de toda norma moral corriente, igual que los ismaelitas del Sheikj de la Montaña, los begardos o lor ortlibianos, pero sólo al término de un camino dificilísimo que aspira a la hierogamia o recuperación del estado primigenio no dual (sahaja), esto es, a un estado en que el varón se siente Shiva y la joven demonizada Shakti, mediante una unión carnal que ritualmente y con posturas especiales adquiere un sentido mágico y un valor religioso como superación de la dualidad no sólo en el plano físico, sino también en el espiritual (Gran Deseo).

***

Y hete aquí que Rafael Bellón, "cronista anacrónico" como él mismo se autotitula, investiga en la Úbeda conventual las secuelas de la poética teopática del frailecillo de Fontiveros, en continuación de su impulso anagógico y auto-trascendente. Consultando claustrales bibliotecas ha descubierto textos y personajes insólitos, como esa María de la Cruz (1563-1638), llamada antes de los votos María Machuca de Haro, granadina y fundadora del convento de las Carmelitas Descalzas en Úbeda, que saltó de una calle a otra hasta hallar acomodo en su emplazamiento actual de la calle Montiel.

De esta monja culta y literata, a pesar de los destrozos y quemas de la Inquisición, nos ha quedado su autobiografía autógrafa, que sin duda merecería divulgación en papel bajo edición crítica. Tuvo María de la Cruz por mentora, además del santo, a una mujer extraordinaria, la hermana Ana de Jesús, a la que Juan de la Cruz dedicó el Cántico y Fray Luis su Exposición del libro de Job. El profesor Bellón nos ponderó en la reunión de la Quinta del cuatro de abril la cantidad y calidad de la obra de María de la Cruz. Por desgracia sólo ha merecido atención editorial uno de sus libros al cuidado de Manuel Morales Borrero: De las aguas que están sobre los cielos. Poesías espirituales.

Acabo de encontrar en la red una tesis doctoral dedicada a la María de la Cruz, la de María del Rosario Bueno Valdivia (Sevilla, 2015). La dejo enlazada.

Hemorragia mística, JBL 2021, técnica míxta


En su Autobiografía se conservan algunas de sus poesías. Rafael Bellón me permitió hacer fotografías de su transcripción manuscrita y ahora yo las suelto en la luz.

Canciones del alma que se duele de que no puede amar a Dios tanto como desea

1. Si de mi baja suerte
las llamas del amor tan fuertes fuesen,
que absorbiesen la muerte
y tanto más creciesen,
que las aguas del mar también ardiesen.

2. Y si de ahí pasasen,
tanto que las tres máquinas hinchasen
y así las abrasasen
que en sí las convirtiesen
y todas ellas llamas de amor fuesen.

3. No pienso que podría
según la viva sed de amor que siento,
amar como querría;
ni las llamas que cuento
satisfacer mi sed por un momento.

4. Que todas comparadas
con aquel fuego eterno un segundo,
no son más abultadas
que un átomo en el mundo
o que una sola gota en lo profundo.

5. Mi corazón de cieno
que sufre de calor si permanece,
más que la flor del heno,
que luego que florece,
el aire la marchita y desfallece.

6. Cómo jamás podría
arder tanto que suban mis vislumbres,
según él lo quería,
hasta las altas cumbres
de aquel eterno Padre de las lumbres.

7. Mas antes, en aquellas
fuerzas de su volar tan limitadas,
está tan falto de ellas,
las plumas abajadas,
que apenas alza vuelos de asomadas.

8. ¡Oh mísero partido,
donde el amor tan cortos vuelos cría!,
que vuelo tan subido
no sólo no haría
como aquel sumo amor lo merecía.

9. ¡Oh, si mi bajo vuelo
tal fuese que mis llamas levantase
siquiera hasta el cielo,
y allí las presentase
delante de mi Dios y él las mirase!

10. Que de ser eterno fuego,
con ímpetus ardientes embestidas
serían absortas luego,
absortas y embebidas,
y ya en eterno fuego convertidas.

11. El cual en sí morando,
y en sí sus mismas llamas convirtiendo,
en su amor se abrasando,
las mías encendiendo,
haría estar del mismo amor ardiendo.

12. Así se hartaría
la profunda codicia de su pecho,
porque allí se vería
abierto y ya deshecho
con mucho bien estrecho y satisfecho.

María de la Cruz. "Del amor y riquezas de Dios".
Abeja carpintera. foto JBL, 8 abril 2022

 

2 comentarios:

Francisco J. Fernández dijo...

Esplendido artículo y poeta notable nuestra monja. Solo una cosa: la represión es necesaria. Si no la hay, cuesta la locura. Lo que significa: no somos dueños de nuestros deseos.

José Biedma L. dijo...

"Bien es verdad que el amor no está en la cama, pero sin la cama no hay amor", escribe Emilio en su Cuarta bestia ("Erectio", pg. 52). No puede estar más en desacuerdo: en "la cama" (o bajo la higuera) puede y suele estar el amor, y de hecho el "sexo frío" acaba despertando sentimientos cálidos (las prostitutas suelen rechazar en beso en la boca...), igual que "el roce hace el cariño". Pero además, hay mil formas de amar (como diría Ovidio) que no suponen la cama, es decir el sexo copulativo o la intimidad física. Sin ir más lejos, el amor filial o el que normalmente se tiene a las mascotas o a los amigos, pero también el amor a la Naturaleza o el amor a Dios, a la Revolución, a la Virgen María o el que los patriotas dicen tener al "Pueblo"... Tampoco creo que la "verdad final" del amor, "quizás absoluta" (dice Emilio), sea el coito. Más bien estoy por creer que el afecto que se expresa sexualmente es manifestación de algo más genuino, elevado o profundo.