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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

lunes, 6 de junio de 2022

IDEOLOGÍA

 Aunque es un libro antiguo lo acabo de leer, y me ha aportado en su analisis de la ideologia, del amor a las "mentiras cómodas" que tenemos los seres humanos, la distancia entre lo que se dice y lo que se hace y los engaños en los que particularmente los así llamados intelectuales son propensos a caer cuando "agarran" el micro o se hacen los indispensables en las tertulias radiofónicas o televisivas.

No trata el asunto de la "ingeniería social" que en los actuales momentos ha saltado a la actualidad de manera más evidente, de la destreza y pericia en la que gobiernos y medios de comunicación de masas han alcanzado en el arte de manipular la opinión y conducirnos a la inmensa mayoría como ganado por los derroteros que ellos quieren.

Sin embargo, no está mal su crítica a periodistas, filósofos, escritores,  a la doxa marxista que dominó en los años 60 y 70 en ellos. A veces abusa del "ad hominem" sin entrar en la materia, por ejemplo cuando critica a Lacan, incomprensible, o a Barthes y los amantes de la lingúística. Una moda intelectual de aquellos años que arrasó.

No se esconde Jean François Revel como director que fue de un periódico supuesto de derechas L'Express, que dió apoyo con reservas a Giscard. 

Muy interesante el capítulo dedicado a los periodistas que no distinguen, voluntariamente o no entre información y opinión mezclando ambos indiscriminadamente en el mismo artículo. Y qué casualidad para ello se sirve entre otros de un escrito de un periodista español aparecido en El País sobre los caucus norteamericanos de 1988. 

Extracto del capítulo dedicado a la Ideología: 


EL CONOCIMIENTO INÚTIL. JEAN FRANCOIS. (Libros de Segunda Mano - Pensamiento - Otros) 

El conocimiento inútil (1988) "La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira"

 

"¿Qué es una ideología? es una triple dispensa: dispensa intelectual, dispensa práctica y dispensa moral. La primera consiste en retenener solo los hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso en inventarlos totalmente, y en negar los otros, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean conocidos. La dispensa práctica suprime el criterio de la eficacia quita todo valor a la refutación de los fracasos. 

Una de las funciones de la ideología es fabricar explicaciones que los excusan. A veces la explicación se reduce a una pura afirmación, a un acto de fe: "no es el socialismo al que se deben imputar las dificultaes encontradas en los países socialistas" escribe Gorbachov en su libro Perestroika de 1987. Reducida a su armazón lógica esta frase equivale a "no es el agua a la que se deben imputar los problemas de la humedad que se plantean en los países inundados". 

La dispensa moral abole toda noción de bien y mal para los actores ideológicos, o más bien, al servicio de la ideología es el que ocupa el lugar de la moral. Lo que es crimen o vicio para el hombre común no lo es para ellos. La absolución ideológica del asesinato y del genocidio ha sido ampliamente tratada por los historiadores. Se menciona menos a menudo que santifica la malversación, el nepotismo, la corrupción. Los socialistas tienen una idea tan alta de la propia moralidad que casi se creería al oírlos que vuelven honrada a la corrupción cuando se entregan a ella, en vez de ser ella la que empaña su virtud cuanto sucumben ante la tentación.

Como exime a la vez de la verdad, de la honradez y de la eficacia, se concibe que ofreciendo tan grandes comodidades, la ideología haya gozado del favor del hombres desde el origen del tiempo. Es duro vivir sin ideología, ya que entonces uno se encuentra ante una existencia que no conlleva más que casos particulares, cada uno de los cuales exige un conocimiento de los hechos único en su género y apropiado, con riesgos de error y de fracaso en la acción, con eventuales consecuencias graves para uno mismo, con peligros de sufrimiento y de injusticia para otros seres humanos, y con una probabilidad de remordimiento para el que decide.

Nada de eso le puede suceder al ideólogo, que se sitúa por encima del bien y de la verdad, que es él mismo la fuente de la verdad y del bien. Un ministro reputado por su virtud, su culto a los derechos del hombre, su amor a las libertades. No dudaría en presionar a una administración, en amenazarla, para que se nombre a su mujer, con tora la irregularidad, profesora en una escuela expulsando al titular.

Este hombre no está aislado, está acompañado, sostenido por la sagrada sustancia de la ideología, que acolcha su conciencia y le induce a pensar que, estando él mismo en la fuente de toda virtud, no puede secretar más que buenas acciones.

DIce P. Bayle: "para comprender cómo es posible que un hombre sea al mismo tiempo celoso de su religión y muy disoluto no hay más que considerar que en la mayor parte de los hombres, el amor a la religión no es diferente de las otras pasiones humanas...Aman a su religión como otros aman a su nobleza o a su patria..Así, creer que la religión en la cual cada uno ha sido educado es muy buena y practicar todos los vicios que ella prohíbe son cosas extremadamente compatibles".

En sus comienzos una ideología es una hoguera de creencias que, aunque devastadora, puede inflamar noblemente los espíritus. A su término se convierte en un sindicato de intereses.

Aunque la ideología no posea eficacia, en el sentido de que no resuelve ningún problema real, sin embargo está convencida con vistas a la acción: transforma la realidad e incluso mucho más poderosamente de lo que lo hace el conocimiento exacto. 

La ideología es ineficaz en el sentido de que no aporta las soluciones anunciadas en su programa. Así, la colectivización de las tierras suscita no la abundancia sino la penuria. Pero no por ello tiene una menor capacidad de acción sobre lo real, porque precisamente ella puede hacer pasar a los hechos e imponer a varios centenares de miles de hombres una aberración económica fatal para la agricultura (....) 

La ideología es el mismo ejemplo de una de esas nociones familiares cuya aparente claridad se desvanece cuando tratamos de definirla con precisión. Forjado en los alrededores de 1800, el vocablo designó primero el estudio de la formación de las ideas, en el simple sentido de representaciones mentales, luego, la escuela filosófica que se consagraba a ello. Fueron Marx y Engels quienes 50 años más tarde imprimieron el concepto de ideología el sentido, a la vez rico y confuso, que en lo esencial posee todavía hoy.

La ideología se convirtió en el conjunto de nociones y valores destinados a justificar el dominio de una clase social por otra. La ideología según Marx no puede ser más que mentira pero no excluye la sinceridad porque la clase social que se beneficia de ella cree en esa mentira. Esto es lo que Engels llamó la "falsa conciencia" . Para colmo, la mentira puede parecer igualmente verdadera a la clase explotada, extravío que se ha bautizado con el vocablo "alienación". (...)

La ideología parece nacida bajo la estrella de la contradicción. Si es ilusión y mentira, ¿cómo puede ser eficaz? Aunque se pueda, en virtud de algunos rasgos, calificar de irracional hay que tener en cuenta que muchas ideologías pretenden apoyarse en una argumentación científica. En verdad, rehúsan tomar en consideración los argumentos y los hechos que no les gustan, lo que es la negación del espíritu científico. 

Todo ideólogo cree y consigue hacer creer que tiene un sistema explicativo global, fundado en pruebas objetivas. Por otra parte, Marx había terminado por integrar este aspecto en su teoría. Poco importa, replican sociólogos tan eminentes como Talcott Parsons, Raymond Aron, Edward Shils: la ideología no depende de la distinción de lo verdadero y de lo falso. Es una mezcla indisociable de observaciones de hechos parciales, seleccionados por las necesdidades de la causa, y de juicios de valor pasionales, manifestaciones de fanatismo y no del conocimiento.

Para Shils, el brillo de la ideología está emparentado con el del profeta, del reformador religioso, no del sabio, aunque estuviera equivocado.

En seguida accede a la mente una objeción: ¿las religiones no deben distinguirse de las ideologías? Ciertamente, pero hay reformadores religiosos como Savonarola o Jomeini, que prolongan su religión en ideología política y social, servida por un ejercicio totalitario la función de legitimar el absolutismo del poder. 

Del mismo modo se puede considerar la revocación del Edicto de Nantes (libertad de culto para los calvinistas en país católico)  y la persecución de los protestante por Luis XIV como un acto tanto ideológico como religioso, puesto que la monarquía de derecho divino confería al catolicismo la función de legitimar el absolutismo.

La explicación por el fanatismo puro no basta para describir lo que es un sistema ideológico ni su capacidad para operar en la realidad. Tal es el motivo por el que se vuelve al punto de partida: la ideología incluye siempre un elemento si no racional, por lo menos, comprensible, como decía Max Weber y una dosis de eficacia.

Es tanto más necesario cuanto que la ideología actúa sobre las masas y las hace activas. Modela a veces una civilización entera o por lo menos un segmento social o cultural: los intelectuales, los ejecutivos, los obreros, los estudiantes. No se puede empezar a hablar de ideología más que en presencia de creencias colectivas. 

Para Lenin la ideología era, y continúa siendo para sus sucesores, un arma de combate en la lucha de clases y para el triunfo mundial de la revolución. 

Es pues mucho más militante que el prejuicio, la ilusión consoladora, el error banal, la excusa absolutoria, la manía o la idea recibida aunque incluya todo esto y se nutra de ello. 

A veces es en los moralistas, en los novelistas, donde se encuentra manifestado el misterio de la cristalización ideológica (Gran Inquisidor de los Karamazov o Los demonios) ...en Cioran se encuentran apreciaciones sobre la misma en Genealogía del fanatismo y en Historia y utopía. O en la novela de Vargas Llosa, Historia de Mayta, descripción soberbia y sofocantes del nacimiento y crecimiento de la ideología terrorista en el seno de un grupo. El novelista nos hace presenciar el caso concreto de individuos, de una visión a la vez delirante y razonada, lo cual se traduce en actos. Podría ser el nacimiento de Sendero luminoso...

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