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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

domingo, 24 de enero de 2016

PROMISCUIDAD DE GÉNEROS

20 de Enero 2016. De izquierda a derecha: J. Biedma L.,
Francisco J. Fernández, Gisela Destefanis,
Ana Azanza, Amelia Fdez Gª, Emilio López Medina,
Adrián González da Costa, Virginia Chormoviti,
José Moral y Rafael Bellón Zurita.


Reconozco que, desde aquel inicio de 2004, en que la Quinta nació preguntándose sus miembros por la identidad personal, hasta hoy, pocas veces había asistido a una sesión tan rica en sugestiones. ¡Una verdadera tormenta de ideas! El tema, la filosofía del lenguaje, da para mucho. Ya dijo aquel alemán de cuyo nombre no quiero acordarme que el lenguaje es la casa del hombre.

Creo que a todos nos dejó pasmados Rafael Bellón con su definición en griego clásico de "palabra", citando al Estagirita. Como la lluvia dorada de Zeus fecundó a Danae, la presencia del laureado poeta Adrián González da Costa  y su compañera, la traductora y fotógrafa griega Virginia Chormoviti fecundaron y enriquecieron la sesión, estética y etimológicamente. 

No es badalí reconocer que el principal significado de Lógos (Λóγος) es Razón. Así que en principio no fue la Palabra -según San Juan-, sino la Razón. ¿Dudaría San Jerónimo entre traducir el término helenístico -tan trabajado por heracliteanos y estoicos- por Ratio o traducirlo por Verbum? ¿Fue en principio el poder (arché) de la razón o el poder de la Palabra, del Verbo divino? 

"La palabra de Dios no es una palabra cualquiera" -afirmó mi tocayo de Marmolejo poniendo un gesto que yo no sabía interpretar si de sorna o de enigma. Sí, la palabra de Dios puede expresar la experiencia decisiva de un encuentro, pero como Dios calla, en su nombre se reiteran las mayores majaderías. En cualquier caso habría que apuntar al Yavé del Génesis como el precursor de todo pragmatismo, pues nadie como él ha sabido convertir la palabra en acción creadora: "¡hágase!" Y el mundo surgió de la nada. Recordaréis que Goethe insistía en que el principio de todo no fue el lógos, sino la acción. El dilema se resuelve si pensamos que hablar es una de las cosas que hacemos, tal vez la más humanizadora.

¿Acaso no recrea las cosas el inocente Adán cuando les da nombres? 'Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus' -así concluye la justamente famosa novela de Umberto Eco.

Más acá o más allá de los nombres y su significado semántico, está el significado sintáctico de preposiciones y conjunciones. No importa que "palabra" -como indicó Adrián- no sea un concepto lingüístico riguroso. Los filósofos solemos ocuparnos de los desechos de la ciencia: cualidades secundarias, voluntad, alma, espíritu, sustancia, causa final, intención, Dios... palabras, palabras, palabras. ¿Son sólo palabras? 

Para bien y para mal tienen un importante, decisivo uso práctico, comunicativo, vital. Lo que interesa es fundamentalmente ambiguo, equívoco, versátil y susceptible de ser usado en diversos juegos de lenguaje. Esas palabras y otras por el estilo, como "libertad", "bien", "justicia", entran en variopintos juegos de lenguaje, juegos en los que "nos la jugamos" como personas. Hizo bien don Emilio López Medina, nuestro aforista de cabecera, en insistir en que, por mucho que "palabra" no sea un término objetivo para la ciencia, nos entendemos bastante bien cuando usamos "palabra".

Juegos de representación, de imaginación y memoria, Mneme -no lo olvidemos- es madre de las Musas. José Moral nos hizo ver cuánto conviene olvidar para formar conceptos, los detalles de las cosas vivas y concretas. Esos otros de la diversidad. Y se pregunta el profesor: ¿qué hacemos en nuestras clases y vida profesional con el otro de los otros, aquel que no entiende los conceptos, que es incapaz de olvidar los detalles para abstraer la idea? 

En filosofía parecemos estar demasiado apegados al tratado, que no es más que un género literario de expresión del pensamiento entre otros posibles. La filosofía, conviene recordarlo, nació del drama, del teatro. Platón componía versos dramáticos antes de conocer a Sócrates, y sus primeros diálogos tienen aún mucho de comedia (Lisis, Banquete...), de tragedia (Fedón), luego, es cierto, los personajes van perdiendo vida, resta esa voz en off, indirecta de un Platón enmascarado, que sólo busca en el interlocutor una monótona confirmación de un preguntar retórico.

La filosofía se ha expresado en verso, probablemente su primera expresión, mestiza como el oscuro y contrahecho Esopo, sea la literatura gnómica, la expresión profética u oracular del sabio semidivino, legendario. Literatura sapiencial que se expresa tanto en la fábula como en el mito y hasta en la "anécdota" (etimológicamente, "anécdota" es lo que no se ha entregado a la publicación). 

Misterios y secretos que transcurren o se transmiten en gabinetes privados, en la intimidad de esa vox interior agustiniana a la que aludió Francisco J. Fernández (nuestro maestro ajedrecista, devoto del osario de Leibniz), esa voz que no duda en exponerse en confesión o autobiografía. 

María Zambrano sin duda apostaría como José Moral por la promiscuidad de los géneros. Los lunes, poesía; los martes, apólogo moral; los miércoles, epístola senequista; los jueves, tragedia euripídea; los viernes, paradoja maireniana... Y luego, relato periodístico (por cierto, tocayo, comparto tu admiración por A sangre fría, el estremecedor reportaje de Truman Capote), novela alegórica (qué otra cosa es el Elogio de la locura de Erasmo, o El satiricón de nuestro Gracián). Nuestro amigo Marcos hubiera añadido a esta promiscuidad de los géneros literarios un personaje más en la orgía: el cine.

¿Significa esto que el filósofo debe reciclarse en literato? Francisco J. Fernández, con razón, protesta. Todo vale, si se sabe usar filosóficamente. Y sobre todo, todo vale si se amplía el ámbito de la filosofía, desde el historicismo y el tratadismo educativo-civil a los studia humanitatis que durante siglos fueron agrupados en las Instituciones retóricas (Cicerón, Quintiliano), si se extiende a la convivencia con los clásicos y, ¿por qué no?, a la imitación creativa de los clásicos. 

Gramática, dialéctica y retórica (el trivium), los tres instrumentos imprescindibles para la transmisión y creación de conocimiento plausible, meramente probable, deben convivir armónicamente, porque, aceptémoslo, la demostración es un método científico bastante irrelevante en filosofía. La dialéctica filosófica no es lógica matemática, sino argumentación probable, orientada por una idea humanista y universalista (ecuménica) de la dignidad personal y la felicidad humana: la máxima felicidad posible para la mayoría posible. El reino de los fines.

... Continuará




1 comentario:

Ana A dijo...

Fue una sesión memorable, porque hablando de palabras
desde el punto de vista filosófico, pudimos concretar
y tomar tierra gracias al poeta, que algo sabe de la palabra
justa, la que conviene escribir. Y más que nada
la que conviene decir cuando toca. Me llamaron
la atención las apreciaciones etimológicas de una "griega"
de cabecera que nos vino de maravilla, tampoco estuvo mal
la apreciación sobre los camiones de metáforas de Francisco José, la metáfora
es mudanza en griego actual
¿y que decir la verdad, alicia, no-olvido? Platón y conocer
es recordar, la verdad no se olvida, la verdad queda y todo lo demás pasa.
Sobre la mudanza, estoy leyendo precisamente ahora, el hombre el ser
que se muda, que entra en la existencia....