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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

martes, 18 de agosto de 2015

AUTODETERMINACIÓN




Desde hace mucho me preguntaba a qué se debía que ser de izquierdas en España conllevara "ser simpatizante" del nacionalismo catalán y vasco, que son los más aparentes. Puesto que normalmente se entiende que la izquierda "es internacionalista", sin embargo, la mayoría de partidos nacionalistas vascos  y catalanes "son de izquierdas". Una de nuestras peculiaridades ibéricas.

Lo curioso es que Lenin dijo que "el nacionalismo es el enemigo número 1 de la clase obrera, y que la clase obrera no ha nacido para fundar naciones ni para crear Estados, sino para adquirir su conciencia revolucionaria frente a la clase burguesa."
Marx analizó el tema de la autodeterminación y se dió cuenta de que el derecho de autodeterminación no existe en los países que adquirieron conciencia de su unidad política antes de la revolución francesa, ya que en la humanidad no se sabía lo que era la libertad de un pueblo para independizarse. Y nombra  España, Portugal, Francia, Inglaterra. Sí lo tiene Irlanda por la cuestión de la diferencia religiosa con Inglaterra.

Dice García Trevijano que cmo los marxistas españoles bajo Franco no tenían seguidores, y el socialismo ni existía, tuvieron que adherirse a las doctrinas nacionalistas. Siendo que Marx había rechazado el derecho de autodeterminación en España. Pero Franco hizo que la izquierda española se "prostituyera" y aceptara para ser oída reclamaciones que no son de la izquierda ni de la clase obrera, sino de la burguesía. Es por tanto el contrasentido de que toda la izquierda en Cataluña quiere la autodeterminación.
A ello se une la mala conciencia de los que quieren sacudirse el "franquismo de la dehesa" y dejan hacer.

En parte ya sabía que el dictador hizo bandera del amor a la patria española,  y parece que si no se es franquista hay que estar con el nacionalismo catalán o vasco. Pero es un error de perspectiva.
Casi he respondido a esta pregunta escuchando a Dalmacio Negro y Antonio García Trevijano.
y a otras muchas más cuestiones sobre el derecho, la ley y la nación.
Viene muy de atrás toda esta problemática, desde Cánovas dice Dalmacio.
Y estoy de acuerdo en que la mayoría del pueblo español da la espalda a todas estas cuestiones puesto que sólo sirven para poner los nervios de punta y discutir, sin que realmente cuente nada, ni en este ni en otros muchos temas, lo que piense nadie. Ya se entenderán entre ellos, una vez más.
De todas formas da gusto escuchar a estas personas eruditas en política, derecho e historia.

Estamos en manos de impostores, no sólo aquí, magro consuelo.

jueves, 6 de agosto de 2015

Caballo de Troya de Descartes


Antonio Hidalgo Pedraza ha escrito un interesante ensayo sobre Descartes: El Caballo de Troya de Descartes (2015).  Nuestro joven autor se apunta a una hermenéutica de la escucha orientada mejor a desvelar los posibles sentidos del ser, que a la tan manida -y à la page- “hermenéutica de la sospecha” que reduce lo superior a lo inferior para dar cuenta de su sinsentido. Me gustaría señalar que ha sido precisamente un miembro de la hermenéutica de la escucha, Paul Ricoeur, quien ha establecido esta distinción, convertida ya hoy en filosofema historicista.

Cada vez se ve mejor que el adanismo de Descartes fue puro “postureo”. Además de las influencias de autores menos escolásticos, algunos hispánicos como Gómez Pereira o Francisco Sánchez el Escéptico, y según prueban las investigaciones históricas de Baciero Ruiz, las reflexiones suarecistas sobre las causas del error (Disputación metafísica 9) inspiraron decisivamente a Descartes. Es seguro que el francés conocía estupendamente la obra del jesuita granadino. Por otra parte, Descartes estuvo toda la vida carteándose con jesuitas cultos.

La condena de Galileo fue capital en la biografía intelectual de Descartes. Tomó por ella la decisión de no publicar su Tratado del mundo. Y es muy probable que decidiera la  hipótesis escéptica radical del famoso “genio maligno”. Aquí es donde Antonio Hidalgo es original postulando que tal hipótesis sirvió a Descartes para desmantelar las objeciones metafísicas y teológicas principales que los doctores de la iglesia habían lanzado contra los ensayos del físico y astrónomo italiano.

Descartes pretendía resolver definitivamente el debate entre los partidarios de la nueva física y los de la física aristotélico-ptolemaica. El autor pretende comprender la estrategia argumentativa de la duda hiperbólica cartesiana y su superación mediante el rodeo teológico deductivo, o sea el recurso al Dios perfecto y veraz, en relación a dicho debate.  Descartes pretendía algo que nunca se atrevió a confesar: refutar las objeciones lógico-teológicas que se oponían a los defensores de la nueva astronomía y muy particularmente las que se formularon en el juicio inquisitorial contra Galileo (1633).

La hipótesis del genio maligno adquiere todo su sentido si se la considera una estrategia (un caballo de Troya) para liquidar y superar los límites que la objeción teológica basada en la omnipotencia divina imponía a la autonomía del nuevo pensamiento científico y a la validez de sus descubrimientos. La idea de un Dios omnipotente era por decirlo así llevada a su absurdo mediante la hipótesis cartesiana del Deus deceptor, del Dios engañador.

En efecto la nueva ciencia nunca podría superar el carácter hipotético de sus opiniones (suppositiones), útiles pero disputables, ni librarse de las falacias ad auctoritatem, mientras echase por tierra la suposición teológica de un Dios todopoderoso. Curiosamente, esa tesis de un Dios que, por citar un ejemplo anacrónico, podría enterrar fósiles en las montañas para poner a prueba nuestra fe en el fijismo, acompañaba el método resolutivo-compositivo, cuyos precursores deben ser buscados en la Escuela de Oxford (s. XIII), en Grosseteste y Bacon, y en el empirismo nominalista de un Ockam.

Por otra parte, el modelo heliocéntrico propuesto por Galileo podía ser más verdadero que el geocéntrico, pero para defenderlo Galileo incurría a veces en falacias lógicas, como la de la afirmación del consecuente: “Si el modelo heliocéntrico es cierto, entonces Venus debe tener fases. Es un hecho comprobado que Venus tiene realmente fases. Por tanto, el modelo heliocéntrico es cierto”, (A B) & B A.

De hecho existían otras propuestas teóricas para explicar los mismos fenómenos o, como se decía entonces, para “salvar las apariencias”, por ejemplo la de Tycho Brahe. Puede que Galileo fuese muy consciente de la existencia de alternativas teóricas, pero consideraba una buena razón a favor del modelo copernicano su simplicidad matemática. Justamente aquí era donde las autoridades eclesiásticas –que no eran ni tan memas ni tan fanáticas como el mito cientifista las suele presentar al público- podían esgrimir la objeción de que es completamente injustificable limitar a Dios por razones de orden subjetivo, como podría ser la utilidad, la belleza o la simplicidad de un constructo matemático.

Galileo compareció dos veces ante el tribunal eclesiástico. En 1616 se le instó a hablar “ex suppositione” sobre el modelo copernicano. La sentencia del segundo juicio (1633) obligó a Galileo a retractarse y a vivir retirado en su finca el resto de sus días. La objeción teológica con la que Urbano VIII (amigo de Galileo) quería limitar el valor de la hipótesis heliocéntrica era que el infinito poder de Dios puede hacer que todo suceda como si la Tierra estuviese en movimiento aun cuando realmente esté inmóvil.
Por su parte, Tycho Brahe dejaba a la Tierra en el centro del universo y al sol girando a su alrededor, mientras los restantes planetas orbitarían alrededor del Sol, modelo que también "salvaba las apariencias". Y Kepler había explicado las mareas por el influjo de la Luna, mientras que Galileo se equivocó al desestimar esta hipótesis kepleriana.

Pero cuando el Papa apelaba al Dios omnipotente tardomedieval tal vez no se daba cuenta de que Dios, haciendo uso de su poder ilimitado, podía convertirse en un Deus deceptor, en un creador engañoso, y este sería el antecedente del Genio maligno cartesiano. No tanto porque pueda hacer que lo que sea verdadero se convierta en falso, sino más bien porque representa un obstáculo insuperable para poder investigar la verdad, dado que bajo este supuesto la ciencia difícilmente podría establecer como verdaderas leyes naturales incontrovertibles. Quedaría expuesta a una duda continua y sujeta por tanto a los ataques del escepticismo, que era lo que a Descartes preocupaba sobre manera.

A pesar de que, al contrario que Huygens, la física de Descartes no formulaba ni matematizaba sus principios y la suya era una física matemática sin matemáticas, el filósofo francés bien pudo haber pensado en una táctica equivalente a la del caballo de Troya, valiéndose del postulado de la omnipotencia divina para desmontar los reparos de los teólogos al modelo copernicano defendido por Galileo. Ello lo conseguirá superando las consecuencias de la hipótesis de un Deus deceptor al demostrar la existencia de un Ser Perfecto, veraz e inmutable, conservador de las leyes universales del mundo material y garante de la veracidad de la razón metódica. Para evitar equívocos de fe, Descartes al final de una de sus meditaciones sustituye la denominación de “Dios engañador” por la de “Genio maligno”.

El autor piensa que Descartes procede a esta sustitución para resaltar de una forma contundente que su intención es buscar un motivo puramente ficticio, imaginativo, sin compromiso ontológico ni ideológico. Se trata de una idea que ni es clara ni distinta, una idea de la perfección divina en la que Dios puede hacer verdadero y bueno lo que quiera haciendo uso de su potencia absoluta, pues no se ve sujeto a conservar el orden (físico y moral) de sus decretos y, por tanto, su libertad no puede verse constreñida a ningún orden necesario, real o posible.

Como explicará Hegel, la certeza del cogito se debe a que es en el yo donde se verifica la inextricable unidad entre el pensar y el ser. La duda metódica y el rodeo teológico-deductivo pueden verse bajo una nueva luz: un intento deliberado pero prudente por eliminar o remover los prejuicios escolásticos tradicionales que obstruían el pensamiento científico moderno. Para ello fue preciso demostrar que Dios no puede ser engañador, para que devenga el garante gnoseológico del criterio de evidencia. Y Descartes no parte para ello de la bondad sino de la misma omnipotencia divina, pues el engaño, el error, son un defecto, una deficiencia, un no-ser. Luego no pueden ser resultado de la acción de un ser omnipotente en el cual toda posible acción hemos de pensarla como lograda y productora de un efecto real, y no como productora de ausencias de efectos. 

Causar el error es signo de deficiencia y no de omnipotencia. Para Descartes, la hipótesis de un Genio maligno es contradictoria con la de un Dios omnipotente. Cualquier decisión de Dios crea verdad, y por tanto no puede engañarnos. Dios podría haber creado otra matemática en la que dos más dos fueran cinco, pero incluso el valor inmutable y eterno de las verdad matemática de que dos más dos son cuatro depende de la voluntad divina.



Echando mano del concepto de Potentia Dei Absoluta, que servía a los teólogos para condenar las proposiciones realistas de la nueva física matemática, Descartes supera las limitaciones impuestas al pensamiento científico para devolverle al conocimiento racional su certidumbre evidencial y su autonomía. Su rodeo teológico deductivo era una especie de “regalo envenenado”, para derribar los muros de contención que impedían el progreso de la libre investigación. 

La hipótesis del Genio maligno aparece a esta luz como una caricatura o reducción al absurdo de la del Deus deceptor que era usada como objeción contra la nueva ciencia.

martes, 4 de agosto de 2015

LOS DESPOSEIDOS 2




Gracias a don José Biedma nos estamos aficionando en el Mochuelo a la novela de ciencia ficción "social". No es mi literatura favorita aunque ya llevo dos obras de Ursula K. Leguin. La última con la que me he entretenido se titula "Los desposeídos". hay otro post de Biedma al respecto sobre esta novela. Hago mi propia lectura y traigo a colación el pasaje que más me ha "inteperlado".





Odo era la mujer fundadora en el planeta Anarres de la sociedad utópica, sin propiedad, sin mando. Con mucha filosofía en los fundamentos. Pero al cabo de los años esta sociedad que tiene tantas cosas buenas, muestra sus limitaciones.
 




Shevek es un científico filósofo que se da cuenta de los fallos, está haciendo una teoría física, y no lo quieren escuchar porque su discurso suena como un reproche a la sociedad odoniana. Shevek decide viajar al mundo de donde vinieron los primeros colonizadores del planeta, Urras, para comunicar sus teorías, con la esperanza de tener más audiencia.


 


También saldrá de malos modos de Urras tras intentar cumplir la misión, pero en el curso del viaje ha aprendido cuatro cosas, esas cuatro cosas es la que quiero poner aquí para memoria de lectura “Los desposeídos” de Ursula K. Leguin:


“En estos últimos 4 años Shevek había aprendido algunas cosas acerca de la voluntad que lo animaba. La frustración de la voluntad le había enseñado a ver la fuerza que hay en ella. Ningún imperativo social o ético podría igualársele. Ni siquiera el hambre era capaz de contenerla. Cuanto menos tenía, más absoluta era la necesidad de ser.

Reconocía esa necesidad en la terminología odoniana, como su “función celular”, el concepto analógico que expresaba la individualidad, el trabajo que más conviene a un individuo, y por consiguiente su mejor contribución a la sociedad. Una sociedad sana no sólo permitiría ejercer libremente esa función óptima: la adaptabilidad y la fuerza de un individuo dependían de esas mismas funciones. Esta era una idea fundamental en la “Analogía” de Odo. Para Shevek, el hecho de que la sociedad odoniana de Anarres no hubiera alcanzado del todo ese ideal, no lo hacía menos responsable, todo lo contrario. Liberados del mito del Estado, la reciprocidad genuina del organismo social y del individuo era evidente. Al individuo se le puede exigir un sacrificio, nunca un copromiso: porque aunque la sociedad dé a todos seguridad y estabilidad, sólo el individuo, la persona, es capaz de una elección ética: la capacidad de cambio, la función esencial de la vida. La sociedad odoniana estaba concebida como una revolución permanente, y una revolución comienza en la mente pensante.

Todo eso lo había pensado Shevek porque tenía una conciencia absolutamente odoniana.

Por lo tanto estaba seguro ahora de que, en términos odonianos, su voluntad radical e ilimitada de crear se justificaba a sí misma. El sentido de la responsabilidad no lo aislaba de sus semejantes, de la sociedad, como había pensado hasta entonces. Lo comprometía con ellos de un modo absoluto.

También sentía que un hombre con este sentido de responsabilidad acerca de algo, estaba obligado a aplicarlo en todas las cosas. Era un error verse a sí mismo como un vehículo y nada más que eso, sacrificar a esa idea cualquier otra obligación.

….No había fines, había procesos, todo era proceso. Uno podía ir en una dirección promisoria o equivocada, pero uno no se ponía en marcha con la esperanza de no detenerse jamás en ninguna parte. Entendidas de esa manera todas las responsabilidades y compromisos ganaban en sustancia y en duración.

….Al sustraerse al sufrimiento uno se sustrae también a la felicidad posible. El placer uno puede conseguirlo, o los placeres, pero no le servirá de nada, no sabrá lo que es el retorno al hogar.

La realización, reflexionó Shevek, es una función del tiempo. L a búsqueda del placer es circular, repetitiva, atemporal. La variedad que persigue el espectador, el cazador de emociones, el sexualmente promiscuo, siempre concluye en el mismo lugar. Tiene un final. Llega al final y tiene que volver a empezar. No es un viaje y un retorno, sino un ciclo cerrado, un claustro, una celda.

Fuera del claustro está el paisaje del tiempo, en el que es posible, con suerte y coraje, construir los frágiles, provisorios e improbables caminos y ciudades de la fidelidad, un paisaje habitable para seres humanos.

Ningún acto es verdaderamente humano hasta que ocurre dentro del paisaje del pasado y el futuro. La lealtad, que consolida la continuidad del pasado y el futuro, unificando el tiempo en una totalidad, es la raíz de la fortaleza humana; no se obtiene ningún bien si se prescinde de ella

Recordando los últimos cuatro años, Shevek los vió no como desperdiciados sino como parte de un edificio que él y Takver estaban construyendo con sus vidas. Lo bueno de trabajar con el tiempo y no contra él, pensó, es que nunca es tiempo perdido. Hasta el dolor cuenta.”

Final del capítulo 10, de “Los desposeídos”, de Ursula K. Leguin (1974)


lunes, 3 de agosto de 2015

Entre dos guerras civiles


Luis Racionero

Tuve la fortuna de conocer personalmente a Luis Racionero en el 81, por mediación de Jordi Nadal, actual director de Plataforma editorial. Conocer es mucho decir. El comando Lautrèamont, formado por el teniente Poveda de la Cárcel y un par de mílites del CIR nº 9, entre los cuales por azar me encontraba, le visitó en su masía de Cinc Claus, en el alto Ampurdán. Mi teniente se ganaba la vida en el ejército, pero había estudiado derecho y era un artista cosmopolita nacido en Jumilla. Llegó a exponer en el castillo de Perelada sus cuadros de azules oníricos. Creo que le había gustado la vida al aire libre y por eso se quedó allí después de la mili universitaria. Además de criar aves de cetrería y grandes daneses, el teniente de artillería Fernando Poveda  dirigía por entonces un programa esotérico en Radio Figueras. Aún conservo grabada la entrevista que me hizo y en la que precisamente cité Las filosofías del underground de Racionero. Murió en 2000 en un accidente de tráfico, según supe por Jordi.

Fernando conducía su arcaico milquinientos blanco, y le llevó al intelectual como presente unos conejos cazados y horneados por él mismo, adobados con hierbas aromáticas recolectadas en noches de luna llena. No recuerdo sobre qué versó nuestra conversación. Todavía debía ser invierno, o tal vez primavera temprana, porque la reunión fue al calor de un hogar encendido. La decoración de la masía, minimalista, monacal. Muros lisos, tendiendo al blanco y, eso sí, una rústica estantería de madera de pino repleta de libros.

Racionero estuvo amable con nosotros, aunque me pareció triste y cansado. Luego he sabido por las memorias que aquí resumo y comento (Entre dos guerras civiles, 2012) que por entonces iniciaba su “retiro catalanista, subyugado por la potencia cultural del Empordà”.

sábado, 1 de agosto de 2015

DECADENCIA DE LA ADMIRACIÓN

REFLEXIONES SOBRE "SER ERRATICO" DE LUIS SÁEZ

Ana Azanza


Llego tarde con este post, puesto que Luis Sáez acaba de publicar "El ocaso de Occidente" en 2015, y "Ser errático, Una ontología crítica de la sociedad" es de 2009.