Detache-ment (2011), la película de Tony Kaye, un
director británico independiente muy premiado por sus vídeos musicales, fue
producida por
Adrien Brody,
su principal protagonista en el papel de profesor sustituto. Más que un drama
es una tragedia. Impotencia educativa en mitad de un mundo sin corazón.
En la
Wikipedia la peli es definida así: “a drama about the decline of the education
system in American high schools”. Lo de “high” resulta bastante “ironic”.
En el Littré, diccionario de la lengua
francesa, “détachement” es definido como “État de celui qui est détaché, délivré d'un sentiment”, o
sea, el estado de aquel que resulta liberado o rescatado de un sentimiento. Quizá en inglés “detachment” sea un
galicismo. El director ha escrito “Detache-ment”, tal vez para ilustrar
iconológicamente la pretendida y no conseguida distancia (prefijo des-) sentimental entre los
personajes (tal vez haya que exceptuar a ese profesor al que ni alumnos ni
esposa ven ya y que se ha vuelto transparente).
Henry sí le ve. Cierta indiferencia defensiva es lo que pretende mantener el
profesor sustituto Henry Bathes, atormentado por la muerte de su madre y a
cargo de su abuelo con alzheimer, en mitad de esa jungla asfaltada de adolescentes
malencarados y conflictivos. Quiere salvar su intimidad respecto a compañeros y
alumnos, conservar cierta distancia, pues donde hay confianza..., ya se sabe... ¡Mas
no lo consigue! Es precisamente su natural bondadoso lo que le impide
adaptarse. La bondad, incluso la santidad, ¡factores de inadaptación! (Simona Weil, G. Stein, Jesús de Nazaret, Tomás Moro, Bruno, Juan de la Cruz, Julián Besteiro, María Zambrano...). La compasión no salva en la darwiniana descripción de la evolución como lucha por la vida. La visibilidad misma puede ir contra el interés de la supervivencia.
Como profesor, sus aptitudes para conectar
están en contradicción con su voluntad, salvo en ese momento en que amenaza a
la enfermera del asilo de su abuelo, momento en que muestra no su faz de profesor sino la de cliente estafado. Y su aptitud para la compasión, a pesar de
sí o al menos a pesar de una parte de sí, le lleva a hacer de buen samaritano con la
chica prostituta y con el abuelo abusador, a quien le alivia el tránsito con
una mentira piadosa.
En su crítica escribe Beatriz Maldivia: “El tono despegado
de ‘El profesor’, que no
mete el dedo en la llaga, no
redunda en una eficacia menor, sino todo lo contrario: es difícil
abandonar la sala sin sentir un absoluto hundimiento moral”. Desapego sería precisamente lo que Henry
no es capaz de sentir. Y es que cuando se trata de bregar con cosas, todo se explica
y mecaniza; pero cuando se trata de lidiar con personas, todo se
complica y confunde. Aquí no valen los hábitos aprendidos, por eso los otros pueden llegar a ser el infierno en el drama de Sartre.
La prostituta se enamora de su benefactor, y cuando ese no buscado
apego se traduce en un abrazo consolador a Meredith (la alumna con talento artístico
y suicida complejo de inferioridad), la reacción de una profesora (compañera que le había tirado los tejos) malbarata la acción, pues ve sucio sexo donde no hay más que piedad y generoso consuelo,
aun a regañadientes.
¿Realismo cruel o simple realismo? Espejo de lo que pasa,
como la novela, pero con un fondo de tragedia clásica. El héroe no puede nada, no salva sino que más bien sus decisiones precipitan un final fijado por los dioses de la especulación económica. Padres exigentes pero
ausentes, evadidos de sus obligaciones educativas. Profesores quemados,
frustrados. Chicos pasotas o violentos, neuróticos o psicópatas, que desprecian
cuanto ignoran. Políticas educativas erráticas, privatizadoras, dictadas por
escaqueados de la tiza. Soledades desesperadas que mendigan un poco de atención
en un entorno sentimental ruinoso.
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CARELESS. ABANDONO |
Un esteticismo que no tiene nada de lacrimoso pero que
apenas deja resquicio a la esperanza. Mala educación que devendrá en
aislamiento y frustración, como vaticina la orientadora del instituto, en una
de las escenas más duras e impresionantes de la película, a la chica mona que
vive en Babia, la que quiere ser modelo y cuya jeta de perplejidad ilustra esta
entrada con un mensaje.
Y al final, la decadencia
de la relación docente evoca ese triste mundo de la casa Usher de Edgar Allan
Poe, con esos planos de la escuela vacía, destrozada y asolada, en otros
tiempos lujosa y esplendorosa mansión de luz y juvenil alegría, como una vez
fue la vida en todas las buenas escuelas.