Tomado de "La escultura de sí. Por una moral estética" de M. Onfray, 2014, edición española.
"Venecia: canto profano con el que Dionisio puede bailar y tomar la forma de Zaratustra.
EN la ciudad de Monteverdi, Nietzsche y Gast (el amigo del filósofo, un músico al que debemos una ópera cuyo título es "Los leones de Venecia") ponen a punto el manuscrito "Aurora", libro genovés en su factura pero que durante mucho tiempo se tituló "Ombra di Venezia". Más tarde piensan juntos un libro sobre Frédéric Chopin.
Nietzsche lee a Georges Sand, Gast estudia las partituras y ambos tocan las piezas en el piano. Me gusta imaginar, bajo los dedos del filósofo el "Estudio Op. 10 n. 12 en do menor", un allegro con fuoo, la expresión musical del genio nietzscheano, de su cualidad y su destino-. Brio, potencia, fuerza y desesperación: esta obra del opus 10 es una tempestad que prefigura el final de los viajes de Nietzsche.
La mano izquierda expresa el eterno retorno de lo trágico, el carácter implacable del negro fondo sobre el que se inscriben nuestros hechos y nuestros gestos: es una trama nocturna; la mano derecha es voluntariosa: muestra, en acto, las tentativas para arrancarse al aturdimiento, los ensayos por escapar al propio destino. La línea se quiebra por una rutpura del ritmo, resplandores de esperanza y un poco de paz. Amenazas, todavía en el registro grave, antes de la caída que hace pensar en las frustraciones de la falta de conclusión. Dionisio triunfa absolutamente sobre Apolo, de manera total, hasta en las consecuencias más dramáticas. Ya tiene cita con la locura: el filósofo camina hacia la sinrazón -el estudio de Chopin muestra lo que queda por reocrrer y que abismo se abre al final del camino- Nietzsche no sabe que está escuchando la prefiguración de su propio desmoronamiento...."