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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

domingo, 5 de mayo de 2013

Kierkegaard, el "devoto anarquista"

Hoy 5 de mayo hace 200 años del nacimiento de Kierkegaard. En 1841 llegaba a la universidad de Berlín Soren Kierkegaard. El doctor en teología huía de Copehnage, de la desorientación filosófica y de la decepción amorosa. Huía en busca de una verdad absoluta que pudiera calmar su espíritu. El joven danés escuchó con entusiasmo las reconocidas lecciones de Schelling sobre "la filosofía de la revelación", con las que Friedrich Wilhem pretendía combatir las "semillas del dragón del panteísmo hegeliano" y la "disolución de la cultura doméstica." Los ataques de Schelling a la democracia política y al liberalismo religioso entusiasmaron a Kierkegaard.




Pero pronto el entusiasmo se transformó en una profunda decepción para el joven danés. "Frialdad, en parte insomnio, nerviosismo, por mis decepcionadas esperanzas en Schelling, confusión en mis ideas filosóficas", escribía en febrero de 1842.

Un aspecto que hace atrayente la figura de Kierkegaard es la estrecha relación entre su teología, su filosofía y la historia de su vida, incluida la de sus amores sin cumplir. Hay una pregunta clave que le atormenta: ¿Se puede ser un cristiano piadoso en una sociedad moderna? Contesta de una manera subjetiva y egocéntrica. Desde su más tierna juventud Kierkegaard fue un "alma en pena", aquejado de múltiples enfermedades del alma, de ánimo débil, sufriendo miedos, profundas depresiones con pensamientos de suicidio, un torturante odio a sí mismo a la vez que una intensa autocompasión y una profunda desconfianza frente a todos los demás seres humanos.

A través de sus escritos teológicos quería dominar las urgencias de su alma. La teología no es en este caso una reflexión teórica, sino que pretendía deducir de ella una orientación práctica que le garantizara una inquebrantable identidad libre de dudas. Cuanto más busca analizar psicológicamente la existencia creyente, más tiene que reconocer que la creencia no ofrece ninguna seguridad definitiva y que la vida del hombre creyente siempre permanece en "Temor y temblor", como reza el título de una de sus obras principales.

El rasgo fundamental que lo lleva a buscar siempre la clarificación de su propia alma ha convertido a Kierkegaard en un clásico de la nueva teología europea. Kierkegaard, constante buscador del sentido representa frente a la tradición europea algo totalmente nuevo, una comprensión antropológica de la teología. Ya no se trata de una especulación metafísica sobre Dios o el mundo, sino un análisis psicológico de las situaciones elementales de la existencia del individuo. No se trata de buscar verdades objetivas, sino verdades subjetivas a través de un giro radical hacia el individuo. Este individualismo patético le ha valido  la fama de ser un pensador de la creencia tan fascinante como peligroso.




Nacido el 5 de mayo de 1813 en Copenhague recibió una influencia que le marcaría de por vida de la religiosidad pietista de su padre, un hombre de negocios muy rico. Se trataba de una piedad melancólica y depresiva, en lugar de cultivar la fe en la gracia y en la alegría se centraba en el pecado y el miedo a la muerte. En su adolescencia duda de esa melancolía. ¿Es posible entre los tormentos de la vida llegar a un estado sereno y tranquilo del alma? Para aquietar sus dudas religiosas Kierkegaard empieza a estudiar filosofía en 1830 y en 1838 teología en unos años que serán muy duros por sus terribles crisis. Termina sus estudios en 1841 con una disertación titulada "El concepto de ironía en Sócrates". Como rico heredero lleva a partir de entonces la vida exteriormente lujosa de un profesor privado y literato en la capital danesa, nunca tuvo que trabajar, por lo que tenía mucho tiempo para observarse a sí mismo y reflexionar. Una y otra vez se ocupa del individuo y de sus luchas internas, de la decisión absoluta entre la nada y la falta de salida del pecador con respecto a Dios. La sociedad, el estado y la política aparecen en sus textos sólo como representaciones de sus luchas internas por la decisión esencial. La imagen del heroico y solitario creyente está hecha de un fondo de lucha, pasión e impugnación. En particular Kierkegaard es el crítico más tenaz del "idealismo alemán", en especial de Hegel, que había explicitado la creencia luterana en conceptos racionales. Quien pretenda traducir las creencias en conceptos racionales destroza la particularidad de la fe, la inmediatez existencial con Dios. Para Kierkegaard la creencia no es un pensamiento racional, sino una decisión irracional, una empresa absolutamente arriesgada, un salto en lo desconocido. Por eso es el antepasado del existencialismo moderno.

Esta concentración en la pura interioridad acerca a Kierkegaard al crítico de la religión que fue Feuerbach, quien por su parte había subrayado la participación activa del hombre religioso en en la formación de las representaciones religiosas. Aquí como allí todos los presuntos contenidos objetivos de la creencia se disuelven en la inmediatez de la existencia religiosa. La tesis existencial de que Dios sólo es en la Subjetividad y para la Subjetividad la propia "relación a Dios" (Karl Löwith), no puede defender la fe de ser posiblemente sólo una ilusión y una quimera piadosa.



Todo hombre se halla, como Kierkegaard plantea en su análisis del sacrificio de Isaac, en la obligación existencial de decidir. Cada cual tiene que decidir cómo quiere conducir su vida. El que apuesta por el consumo y el disfrute de la vida se queda en el "estadio estético" sin poder superar el vacío de sentido y la repugnancia de la existencia. Sólo en el "estadio ético" el yo se transforma en persona, consciente de su libertad de opción entre dos alternativas: se puede elegir entre uno mismo pecador, fijado en sí mismo como  yo finito, o atreverse a dar el salto a la fe.

Este salto al nivel más alto el religioso es un salto mortal del creyente, representado por Abraham que estaba dispuesto a sacrificar a su hijo porque Dios se lo pidió. Esta disposición al asesinato del propio hijo es en el sentido más fuerte la obediencia de la fe. Abraham se ha decidido, está ante Dios como un individuo único en una relación absoluta con el absoluto. La verdadera fe deja atrás todas las cosas mundanas, las reglas de nuestra vida cotidiana en favor de la absoluta individualidad. El devoto anarquista formula una sarcástica y extraordinaria crítica llena de profundo desprecio por todas las formas de normalidad burguesa. Critica de los establecidos, de la sociedad burguesa y la "iglesia del pueblo" que la apoya. Los cristianos de iglesia sólo son banales burgueses que se mienten a sí mismos, nunca "cristianos en sentido absoluto".

Schrempf fue un párroco luterano de Württenberg expulsado por ejercer la objeción de conciencia contra las enseñanzas de su iglesia. El publicó en 1900 los primeros escritos de Kierkegaard en alemán para todos los cansados de la modernidad y los aficionados al sentido reformista de la vida de cualquier clase. En los años 20 los teólogos antiliberales como Karl Barth, Rudolf Bultmann y Paul Tillich presentaron a Kierkegaard como el gran héroe de la protesta contra un cristianismo aburguesado. Los decisionistas como Carl Schmitt y el pensador del ser Heidegger lo estilizaron como el pensador del "estado de excepción", el descubridor de los demonios de las profundidades que hay en el hombre y el que tuvo la valentía y la decisión de atravesar las superficialidades de las Luces y de la ideología liberal. Como héroe del antifilisteísmo fue puesto al lado del Anticristo de Nietzsche.

Kierkegaard describe en poderosas imágenes lingüísticas la distancia al mundo de la fe. La fe es peligrosa para todas las instancias mundanas, porque "por la obediencia incondicional a Dios mantiene lo existente sobre lo desconocido". La fe protege a lo meramente secular de solidificarse y asumir una estabilidad que está en contradicción con su finitud. La fe quiere simplemente que lo finito sea finito y defiende de la autoabsolutización. Por ello puede ser una fuerza crítica de las propios límites.

Pero ¿quién limita a la fe? Esta es una decisiva debilidad de la retórica de Kierkegaard crítica de la razón, la retórica del salto y de la decisión. Kierkegaard es un clásico del odio a la ciencia y del rechazo de la razón escéptica y la Ilustración. A los retos éticos de las ciencias modernas sólo habría una respuesta cínica: Retirémonos en la propia vida y verdadera vida interior. Desdeña los compromisos, las mediaciones entre intereses, la búsqueda de consensos democráticos.

Son los peligros de su agresivo antirracionalismo. Todo intento de llevar la fe a una conducta constructiva de acuerdo con la razón es rechazado como una destrucción de la creencia existencial. Pero de esa forma la fe se convierte en fe arrogante, autoritaria y queda inmunizada contra toda crítica. Se apropia de la fuerza crítica, "sub specie Dei" para recordar su finitud a todo lo mundano. No sólo la razón tiene límites, también la fe los tiene. La fe no debería ponerse a sí misma en el lugar de Dios.

El autor del artículo acaba tildando a Kierkegaard de modelo de fundamentalistas religiosos. Pero estimo que el fundamentalismo religioso que nos amenaza en nuestros días no tiene que ver con la filosofía de Kierkegaard. Es producto de evoluciones sociales y políticas, de una colonización y descolonización mal llevadas, procesos históricos de los que Kierkegaard no habla y que dudo le interesaran. Su reflexión es sincera y vale como modelo de alma atormentada que no se arredra ante las preguntas más profundas y difíciles, preguntas que al que se las hace en serio le plantean el temor y temblor. La validez de  sus tormentos filosóficos para la filosofía política, la sociología y los problemas concretos que nos afectan como comunidad global 200 años después me parece nula. Kierkegaard trata asuntos muy personales "de cada uno frente a su finitud". La película "Ordet" que nos puso Marcos refleja bastante mejor por donde van las "reclamaciones" de Kierkegaard.