Me quejo con frecuencia del poco valor de nuestros
escritores, poetas y filósofos. He aquí según estimo un español que estuvo a la
altura de las circunstancias y pagó con cárcel y con la vida. No le valió tener
amigos curas, no lo pudieron salvar. Un talento, creatividad y testimonio a la
par. La creatividad con fundamento, sin pose, “juguemos a ser creativos”.
Me ha encantado este texto de Miguel Hernández, el cabrero
poeta de Orihuela. Escrito en plena guerra civil y cuyo tema es la “ciudad
donde resido”. Lo he rescatado ordenando los papeles del Mochuelo pensativo que
a lo largo de estos años hemos ido acumulando y lo pongo aquí para disfrute del
que pase y conozca esta ciudad:
Conocí más de cerca de la persona de Miguel Hernández
gracias a una película y un documental que pusieron en la televisión pública en
otras épocas en que veía la televisión pública.
Si lo han programado en esta etapa no me he enterado. Estimo
que se debería de insistir más en difundir su figura y su obra, porque las dos
son ejemplares, y andamos faltos de compatriotas intelectuales cuya vida y obra
vayan al unísono y no sean una caricatura o encubrimiento de la otra.
El bombardeo de Jaén capital por la aviación alemana tuvo
lugar el 1 de abril de 1937.
LA CIUDAD BOMBARDEADA
Miguel Hernández
La pedregosa ciudad de Jaén, graciosa, lunar y solar a un
tiempo, vivía de espaldas a la guerra de su pueblo, de su patria contra los que
la invaden y la inundan con pólvora, traición y asesinato. Los constantes
diluvios de bombas de los trimotores italianos y alemanes no salpicaban con
sangre la cal de las paredes de Jaén que, en general, se recostaba al sol de
sus balcones y sus puertas y dejaba pasar la guerra, contemplándola como un
espectáculo y comentándola como un espectador. Escasos eran quienes daban
importancia y crédito a los sucesos que se desarrollaban en Madrid y en los
demás frentes de lucha, y eran muchos los que disculpaban, y hasta aplaudían en
lo íntimo de su corazón, la criminal introducción del fascismo en España. Jaén
tenían corazón casi sordo, casi ciego, casi insensible a las generosas oleadas
de sangre que andan desplegadas sobre el solar hispano desde el 19 de julio de
1936.
Voy creyendo que para que un pueblo, un hombre, un español,
sienta los sufrimientos de otro es preciso que posea también sobre el las
desgracias que al otro aquejan. Estoy viendo que el soldado más consciente, con
menos flaquezas y más capacidades, es quien más atropellado ha sido por la
vida.
Digo que Jaén yacía indiferente a todo, dormido en un sueño
blando de aceite local. Un día, como respuesta a una victoria de nuestro
Ejército sobre el suyo, Queipo de Llano manda, ahuecado y chulo como siempre,
sus arrasadores aeroplanos contra la dormida ciudad de Jaén, que se revuelve
despavorida y ve de cerca, y se convence de la violenta verdad, la obra del
fascismo sobre sus criaturas. Jaén es bombardeada: la trilita sacude y revienta
hasta las piedras más profundas de la ciudad, y se derrumban las casas, y las
mujeres madres no saben en qué rincón meterse con sus hijos, y los muertos
inocentes, los destrozados, son una sangrante cantidad de cabezas, de brazos,
de carne desconcertada. La cal y los ojos de Jaén se humedecen. Con cara de
cadáveres ante los espejos, aceituneros y barberos calculan en las barberías el
número de víctimas; en la plaza se repite el cálculo; en las calles se anda con
tristeza y temor, y en el cementerio necesitan venganza a su inhumana muerte
niños, mujeres, ancianos que no habían cometido otro delito que el de nacer y
vivir.
¿Ha despertado ya Jaén de su modorra incrédula y moruna?
Todas sus bocas llaman asesinos, y no se hartan de llamarlos, a los que han
cometido en su población un acto más de destrucción inútil. Ero yo veo que
muchos de sus hombres se conforman con gritar y se previenen contra otros
posibles bombardeos, yéndose a vivir debajo de los olivos. Esta actitud
estática, pasiva, fatalista y torpe exaspera al combatiente más templado. ¿Por
qué no se ocupan esos hombres en la construcción de refugios para sus hijos y
esposas, o por qué no colaboran con los que llevan nueve meses bajo la lluvia y
las balas, conquistando la tierra que a todos nos quieren arrebatar? Hombres
veo que cuando Jaén quedara totalmente destruida, cuando no tuvieran un rincón
donde meterse, ocuparían los nidos de los ratones y allí se dejarían matar sin
hacer otra cosa que lamentarse.
Jaén ha de despertar de un modo definitivo. La sangre que
aún huele sobre las losas lo exige. Sus hombres han de combatir al fascismo con
el mismo empuje que los sevillanos, cordobeses y granadinos que luchan en los
frentes de esta provincia. Debe avergonzarles ser salvados por españoles de
otros campos y no salvar ellos mismos su tierra.. Y sus mujeres han de alzar el
puño crispado, colérico, cuando los trimotores negros vengan a asesinarlas
sobre la capital de la aceituna.
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