Ana Azanza
BERNARD STIEGLER, LUCHANDO CONTRA LA TONTERIA
El atracador que ha acabado filosofando. Y ha creado su
propia academia en el campo, en Epinal le Fleuriel, donde cualquiera está
invitado a unas prácticas filosóficas veraniegas.
Profesor en la Universidad tecnológica de Compiègne ha fundado
Ars industrialis, para pensar las nuevas tecnologías. Derrida, Marx, Hegel, Nietzsche fuerons sus maestros.
Quiere hacernos salir de la tontería sistémica y es el objeto de su libro “Etats de choc: Tontería y saber en el siglo XXI”
La tontería es nuestro destino, no podemos escapar de ella, porque los pharmakon, los medicamentos son a la vez el veneno. Es lo que nos ocurre con la técnica.
Podemos salir del medio en qué vivimos, salir
de la masa por la filosofía, la educación, la ciencia, la individuación es el nudo de la lucha contra la tontería.
Una frase se hizo célebre en Francia cuando un dirigente de la cadena TF1 llegó a decir que "todo tiempo de conciencia debe estar al servicio de los
medios", somos cerebros cuya atención es susceptible de ser captada.
Estamos instalados en la tontería gracia a la sociedad
industrializada y de los medios de comunicación.
La universidad produce saber que puede transformarse en
tontería. Columbia, Harvard, Berkeley, los grandes centros del saber al
servicio del reino de la tontería sistémica.
Polany ya vió venir que el predominio de la economía
destruiría la sociedad. Hemos llegado a ello. Empezando por la destrucción de
la familia.
Ejemplo de tontería que nos alcanza a todos, es nuestra
disposición anímica al volante, el coche es un dispositivo que modifica nuestro
comportamiento sin que nos demos cuenta. La tecnología puede producir nuevos
posibilidades espirituales, de elevación=educación de la humanidad pero es
también el veneno que nos atonta.
Incluso el libro con el que queremos sustituir nuestro
pensamiento nos vuelve menores de edad (Kant).
La tontería es provocada por lo mismo que debería educarme.
El primer filosofo se dio cuenta de que la tontería está a
nuestro alrededor. Platón criticó la tontería practicada
por la sofistica, no hay nada más peligroso que pensar que estamos pensando
cuando en realidad los seguidores de los sofistas sustituyen la anamnesis por
la escritura o lo escrito, la hipomnesis que cortocircuita el pensamiento.
También la proletarización descrita primero por Adam Smith y
luego por Marx es otro género de tontería, el trabajador pierde el saber hacer,
no cuenta su saber, la máquina sabe mejor lo que hay que hacer. El obrero
pierde parte de su humanidad, porque lo que hace ya no abre el mundo (ouvrier,
ouvrir, abrir), en todos los oficios artesanos antiguos albañil, carpintero,
tejero, alfarero, los obreros abrieron el mundo, hacían mundo. En este punto Destruido por la organización industrial de la
producción que acaba con el trabajo “hecho migas”.
Tontería y saber se componen el uno con el otro
constantemente, y los sabios a menudo son los más tontos.
En nuestro uso del tiempo optamos por individualizarnos, a
través de actividades que abren el mundo, o por desindividualizarnos, como
cuando dejamos que los medios de comunicación aprovechen “nuestro tiempo de cerebro
disponible” para distraernos con infinitos y variopintos mensajes que nos llevan
de acá para allá
El postestructualismo sembró la duda de si merecía la pena
luchar contra la tontería. Steigler opina que aunque nunca estamos seguros de
haberla vencido siempre podemos combatirla. Opina que muchos intelectuales
franceses se han desanimado y han acabado por aceptar la tontería sistémica en
vez de criticarla.
Un ejemplo de tontería sistémica es que Alan Greenspan el
director de la Reserva federal americana
(1987-2006) dijera que no podía hacer nada porque había perdido el saber de la
economía, sometida a los vaivenes del
mercado global del dinero, todo depende de los ordenadores donde esos procesos
tienen lugar. Steigler se rebela contra
ese estado de hecho al que llama estado tóxico del pharmakon, es decir, en este
caso la escritura digital de la finanza domina en vez de ser dominada por los
que supuestamente deberían tener el saber. Se impone una terapéutica de la economía
política y de sus instrumentos financieros.
La economía mundial no puede seguir en manos de técnicos economistas, especialistas sin sabiduría. Nadamos en esa tontería sistémica gracias al economicismo.
Que el capitalismo organiza y reorganiza el choque
tecnológico nos lo enseñó Schumpeter. Pero la aceleración del choque tecnológico
en las últimas décadas nos deja a todos noqueados, tenemos la impresión de
estupidez ante tan rápido avance. Cada nuevo choque cortocircuita nuestros
sistemas de individuación. Detrás del cortocircuito tiene que construirse una
nueva forma de individuación e inteligencia colectiva.
Stiegler considera que sólo las universidades pueden ir más
allá del derecho internacional, del lugar en el que la naciones hacen
contratos, para producir un espacio planetario. Las universidades pueden colaborar entre ellas y tienen que contribuir a la vida
económica e industrial bajo ciertas condiciones. Pueden trabajar el campo de la
agroalimentación, las nanotecnologías, la energía nuclear, conservando la
libertad académica. Sin que sea la industria la que dicte las condiciones de la
investigación.
Gracias a las nuevas tecnologías se desarrolla un saber
extraordinario que está fuera de las universidades y que Stiegler llama “investigación
contributiva o contribuidora”.
La digitalización es la nueva forma de escritura y precisa
un nuevo contrato intergeneracional.
No hemos sabido pensar la finanza mundial ni la globalización, y tras años de crisis financiera, seguimos buscando los conceptos para superar la tontería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario