He encontrado un capítulo muy interesante sobre la importancia de la masonería en la España de la Segunda República escrito por Clara Campoamor, una española olvidada como tantos compatriotas geniales. Está en "La revolución española vista por una republicana".
Clara Campoamor (1888-1972) empezó ganándose la vida como modistilla y dependienta para acabar estudiando derecho y llegar a diputada en las cortes republicanas de 1931. Clara perteneció al partido radical de Lerroux y a la masonería.
"Nos queda por examinar la actividad de los republicanos en el seno de las asociaciones secretas.
Ninguna idea, ninguna pasión se ha desarrollado en el español con tan áspera intensidad como la idea y la pasión políticas. Las lleva hasta el frenesí. Si el hombre, a partir de una conocida definición, es el animal político por excelencia, el español lo es en grado superlativo. Y si nos sale tan mal la política es porque, a fin de cuenta, nos metemos del todo en ella.
De todas las ideas generales que entusiasman al ser humano o que son valoradas en distintas sociedades: la solidaridad, la piedad, la fraternidad, puede con todas ellas en el español la pasión política, aplastándolas incluso, si es necesario. De buena fe, honestamente convencido de su derecho y de su deber, el español introducirá siempre con ímpetu su idea política, infiltrándola hasta en los círculos más extraños en apariecia a esa idea. Y la sobrepondría a conceptos que en todas partes se consideran universales.
Ese frenesí político ha impedido a varias organizaciones ejercer un papel moderador y sano en la lucha que se presentía venir.
Se ha hablado mucho, entre los adversarios de los gubernamentales, del papel que han jugado en la revolución algunas organizaciones internacionales, incluso universales, a las que se ha acusado de ser la fuente principal de toda la agitación revolucionaria.
Sería tan curioso como interesante estudiar, cómo esas organizaciones se han desarrollado notablemente después de la proclamación de la República, ya que ese examen mostraría la importancia que la lucha de partidos han tomado en todas las esferas de la vida española.
Hablamos de la masonería. Esa institución se ha desarrollado considerablemente en España, sobre todo en los últimos tiempos de la monarquía. Gracias al secreto que la rodea, ha sido el refugio de conspiradores republicanos antes de 1931. ¡Resulta evidente que no tenían la culpa los masones españoles de tener que luchar contra un monarca de espíritu poco liberal, en lugar de tenerlo de su lado, como es el caso de Inglaterra!
Se encontraban en la masonería, en esa época, y cuando la conspiración de 1930, casi todas las personas que luego tuvieron alguna actividad revolucionaria, ora perecieran, ora triunfaran con el movimiento republicano.
Fue ella la que consiguió formar la Unión fraternal militar, que reunía un gran número de jefes influyentes en el ejército. Se extrañaría uno de ver el número de jefes hoy alzados contra los gubernamentales, sus hermanos en las logias. Eso al menos demuestra que poseían el espíritu liberal que los gubernamentales les negaban.
Sin embargo, hasta 1931, la masonería había permanecido más o menos como el clan cerrado de las clases burguesas, de gente liberal, que ponían por encima de sus convicciones políticas las ideas de libertad, de fraternidad y mutua ayuda en todas las esferas de la vida social.
Lo que muestra a las claras la importancia que tomó el círculo cerrado de las masonería tras el triunfo de la República es que los políticos republicanos que pertenecían a ella llegaron en 1932 a convencer al mismo presidente del gobierno y a sus partidarios. El sr. Azaña fue admitido en los grados más elevados, saltándose todas las etapas rigurosamente establecidas. ¡Así se las ponían a Fernando VII! Esa distinción muestra la alegría que experimentaban los masones en recibir aqeulla escéptica en relación con la masonería.
Pero un favor de este tipo no carecía de peligros: voceaba más fuerte de lo necesario en un pueblo demasiado aficionado a la indiscreción, que los futuros mandatarios iban a reclutarse en las filas de esa masonería hasta entonces despreciada. Los ambiciosos se dieron por enterados. Sin embargo esa ambición amenazaba echar abajo uno de los principios entrañables de la masonería, el de la fraternidad y su consecuencia natural, la mutua ayuda en toda ocasión.
Con el ingreso del jefe del partido de la Acción Republicana. sr. Azaña todos los partidos republicanos, con la excepción de la derecha, formaban ya parte de la masonería: radicales, federales, radicales-socialistas y Acción Republicana tenían allí a sus jefes y a sus principales miembros.
Una enconada lucha se desató de inmediato en el seño de las logias. Por un lado se proclamaba el principio de fraternidad. ¿Pero sería posible imponérselo a los recién llegados y a todos los partidos republicanos ya animados por un talante belicoso que los precipitaba unos contra otros? ¿O al contrario, esos grupos recién nacidos a la política conseguirían apoderarse según sus deseos de la secreta fuerza de las logias combatiendo en su último y poderoso refugio a sus enemigos políticos, los radicales, aún sacrificando el principio de fraternidad?
Resultó que la lucha, francamente abierta en el terreno político se trasladó con un carácter más secreto al interior de las logias. La pasión política se instaló así en un círculo importante donde los recién llegados podían aprender a conocer la actividad interna de los partidos republicanos que eran enemigos suyos. Gracias a lo cual, y en particular los miembros militares de las logias, podrían aplastar la política del partido Radical y de sus simpatizantes, que se oponían a la trayectoria demasiado veloz de esos nuevos partidos republicanos, más subordinados al socialismo.
Poco tiempo después se produjeron dos hechos importantes. Un hecho exterior: la ruptura del Partido Radical y de la coalición republicano-socialista gubernamental; otro hecho, éste interno: el ingreso de los socialistas en las logias.
Lo primero se debe al sr. Lerroux cuya idea política era opuesta a la de los republicanos de izquierda que, no creyendo en la fuerza de la derecha, quisieron aniquilar completamente su influencia para realizar una revolución social profunda y decisiva.
Olvidaban que esa revolución podía haberse realizado por la fuerza y por la violencia al principio de la República si el Gobierno provisional lo hubiese querido, Pero se había perdido aquellas ocasión única ya que los partidos de izquierda habían resultado vencidos en el gobierno provisional por la política más hábil y más astuta de la derecha y de los radicales, sin embargo en inferior número.
Los radicales y los republicanos de izquierda no dejaron jamás de echarse la culpa de aquellas divisiones políticas que fueron decisivas en la evolución posterior. Es cierto, en todo caso, que la pérdida del apoyo radical resultó fatal para la política revolucionaria de la izquierda y que, por otra parte, el desacuerdo de la izquierda dañó la idea liberal y moderada del Partido Radical.
Todos los Republicanos si hubiesen estado unidos, habrían indudablemente podido llevar a cabo una política liberal, burguesa, evolucionista, tan alejada de las ambiciones más desfasadas de la derecha como de las vanas aspiraciones del marxismo. Desgraciadamente las disputas internas y muy especialmente la envidia de los líderes, abortaron todo posible desarrollo, al acusarse mutuamente cada parte de extremismo de una u otra tendencia, y lo que es peor, de falta de escrúpulo en la administració. No se desdeñaba ningún arma, mientras pudiera herir.
Estas últimas acusaciones, dirigidas contra varios miembros del Partido Radical, contribuyeron a envenenar las cosas y a hacer imposible cualquier reconciliación.
Pero la controversia, trasladada del terreno político a las logias masónicas se desarrolló allí con singular aspereza.
El otro hecho que hemos mencionado, es decir el del refuerzo que suponía para los republicanos de izquierda el ingreso de los socialistas en las logias, inclinó la balanza a su favor y dio el tiro de gracia a la fraternidad. En efecto, los socialistas que habían permanecido hasta entonces al margen de la masonería a la que desdeñaban por considerarla demasiado burguesa, ingresaron en masa en las logias. Desde entonces ya no eran sólo algunas personas del partido creyendo sinceramente en una reconciliación posible entre el marxismo y la fraternidad, era la política del partido la que ingresaba. Y prueba de ello es que los jóvenes es lo que los jóvenes socialistas, siempre más ortodoxos de lo que deseaban los dirigentes, votaron en 1933 una resolución prohibiendo a sus miembros el pertenecer a la masonería, por oponerse aquella al marxismo. Esta resolución no fue aprobada ni tenida en cuenta por el marxismo.
Los socialistas permanecieron dentro de las logias prosiguiendo su política que consistía, de una parte, en apoyar a los republicanos de izquierda contra sus enemigos los radicales y de otra parte en captar en beneficio propio la fuerza de esta asociación secreta.
Pero como no podía menos que ocurrir, las ambiciones en el seno de esa sociedad no hacían más que neutralizarse sin otro resultado que el de destruir el sentimiento de seguridad y de mutua ayuda que hubieran debido garantizar a todos el principio de fraternidad, transformado en desconfianza y en odio.
Es inútil insistir más para que se comprendan las consecuencias disolventes que dichos enfrentamientos internos no podían dejar de tener en relación con los principios masónicos y cuánto contribuyeron en hacer tambalearse la alianza de ciertos grupos con los republicanos y a comprometer el apoyo que prestaban a la República. Pensamos aquí en la Unión Fraternal militar" cuyos miembros representaban una fuerza y una opinión en el país.
Los militares habían permanecido siempre fieles a las logias y a la República pero pronto se les iba a revelar la nada de la fraternidad masónica.
Uno de los generales masones, López Ochoa, había recibido el encargo del gobierno Lerroux-Gil Robles de combatir la sublevación de Asturias. Fue la condición de hermanos del general y de los miembros radicales del gobierno lo que dulcificó la represión durante la lucha. En efecto, solo tomó un aspecto cruel más tarde y una vez terminada la acción militar. Sin embargo algunos prisioneros fueron fusilados sin formación de causa en la patio del cuartel Pelayo de Oviedo y López Ochoa no parece haberse opuesto a ello. Dos años después, una de las primeras resoluciones del gobierno del Frente Popular, presidido por el hermano Azaña fue la de encarcelar al general abriendo una investigación contra él por aquellos hechos.
Los militares empezaron entonces a ver las cosas claras. La fraternidad no era más que una trampa y eran tan peligroso obedecer las órdenes como desafiarlas.
El espíritu político venció y la conspiración contra el gobierno del Frente Popular ganó amplitud pero no sin que algo se filtrara al exterior, aumentando la responsabilidad de un gobierno que permaneció curiosamente inactivo ante el peligro. ¡Sus miembros seguían creyendo que conseguirían imponer a los demás esos deberes fraternales que ellos conseguían olvidar tan bien!
Cuando estalló el alzamiento en Marruecos, el gobierno seguía creyendo que podría contar con algunas obediencias. Nombró, se dice, a un general al frente de una plaza militar vecina del ejército del general Franco y confió a otro jefe el ministerio de la Guerra.. En los dos casos la respuesta fue inmediata: "Nos negamos, hemos dado nuestro apoyo al general Franco".
He aquí como los republicanos de izquierda y los socialistas han conseguido transformar en beligerantes contra la República a fuerzas que siempre habían peleado por ella.
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