Carlos Díaz, representante del personalismo en España lleva su filosofía al enfrentamiento al "desorden establecido". Autor prolífico con más de 200 libros de diferente extensión, es un ejemplo de filósofo comprometido, no un mero teórico, como denuncia abundantemente Onfray en los pensadores actuales y es fácil comprender porqué.
El yo sin el tú es la locura, dice Díaz.
El anarquismo está relacionado desde el punto de vista moral con el personalismo: los anarquistas quieren lo mismo que los marxistas pero sin pasar por la dictadura. Los marxistas tachan al anarquismo de idealismo. El anarquismo sigue adelante, aunque sin organizarse, natural. El anarquista va por su cuenta y subsiste, mientras que el destino del materialismo dialéctico o marxismo real ha sufrido una catástrofe haciendo infiernos en la tierra. Carlos Díaz lo lamenta porque el fracaso del marxismo nos lleva a la "bendición" del capitalismo, aunque sea por omisión. Es lo que ha resistido.
La toma del montón fue una práctica de los campesinos anarquistas españoles, ¿en Aragón? cada uno tomaba del montón de la cosecha lo necesario. "Qué poco necesito y qué poco necesito lo poco que necesito", pura alegría de vivir. Los campesinos compartían todo y el que no quería a los demás, porque no quería compartir acababa yéndose del pueblo.
El hombre puede regenerarse por una nueva ilustración humanitaria, el socratismo moral y confucianismo subyacentes al anarquismo, no parecen de este mundo.
Los bienes espirituales son inagotables, son elásticos, nunca hay carencia de trabajo en el trabajo cultural y espiritual.
Cuántas capas sociales que no aportan nada chupan de los que hacemos trabajos necesarios para la sociedad.
Las jerarquías invitan al servilismo de la autoridad, a no pensar.
Aunque la existencia de Dios no se demuestra, Díaz explica que él cree en un Dios Amor que da sentido a su vida, cree en el amor y quiere que los seres que ama sobrevivan. Su Dios no es el aliado de los ricos que tanto marxistas como anarquistas denuncian. Del anarquismo no le gusta la violencia, pero comparte el apoyo mutuo, la solidaridad, la transformación interior, que son fundamentales en el cristianismo. No al culto al papa ni a Bakunin, no a los endiosamientos de seres humanos.
No hemos alcanzado los ideales de la modernidad (libertad, igualdad, fraternidad) y ya presumimos de posmodernidad
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