EL RELATO de Ursula K. Leguin
Impresionante discurso de Ursula K Leguin con ocasión del último premio literario que le concedieron en 2014. Un lamento por la mercantilización de la literatura. Una plegaria por los escritores "artistas". No es lo mismo escribir como modo de vida humano que escribir para aumentar la cuenta de resultados de una gran corporación editorial.
Ella lo ve desde lo alto de sus 85 años, y mirando hacia su estelar carrera de novelista de éxito. "Necesitamos escritores que nos recuerden la libertad, poetas, visionarios, REALISTAS de una realidad más amplia." Los libros no son sólo mercancías. La resistencia al capitalismo desmelenado que sólo ve cuentas de resultados empieza en nuestro arte. El arte de las palabras.
La recompensa del gran escritor no es el dinero, sino la libertad.
Sutty, terrana o terrícola, es enviada por la Corporación
(interestelar) al planeta Aka como Observadora. Se trata de que anote todo lo
que ve. Tiene que visitar a un pueblo que vive en las montañas del interior,
alejados de la civilización de la Ecumene.
Ese pueblo de akanos ha conservado retazos de una antigua
cultura-sabiduría-modo de vida al que sería inexacto llamar religión. Demasiado
cuadriculado y racional concepto para describir el camino-montaña-raíz de los
antiguos habitantes de Aka.
La Observadora Sutty
parte hacia el planeta sin muchas esperanzas de encontrar algo interesante.
Pero ella conoce las antiguas lenguas y
podría informar debidamente a la Corporación.
Las prácticas de los akanos ¿constituyen una religión? No.
¿Un camino? Mejor un camino en el Bosque
o un camino en la Montaña
o un Relato. No hay religión en tanto que religión exige fe ciega y
reivindicación de autoridad. La religión es útil para el poder, pero en Aka
sólo hay dimensión espiritual de la vida para quienes la viven. No hay sagrado por antonomasia, cualquier cosa
que esté bien hecha es potencialmente sagrada. Tampoco existe el Bien con
mayúscula, sólo acciones buenas o acciones malas. "Bueno" es siempre adjetivo.
Nunca sustantivo.
Ni extranjeros ni razas, todos los akanos viven en el mismo
continente. Y las guerras nunca se hacen en nombre de una fe verdadera, sino
por ambición y codicia.
Los relatos están escritos en ideogramas de manera que
sirven para descifrar muchas lenguas antiguas y modernas. “Yoz” es la palabra
para el trato respetuoso entre iguales. “Maz” significa persona educada, que
sabe, que narra, que cura. Los maz viven siempre de dos en dos y cuentan
antiguas historias por las que son pagados. Su trabajo es relatar y cuantos más
relatos sepan más honrados son, cuanto mejor relaten, mejor se les paga. En
general son ancianos que llevan toda la vida aprendiendo a caminar por el
Bosque, son pobres porque quienes les pagan son pobres. Pero no hay usura en
Aka, se paga al contado, también los relatos.
Quemar un billete en presencia de la persona a la que se
quiere felicitar el Año Nuevo es la mejor forma de desearle prosperidad. No se
sacrifican animales, sino el dinero.
No existen “las palabras más importantes” en ese Relato. “El
Cenador” es un relato muy conocido en el que surgen algunas constantes del modo de
vida akiano; el uno y el dos, dos son uno y uno son dos, la Hechura y lo Hecho. Pero
no se puede decir que sea El Relato por excelencia. Hay infinitos relatos,
infinitos caminos, infinitos libros, Y cada Akano por modesto que sea puede
añadir sus líneas, la frase en que pueda resumir su vida, al Relato.
No hay “arcanos”, misterios que requieran iniciación a los
adeptos. No hay carismas o “iluminaciones especiales” reveladas a uno, que
sirvan para forzar la obediencia de los no instruidos o “no iluminados”. En vez
del “no se lo cuentes a nadie”, los Maz cuando narran están deseando que la
narración se propague. Incluso un herbolario-boticario que Sutty encuentra en
la ciudad de las montañas no duda en explicar la receta de su medicina.
La ética de Aka es pragmática y preventiva. Predica el
respeto y prohíbe la usura. Como estaba vigente después de miles de eones fue
fácil para la Corporación lograr la
hegemonía ideológica entre los akanos. Ahora la mayor parte de los habitantes
corren hacia el progreso, “hacia las
Estrellas”, en vez de meditar. El Estado ha introducido la intolerancia y los
aplazamientos de la felicidad para la vida futura. No era así como vivían los
de Aka.
Lo apropiado en Aka no era creer ciegamente, sino aprender a
escuchar las historias. Relatos que se continúan con los ejercicios del cuerpo,
es decir, que se insertan en la vida, forman parte de ella. Los Narradores Maz
no entran en el negocio del Carisma ni se creían más que el resto para
dominarlos.
Antes de la llegada de la Corporación y su
Hegemonía en Aka existían los Umyazu. Lugares donde se atesoraban relatos. En
los Umyazu viváin Maz y la gente ahorraba durante años para poder peregrinar y
escuchar las narraciones.
La posesión más preciada de una pareja de Maz conocida por la Observadora es un mapa
pintado del Uno, “que es Dos dando origen a los Tres, a los Cinco, a la Miríada, y la Miríada de nuevo a los
Cinco, a los Tres… Un Árbol, un Cuerpo, una Montaña, inscritos en el Círculo que
lo era todo y no era nada. Figuras pequeñas y delicadas, animales, personas,
plantas, rocas, ríos, animadas como llamas parpadeantes, componían cada una de
las formas mayores que se dividían y volvían a juntarse, transformándose unas
en otras y en el conjunto…. “ (p. 121).
“La vida de la mente es la memoria”, enseñan los Maz a los
niños. La Observadora
terrana querría separar el trigo de la paja, la superstición de la Ciencia en lo que ve. Pero
se resigna porque la antigua sabiduría akana es una mezcla imposible. Pero se
da cuenta de que esos relatos que van y vienen, que se interrumpen a mitad, que
“se acaban cuando se empiezan a contar”, enseñan algo sobre el fundamentalismo
terrano, el fundamentalismo de la
Ecumene: la intolerancia empieza cuando los instruidos se
atienen a la literalidad de lo que está escrito.
El saber akano enseña a ejercitar la mente más bien, para
disponerla con fuerza a la lucha. No rezan ni ruegan a la divinidad castigos
para el enemigo. Sólo desean, quieren, esperan. No hay un poder sobrenatural
que haga milagros. Se atienen a la naturaleza, la fuerza espiritual puede mover
montañas.
Al final de todo lo escrito en los cristales de su Anotador,
Sutty, la Observadora
se da cuenta de que se equivoca. Un Relato no es una explicación. “A los
pedantes y lumbreras el árbol no les deja ver el bosque”.
El relato, los relatos, las narraciones son necesarias para
sobrevivir. Sin ellos las mentes caen, los akanos caen. El futuro no es. Sólo
hay el pasado para contarlo, el presente para vivirlo. Lo que ocurrió y lo que
ocurre.
“No estamos en el mundo” dice la
Maz Elyed, “somos el mundo, somos el
lenguaje. Nosotros vivimos y él vive. El mundo es lenguaje.” Los que hablan y
los que escuchan hacen ser el mundo con las palabras. Los animales no tienen
lenguaje, tienen naturaleza y la naturaleza
sabe adónde y cómo ir. Pero los animales que no tienen naturaleza tienen que
hablar y pensar, nacen para ser razonables porque nacen ignorantes.
“Cuidar de las cosas es nuestro trabajo”, ¿nota
heideggeriana en el planeta Aka? “Cuidar unos de otros. ¿Quién lo haría si no?
¿Los árboles? ¿Los animales? Ellos sólo hacen lo que son. Pero nosotros estamos
aquí y tenemos que aprender cómo estar aquí, cómo hacer las cosas, cómo hacer
que las cosas vayan donde tienen que ir. El resto del mundo sabe lo que tiene que
hacer. Conoce el Uno y la
Miríada, el Arbol y las Hojas. Pero lo único que sabemos
nosotros es cómo aprender. Cómo estudiar, como escuchar, cómo hablar, cómo
contar. Si no contamos el mundo, no conocemos el mundo. Nos perdemos en él.
Morimos…".
Los traidores y usureros de Dovza, los que siguieron al pie
de la letra las normas de la
Hegemonía corporativa decían que tenían la verdad y la
cambiaban por dinero. La policía que enviaron obligaba a olvidar el Camino,
Montaña, Árbol. Con su afán destructor consiguieron que la gente se volviera
delatora, les contaban las cosas que se habían vuelto ilegales con el
advenimiento del Progreso.
Sutti es invitada a viajar a Silong, una montaña sagrada,
gemela de otra, donde se almacenan al abrigo de las miradas indiscretas libros
y relatos. Son semanas de camino por lugares inhóspitos donde viven gentes consideradas
salvajes por la Ecumene. Sutti ha
compartido la vida cotidiana de los akanos y ahora comparte la ascensión a las
alturas.
Por el camino, los Maz ofician funerales y escriben frases
autobiográficas de los habitantes de las montañas. Estos guardaban su frase:
“Me casé este invierno”. “He cumplido 6 años esta primavera”, como si fuera el
tesoro más preciado. Esa escueta línea ha pasado a formar parte del Relato.
Los Maz narran historias como la de Takieki, un personaje
que nunca cambió un saco de judías por todos los tesoros que le ofrecieron.
Takieki era un modelo para los akanos ¿Por qué? ¿Porque era tonto? ¿Porque era sabio? ¿Significaba su historia que
los hombres santos son tontos? Sutty se hace estas preguntas en ruta hacia la
montaña que contiene miles de relatos.
2 comentarios:
Me alegra ver que has entrado en la poética de Úrsula. Verás que hay mucha filosofía actualizada en sus relatos. La idea de que el lenguaje es la casa del hombre, de que somos cuentos, de que nos edificamos en el relato.
Yo creo que es decisivo restaurar la fábula, el mito, la "historia sagrada" para una verdadera educación. Por desgracia dejamos que oscuros intereses políticos y comerciales cuenten los cuentos a nuestros hijos...
Me ha gustado porque cuando te sumerges en la lectura de la novela te das cuenta de que si todo fuera como debe, ciencia, religión, ética, filosofía, saber es uno, es el camino del hombre. Y que si hacemos pedazos de saber y nos perdemos y no nos sirve de nada tanta diversidad de ciencias multiplicadas es por nuestra torpeza y faltarnos lo esencial.
También eso de que cada uno tiene su línea en la "historia sagrada" de la humanidad, que no se sabe bien donde empieza y donde termina. Cada historia nuestra y la historia en general es un continuo.
Vamos a ciegas.
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