jueves, 1 de enero de 2015

El CAMINO DEL BOSQUE


EL RELATO de Ursula K. Leguin 


Impresionante discurso de Ursula K Leguin con ocasión del último premio literario que le concedieron en 2014. Un lamento por la mercantilización de la literatura. Una plegaria por los escritores "artistas". No es lo mismo escribir como modo de vida humano que escribir para aumentar la cuenta de resultados de una gran corporación editorial.

Ella lo ve desde lo alto de sus 85 años, y mirando hacia su estelar carrera de novelista de éxito. "Necesitamos escritores que nos recuerden la libertad, poetas, visionarios, REALISTAS de una realidad más amplia." Los libros no son sólo mercancías. La resistencia al capitalismo desmelenado que sólo ve cuentas de resultados empieza en nuestro arte. El arte de las palabras.

La recompensa del gran escritor no es el dinero, sino la libertad.



Sutty, terrana o terrícola, es enviada por la Corporación (interestelar) al planeta Aka como Observadora. Se trata de que anote todo lo que ve. Tiene que visitar a un pueblo que vive en las montañas del interior, alejados de la civilización de la Ecumene. Ese pueblo de akanos ha conservado retazos de una antigua cultura-sabiduría-modo de vida al que sería inexacto llamar religión. Demasiado cuadriculado y racional concepto para describir el camino-montaña-raíz de los antiguos habitantes de Aka.

Todo cuenta, el modo de preparar las comidas, de cultivar, de hablar, de mirar, de dirigirse a los demás, de vivir de dos en dos. Parejas que en el antiguo mundo podían ser del mismo o de diferente sexo. Y cuyos miembros comparten hasta el nombre pero cambiando el orden de las palabras. La Ecumene, especie de Corporación interestelar que unifica todas las formas de vida, ha combatido hasta casi la extinción este modo de vida akano.

La Observadora Sutty parte hacia el planeta sin muchas esperanzas de encontrar algo interesante. Pero ella conoce las antiguas lenguas  y podría informar debidamente a la Corporación.

Las prácticas de los akanos ¿constituyen una religión? No. ¿Un camino? Mejor un camino en el  Bosque o un camino en la Montaña o un Relato. No hay religión en tanto que religión exige fe ciega y reivindicación de autoridad. La religión es útil para el poder, pero en Aka sólo hay dimensión espiritual de la vida para quienes la viven.  No hay sagrado por antonomasia, cualquier cosa que esté bien hecha es potencialmente sagrada. Tampoco existe el Bien con mayúscula, sólo acciones buenas o acciones malas. "Bueno" es siempre adjetivo. Nunca sustantivo.

Ni extranjeros ni razas, todos los akanos viven en el mismo continente. Y las guerras nunca se hacen en nombre de una fe verdadera, sino por ambición y codicia.

Los relatos están escritos en ideogramas de manera que sirven para descifrar muchas lenguas antiguas y modernas. “Yoz” es la palabra para el trato respetuoso entre iguales. “Maz” significa persona educada, que sabe, que narra, que cura. Los maz viven siempre de dos en dos y cuentan antiguas historias por las que son pagados. Su trabajo es relatar y cuantos más relatos sepan más honrados son, cuanto mejor relaten, mejor se les paga. En general son ancianos que llevan toda la vida aprendiendo a caminar por el Bosque, son pobres porque quienes les pagan son pobres. Pero no hay usura en Aka, se paga al contado, también los relatos.

Quemar un billete en presencia de la persona a la que se quiere felicitar el Año Nuevo es la mejor forma de desearle prosperidad. No se sacrifican animales, sino el dinero.

No existen “las palabras más importantes” en ese Relato. “El Cenador” es un relato muy conocido en el que surgen algunas constantes del modo de vida akiano; el uno y el dos, dos son uno y uno son dos, la Hechura y lo Hecho. Pero no se puede decir que sea El Relato por excelencia. Hay infinitos relatos, infinitos caminos, infinitos libros, Y cada Akano por modesto que sea puede añadir sus líneas, la frase en que pueda resumir su vida, al Relato.

No hay “arcanos”, misterios que requieran iniciación a los adeptos. No hay carismas o “iluminaciones especiales” reveladas a uno, que sirvan para forzar la obediencia de los no instruidos o “no iluminados”. En vez del “no se lo cuentes a nadie”, los Maz cuando narran están deseando que la narración se propague. Incluso un herbolario-boticario que Sutty encuentra en la ciudad de las montañas no duda en explicar la receta de su medicina.

 
La ética de Aka es pragmática y preventiva. Predica el respeto y prohíbe la usura. Como estaba vigente después de miles de eones fue fácil para  la Corporación lograr la hegemonía ideológica entre los akanos. Ahora la mayor parte de los habitantes corren hacia el progreso,  “hacia las Estrellas”, en vez de meditar. El Estado ha introducido la intolerancia y los aplazamientos de la felicidad para la vida futura. No era así como vivían los de Aka.

Lo apropiado en Aka no era creer ciegamente, sino aprender a escuchar las historias. Relatos que se continúan con los ejercicios del cuerpo, es decir, que se insertan en la vida, forman parte de ella. Los Narradores Maz no entran en el negocio del Carisma ni se creían más que el resto para dominarlos.

Antes de la llegada de la Corporación y su Hegemonía en Aka existían los Umyazu. Lugares donde se atesoraban relatos. En los Umyazu viváin Maz y la gente ahorraba durante años para poder peregrinar y escuchar las narraciones.

La posesión más preciada de una pareja de Maz conocida por la Observadora es un mapa pintado del Uno, “que es Dos dando origen a los Tres, a los Cinco, a la Miríada, y la Miríada de nuevo a los Cinco, a los Tres… Un Árbol, un Cuerpo, una Montaña, inscritos en el Círculo que lo era todo y no era nada. Figuras pequeñas y delicadas, animales, personas, plantas, rocas, ríos, animadas como llamas parpadeantes, componían cada una de las formas mayores que se dividían y volvían a juntarse, transformándose unas en otras y en el conjunto…. “ (p. 121).

“La vida de la mente es la memoria”, enseñan los Maz a los niños. La Observadora terrana querría separar el trigo de la paja, la superstición de la Ciencia en lo que ve. Pero se resigna porque la antigua sabiduría akana es una mezcla imposible. Pero se da cuenta de que esos relatos que van y vienen, que se interrumpen a mitad, que “se acaban cuando se empiezan a contar”, enseñan algo sobre el fundamentalismo terrano, el fundamentalismo de la Ecumene: la intolerancia empieza cuando los instruidos se atienen a la literalidad de lo que está escrito.

El saber akano enseña a ejercitar la mente más bien, para disponerla con fuerza a la lucha. No rezan ni ruegan a la divinidad castigos para el enemigo. Sólo desean, quieren, esperan. No hay un poder sobrenatural que haga milagros. Se atienen a la naturaleza, la fuerza espiritual puede mover montañas.

Al final de todo lo escrito en los cristales de su Anotador, Sutty, la Observadora se da cuenta de que se equivoca. Un Relato no es una explicación. “A los pedantes y lumbreras el árbol no les deja ver el bosque”.

El relato, los relatos, las narraciones son necesarias para sobrevivir. Sin ellos las mentes caen, los akanos caen. El futuro no es. Sólo hay el pasado para contarlo, el presente para vivirlo. Lo que ocurrió y lo que ocurre.

“No estamos en el mundo” dice la Maz Elyed, “somos el mundo, somos el lenguaje. Nosotros vivimos y él vive. El mundo es lenguaje.” Los que hablan y los que escuchan hacen ser el mundo con las palabras. Los animales no tienen lenguaje, tienen naturaleza y la  naturaleza sabe adónde y cómo ir. Pero los animales que no tienen naturaleza tienen que hablar y pensar, nacen para ser razonables porque nacen ignorantes.

“Cuidar de las cosas es nuestro trabajo”, ¿nota heideggeriana en el planeta Aka? “Cuidar unos de otros. ¿Quién lo haría si no? ¿Los árboles? ¿Los animales? Ellos sólo hacen lo que son. Pero nosotros estamos aquí y tenemos que aprender cómo estar aquí, cómo hacer las cosas, cómo hacer que las cosas vayan donde tienen que ir. El resto del mundo sabe lo que tiene que hacer. Conoce el Uno y la Miríada, el Arbol y las Hojas. Pero lo único que sabemos nosotros es cómo aprender. Cómo estudiar, como escuchar, cómo hablar, cómo contar. Si no contamos el mundo, no conocemos el mundo. Nos perdemos en él. Morimos…".

Los traidores y usureros de Dovza, los que siguieron al pie de la letra las normas de la Hegemonía corporativa decían que tenían la verdad y la cambiaban por dinero. La policía que enviaron obligaba a olvidar el Camino, Montaña, Árbol. Con su afán destructor consiguieron que la gente se volviera delatora, les contaban las cosas que se habían vuelto ilegales con el advenimiento del Progreso.

Sutti es invitada a viajar a Silong, una montaña sagrada, gemela de otra, donde se almacenan al abrigo de las miradas indiscretas libros y relatos. Son semanas de camino por lugares inhóspitos donde viven gentes consideradas  salvajes por la Ecumene. Sutti ha compartido la vida cotidiana de los akanos y ahora comparte la ascensión a las alturas.

Por el camino, los Maz ofician funerales y escriben frases autobiográficas de los habitantes de las montañas. Estos guardaban su frase: “Me casé este invierno”. “He cumplido 6 años esta primavera”, como si fuera el tesoro más preciado. Esa escueta línea ha pasado a formar parte del Relato.

Los Maz narran historias como la de Takieki, un personaje que nunca cambió un saco de judías por todos los tesoros que le ofrecieron. Takieki era un modelo para los akanos ¿Por qué? ¿Porque era tonto? ¿Porque era sabio? ¿Significaba su historia que los hombres santos son tontos? Sutty se hace estas preguntas en ruta hacia la montaña que contiene miles de relatos.

2 comentarios:

  1. Me alegra ver que has entrado en la poética de Úrsula. Verás que hay mucha filosofía actualizada en sus relatos. La idea de que el lenguaje es la casa del hombre, de que somos cuentos, de que nos edificamos en el relato.
    Yo creo que es decisivo restaurar la fábula, el mito, la "historia sagrada" para una verdadera educación. Por desgracia dejamos que oscuros intereses políticos y comerciales cuenten los cuentos a nuestros hijos...

    ResponderEliminar
  2. Me ha gustado porque cuando te sumerges en la lectura de la novela te das cuenta de que si todo fuera como debe, ciencia, religión, ética, filosofía, saber es uno, es el camino del hombre. Y que si hacemos pedazos de saber y nos perdemos y no nos sirve de nada tanta diversidad de ciencias multiplicadas es por nuestra torpeza y faltarnos lo esencial.
    También eso de que cada uno tiene su línea en la "historia sagrada" de la humanidad, que no se sabe bien donde empieza y donde termina. Cada historia nuestra y la historia en general es un continuo.
    Vamos a ciegas.

    ResponderEliminar