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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

martes, 30 de mayo de 2017

UNA ETICA PLATÓNICA DE HOY



Ana Azanza

La Etica de Badiou lleva como subtítulo “Ensayo sobre la conciencia del mal” y fue publicado en 2003.
Me ha interesado la relación que establece entre sujeto, ética y verdad. Hay que decir que para un mejor comprensión de la ética sería deseable haber asimilado su tratado ontológico “Ser y acontecimiento” en el que viene a establecer las matemáticas como ontología general.
Sí, Badiou es un platónico impenitente de nuestros días, además de filósofo unido a todo movimiento revolucionario, una rareza en estos tiempos de conservadurismo y finanza establecidos como lo real inevitable y lo serio.

El capítulo que traduzco e interpreto a mi manera, se titula la ética de las verdades. Y empieza reconociendo que es duro para el filósofo arrancar las palabras de su uso prostituido, no hay más que recordad las luchas dialécticas de Platón con los sofistas al respecto. 


Aunque no hay ética en general, nos dice, conservamos la palabra ética. Y no hay ética en general porque no hay sujeto en general, de ello se ha ocupado en los capítulos precedentes. En la primera parte de su ética en efecto, Badiou tira por tierra la ética de los derechos humanos por insuficiente desde el punto de vista filosófico. No me refiero ahora a esa “alta” filosofía que requiere pararse a pensar detenidamente en ella.

Sólo un animal de todos los que hay puede llegar a ser sujeto. ¿Qué significa? Se sujeto quiere decir que en un momento determinado el individuo humano con todo su cuerpo y sus capacidades, con todo su ser, se ve requerido por su propia circunstancia a que una verdad se abra camino. En ese momento el animal humano se ve convocado a ser el Inmortal que no es como animal. Supongo que la convocatoria llega porque la verdad es inmortal y los animales no.

Las circunstancias de una verdad deberán ser aclaradas. En la normalidad de las situaciones lo que hay son seres múltiples y situaciones objetivas fácilmente descriptibles. Es la objetividad que por sí sola no convoca nada. Pensemos en una situación muy vulgar, repetida y rutinaria en nuestras vidas de todos los días. Como docente se me ocurren unas cuantas que no voy a detallar. No es preciso. Lo que convoca está “de más”. Para que haya sujeto más allá del animal que somos hay un plus en la circunstancia. Ese plus es el acontecimiento.

Un ejemplo típico de acontecimiento es el enamoramiento, el encuentro amoroso o cualquier golpe del destino que pide dar más de sí. También puede ser un hallazgo científico, una creación artística, incluso el hallazgo de un nuevo estilo. Badiou hace la lista de acontecimientos históricos que estima son referencias. Cada cual puede hacer la lista de acontecimientos en la propia vida que convocan al sujeto por venir en el amimal humano que siempre fuimos.

¿Cómo se origina el proceso de llegada de una verdad? Por la decisión de referirse a la situación desde el punto de vista del acontecimiento que te cambió. Ser fiel al acontecimiento es moverse en la situación que ese suceso especial “suplementó”, pensar la situación desde el acontecimiento, la de entonces y probablemente la de ahora.
Nos obliga por tanto a cambiar de forma de ser y de actuar, ya que el acontecimiento se produce fuera de las leyes y regularidades esperables de la vida.

Ante el encuentro amoroso si quiero realmente serle fiel he de reorganizar mi forma de vivir de arriba abajo. Fiel a la revolución cultural o a la invención o al descubrimiento de la teoría de la relatividad, en la medida en que dichos acontecimientos formen parte de mi vida, la cambian.

La verdad, una verdad es el proceso real de una fidelidad a ese momento especial. Es lo que esa fidelidad produce en la situación. Una verdad es la huella material del acontecimiento. Es un ruptura inmanente porque se produce sólo dentro de determinada situación, no viene de fuera. No hay cielo de las verdades, hay rupturas porque lo que hace posible el proceso de una verdad, no estaba previsto, no se dejaba pensar por los usos establecidos.

Y ya llegamos al sujeto, al fin, el sujeto es el soporte de la fidelidad , no existe antes del acontecimiento. El proceso de verdad induce un sujeto. Por supuesto hay que descartar aquí el sujeto psicológico cartesiano y el trascendental kantiano. 
Más bien hablamos del sujeto de una política revolucionaria, que tampoco es el militante individual sino una producción singular de esa revolución: un partido, un movimiento de masas. Los acontecimientos son singularidades irreductibles, están fuera de la ley de las situaciones, los sujetos son “puntos de verdad”. Con respecto al sujeto se puede hablar de una ética de verdades.

La ética de una verdad da consistencia a la presencia de alguien en la composición de sujeto que induce el proceso de verdad.

ALGUIEN es un ejemplar de la especie humana. Es alguien cuyo pensamiento y ser se ve sacudido por un golpe, por algo que pasa o que le pasa. Puede ser que resuelve un problema matemático después de mucho pensar en él, o el amante que rememora el instante de la declaración, o el militante que da con la palabra precisa en el momento preciso en una reunión y esa era la palabra que hacía falta. Ese alguien es el mismo y algo más que él mismo. Diremos que está en exceso sobre sí, o que se excede a sí mismo.

La huella de una verdad lo atraviesa, pasa por su cuerpo y lo inscribe desde dentro del tiempo en un instante de eternidad. En cuanto que se transforma en sujeto de una verdad ese alguien está fuera o lejos de saberse capaz. Alguien existe como subjetividad de sí sin saberlo.

CONSISTENCIA, el comportamiento del animal consiste en conservar su vida, todos los animales lo hacen porque saben hacerlo. Pero la prueba de una verdad no es saber, tiene su propia huella, es una ruptura continuada con el propio ser de la que es muy difícil saber cómo se sobre impone o se combina con el puro animal que sólo se limita a perseverar en el ser.

Hay perseverancia en el ser y ruptura a la vez, consistencia es la manera como el amante seguirá siendo él mismo y será totalmente sí mismo en la prueba continuada de su inscripción en un sujeto de amor. El sujeto que ha advenido tras la verdad ha de ser fiel a una fidelidad, ha de ligar lo sabido a lo no sabido. “Haz todo lo que puedas para perseverar en aquello que rompió tu perseverancia” es decir, en aquello que rompió tu continuidad animal o sino animal al menos previsible. “Persevera en la interrupción”

Cada cual persevera como es: uno pondrá al servicio de la fidelidad su angustia y agitación constitutiva, otro su apetito de dominio, otro su melancolía, su timidez…Todo el material de la complejidad humana sirve para dar lugar a esa consistencia oponiéndose a las inercias, a la tentación de ceder, de dejarse llevar, de ser uno más de la masa indiferenciada de individuos.

La ética de la verdad manifiesta el conflicto entre el principio de interés, que viene dado por la pertenencia a la situación, y el principio subjetivo que liga lo sabido con lo no sabido.

LA CONSISTENCIA ETICA SE MANIFIESTA COMO un interés desinteresado. El interés es la base de la vida, perseverar en el ser, subsistir, sobrevivir. Pero el proceso de verdad nada tiene que ver con los intereses del animal, es indiferente a la perpetuación de la vida, tiene por destino la eternidad.
El espectador apasionado del teatro manifiesta un prodigioso interés por la obra. Nada puede hacerme vibrar más que determinado actor representando Hamlet, o el matemático que descubre innumerables ramificaciones en un problema de álgebra concentra todo su interés en él.

Pero mis intereses como animal nada tienen que ver conmigo ni el teatro ni el apasionante problema algebraico. Estoy con todo mi cuerpo y a la vez en exceso sobre mi misma, y ese exceso induce el pasaje de una verdad. Estoy interesada y desinteresada, suspendida, puesto que en ese momento de fidelidad a la fidelidad que define la consistencia ética no soy capaz de perseguir mis intereses. Para el científico que busca una salida, o el artista que busca la forma, todo su ser se vierte en esa cuestión y las consecuencias de su solución.

¿Cómo voy a seguir pensando? Cómo seguir manteniendo al mismo tiempo mi ser múltiple y en esa materia de mi ser múltiple lo Inmortal que una verdad hizo pasar por mí.

Toda verdad va más allá de los saberes constituidos. Las opiniones constituyen el saber circulante, son el cemento de la sociabilidad, hablamos del tiempo, de las enfermedades, del costo de la vida o de los robos de los corruptos. ¿Qué haríamos sin tantas banalidades útiles para rellenar charlas y conversaciones de cualquier momento? La opinión es la materia primera de la comunicación.
Hay quien ha basado su ética en este hecho de la comunicación. Sin mirar a nadie.

Comunicar opiniones sin gramo ni de verdad ni de falsedad, la opinión no es verdadera ni falsa porque sólo sirve para eso, para la cháchara comunicativa socia-bi-lizadora. Pero para las verdades hace falta otra cosa: un encuentro.

Lo Inmortal de lo que un humano es capaz no podría ser suscitado por los efectos de la cháchara de las opiniones. Sólo si hay una ruptura en mi ser múltiple por un suplemento, por un acontecimiento, por algo que me pasa sin que lo haya buscado, será posible esa verdad.

Cada cual sabrá decir: un encuentro amoroso, un sentimiento de que tal o cual poema está específicamente dirigido a una misma, una teoría científica cuya belleza subyuga, la palabra de un maestro filósofo que enseña sin pretenderlo.

Por ello la ética de la verdad es lo contrario de la ética de la comunicación. Es una ética de lo real. “No olvides el encuentro” Y no olvido no significa memoria, sino pensar y practicar el nuevo orden de mi ser múltiple con lo Inmortal que me transformó en sujeto. “Ama lo que no creerías dos veces”, la ética de la verdad se opone a la de la opinión y a la ética sin más, que es sólo esquema de opinión. Puesto que la opinión se resume en un solo lema: “No ames más que lo que has creído de siempre”.

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