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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

lunes, 8 de abril de 2024

G. BUENO, X. ZUBIRI, Y LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

 

Xavier Zubiri (1898-1983). Adalid del regreso al realismo filosófico

Nuestro joven "mochuelo" José Javier Villalba Alameda ha publicado un excelente artículo en The Xavier Zubiri Review: "Dos visiones de la Historia de la Filosofía en clave ontológica". En él contrasta y relaciona el realismo trascendental de Zubiri con el materialismo de Gustavo Bueno. Ambos filósofos coinciden en afirmar que la filosofía no es posible sino dentro de una tradición e inscriben la suya en el transcurso occidental. El "adanismo filosófico", o la pretensión cartesiana de empezar a filosofar de cero, es mera candidez o puro narcisismo, porque nuestra conciencia filosófica ha crecido históricamente. Recordaré de paso que el autodidactismo absoluto pudo ser novelado, no obstante, por el filósofo hispano-musulmán Ibn Tufail de Guadix, pero incluso en ese caso, la educación de El filósofo autodidacto requiere el concurso de una gacela.

Gustavo Bueno pretende reducir la Historia de la Filosofía a su materialismo arguyendo, un tanto peregrinamente a mi juicio, que incluso en el idealismo lo que hay "de verdad" es materialismo. Su sistema se construye contra el espiritualismo-idealismo, del que sin embargo depende como él mismo reconoce. Aspira a demoler el idealismo con herramientas del idealismo (que no se autorreconocía como materialismo encubierto). En cualquier caso, es original y valiente Gustavo Bueno, como en todo su agerrido "pensar contra", al invertir la fórmula: no es el presente el que está arraigado en el pasado (como Marx en los griegos), sino el pasado el que está arraigado en el presente (los griegos en Marx). Los pensares pasados se corporizan en su presente como "reliquias", mediante relatos. Y no obstante el presente es ininteligible sin su pasado. No hay un presente absoluto, porque el pasado está posibilitando el presente y la historia de la filosofía es alumbramiento u obturación de posibilidades.

Zubiri, por su parte, presenta la Historia de la Filosofía como una serie de sistemas insuficientes por el mismo error de logificación de la inteligencia y la entificación o sustancialización de la realidad, pues aspira a liberar el concepto de realidad de su adscripción a la sustancia (ousía). "Las cosas reales no son sustancias, sino sustantividades" o "sistemas sustantivos"; igualmente, quiere liberar la inteligencia de su función racional o conceptual de juzgar. Para el vasco, las ideas vienen de las cosas por construccion, desde el trato directo con ellas, desde la intelección sentiente. "Realidad de suyo" es para Zubiri lo que percibe el "animal de realidades" que somos, como independiente y anterior a la propia percepción. Inteligir es percibir la cosas como siendo "de suyo". Realidad e inteligencia son así congéneres. Con ello Zubiri intenta radicalizar las insuficiencias de las filosofías anteriores. Piensa -como Hegel- que la Historia de la Filosofía es también Filosofía y que toda filosofía surge del diálogo con las precedentes.

Bueno distingue 1º la idea de Mundo Mi, que se divide en tres géneros de materialidad inconmensurables entre sí: M1 (materia físico-biológica), M2 (materia psíquica, interioridad) y M3 (materia eidética, ideales); 2º: el Ego trascendental o conciencia (E), que une los tres géneros anteriores de materia ; y 3º: la idea de materia ontológico-general (M) que desborda a Mi y a E y que Bueno correlaciona con el Ser o semeja por analogía con "la cosa en sí" kantiana.

Basándose en esta tripartición, el riojano establece fórmulas que explican la perspectiva filosófica de las tres edades históricas (usamos el símbolo € para la relación "está contenido"):

Filosofía griega : EMiM

Filosofía medieval: MiME

Filosofía moderna: Mi EM

Mi siempre está incluido en M, porque ninguna de sus tres materialidades (física, psíquica e idética) puede fundar la realidad, es decir que el Ser siempre desborda el mundo, la expresión MMi señalaría un mundanismo absoluto y algo así como un mundo prisión, inactivo y cerrado, sin operaciones. 

El ordo cognoscendi se invierte en cada periodo de la Historia de la Filosofía respecto al ordo essendi. Así la filosofía presocrática va primero del Ser (M) al hombre (E), mientras la ática y helenística operan la "segunda singladura" partiendo del sujeto humano, pero ello no entraña un cambio de subordinación óntica de las tres materialidades, porque el pensamiento griego parte siempre del supuesto de que el Ser es necesario y la materia o physis es eterna. 

Por el contrario, la Edad Media subsumirá el mundo de la creación bajo la inteligencia o voluntad del Creador (E). La filosofía moderna, en continuidad con la medieval, hará depender directamente el mundo material de la claridad y distinción de la conciencia subjetiva (E), si bien al principio aún divina, luego meramente humana como sujeto "trascendental" kantiano, dependiendo sintéticamente de sus aprioris subjertivos (tiempo, espacio, categorías). 

Zubiri divide la Historia de la Filosofía en dos horizontes: el de movilidad y cambio, que es propio de la filosofía antigua y el de nihilidad-creación que va desde Plotino-San Agustín hasta Hegel-Heidegger. Para el segundo horizonte, al contrario que para el primero, lo asombroso y admirable, es decir, lo que pone en marcha el pensar filosófico, no es que las cosas devengan, cambien, se transformen, perezcan, nazcan..., sino que haya cosas en lugar de nada (la célebre cuestión que acuñó Leibnicio: ¿por qué hay algo en lugar de nada?). El horizonte del pensar se nos impone y cambia tan lento que no nos damos cuenta de sus revoluciones hasta después de que han sucedido. Cada horizonte deja ver unas cosas y oculta otras. Se convierte a veces en problema, pero la Filosofía se rehace siempre desde la tradición.

Bueno habla de "ámbitos de la Filosofía" como conjuntos de círculos de conciencia y sus determinantes. Ese "ámbito" es muchas veces inconsciente para él mismo. Los cambios de horizonte pueden explicarse tanto por factores internos, es decir, problemas que una "episteme" (uso aquí el término fucoltiano) no puede resolver, que como por factores externos y novedades que resultan incompatibles con dicho horizonte (piénsese en el descubrimiento de América y el estatuto filosófico de las almas de los nativos respecto al dogma de la redención cristiana).

En cualquier caso, la idea de creación ex nihilo rompió el horizonte mundano y reventó la naturalización del Logos, pues el cristianismo (a la par que el estoicismo, añadiría yo) descubrió un mundo espiritual y personal trascendente a la naturaleza ((mneumático), que Kant (heredero en ética de los estoicos) separará radicalmente de la naturaleza madrastra, como auténticamente espontáneo, autónomo, libre, es decir, metafísico en sentido escolástico (muy diferente del sentido positivo que da Zubiri al término "metafísica").  

Para G. Bueno, el humanismo renacentista fue la secularización del sobrehumanismo cristiano; y Kant es, para Zubiri, el último escolástico. De hecho, el racionalismo moderno se conformó con la plantilla de la linealidad temporal cristiana (nada-creación-origen -> pecado-falta -> redención-salvación) y con la visión de un ser espiritual egoiforme, primum ontológico creador de realidad universal (eso, sin reparar en que el humano no crea realidades, todo lo más las inventa, o sea, las combina).

La deificación del humano por la gracia de Dios, fruto del cristianismo con su misterio de la "encarnación", consintió el subjetivismo de la filosofía moderna. Los griegos pensaban al hombre sólo como un ser natural, incluso moral por naturaleza (êthos, segunda naturaleza)... El resultado será el escepticismo (el de la Academia segunda, por ejemplo) que es inquietud, angustia de no poseer la verdad, o estado de duda que vive intensamente Descartes antes de la "revelación" de su cogito. En el horizonte griego todo emanaba de la Physis eterna como natura naturata; en el cristianismo la naturaleza es emergencia divina (natura naturans), obra de un Dios racional y benevolente. El mundo para Zubiri no está hecho, sino que se está haciendo.

La Filosofía cartesiana, la Ciencia nueva y la Reforma son los tres elementos que generan la modernidad y que forzarán a la filosofía a diluirse bien en teología (y teodicea) o bien en antropología. El nominalismo voluntarista facilitó el proceso de romper con el intelectualismo tomista, al reducir la razón a algo interno del humano, pues el dios de Ockam es esencialmente voluntad omnipotente: ser infinito que podría haber creado un mundo en el que dos y dos no fueran cuatro.

Fue gracias al pensar medieval que la filosofía pasó de ser ciencia del ser en cuanto tal, a ser la ciencia de los principios trascendentes de la razón subjetiva, o Lógica trascendental kantiana. Lo trascendente ahora ya no es el ente, sino el objeto sintético o la idea como supuesto de la razón subjetiva. El hombre pasa de criatura a creador, de lo que se infiere que todo es Mi, es decir que Mi = M.

Tanto Zubiri como Bueno niegan la existencia de vivientes incorpóreos y arremeten contra la cesura kantiana entre hombre y animal. Lo transcendental no es para ellos un apriori, sino más bien un aposteriori. Ambos aprecian sin embargo el criticismo kantiano, admitiendo con él que el orden trascendental no es el de los objetos suprasensibles, pero tampoco es propio sólo del sujeto, pues entre el sujeto y el objeto hay continuidad estructural...

Zubiri y Bueno coinciden en el diagnóstico de que la filosofía medieval no es un obscuro paréntesis entre la griega y la moderna, como se suele contar, sino que aquella hace posible esta. No podemos sino aceptar este planteamiento. La filosofía medieval recogió los conceptos griegos, los teologizó, e incubó con ello la filosofía moderna, gracias sobre todo a la idea cristiana de Creación ex nihilo. Aunque también sea relevantes otros conceptos, en los que el cristianismo amalgamaba otras tradiciones, como el de la Trinidad, la consideración lineal de la temporalidad histórica, la noción judía de verdad como confianza proyectada hacia el futuro, etc. (Bueno ofrece una curiosa etimología de "nada" como 'res nata': cosa nacida, su sentido alude a la contingencia de las criaturas, que el paradigma cristiano opone a la necesidad de Dios). El camino de la nada en Parménides era inescrutable. Platón acepta un no ser relativo en el Sofista, pero es el pensamiento cristiano el que descuartiza el corazon de la tiniebla (cfr. Fredegiso de Tours) y explora la sombra del ser hasta asombrarse con el vértigo del abismo o quemarse en el fuego zoroástrico.

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El artículo de nuestro compañero Villalba es tan rico que merece lectura directa y relectura. No sólo ofrece parangón de las concepciones de nuestros filósofos respecto de la historia de la filosofía, sino que ofrece otrosí introducción sucinta y clara a sus principales ideas. Por eso añado aquí enlace a su artículo, que motivó este mío.


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