Una lectura que me ha llegado, aunque no es mi novelista
favorito, no me identifico con el cinismo, desengaño, nihilismo que destila en
general, reconozco sus virtudes de escritor y capacidad de tomar el pulso al
mundo contemporáneo y describirlo profundizando en todas sus contradicciones. En particular valoro su capacidad para ponerse en la piel de un ejecutivo que pasa de estar en la cresta de la ola a conocer un diagnóstico fatal.
Año 2027, Francia se prepara para unas elecciones presidenciales que es muy posible gane una estrella de la tv. El hombres fuerte detrás de esta candidatura es el ministro de Economía, Bruno, para quien trabaja el protagonista de la novela, Paul Raison, hombre taciturno y descreído.
De pronto en Internet aparecen extraños vídeos amenazantes para el primer ministro con enigmáticos signos geométricos. Hay atentados con miles de muertos ¿Quién está detrás de estos hechos? ¿Grupos antiglobalización? ¿Satanistas? ¿Católicos extremistas?
Mientras Paul Raison indaga en los sucesos, su relación matrimonial se descompone, su padre, antiguo funcionario de la Dirección General de Seguridad, sufre un infarto cerebral. El accidente cerebrovascular propicia el encuentro de Paul con sus hermanos, además Paul deberá enfrentarse a una crisis personal cuando le diagnostican una enfermedad grave.
Houellebecq orquesta una ambiciosa novela que es a la vez thriller con tintes esotéricos, una crítica política, descarnado retrato familiar y sobre todo, y lo que más me ha atraído de la misma, una narración íntima, existencial sobre el dolor, la muerte y el amor, lo único que acaso nos pueda redimir.
Como han dicho algunos críticos, por primera vez en un relato del aclamado y controvertido novelista se abre una puerta a la luz: la decadencia, la debilidad, la muerte, el nihilismo siguen presentes, pero hay un atisbo de esperanza, entre el nihilismo y el romanticismo, un thriller político que deriva en meditación metafísica.
Un extracto:
(p.375): Pues bien, ha habido un vuelco completo, una radical mutación antropológica. Desde luego, que el porcentaje de ancianos en la población no cese de aumentar es bastante desafortunado. Pero hay otra cosa mucho más grave… En todas las civilizaciones anteriores, lo que determinaba el aprecio, y hasta la admiración que se podía sentir por un hombre, lo que permitía juzgar su valía, era la manera en que se había portado efectivamente a lo largo de su vida; incluso a la honorabilidad burguesa solo se le concedía confianza, provisionalmente; a continuación había que merecerla mediante toda una vida honorable. Al conceder más valía a la vida de un niño (siendo así que no sabemos en qué se va a convertir, si será inteligente o estúpido, un genio, un criminal o un santo) negamos todo valor a nuestras acciones reales. Nuestros actos heroicos o generosos, todos nuestros logros, lo que hemos llevado a cabo, nuestras obras nada de esto posee ya ningún valor a juicio del mundo y, muy rápidamente, no lo posee tampoco para nosotros.
De este modo privamos de toda motivación y todo sentido a nuestra vida: es, muy concretamente, lo que llamamos el nihilismo. Devaluar el pasado y el presente en beneficio del futuro, devaluar lo real para preferir una virtualidad situada en un futuro incierto, son síntomas del nihilismo europeo mucho más decisivos que todo los que Nietzsche pudo detectar; en fin, ahora habría que hablar del nihilismo occidental, incluso del nihilismo moderno, no estoy nada seguro de que a medio plazo pueda exceptuarse los países asiáticos. Es verdad que Nietzsche no podía advertir el fenómeno porque se manifestó mucho después de su muerte. Así que no, en efecto, no soy cristiano, tengo incluso tendencia a pensar que comenzó con el cristianismo esa propensión a aceptar resignados el mundo actual, por insoportable que sea, a la espera de un porvenir salvador y un porvenir hipotético; el pecado original del cristianismo, a mi entender es la esperanza.”
2 comentarios:
Gracias por la reseña, Ana. Esa diatriba contra la esperanza es muy estoica. No sé quien dijo que el estoicismo es el humanismo y ecumenismo cristiano menos la esperanza. María Zambrano dice cosas muy interesantes sobre esa consagración totalitaria del Futuro implícita en el milenarismo religioso, pero también en el utopismo revolucionario, en el "salto adelante" maoísta, en el prurito político-educativo de abrir departamento de innovación, pero no de conservación. Y siempre hay mucho que conservar. La neofobia es tan reductiva como la arqueofobia. El progresismo a ultranza tan negativo como el conservadurismo ultramontano. Pero el presente está ansioso siempre de futuro y preñado de pasado. Saludos.
Me ha emocionado la novela porque este autor es un completo descreído de la humanidad, además de un gran escritor. Las lecturas anteriores que he hecho de él me han dejado mal sabor pero comprendo que le toma el pulso al mundo contemporáneo "posmoderno" ....y yo vivo en el campo en un entorno muy tradicional, abrigadita ante los fríos del escepticismo rabioso. Por pura curiosidad de saber lo que se cuece en las mentes privilegiadas y avanzadas y que no tienen pelos en la lengua. Este autor es conocido por meterse en charcos con el tema Islam...y escéptico, no como pose, me parece. Por eso me ha gustado y lo comparto, porque dentro de esa desilusión vital que destila en toda su obra, en esta novela hay lucecita al final. Si la lees ya verás a qué me refiero.
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