En los ensayos de Agustín García Calvo que Siglo XXI publicó en 1973 bajo el título de Lalia, en su Presentación, el filólogo, poeta, dramaturgo y filósofo, justifica su punto de vista. Comienza distanciándose de las corrientes positivistas que creen ilusamente que es posible separar al sujeto de la sociedad, del lenguaje y de la cosa. Separar entre sí todo esto es como intentar empujar un autobús yendo uno dentro.
Agustín no pretende redactar un discurso científico acerca de objetos, sino ad philosophiam, o ad kalendas graecas. Pretende especular acerca del entrecruce o confusión de Sociología y Lengua. Al original sabio le parece más que dudosa la dualidad Lenguaje / Sociedad. Y es que las ciencias humanas, o sociales, o cómo quiera llamárselas, parten lo que es uno y todo. Así, la Gramática y la Psicología se reparten o dividen el Yo, dedicándose la primera a su significante y la segunda a su significado (alma, mente, conducta observable vel similia), pero dejan de lado el significado deíctico del Yo sustantivándolo para abstraerlo de su "estar aquí" y de su haber como corazón del lenguaje, y eso contra la inseparabilidad de significante y significado en la que insistió desesperadamente Saussure.
Recuerda el filósofo que ni siquiera hay dos cosas tales como significante y significado, sino signos, y que la metalingüística a la que llamamos Gramática, al preguntarse por el significante lo convierte en significado, y que al buscar la cosa significada a la que el signo alude se contradice. Porque no hay dos cosas como Sociedad y Lengua, sino un Todo de carácter social, en el sentido de lingüístico, esto es, significativo, por lo que tanto el lenguaje de la sociología como el metalenguaje gramatical resultan erróneos ya que versan sobre meras abstracciones.
García Calvo opone en su pensar la Realidad (falsificación, mentira que sostiene el Poder, reconstruida de continuo por los Medios masivos de formación y reductible a Dinero) y la Verdad de Lo que hay. Opone la Realidad [a la que yo prefiero llamar "Actualidad"] al Haber. Al preguntarse, en la Presentación que sintetizamos y glosamos, por lo que hay, responde: 1) Personas que hablan y se entienden; 2) Cosas acerca de las que hablan; 3) Una Sociedad que resulta de ese trato lingüístico; y 4) el instrumento por el que ese trato se practica y la sociedad que se constituye: el Lenguaje, que comprende actividad (habla) y sistema (lengua).
Agustín con Isabel Escudero Ríos |
La necesidad impone un punto de vista egocéntrico, pero la Persona también es Sociedad internalizada [H. G. Mead insistió con solvencia en el nacimiento de la personalidad como interiorización del proceso social de comunicación]. En la Sociedad, que sólo como Lenguaje está constituida y se manifiesta, están también las Cosas, "de las que las palabras son la única faz visible".
Así pues, sólo es posible hablar de un todo indisoluble como realidad lingüístico-social. Practicar en dicha totalidad cualquier abstracción para estudiarla a parte supone perder el objeto mismo de estudio. Agustín pone el ejemplo del Honor, que podemos referir a las personas (honradas o no, como propiedad o privación), al ejercicio lingüístico que lo sustenta en la comunicación social (fama, infamia), o podemos tratar el honor como cosa y, en cuanto tal, hacerla figurar en el mercado donde admite enajenación por Dinero (representante de todas las cosas) (1).
La misma Realidad revela tanto una naturaleza abstracta -ideal o espiritual- como material en cualesquiera de sus elementos. García Calvo distingue entre un pensar dialéctico y otro dinámico. Dinámicamente hablando, la Realidad muestra una especie de tendencia al centro de equilibrio al imponer una progresiva reducción a abstractos de las cosas que se suponen nacidas como materiales (amapolas, corazón o compra-venta), y una progresiva materialización de las que se suponen abstractas [o espirituales], por ejemplo, la velocidad o la aristotélica 'Materia' que hoy tiende, con la creación de los plásticos, a alcanzar una especie de realización palpable.
A esta tendencia llama el filósofo Ley de dinámica social, uno de cuyos corolarios es que tanto valen menos los elementos de la Realidad en el Mercado cuanto más se alejan hacia los polos de la abstracción o la materialidad: espíritu o guisante.
El límite al que esa escala gradual tiende está representado por los elementos puramente deícticos o mostrativos y muy especialmente por el que es núcleo de todos ellos, el Yo. No cabe confundir este Yo puramente deíctico con el individuo con nombre propio y carnet de identidad, el Yo de Agustín García Calvo no es nadie o es cualquiera. Su primer balbuceo es la negación: "se dice no". Es el corazón del hombre, lo que hay por debajo, la razón común (Heráclito), el Pueblo o lo que queda de él, que nada tiene que ver con la mayoría ni con la masa ni con una suma de individuos organizada, institucionalizada o revolucionaria. Ni siquiera ese Yo es el del espejo, ni se ata a la ilusión del futuro, estando enlazado a la situación como está. Por decirlo machadianamente, ese Yo no tiene camino, sino que hace camino al andar. Es el corazón del lenguaje que hace cuando habla y se deja hablar aquí y ahora.
De este modo, el caso límite de la Realidad es, al mismo tiempo, o tiende a ser eso, pues el deíctico es a la vez lo más material y lo más abstracto en el ambiente de la comunicación, en su contexto extralingüístico, entre el lenguaje y realidad, entre el decir y lo dicho, donde las fronteras se difuminan. Pone el ejemplo Agustín de la frase "Trabajaba en el auto" (¿auto judicial, sacramental, móvil?) En el ambiente [yo diría situación] lo que suplementa la información para evitar la mal-dicción del malentendido.
¿Será la deixis una forma de predicación? El ambiente -o la situación- aportan las indicaciones tanto deícticas como semánticas y gramaticales. La continuidad es indisoluble y abarca el lenguaje lo mismo que la realidad social en que se produce. Por eso la Realidad, es decir el significado de las palabras, no yace detrás ni debajo de la lengua, sino en el mismo plano y en colaboración con ella. El ambiente o situación es significante.
¿Dónde está la lengua? En la sociedad. ¿Dónde la sociedad? En la lengua. Desde esta perspectiva integradora, Agustín García Calvo define sus ensayos, los de Lalia, como especulaciones heterogéneas y descabaladas, de tema dispar, tendentes más al desencantamiento que al encantamiento del lector. Tratan de poner en evidencia "la falsedad real de las concepciones de la dualidad de lo social y lo lingüístico".
Su libro puede servir, negativamente, para sembrar dudas y, positivamente, son ensayos de una manera de hablar, por inventar aún, que no fuera ni lenguaje ni metalenguaje..., como un balbuceo. Y concluye su Presentación ofreciendo una síntesis o sinopsis de cada uno de ellos. Desde el I. "Estalín acerca del lenguaje", hasta el XIII. "'Estar en la luna', o sobre las funciones de la mística y la magia".
Concluyo con las transgresiones que dan título al ensayo X. "*Nos amo, *me amamos".
Nota
(1) El desprecio de García Calvo por el "Mercado" y el "Dinero" ("mayúsculas honoríficas", así llama a estas capitales que usa tanto para destacar lo bueno como lo malo), Dinero al que considera "la forma más perfecta de la Realidad" y por tanto de la falsificación de la Verdad y como Mentira sustentadora del Poder, tal desprecio le llevó a convertirse en "ácrata mendicante" con motivo de las exigencias de Hacienda cuando tuvo que hacerse cargo de la herencia familiar en Zamora. No creo que pensase que "Hacienda somos todos", según el famoso eslogan. Dediqué un artículo a este asunto en Diario Jaén...
- En nuestro blog A pie de clásico pueden hallarse dos referencias al filósofo, una con motivo de su fallecimiento que incluye una original foto de sus espaldas que me proporcionó José Luis Miras Orozco, amigo suyo al que debimos una extraordinaria lectura de poemas de Machado por Agustín y la escritora Isabel Escudero Ríos, en el patio del palacio "Casa romántica" de la Pza. de San Pedro de Úbeda, en colaboración de la Asociación Cultural Aznaitín.
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