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Markus Gabriel:
sobre el fin de la creencia en la buena vida basada en el crecimiento económico y sobre la filosofía como ocupación del que se refugia en su torre de marfil y como la mejor guía en la situación actual.
Profesor
Gabriel, Se ha expresado ud a propósito de la crisis corona, otros
filósofos por el contrario no han dicho nada ¿cómo puede ser?
Desgraciadamente,
muchos filósofos ya no ejercen el compromiso que formuló Hegel para el
gremio: pensar el propio momento. La filosofía trata de entender lo que
está sucediendo y sobre esa base, construir un modelo para un futuro
mejor. Si la filosofía se limita a ser una ocupación profesional en
torres de marfil, no va a ser una gran filosofía. También hay una
diferencia entre pintar rellenando láminas y el expresionismo. Una gran
filosofía es como el gran arte. Puedes aprender ciertas técnicas en una
escuela de arte, pero aún no eres Jackson Pollock. Como dije, la gran
filosofía debe tomarse su tiempo para pensar. Sin embargo, muchos
filósofos no èjercen ese derecho de pensar su tiempo y, por lo tanto,
van a la zaga de lo que los fundadores de la filosofía nos dijeron: que
la antorcha, el fuego olímpico de la filosofía que durante miles de
años iba por delante, ahora va por detrás.
¿Están los pensadores demasiado encerrados sobre sí?
No
depende solo de los filósofos, también hay que reconocer que no se les
pregunta, dado que la filosofía no ocupa el lugar central que merece
ocupar en una sociedad ilustrada. Y además hay que hablar de una déficit
de ilustración en nuestra sociedad que hace que los filósofos no sean
escuchados como merecen en tiempos de crisis, y en su lugar se escuche a
los falsos pensadores, por ejemplo a los economistas neoliberales a los
que no habría que preguntar cómo deberíamos hacer para construir la
sociedad, pues ya se han encargado ellos de arruinarla.
Eso nos lo tiene que explicar un poco más.
Está esa fantasía de omnipotencia de los economistas que consiste en predecir y controlar totalmente el futuro. Fantasía que se vió refutada cuando llegó la crisis financiera. ¡Nada puede preverse! El futuro es algo que podemos moldear a través de nuestras acciones y reflexiones guiadas por la moral. Pero no puede controlarse siguiendo modelos económicos, la mayor parte de lo que se dice al respecto es una farsa.
¿Todavía es posible la gran filosofía?
Sí, ¡sólo hay que hacerla!
¿Hay pensadores en nuestra época de la talla de Hegel, Kant o Aristoteles?
¿Claro
que sí! ¡hay muchos! El estado de la filosofía es básicamente y a nivel
mundial muy bueno, se de be fundamentalmente a que hay muchos más
filósofos y filósofas que antes, porque hay más gente en general. Hoy
tenemos filósofos en todos los continentes y no todos son hombres. La
filosofía actual está llena de grandes obras. Pero tenemos que aceptar
que los vivos no tienen el encanto de los muertos, y también abandonar
la idea que la gran filosofía solo la hacían los hoy muertos. Si Hegel
viviera hoy no llamaría la atención, pasaría por un suabo de mal
carácter. Pensamos en Platón y Aristóteles como paquetes de antiguos
músculos que te tiran al suelo si intentas darles un puñetazo
(filosófico) como Zeus. Pero todos ellos eran personas muy normales
además de grandes pensadores.
¿Debería el Estado acudir hoy a los filósofos en busca de una guía?
¡Por supuesto que sí! ¿A quién si no? ¿Si no hubiera habido filosofía no tendríamos separación de poderes, ni estado de derecho democrático ni política! Las múltiples crisis globales actuales derivan precisamente de que no hemos puesto a la ciencia más importante, más general y más fuerte de los últimos 2500 años en el lugar que le corresponde. Necesitamos una nueva Ilustración y nuevas formas de cooperación interdisciplinaria. Eso no se puede hacer sin filosofía, y por supuesto tampoco sin las otras ciencias.
¿Cómo se relaciona su nuevo libro "Ficciones" con todo esto? ¿ Está a la altura de lo que ud exige a la filosofía?
El libro es una base para ello, porque culmina en una teoría social, si estoy a la altura o no, no seré yo solo quien lo decida.
¿Cómo decirlo? Estamos rodeados de ficciones y nos persiguen los números como el número de infectados, que ya deberíamos saber son números en gran parte ficticios, debido a casos no detectados y falsos positivos. Y sin embargo se dicta nuestra conducta según esos números ficticios ¿hemos entrado en la edad de la irracionalidad científicamente justificada?
Efectivamente.
Es un problema de nuestra época, la ciencia se ha tranformado en
ideología. Lo que no significa que no tengamos ningún conocimiento
científico. Al contrario sabemos mucho sobre el nuevo tipo de virus,
cómo se pude secuenciar genéticamente, qué proteínas se acoplan a qué
receptores, etc... No son ficciones. Pero la expansión del virus, los
hechos sociales relativos al virus, solo nos son accesibles
ficcionalmente, y aún así actúamos según esa ficción. Por lo tanto no es
cierto que los virólogos solo hablen como científicos y el resto
depende de la política, la virología está incrustada en los sistemas
sociales que toman las decisiones y que son responsables de esas
decisiones. Es una excusa para separar limpiamente la ciencia de la
política que pierde así los hechos socioeconómicos.
¿Cuáles tendrían que haber sido las medidas según la filosofía o según ud?
Lo
que han hecho muchos como la canciller federal o Armin Laschet, fue
correcto lo que señalo parte del gobierno federal y de los gobiernos
regionales, que en este caso hacen falta equipos multidisciplinarios. A
nivel federal se pidió la opinión experta a la comisión ética y a la
Leopoldina. Hay que hacerlo más, sobre todo porque el orden antiguo ha
desaparecido. No es que hayamos hecho una pausa para volver tras el
corona a lo anterior. Lo anterior ya no existe. Lo que hicimos antes fue
filosóficamente hablando un error del milenio.
¿Cómo?¿a qué se refiere?
Creimos que la buena vida se basa en el crecimiento económico. Ese era el modelo económico del hombre y del mundo. Que una vez más ha sido destruida por los hechos. Ahora tenemos que desarrollar una nueva visión de la buena vida, y en el centro de la misma filosóficamente sólo se puede admitir al espíritu, es decir, el conocimiento de uno mismo, de que somos seres libres, espirituales, autónomos, que no podemos ser controlados por ninguna estadística y que no podemos ser manipulados.
¿Cómo hemos de vivir con el virus?
Además de los difíciles aspectos político-sanitarios de la "nueva normalidad", tenemos que dejar claro que el idioma en el que hemos descrito la situación durante semanas es un inglés vulgar: lockdonw, encierro, distanciamiento social. ¿Y por qué? Porque las reglas de juego en el homeoffice (otra palabra inglesa) fueron estructuradas durante semanas según los monopolios tecnológicos estadounidenses: Zoom, Skype, Facebook, Twitter. En respuesta a la pandemia viral, hemos entregado nuestra vida a compañías estadounidenses que tanto criticábamos con razón. Es un modo de colonización, lo llamo con una palabra de Habermas, la "coronialización del mundo vivo": los sistemas de software, cuyos algoritmos están fuera de control, penetran en nuestra vidaa privada y determinan nuestro comportamiento. Son intervenciones profundas en nuestra sociedad, muy cuestionables cuando se considera, por ejemplo, el papel que jugaron las redes sociales en la elección de Trump, que nos afecta a todos.
¿Qué significado tiene todo esto para la crisis climática? Hölderlin dijo una vez: "donde está el peligro, crece la salvación"
Trump y Bolsonaro no son solo un desastre frente al corona, sino particularmente dañinos para el clima. De hecho la pandemia es un ejercicio preliminar importante para la catástrofe climática, pero también para la crisis actual de la democracia liberal. Ambas están relacionadas. La pandemia actual es un campo de entrenamiento para la sociedad futura, lo que no significa que a partir de ahora todos tengamos que prescindir de todo, sino que tenemos que cambiar la estructura general con miras a la sostenibilidad. Tenemos que pensar en algo radicalmente nuevo, por lo que también es una oportunidad. El modelo de una globalización puramente económica ha fallado, pero no el cosmopolitismo, porque aún no hemos comenzado con él: tenemos que romper los límites del pensamiento y formular valores universales para toda la humanidad.
Por lo tanto, hay que distinguir la apariencia de la realidad para llegar a las ideas correctas, no es fácil en la época de la posthistoria.
La posthistoria resulta de una falsa teoría de la apariencia. En mi libro Fiktionen he escrito una teoría de la apariencia que nos permite colocar la apariencia en su lugar. El fallo de los teóricos de la conspiración es que se convierten en víctimas de la apariencia. Tienen una falsa teoría de la sociedad, según la cual la sociedad sería dirigida desde una central oculta. No hay tal central oculta, ni siquiera en una dictadura como China. Una buena teoría es siempre una teoría también de la apariencia. El pensamiento es una crítica de la ideología, es decir, el análisis de la apariencia no solo tendría que adecuarse a una política específica de izquierda, también a una política de centro. Por eso pienso en una política ontológicamente fundada de centro radical como la llamo de modo irónico. Se trata de ubicar la teoría correcta de la apariencia, sino se originarán siempre nuevas fake news y nuevas teorías de la conspiración.
Markus Gabriel, nacido en 1980 en Remagen, estudio en Hagen, Bonn y Colonia y desde 2009 enseña teoría del conocimiento y Filosofía moderna en la universidad de Bonn.
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