La nueva lucha de clases procede arriba
Todo el mundo está de acuerdo y asiente con la cabeza en Philosophicum: entre las élites y el pueblo hay un abismo. Sólo una pregunta ¿quién quiere educar a quién? ¿la élite al pueblo o viceversa?
No hay por tanto más criterio para decidir quién es un buen o un mal político que la capacidad de ganar las elecciones. El filósofo afina su análisis: "Visto así, Donald Trump es el genio político que él mismo se considera."
El desempeño democrático ha de ser recompensado
Ya sea en Austria o en los Estados Unidos: el resultado de las últimas elecciones disgustó a casi todos los presentes entre el público. E incluso cuando se trataba de descubrir por qué la democracia conducía cada vez más a resultados que la élite condena por estar equivocada, la mayoría estuvo de acuerdo en que había una brecha entre los pocos que se destacan del promedio y los muchos que acusarían a las élites de ser distantes. No hubo consenso a propósito de la pregunta: ¿se puede llenar este vacío o al menos salvarlo.
¿Cómo se puede evitar que la clase alta viva de la política en lugar de para la política? Las propuestas fueron presentadas por el politólogo Jan-Werner Müller, que llegó por avión con jetlag desde Princeton. Abogó por una meritocracia democrática: por un lado, un gobierno de los mejores, apoyado por un consejo de sabios, por otro lado, "reducciones electorales", es decir, más criterios para participar en la democracia que solo la edad. Pero también está la pregunta: ¿cuál debería considerarse como el criterio decisivo para asegurarse de que una persona es el mejor en política?
La única ponente suiza
la filósofa Katja Gentinetta se pronunció también en favor de los
partidos y en contra de las críticas a la élite, que siempre existirá,
la buena élite que consideró Platón: los gobiernos que sirven a los
demás en lugar de servirse a sí mismos.
Todo el mundo está de acuerdo y asiente con la cabeza en Philosophicum: entre las élites y el pueblo hay un abismo. Sólo una pregunta ¿quién quiere educar a quién? ¿la élite al pueblo o viceversa?
«Hola
élite», saluda el escritor Alexander Grau y así mediante un chiste
introdujo el tema. Porque en Lech am Arlberg, gusta de esquíar la
nobleza de todo estilo además de charlar en el campo de golf. Esta vez
la reunión Philosophicum tenía lugar en la estación de esquí y al hablar
de élite pensaba en la élite del espíritu en la que él mismo está
incluido.
Estación de esquí, Arlberg |
«Los
valores de los pocos. Elites y democracia» era el tema de la
conferencia, la pregunta es «¿Cómo se comportan los que son considerados
élites (del francés élu, elegido) o los que se sienten élite con los
que no lo son?». «Lás élites se convierten en un problema en una
sociedad cuyas élites proclaman la igualdad de todos», afirmó Konrad
Paul Liessmann moderador de Philosophicum. La burguesía que impulsaba la
instauración de la democracia rechazó los privilegios basados en el
origen del individuo, sólo deben contar sus méritos.
Lo mismo vale para los ricos y más exitosos: "De los logros del desempeño de la élite no se sigue nada en absoluto para una democracia". Porque en el estado democrático, la participación no depende de habilidades o logros. "En unas elecciones no se encuentra la idoneidad particular para el negocio de la política", se burló Konrad Paul Liessmann apuntando al nuevo intento de formar un gobierno en Austria.
Lo mismo vale para los ricos y más exitosos: "De los logros del desempeño de la élite no se sigue nada en absoluto para una democracia". Porque en el estado democrático, la participación no depende de habilidades o logros. "En unas elecciones no se encuentra la idoneidad particular para el negocio de la política", se burló Konrad Paul Liessmann apuntando al nuevo intento de formar un gobierno en Austria.
No hay por tanto más criterio para decidir quién es un buen o un mal político que la capacidad de ganar las elecciones. El filósofo afina su análisis: "Visto así, Donald Trump es el genio político que él mismo se considera."
El desempeño democrático ha de ser recompensado
Ya sea en Austria o en los Estados Unidos: el resultado de las últimas elecciones disgustó a casi todos los presentes entre el público. E incluso cuando se trataba de descubrir por qué la democracia conducía cada vez más a resultados que la élite condena por estar equivocada, la mayoría estuvo de acuerdo en que había una brecha entre los pocos que se destacan del promedio y los muchos que acusarían a las élites de ser distantes. No hubo consenso a propósito de la pregunta: ¿se puede llenar este vacío o al menos salvarlo.
¿Cómo se puede evitar que la clase alta viva de la política en lugar de para la política? Las propuestas fueron presentadas por el politólogo Jan-Werner Müller, que llegó por avión con jetlag desde Princeton. Abogó por una meritocracia democrática: por un lado, un gobierno de los mejores, apoyado por un consejo de sabios, por otro lado, "reducciones electorales", es decir, más criterios para participar en la democracia que solo la edad. Pero también está la pregunta: ¿cuál debería considerarse como el criterio decisivo para asegurarse de que una persona es el mejor en política?
Otra
posibilidad, el sorteo. Que ciudadanos y ciudadanas elegidas al azar
tomen asiento en las asambleas donde votan sobre diversos temas previo
asesoramiento de expertos de manera que sus decisiones sean correctas
para la élite. Pero no basta una representación de ciudadanos según
sexo, edad, origen, según Jan-Werner Müller, en un sistema así falla la
dinámica. Los ciudadanos se juntan a menudo en función de sus valores.
En una representación establecida según características sociológicas
nadie podría hacer nuevas ofertas representantivas. Lo único que dirían
es "sígueme".
Por razón por el politólogo hizo una alabanza "de las instituciones que han dejado de gustar a todo el mundo: los partidos". La
decisión del Brexit y la elección de Trump, aberraciones de la
democracia según la élite, tuvieron lugar según Jan-Werner Mueller
porque los partidos fracasaron, internamente perdieron la reflexión
democrática . El politólogo puso el
modelo de Suiza, donde, gracias al constante diálogo sobre democracia,
no solo se prohiben los minaretes, sino también hay "decisiones
epistémicamente de alta calidad".
El modelo es la Confederación
En
Suiza la democracia directa favoreció la compulsión a la concordancia y
la desconfianza contra las élites. Por lo tanto, los partidos medios
tradicionales, en particular, deben luchar por soluciones pragmáticas,
reiteradamente confirmadas democráticamente. Como hilo rojo de lo que se
habló en Philosophicum vale la afirmación del moderador Rainer Nowak:
"Todo es mejor en Suiza". Bueno, sí.
Hubo entusiasta aprobación cuando se interpretó el surgimiento del populismo como un fallo de los oligarcas: el filósofo Isolde Charim se quejó de la "secesión de los ricos" que renunciaron al contrato social. El sociólogo Michael Hartmann demostró que en los últimos veinte años, los gobernantes, en Alemania en particular el SPD, implementaron una política fiscal contra la clase baja: "No solo hay un sentimiento de desapego, el sentimiento tiene una base real". Y el filósofo político Christian Neuhäuser hizo campaña por la corrección de los impuestos a las herencias, y en el caso del super rico que llegue al 100%, incluso contra la evasión fiscal en Suiza.
Hubo entusiasta aprobación cuando se interpretó el surgimiento del populismo como un fallo de los oligarcas: el filósofo Isolde Charim se quejó de la "secesión de los ricos" que renunciaron al contrato social. El sociólogo Michael Hartmann demostró que en los últimos veinte años, los gobernantes, en Alemania en particular el SPD, implementaron una política fiscal contra la clase baja: "No solo hay un sentimiento de desapego, el sentimiento tiene una base real". Y el filósofo político Christian Neuhäuser hizo campaña por la corrección de los impuestos a las herencias, y en el caso del super rico que llegue al 100%, incluso contra la evasión fiscal en Suiza.
Alexander
Grau puso a Marx ante los luchadores de clase en la audiencia: "Las
ideas prevalecientes de una época siempre fueron las ideas de la clase
dominante". Sin embargo, hoy esta clase no se basa en factores
económicos sino en el capital cultural: Creatividad, flexibilidad,
individualidad, cosmopolitismo, los requisitos de la sociedad
capitalista tardía.
Por
eso hoy pertenece a la clase dominante más gente que nunca, entre el 20
y el 30% de la población. Y como transforman el mundo en una gran NY
dirigen una lucha de clases desde arriba contra aquellos que permanecen
inmóviles en un mismo lugar, como muchos de los que se han establecido
en la antigua aldea Walserdorf Lech. El público tragó valientenmente la
invenctiva mientras se dirigía al Kässpätzle.
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