Una inquietud de toda mi vida, la relación religión-política. Guy
Hermet al que leí y saqueé abundantemente por su "Los católicos en la
España franquista" responde en gran parte a esta inquietud con su
análisis sobre los cimientos del sentido democrático.
Es un capítulo de "El pueblo contra la democracia" (1989) que relativiza el sueño democrático, y no por degeneración de una buena idea, sino por imposibilidad, irrealidad, nunca se ha cumplido y todos los que se dedican a pensarlo saben la diferencia entre lo que se nos vende al pueblo, elector, ciudadano como democracia y la realidad de nuestra cuasi nula participación en política.
Se podrían introducir mejoras y se introducen. El difunto García Trevijano era un experto en señalar las carencias del régimen partitocrático español. Carencias de origen y de ejercicio, y es que de la corrupción de los principios sólo puede salir lo mismo. La corrupción es condición de gobierno en España.
El análisis de Hermet reconcilia con las carencias de "nuestra democracia", pues a menudo la participación del pueblo no la quiere ni el propio pueblo. Pero me voy a centrar en la parte de las raíces creyentes del sentido democrático.
"El sentido democrático se apoya también en la creencia. Se alza sobre el pedestal de la irracionalidad intangible, aunque deje de apelar en lo esencial a una pretendida revelación sobrenatural. El surrealismo de la disciplina política impuesto bajo la capa de la doctrina de la representación no ha hecho otra cosa que sustituir el argumento de índole sobrenatural de anteriores teorías de la sumisión a los dirigentes. La secularización no ha impedido el abandono de los mitos que legitiman la desigualdad práctica de los hombres. Esto es lo que en la realidad cuenta. Como en los demás modelos de obediencia, el sentido democrático viene a ser el producto de un adoctrinamiento que da razón tanto de las causas como de los agentes del poder moderno."
Así que obediencia a la autoridad en la edad media y el absolutismo moderno, obediencia a la autoridad en la actualidad ¿Qué ha cambiado?
"Se da por supuesto que la legitimidad democrática traduce el espíritu de una época. Aunque la idea no es falsa, esta legitimidad viene a ser también el resultado de un proceso.
A finales del XVIII en Inglaterra los burgueses ya no querían saber por qué, en nombre de la libertad y de la igualdad, habían llegado a aliarse con la aristocracia para privar al pueblo del derecho al voto. Pero no por ello no habían existido los factores históricos de este proceso. Fueron estos factores los que fundamentaron la lógica del régimen parlamentario, el cual, se muestran como estructura de representación de minorías y como mecanismo de expulsión de la mayoría fuera del campo político".
Gran Bretaña, cuna de la democracia y a la vez el reducto europeo más recalcitrante de la desigualdad.
Francia, predominio del Estado que ha de entenderse como consecuencia del dinamismo puesto en marcha por la monarquía absoluta y revitalizado por el poder republicano.
Alemania, largo destino autoritario, la nación más industrializada y escolarizada, legado de dos dimensiones opuestas del protestantismo luterano, una propicia a la expresión del libre albedrío individual y otra que dispensa a los gobernantes de la moral común.
"La religión ha tenido mucho que ver con estos orígenes de la modernidad política. Por el lado que menos importa juega el poder narcotizante que Rousseau le asigna, el de ser la gran protectora del orden social y de las virtudes privadas. En todas las épocas los acaparadores del poder han compartido la opinión de que no podían encontrar en las gentes ordinarias la virtud pública que a sí mismo se asignaban. Era pues conveniente convertir al pueblo a una religión de obediencia. El cristianismo en cuanto tal ha formado las sociedades occidentales y ha inducido en ellas los rasgos esenciales de lo que ha venido a ser la ciudadanía moderna. Tanto el cristianismo católico como el protestante han contribuido de modo decisivo a especificar las diferentes tradiciones políticas del mundo occidental".
Es parcial e injusta la visión que atribuye a los protestantes todo el mérito de la liberación del individuo y de rechazo de las jerarquías, dice Hermet. Los católicos del sur de Europa seríamos unos "tarados" demócratas, es decir, defectuosos demócratas y solo por imitación. Tanto el catolicismo como el protestantismo han aportado elementos a la ciudadanía moderna, aunque respondan a lógicas diferentes. Y en segundo lugar ambos han mostrado una cara favorable al surgimiento de la libertad y otra impregnada de resabios de autoritarismo estatal o comunitario.
"Sin duda la Reforma protestante exalta la responsabilidad individual al defender la libre interpretación de la Sgda. Escritura. Aunque religioso en origen, este principio se traslada por la sensibilidad calvinista a otros dominios de la vida intelectual o social hasta afectar al campo político, sustraído hasta entonces a la opinión de los gobernados. Nutre por contagio el sentimiento igualitario, reforzado por este reconocimiento de la dignidad universal del hombre, en cuanto miembro autónomo de una colectividad.
Tras rechazar las ortodoxias el calvinismo erige así la política en debate abierto y pluralista en los límites de una comunidad dada (importante reserva)...Al zafarse de las prohibiciones tanto de orden espiritual como temporal desconcierta a las jerarquías...Esto llega a sus últimas consecuencias con los puritanos, cuando se proponen dar carácter revocable a los elegidos para responsabilizarse del culto. Este sistema llamado presbiteriano, sólo se aplica en principio a los asuntos religiosos. Pronto se extiende entre los puritanos ingleses refugiados en Países Bajos, luego en América del Norte. Aislados en medio hostil, actúan a su aire y crean la modalidad efectiva y representativa del gobierno popular. Yendo más allá de su función de guía espiritual, su presbyter viene a ser el jefe libremente investido de la comunidad.
Acaba de encontrarse la nueva base de legitimidad de todos los sistemas democráticos occidentales. Se apoya en la primacía soberana del libre arbitrio individual, expresada mediante un procedimiento electoral igualitario ante opciones plurales. Locke y los demás no harán más que glosar esta innovación, casi siempre para restringir su alcance."
Punto de no retorno en Occidente: tanto los candidatos a ser autoridad como el mismo cuadro normativo ha de ser objeto de elección y aceptación. Lo ilegítimo en los sistemas no secularizados se convierte en norma en los sistemas que dan valor a la libertad individual.
Esta contingencia de valores y normas entra en contradicción con la necesidad de integración para la supervivencia de la comunidad. Ha producido tensiones que han llevado hasta el impulso fascista y ha impuesto el recurso al valor declarado inmanente de la pertenencia a una nación.
Pero no ha impedido el individualismo: Mandeville, Hume, Adam Smith, Tocqueville interpretan el orden de nuestras sociedades como resultado no premeditado de la acción dispersa de los individuos. Y el individualismo cartesiano de Rousseau o Bentham que atribuyen este orden al plan deliberado del pensamiento racional tampoco es ajeno a esta revolución calvinista en la producción de normas.
Sólo una élite modifica las normas, pero lo hace siempre evitando dar a entender que rompen con la tradición. Y a la inversa esa minoría innovadora ya no se ve en esa tesitura de "que no se note la ruptura" pues tanto las masas como las minorías admiten la relatividad de las normas.
Max Weber añade: el calvinismo traduce la sensibilidad de un mundo nuevo. Si en el catolicismo hay una jerarquía, en cuyo vértice está el orden espiritual dominando el político que a su vez domina el económico, lo mismo pasa con las funciones: el sacerdote prevalece sobre el militar o el gobernante que a su vez prevalecen sobre funciones financieras comerciantes.
En el XVI se opera por el calvinismo una redistribución horizontal de los valores, plano religioso, político, económico, familiar están al mismo nivel de dignidad. La actividad productiva deja de ser servil y sólo justificable con miras a la subsistencia. La riqueza se convierte en reflejo del mérito del hombre emprendedor.
"El concepto calvinista de la salvación individual ya no da preeminencia a la figura, hasta entonces ideal, de la renuncia y desapego de los negocios temporales. Al contrario rehabilita el compromiso terreno hassta el punto de elevarlo a imperativo moral. El éxito personal en este compromiso se convierte en signo del reconocimiento por Dios del mérito de su autor y de la probabilidad de su salvación."
El estatuto del político por una parte deja de estar subordinado a un orden religioso distinto, ya que la fe puede impregnar todas las esferas de la actividad, pero por otro lado el político sufre una caída más revolucionaria que el religioso.
"Los que ocupan el poder dejan de ocupar la cima del mundo profano. Lo político se ve rebajado al mismo rango de todos los demás engrajanes del mecanismo social. Se diluye de modo instrumental en las discrepancias sociales, sin poseer la facultad de dominarlas. La política solo representa el ejercicio técnico del mínimo gobierno necesario, mientras se espera que esa necesidad desaparezca gracias a la creciente virtud de los miembros de la sociedad."
Frente a los que ocurre en los países católicos el aparato de gobierno de corte calvinista no es más que un agente subordinado a la voluntad de los usuarios. Los regímenes parlamentarios sólo son expresión de un consentimiento revocable y de la voluntad de control de un poder residual desprovisto de soberanía propia.
Sin embargo ete ideal de promoción de la sociedad igualitaria, controladora del poder es la cara edificante de la aportación protestante a la democracia. El calvinismo se muestra socialmente conservador y hasta reaccionario.
"Al postular que el beneficio de unos es reflejo únicamente de su mérito y no es origen de la miseria de otros elimina la preocupación por la justicia social al privarla de justificación moral. La revuelta popular contra la desigualdad es todavía menos legítima que antes pues se dirige contra una riqueza asociada en última instancia al designio divino. En el fondo el calvinismo participa de un prejuicio elitista que limita la comunidad de los iguales a quienes se juzga dignos de figurar en ella. La utopía calvinista contiene el fermento de la reacción que expulsa a las gentes sencillas del campo de la ciudadanía real. Desemboca en el espíritu de casta que ha sustentado el menosprecio latente de los americanos blancos de origen anglosajón y tradición protestante que se vió asímismo en los Afrikaaners de Sudáfrica."
"La tradición calvinista se muestra elitista y niveladora a la vez, ya que antes de ser puritana procedió del anabaptismo del siglo XVI que aguardaba el advenimiento del Reino milenarista y luchaba por instaurar una Jerusalén fraternal. Fue modelo para la Ginebra de Calvino, república cerrada a los escépticos y sacralizada que se apoya sobre la aquiescencia de la mayoría protestante pero excluye todo inconformismo....La dinámica calvinista suscita la proliferación de sectas religiosas autosuficientes que en EEUU parecen servir de antídoto frente a la limitación del espectro político a dos partidos. El encerramiento en sí misma de cada comunidad real simboliza y asegura el de la entera comunidad política, que se atribuye a sí misma algunos principios liberadores, impone un clima de adhesión que excluye a los inconformistas, enemigos de la libertad. La ciudadanía anglosajona acaba por renegar del proceso de secularización del que desciende y se transforma en intolerancia de otros temperamentos democráticos."
La aportación luterana representa por su parte la versión autoritaria de la Reforma.
La predicación de Lutero actuó como señal revolucionaria para los campesinos sajones contra los señores en 1520. Pero el equívoco es total: el mensaje liberador es para los señores no para la masa. En 1529 el luteranismo se aristocratiza con la adhesión de los príncipes alemanes en la Dieta de Augsburgo. Lutero defiende dede entonces la facultad despótica del soberano para imponer su propia religión a los súbditos. De modo que los príncipes se ven controlando un ámbito que antes pertenecía a la Iglesia.
"Se desnaturaliza la raíz misma del libre albedrío como oposición a la ortodoxia católica. En su manifestación más explícita el libre albedrío es patrimonio de los gobernantes. Para los gobernados solo que queda como debate interior sobre materias que en ningún caso pueden oponerse al designio de los gobernantes. Confinamiento a la conciencia, fermento del espíritu filosófico germano así como del respeto al Estado y a la razón de Estado."
"En efecto el luteranismo reniega del principio católico medieval de la rebelión legítima contra los soberanos infieles a la fe o al derecho natural...Para Lutero por injusto que sea el orden político, siempre es preferible a la anarquía. El absolutismo no solo resulta favorecido por este don al soberando de nuevas religiones-ideologías nacionales. Además con el olvido del principio "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" adquiere auténtica omnipotencia. Lutero dispensa de exigencias morales a quienes ostentan el poder. Otorga libertad absoluta al soberano y al súbdito sólo le queda obedecer, con la restricción mental como única escapatoria.
La sumisión a la autoridad es la expiación impuesta a los pueblos pecadores y se convierte en sufrimiento inevitable cuya justificación solo Dios conoce. El poder ya no se juzga en términos de legitimidad o ilegitimidad. Está legitimado por el simple hecho de que existe. O mejor dicho, al ser reconocido como ejercicio de la fuerza bruta, goza de una legitimidad ajena a los imperativos de la ética cristiana."
En el luteranismo subyace pues la versión autoritaria de la política moderna, representado en el reinado de Federico Guillermo y el gobierno de Bismarck, ensalzado el Estado por Hegel como un "ser divino terrestre" que hay que venerar, y que llegó a su paroxismo con Hitler.
Comparando con esta deriva autoritaria de los protestantes, el catolicismo, Inquisición aparte, no sacaría tan mala nota en democracia. No hay que olvidar que la Reforma protestante fue preparada en la Edad media. El teólogo Manegolde de Lautenbach que afirmó la existencia de un contrato condicional entre el rey y su pueblo, en virtud del cual el pueblo se aviene a un jefe solo por protegerse de la tiranía. Para Tomás de Aquino el poder no es delegación de soberanía y los gobernantes legítimos son los que respetan el derecho natural. Es una delineación del concepto democrático y sus tensiones, dice Hermet.
Cuando se sigue a Aristóteles la política es el reino del hombre, donde el consentimiento se impone o no de modo implícito.
Cuando se sigue a Platón, la política se concibe como reino de la ley, como Tomás de Aquino. El buen gobierno o eunomía se somete a reglas.
El reino del hombre lleva en germen el pensamiento de Rousseau: la voluntad mayoritaria fundamenta la legislación que se impone a todos en nombre del interés general.
La concepción tomista anticipa a Locke. Los derechos imprescriptibles del hombre prevalecen incluso sobre la decisión del legislador impuesto por la mayoría.
Dominicos y franciscanos se enfrentaron en el siglo XIV. Hubo tensión entre lo universal, defendido por los primeros, y lo individual, defendido por los segundos. Los dominicos ven la realidad política como el marco organizativo de una comunidad con existencia real por encima de sus miembros. Los franciscanos por su parte estiman que reales son solo los individuos y solo ellos tienen voluntad real. En esta disputa se ponen las bases de la ciudadanía y el reconocimiento de un pluralismo derivado de múltiples orientaciones individuales. Se abre la "vía moderna" por la que llegará el libre albedrío del protestantismo y después el sentido democrático.
Otra importante dimensión del catolicismo es la Iglesia institución autónoma y poderosa que ha marcado la evolución política de los países occidentales. La Iglesia católica ha dado un impulso capital a la secularización del Estado.
Desde el siglo XII la Iglesia se defiende del emperador que pretende ejercer un poder religioso sustraído al Papa. En su línea defensiva la Iglesia resucita el lema "al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios". Buscaba recuperar le monopolio de lo sagrado pero en el contexto medieval suponía la ideología de la legitimidad del poder, todo poder procede de Dios. Aparentemente los monarcas salen perdiendo.
Pero a largo plazo la Iglesia pierde la partida:
"su estrategia de debilitamiento del poder real va a contribuir a la conquista de la autonomía por parte del Estado secularizado y a la separación entre lo político y lo religioso que se ha convertido en rasgo característico de nuestras sociedades."
La Iglesia por aquello de dividir para reinar contribuyó al afianzamiento de Francia e Inglaterra, reinos periféricos del Sacro Imperio. Esta complacencia con dichos reinos se revelara con el paso de los siglos contraria a los deseos hegemónicos de la Iglesia. Los soberanos inglés y francés interpretan en su provecho la doctrina de los dos poderes. El monopolio de lo temporal les permite reforzar su legitimidad apoyándose en una nueva base: la del Estado moderno. Los gobernantes inglés y francés afianzan su preeminencia en sus territorios.
La dinámica católica contribuye de modo más claro que el protestantismo a la secularización de las actitudes políticas: favorece la conquista de la autonomía del Estado absolutista. El Estado se convierte en el objeto más impresionante frente a la sociedad y es despojado de sus atributos sacros, la política también deja de ser sagrada. La Iglesia al absorber lo sagrado, libera a las sociedades católicas de limitaciones que cerraban el camino de la racionalidad. Transforma la política en una actividad puramente profana. Así el debate ideológico está fuera de la fe y fuera del consenso cerrado de las comunidades calvinistas.
Así es posible la idea revolucionaria, aunque choque con el dogma religioso y sea combatida en lo inmediato por la Iglesia. El conflicto sobre la organización de la sociedad es admisible aunque amenace su cohesión. Dentro de una sociedad calvinista quien no se ajuste al acuerdo moral de la comunidad es un traidor.
En el espacio político protestante el elegido por los votos es también elegido por Dios, los que transgreden esta norma se sitúan fuera.
En elámbito católico se tolera y favorece la apertura a múltiples sectores ideológicos. El Estado es siempre objetivo de lucha pero cada cual lucha a su manera.
Diverge la predicación protestante de la católica: en los siglos XVI y XVII la predicación protestante saca a la luz los vicios merecedores de perdición colectiva, en términos apocalípticos. La predicación católica encierra el discurso religioso en un nivel poco coactivo, abstracto cuando trata del más allá, e incide en una moral individual, extraña a la realidad social. El sermón católico ayuda al mecanismo de laicización, de secularización, pues lo sagrado está en una nube inaccesible. El calvinista por su parte confunde lo espiritual y lo temporal en una perspectiva milenarista del reinado de Dios en una sociedad terrena sublimada.
Sólo en las sociedades católicas podía darse un anticlericalismo real, porque solo en ellas hay una Iglesia fuertemente institucionalizada y poderosa. En países protestantes las desavenencias con la confesión dominante se arreglan con el surgimiento de sectas inconformistas. De este modo el conflicto social halla una salida que evita manifestarse en la ruptura típica católica "derecha-izquierda", en la que la falta de alternativa confesional confiere a la izquierda un carácter incompatible con el Estado social vigente.
Si en países protestantes los inconformistas compartían en lo esencial valores con los conformistas y se ha mantenido el consenso social básico a pesar de las dificultades en las sociedades católicas o mixtas las cosas han sido distintas.
Las discrepancias que no se pueden canalizar en "sectas" han alcanzado dimensión política. Se han multiplicado las organizaciones partidarias que expresa la capacidad de crítica inagotable de la ciudadanía. Visto críticamente cansa el antagonismo exagerado entre facciones de los países católicos y denota una carencia grave de identidad comunitaria que sin embargo las confesiones reformadas refuerzan en los países protestantes.
Y visto críticamente la sacralización del vínculo comunitario en los países protestantes lastra, reprime la expresión crítica de la ciudadanía, característica de los países católicos, donde el Estado es deseable en su majestuosidad pero no sagrado ni intocable.
Desacralizado el Estado católico no es más que la fuente de beneficios que se habría de conquistar, o para apropiársela o para hacerla más rentable. El Estado es el blanco único de la acción política, la política está desmitificada, libera a los ciudadanos del respeto a unos gobernantes sin aureola. Más escepticismo con respecto al Estado y alos político en un país católico que en uno de tradición política o calvinista. En países como EEUU o Gran Bretaña, la política no es un juego. El debate político está encerrado dentro de unos principios de valor cuasi eterno. Reniegan de la desacralización que hizo nacer la Reforma, mientras que en países católicos el culto pagano al Estado rara vez subyuga a los verdaderos creyentes.
Es un capítulo de "El pueblo contra la democracia" (1989) que relativiza el sueño democrático, y no por degeneración de una buena idea, sino por imposibilidad, irrealidad, nunca se ha cumplido y todos los que se dedican a pensarlo saben la diferencia entre lo que se nos vende al pueblo, elector, ciudadano como democracia y la realidad de nuestra cuasi nula participación en política.
Se podrían introducir mejoras y se introducen. El difunto García Trevijano era un experto en señalar las carencias del régimen partitocrático español. Carencias de origen y de ejercicio, y es que de la corrupción de los principios sólo puede salir lo mismo. La corrupción es condición de gobierno en España.
El análisis de Hermet reconcilia con las carencias de "nuestra democracia", pues a menudo la participación del pueblo no la quiere ni el propio pueblo. Pero me voy a centrar en la parte de las raíces creyentes del sentido democrático.
"El sentido democrático se apoya también en la creencia. Se alza sobre el pedestal de la irracionalidad intangible, aunque deje de apelar en lo esencial a una pretendida revelación sobrenatural. El surrealismo de la disciplina política impuesto bajo la capa de la doctrina de la representación no ha hecho otra cosa que sustituir el argumento de índole sobrenatural de anteriores teorías de la sumisión a los dirigentes. La secularización no ha impedido el abandono de los mitos que legitiman la desigualdad práctica de los hombres. Esto es lo que en la realidad cuenta. Como en los demás modelos de obediencia, el sentido democrático viene a ser el producto de un adoctrinamiento que da razón tanto de las causas como de los agentes del poder moderno."
Guy Hermet (1934) |
Así que obediencia a la autoridad en la edad media y el absolutismo moderno, obediencia a la autoridad en la actualidad ¿Qué ha cambiado?
"Se da por supuesto que la legitimidad democrática traduce el espíritu de una época. Aunque la idea no es falsa, esta legitimidad viene a ser también el resultado de un proceso.
A finales del XVIII en Inglaterra los burgueses ya no querían saber por qué, en nombre de la libertad y de la igualdad, habían llegado a aliarse con la aristocracia para privar al pueblo del derecho al voto. Pero no por ello no habían existido los factores históricos de este proceso. Fueron estos factores los que fundamentaron la lógica del régimen parlamentario, el cual, se muestran como estructura de representación de minorías y como mecanismo de expulsión de la mayoría fuera del campo político".
Gran Bretaña, cuna de la democracia y a la vez el reducto europeo más recalcitrante de la desigualdad.
Francia, predominio del Estado que ha de entenderse como consecuencia del dinamismo puesto en marcha por la monarquía absoluta y revitalizado por el poder republicano.
Alemania, largo destino autoritario, la nación más industrializada y escolarizada, legado de dos dimensiones opuestas del protestantismo luterano, una propicia a la expresión del libre albedrío individual y otra que dispensa a los gobernantes de la moral común.
"La religión ha tenido mucho que ver con estos orígenes de la modernidad política. Por el lado que menos importa juega el poder narcotizante que Rousseau le asigna, el de ser la gran protectora del orden social y de las virtudes privadas. En todas las épocas los acaparadores del poder han compartido la opinión de que no podían encontrar en las gentes ordinarias la virtud pública que a sí mismo se asignaban. Era pues conveniente convertir al pueblo a una religión de obediencia. El cristianismo en cuanto tal ha formado las sociedades occidentales y ha inducido en ellas los rasgos esenciales de lo que ha venido a ser la ciudadanía moderna. Tanto el cristianismo católico como el protestante han contribuido de modo decisivo a especificar las diferentes tradiciones políticas del mundo occidental".
Es parcial e injusta la visión que atribuye a los protestantes todo el mérito de la liberación del individuo y de rechazo de las jerarquías, dice Hermet. Los católicos del sur de Europa seríamos unos "tarados" demócratas, es decir, defectuosos demócratas y solo por imitación. Tanto el catolicismo como el protestantismo han aportado elementos a la ciudadanía moderna, aunque respondan a lógicas diferentes. Y en segundo lugar ambos han mostrado una cara favorable al surgimiento de la libertad y otra impregnada de resabios de autoritarismo estatal o comunitario.
"Sin duda la Reforma protestante exalta la responsabilidad individual al defender la libre interpretación de la Sgda. Escritura. Aunque religioso en origen, este principio se traslada por la sensibilidad calvinista a otros dominios de la vida intelectual o social hasta afectar al campo político, sustraído hasta entonces a la opinión de los gobernados. Nutre por contagio el sentimiento igualitario, reforzado por este reconocimiento de la dignidad universal del hombre, en cuanto miembro autónomo de una colectividad.
Tras rechazar las ortodoxias el calvinismo erige así la política en debate abierto y pluralista en los límites de una comunidad dada (importante reserva)...Al zafarse de las prohibiciones tanto de orden espiritual como temporal desconcierta a las jerarquías...Esto llega a sus últimas consecuencias con los puritanos, cuando se proponen dar carácter revocable a los elegidos para responsabilizarse del culto. Este sistema llamado presbiteriano, sólo se aplica en principio a los asuntos religiosos. Pronto se extiende entre los puritanos ingleses refugiados en Países Bajos, luego en América del Norte. Aislados en medio hostil, actúan a su aire y crean la modalidad efectiva y representativa del gobierno popular. Yendo más allá de su función de guía espiritual, su presbyter viene a ser el jefe libremente investido de la comunidad.
Acaba de encontrarse la nueva base de legitimidad de todos los sistemas democráticos occidentales. Se apoya en la primacía soberana del libre arbitrio individual, expresada mediante un procedimiento electoral igualitario ante opciones plurales. Locke y los demás no harán más que glosar esta innovación, casi siempre para restringir su alcance."
Punto de no retorno en Occidente: tanto los candidatos a ser autoridad como el mismo cuadro normativo ha de ser objeto de elección y aceptación. Lo ilegítimo en los sistemas no secularizados se convierte en norma en los sistemas que dan valor a la libertad individual.
Esta contingencia de valores y normas entra en contradicción con la necesidad de integración para la supervivencia de la comunidad. Ha producido tensiones que han llevado hasta el impulso fascista y ha impuesto el recurso al valor declarado inmanente de la pertenencia a una nación.
Pero no ha impedido el individualismo: Mandeville, Hume, Adam Smith, Tocqueville interpretan el orden de nuestras sociedades como resultado no premeditado de la acción dispersa de los individuos. Y el individualismo cartesiano de Rousseau o Bentham que atribuyen este orden al plan deliberado del pensamiento racional tampoco es ajeno a esta revolución calvinista en la producción de normas.
Sólo una élite modifica las normas, pero lo hace siempre evitando dar a entender que rompen con la tradición. Y a la inversa esa minoría innovadora ya no se ve en esa tesitura de "que no se note la ruptura" pues tanto las masas como las minorías admiten la relatividad de las normas.
Max Weber añade: el calvinismo traduce la sensibilidad de un mundo nuevo. Si en el catolicismo hay una jerarquía, en cuyo vértice está el orden espiritual dominando el político que a su vez domina el económico, lo mismo pasa con las funciones: el sacerdote prevalece sobre el militar o el gobernante que a su vez prevalecen sobre funciones financieras comerciantes.
En el XVI se opera por el calvinismo una redistribución horizontal de los valores, plano religioso, político, económico, familiar están al mismo nivel de dignidad. La actividad productiva deja de ser servil y sólo justificable con miras a la subsistencia. La riqueza se convierte en reflejo del mérito del hombre emprendedor.
"El concepto calvinista de la salvación individual ya no da preeminencia a la figura, hasta entonces ideal, de la renuncia y desapego de los negocios temporales. Al contrario rehabilita el compromiso terreno hassta el punto de elevarlo a imperativo moral. El éxito personal en este compromiso se convierte en signo del reconocimiento por Dios del mérito de su autor y de la probabilidad de su salvación."
El estatuto del político por una parte deja de estar subordinado a un orden religioso distinto, ya que la fe puede impregnar todas las esferas de la actividad, pero por otro lado el político sufre una caída más revolucionaria que el religioso.
"Los que ocupan el poder dejan de ocupar la cima del mundo profano. Lo político se ve rebajado al mismo rango de todos los demás engrajanes del mecanismo social. Se diluye de modo instrumental en las discrepancias sociales, sin poseer la facultad de dominarlas. La política solo representa el ejercicio técnico del mínimo gobierno necesario, mientras se espera que esa necesidad desaparezca gracias a la creciente virtud de los miembros de la sociedad."
Frente a los que ocurre en los países católicos el aparato de gobierno de corte calvinista no es más que un agente subordinado a la voluntad de los usuarios. Los regímenes parlamentarios sólo son expresión de un consentimiento revocable y de la voluntad de control de un poder residual desprovisto de soberanía propia.
Sin embargo ete ideal de promoción de la sociedad igualitaria, controladora del poder es la cara edificante de la aportación protestante a la democracia. El calvinismo se muestra socialmente conservador y hasta reaccionario.
"Al postular que el beneficio de unos es reflejo únicamente de su mérito y no es origen de la miseria de otros elimina la preocupación por la justicia social al privarla de justificación moral. La revuelta popular contra la desigualdad es todavía menos legítima que antes pues se dirige contra una riqueza asociada en última instancia al designio divino. En el fondo el calvinismo participa de un prejuicio elitista que limita la comunidad de los iguales a quienes se juzga dignos de figurar en ella. La utopía calvinista contiene el fermento de la reacción que expulsa a las gentes sencillas del campo de la ciudadanía real. Desemboca en el espíritu de casta que ha sustentado el menosprecio latente de los americanos blancos de origen anglosajón y tradición protestante que se vió asímismo en los Afrikaaners de Sudáfrica."
"La tradición calvinista se muestra elitista y niveladora a la vez, ya que antes de ser puritana procedió del anabaptismo del siglo XVI que aguardaba el advenimiento del Reino milenarista y luchaba por instaurar una Jerusalén fraternal. Fue modelo para la Ginebra de Calvino, república cerrada a los escépticos y sacralizada que se apoya sobre la aquiescencia de la mayoría protestante pero excluye todo inconformismo....La dinámica calvinista suscita la proliferación de sectas religiosas autosuficientes que en EEUU parecen servir de antídoto frente a la limitación del espectro político a dos partidos. El encerramiento en sí misma de cada comunidad real simboliza y asegura el de la entera comunidad política, que se atribuye a sí misma algunos principios liberadores, impone un clima de adhesión que excluye a los inconformistas, enemigos de la libertad. La ciudadanía anglosajona acaba por renegar del proceso de secularización del que desciende y se transforma en intolerancia de otros temperamentos democráticos."
La aportación luterana representa por su parte la versión autoritaria de la Reforma.
La predicación de Lutero actuó como señal revolucionaria para los campesinos sajones contra los señores en 1520. Pero el equívoco es total: el mensaje liberador es para los señores no para la masa. En 1529 el luteranismo se aristocratiza con la adhesión de los príncipes alemanes en la Dieta de Augsburgo. Lutero defiende dede entonces la facultad despótica del soberano para imponer su propia religión a los súbditos. De modo que los príncipes se ven controlando un ámbito que antes pertenecía a la Iglesia.
"Se desnaturaliza la raíz misma del libre albedrío como oposición a la ortodoxia católica. En su manifestación más explícita el libre albedrío es patrimonio de los gobernantes. Para los gobernados solo que queda como debate interior sobre materias que en ningún caso pueden oponerse al designio de los gobernantes. Confinamiento a la conciencia, fermento del espíritu filosófico germano así como del respeto al Estado y a la razón de Estado."
"En efecto el luteranismo reniega del principio católico medieval de la rebelión legítima contra los soberanos infieles a la fe o al derecho natural...Para Lutero por injusto que sea el orden político, siempre es preferible a la anarquía. El absolutismo no solo resulta favorecido por este don al soberando de nuevas religiones-ideologías nacionales. Además con el olvido del principio "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" adquiere auténtica omnipotencia. Lutero dispensa de exigencias morales a quienes ostentan el poder. Otorga libertad absoluta al soberano y al súbdito sólo le queda obedecer, con la restricción mental como única escapatoria.
La sumisión a la autoridad es la expiación impuesta a los pueblos pecadores y se convierte en sufrimiento inevitable cuya justificación solo Dios conoce. El poder ya no se juzga en términos de legitimidad o ilegitimidad. Está legitimado por el simple hecho de que existe. O mejor dicho, al ser reconocido como ejercicio de la fuerza bruta, goza de una legitimidad ajena a los imperativos de la ética cristiana."
En el luteranismo subyace pues la versión autoritaria de la política moderna, representado en el reinado de Federico Guillermo y el gobierno de Bismarck, ensalzado el Estado por Hegel como un "ser divino terrestre" que hay que venerar, y que llegó a su paroxismo con Hitler.
Comparando con esta deriva autoritaria de los protestantes, el catolicismo, Inquisición aparte, no sacaría tan mala nota en democracia. No hay que olvidar que la Reforma protestante fue preparada en la Edad media. El teólogo Manegolde de Lautenbach que afirmó la existencia de un contrato condicional entre el rey y su pueblo, en virtud del cual el pueblo se aviene a un jefe solo por protegerse de la tiranía. Para Tomás de Aquino el poder no es delegación de soberanía y los gobernantes legítimos son los que respetan el derecho natural. Es una delineación del concepto democrático y sus tensiones, dice Hermet.
Cuando se sigue a Aristóteles la política es el reino del hombre, donde el consentimiento se impone o no de modo implícito.
Cuando se sigue a Platón, la política se concibe como reino de la ley, como Tomás de Aquino. El buen gobierno o eunomía se somete a reglas.
El reino del hombre lleva en germen el pensamiento de Rousseau: la voluntad mayoritaria fundamenta la legislación que se impone a todos en nombre del interés general.
La concepción tomista anticipa a Locke. Los derechos imprescriptibles del hombre prevalecen incluso sobre la decisión del legislador impuesto por la mayoría.
Dominicos y franciscanos se enfrentaron en el siglo XIV. Hubo tensión entre lo universal, defendido por los primeros, y lo individual, defendido por los segundos. Los dominicos ven la realidad política como el marco organizativo de una comunidad con existencia real por encima de sus miembros. Los franciscanos por su parte estiman que reales son solo los individuos y solo ellos tienen voluntad real. En esta disputa se ponen las bases de la ciudadanía y el reconocimiento de un pluralismo derivado de múltiples orientaciones individuales. Se abre la "vía moderna" por la que llegará el libre albedrío del protestantismo y después el sentido democrático.
Otra importante dimensión del catolicismo es la Iglesia institución autónoma y poderosa que ha marcado la evolución política de los países occidentales. La Iglesia católica ha dado un impulso capital a la secularización del Estado.
Desde el siglo XII la Iglesia se defiende del emperador que pretende ejercer un poder religioso sustraído al Papa. En su línea defensiva la Iglesia resucita el lema "al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios". Buscaba recuperar le monopolio de lo sagrado pero en el contexto medieval suponía la ideología de la legitimidad del poder, todo poder procede de Dios. Aparentemente los monarcas salen perdiendo.
Pero a largo plazo la Iglesia pierde la partida:
"su estrategia de debilitamiento del poder real va a contribuir a la conquista de la autonomía por parte del Estado secularizado y a la separación entre lo político y lo religioso que se ha convertido en rasgo característico de nuestras sociedades."
La Iglesia por aquello de dividir para reinar contribuyó al afianzamiento de Francia e Inglaterra, reinos periféricos del Sacro Imperio. Esta complacencia con dichos reinos se revelara con el paso de los siglos contraria a los deseos hegemónicos de la Iglesia. Los soberanos inglés y francés interpretan en su provecho la doctrina de los dos poderes. El monopolio de lo temporal les permite reforzar su legitimidad apoyándose en una nueva base: la del Estado moderno. Los gobernantes inglés y francés afianzan su preeminencia en sus territorios.
La dinámica católica contribuye de modo más claro que el protestantismo a la secularización de las actitudes políticas: favorece la conquista de la autonomía del Estado absolutista. El Estado se convierte en el objeto más impresionante frente a la sociedad y es despojado de sus atributos sacros, la política también deja de ser sagrada. La Iglesia al absorber lo sagrado, libera a las sociedades católicas de limitaciones que cerraban el camino de la racionalidad. Transforma la política en una actividad puramente profana. Así el debate ideológico está fuera de la fe y fuera del consenso cerrado de las comunidades calvinistas.
Así es posible la idea revolucionaria, aunque choque con el dogma religioso y sea combatida en lo inmediato por la Iglesia. El conflicto sobre la organización de la sociedad es admisible aunque amenace su cohesión. Dentro de una sociedad calvinista quien no se ajuste al acuerdo moral de la comunidad es un traidor.
En el espacio político protestante el elegido por los votos es también elegido por Dios, los que transgreden esta norma se sitúan fuera.
En elámbito católico se tolera y favorece la apertura a múltiples sectores ideológicos. El Estado es siempre objetivo de lucha pero cada cual lucha a su manera.
Diverge la predicación protestante de la católica: en los siglos XVI y XVII la predicación protestante saca a la luz los vicios merecedores de perdición colectiva, en términos apocalípticos. La predicación católica encierra el discurso religioso en un nivel poco coactivo, abstracto cuando trata del más allá, e incide en una moral individual, extraña a la realidad social. El sermón católico ayuda al mecanismo de laicización, de secularización, pues lo sagrado está en una nube inaccesible. El calvinista por su parte confunde lo espiritual y lo temporal en una perspectiva milenarista del reinado de Dios en una sociedad terrena sublimada.
Sólo en las sociedades católicas podía darse un anticlericalismo real, porque solo en ellas hay una Iglesia fuertemente institucionalizada y poderosa. En países protestantes las desavenencias con la confesión dominante se arreglan con el surgimiento de sectas inconformistas. De este modo el conflicto social halla una salida que evita manifestarse en la ruptura típica católica "derecha-izquierda", en la que la falta de alternativa confesional confiere a la izquierda un carácter incompatible con el Estado social vigente.
Si en países protestantes los inconformistas compartían en lo esencial valores con los conformistas y se ha mantenido el consenso social básico a pesar de las dificultades en las sociedades católicas o mixtas las cosas han sido distintas.
Las discrepancias que no se pueden canalizar en "sectas" han alcanzado dimensión política. Se han multiplicado las organizaciones partidarias que expresa la capacidad de crítica inagotable de la ciudadanía. Visto críticamente cansa el antagonismo exagerado entre facciones de los países católicos y denota una carencia grave de identidad comunitaria que sin embargo las confesiones reformadas refuerzan en los países protestantes.
Y visto críticamente la sacralización del vínculo comunitario en los países protestantes lastra, reprime la expresión crítica de la ciudadanía, característica de los países católicos, donde el Estado es deseable en su majestuosidad pero no sagrado ni intocable.
Desacralizado el Estado católico no es más que la fuente de beneficios que se habría de conquistar, o para apropiársela o para hacerla más rentable. El Estado es el blanco único de la acción política, la política está desmitificada, libera a los ciudadanos del respeto a unos gobernantes sin aureola. Más escepticismo con respecto al Estado y alos político en un país católico que en uno de tradición política o calvinista. En países como EEUU o Gran Bretaña, la política no es un juego. El debate político está encerrado dentro de unos principios de valor cuasi eterno. Reniegan de la desacralización que hizo nacer la Reforma, mientras que en países católicos el culto pagano al Estado rara vez subyuga a los verdaderos creyentes.
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