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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

jueves, 25 de mayo de 2017

REPLIEGUE IDENTITARIO



Trump, Putin, Erdogan, Le Pen : «Nacionalismo para pobres, liberalismo para ricos»

Maxime Combes
Ana Azanza por la traducción

Me envían esta interesante entrevista sobre identidades y "nacional-liberalismo", repliegue nacionalista que recorre el "primer mundo". Aunque lo de los salafistas del laicismo no me agrada como expresión ni tampoco asociar fundamentalismo y laicidad que son como el agua y el aceite. Pero por lo demás muy interesantes propósitos. No habla de la tabarra catalana que padecemos, bastante artificialmente provocada, quizás por eso no la menciona y porque en el fondo no está claro adónde pretenden ir con ella.

 
¿Adaptarse a la globalización o aceptar el repliegue identitario de los Trump, Wilders y Le Pen ? Muchos son los que reducen el campo de posibilidades a estas dos opciones, convocan el Brexit o la elección del presidente americano para justificar el voto útil y descalificar las alternativas posibles. El politólogo   Jean-François Bayart, director de investigación en el CNRS estudioso de los « estado-nación », musetra como la globalización y el repliegue identitario lejos de ser antagónicos, funcionan juntos, van e la mano encerrando a nuestras sociedades en un callejón sin salida, del que nos urge salir mediante la construcción de un “nuevo universalismo político”.

Basta !  : En su ensayo L’impasse national-libérale. Globalisation et repli identitaire, utiliza el neologismo « national-libéralisme » para describir la situación actual. ¿Podría  explicarnos de qué se trata ? 
Jean-François Bayart : este concepto nos permite separarnos de la ilusión omnipresente en el discurso político y mediático según el cual habría un juego de suma cero entre globalización de los mercados por un lado y por otro Estado-nación e identidades. Los  « identarismos », los soberanismos serían una forma de resistencia a la globalización. Error funesto, puesto que no son más que un componente más de ella. Desde hace ya dos siglos la globalización reposa sobre la mundialización económica y financiera, sobre la universalización del Estado-nación y sobre las ideologías del repliegue identitario.
Esta sinergia, esta combinación de los tres elementos,  designa el concepto de nacional-liberalismo que utilizo como tipo ideal, es decir, como modelo que no existe en estado puro en la realidad, pero que sirve para comprenderlo mejor.
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Jean F Bayart


¿Qué jefes de Estado y países se acercan más a este modelo ?
Entramos en el uso político, incluso polémico de la noción de nacional-liberalismo. He dicho que el nacional-liberalismo, es el nacionalismo para pobres y el liberalismo para ricos. A los pobres “se les echa de comer” nacionalismo, identidad. Mientras que los ricos disfrutan el liberalismo económico y financiero. Sarkozy, Fillon, Putín, Cameron, May, Erdogan, también Ahmadinejad en Irán, corresponden bien a dicho perfil. Angela Merkel no tanto, lo esencial es darse cuenta de que unos y otros se reparten las etiquetas nacional y liberal, no hay contradicción política ni histórica entre esos dos términos. El triunfo de la ideología neoliberal del mercado desde 1980 ha despolitizado el debate en el centro del tablero alrededor del necesario consenso blando de la reforma necesaria de la  economía. Desgraciadamente los “defensores de la identidad” de todo pelo han repolitizado el debate a su guisa.
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El análisis que hace da la impresión de haber sido forjado para describir el posicionamiento de Donald Trump...
Por supuesto, Trump se acerca mucho al tipo ideal. Lo encarna sin ambigüedades, predica el proteccionismo al tiempo que nombra secretario del Tesoro a un antiguo de  Goldman Sachs. Funciona siguiendo el principio del murciélago, muestra un cuerpo de mamífero nacional de cara a los pobres y exhibe alas liberales frente a los ricos. Estigmatiza la corrupción del establishment, pero forma parte de él y practica el nepotismo. No obstante Donald Trump tiene sus particularidades con respecto a sus congéneres nacional-liberales. Gobierna a lo Ubu : imprudente, sin pudor e incompetente.
¿Qué lectura hace de su elección ?
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca es primero de todo una respuesta reaccionaria y  moderna a la América de los derechos civiles, del care, del cuidado (la benevolencia con el otro) y la apertura al mundo.  Se inscribe en cierta tradición política norteamericana, concierto de unas gotas de populismo, otras de demagogia, de violencia, de sospecha frente a los inmigrantes, de nacionalismo e aislacionismo. « America First ! », no es nuevo,  la « tradición » americana que tiene precedentes. Ya a finales del siglo  XIX hubo un cierre brutal a la inmigración que contribuyó a la desestabilización económica de Europa, gran exportadora de mano de obra entonces, y a que se declarara la primera guerra mundial.

¿La globalización no consiste simplemente en la victoria del mercado sobre el Estado ?
No, en efecto. Primero, la globalización de los mercados está muy diferenciada, se compone con formas indirectas de proteccionismo en el mercado de bienes industriales y agrícolas. Una gran parte del comercio internacional es un comercio intra-firmas. Además no hay globalización del mercado del trabajo ni mucho menos, el prohibicionismo migratorio es cada vez más estricto. La globalización reposa sobre una separación entre la mundialización de los mercados de capitales y de bienes y el cierre nacional al mercado internacional del trabajo. Otro pilar del capitalismo está bien lejos de ser mundializado : el derecho de propiedad que, incluso si nos quedamos en el mercado único europeo, nos basta para ver que no es un mercado único en ese aspecto.
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Describe Vd una globalización inacabada en cierto modo. ¿Cuál es el papel del Estado ?
Como dijo Braudel tras Marx y Polanyi, el capitalismo forma un sistema con el Estado.  Yugoslavia, la URSS, cuando estallan y se convierten al capitalismo no se disuelven en un mercado. Dan lugar a un sistema regional de Estados-nación cuyo nacionalismo a ultranza es la marca de fábrica. Por otra parte la globalización va a la par con la burocratización del mundo, el implemento de normas jurídicas, técnicas, contables, reglamentaciones varias. Nunca los Estados tuvieron tantas prerrogativas coercitivas y policiales como hoy. La liberalización de los mercados financieros se vio acompañada por un refuerzo de su control por los Estados so capa de guerra contra el terrorismo.

Entonces ¿la globalización no contribuiría a la paz del mundo como afirman sus promotores?
Francis Fukuyama nos anunció el fin de la historia a principios de los 90. Ya vimos lo que pasó después : genocidio Tutsi en Rwanda,  guerra civil en Yugoslavia, el yihadismo, la instrumentalización de los nacionalismos o los irredentismos étnicos por Rusia en el Caúcaso y Ucrania, política públicas antiinmigratorias que causan miles de muertos en el Mediterráneo y en la frontera de Estados Unidos con Méjico…Todos esos conflictos descansan sobre la activación de las conciencias particularistas construidas por los intelectuales defensores de las identidades y por los políticos, y asimiladas por segmentos más o menos amplios de la población en el marco del famoso momento nacional liberal, del que no hemos salido desde mediados del siglo XIX.  

¿En qué resortes se apoya este repliegue identitario?
Los fundamentalismos identitarios, que proceden por invención de la tradición, funcionan por enemistades complementarias. Los odios se nutren mutuamente:  Tutsi contra Hutu, sunnitas contra chíies, musulmanes contra cristianos, etc. El ejemplo de la comida halal es muy claro. Tradición inventada por la industria agrícola contemporánea, llevada a cabo por los diplomáticos de algunos Estados musulmanes rivales (Arabia saudí, Irán, Malasia, Turquía, Marruecos, Argelia), garantizada y promovida por agencias privadas de certificación en el contexto neoliberal con la participación activa de la Comisión europea, la comida halal se ha convertido en tema polémico en Francia, y también en un vector de “comunitarismo” de los fundamentalistas  musulmanes y fundamentalistas del laicismo que se enfrentan rasgando el tejido social republicano.

¿Las tradiciones, las pertenencias culturales, son sólo expresión de ese nacional-liberalismo ? ¿no es posible verlas de manera emancipadora?
Debato sobre ello con algunos colegas que no quieren que los defensores da ultranza de la identidad se apropien de la noción de identidad. Soy más escéptico con respecto a las posibilidades del reciclaje universalista de esos defensores en la medida en que las palabras no son biodegradables y en que ese discurso nos lleva un tipo de políticas muy concretas. Mejor hablar de identificación que de identidad, subrayando que ninguna identificación es exclusiva de otros sentimientos de pertenencia. Se puede ser a la vez francés, bretón y togolés como lo demostró el ministro de François Mitterrand, Kofi Yamgnane, y también musulmán o cristiano, obrero o patrón, etc…Una concepción universalista de la identificación es teóricamente posible. Políticamente es otra historia porque los nacional liberales razonan por asignación identitaria e identidades de suma cero: eres musulmán de origen argelino, no puedes ser francés, o bien has de “asimilarte” y has de demostrarlo comiendo cerdo, bebiendo alcohol, afeitándote y quitándote el velo.
¿Ese « kit identitario etno-confesional » sería el horizonte insuperable del nacional-liberalismo ?
Sí porque la triangulación global de la que procede el  nacional liberalismo se corresponde con la generalización del culturalismo – la creencia según la cual las culturas existen como esencias atemporales y coherentes y explican la marcha del mundo- como ideología dominante. Pero quien sembra el viento del culturalismo  recoge la tempestad identitaria. Hay que darse cuenta de que la emergencia del nacional-liberalismo corresponde al paso de un mundo de imperios que gobiernan a través de una administración indirecta, como el imperio otomano o el de los Habsburgo e incluso los imperios coloniales europeos, a un sistema de Estados nación que vehiculan una administración  directa de la  unificación cultural y una definición etno-confesional de la ciudadanía. El genocidio de los armenios  en 1915, los desplazamientos de poblaciones después de las dos guerras mundiales, la Shoah, las guerras civiles de purificación étnica fueron etapas sangrientas de este recorrido que todavía no se ha terminado.  Daech se inscribe en esa línea.
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¿Y Donald Trump ?
Parecido. Se imagina la América de sus sueños y la de sus electores, o la pesadilla de muchos otros norteamericanos. La América de su juventud, todos blancos, feliz y triunfante, la de la segregación racial y el maccarthismo. El voto a Donald Trump ha sido además de la protesta de las zonas desindustrializadas, el rechazo al primer presidente negro de Estados Unidos. En su brutalidad el llamado Muslim ban significa el regreso fundamentalista a una definición etno-confesional de la ciudadanía americana. Los verdaderos americanos son los Wasp (Wasp acrónimo de « White anglo-saxon protestants »). Para ser aceptados los latinos de religión católica se ven empujados a convertirse al protestantismo evangélico, como recomendaba el pensador conservador Samuel Huntington.
Después del 13 de noviembre de 2015, del que Vd habló como « de la vuelta del bumerán » anunció Vd que sin un cambio profundo « el próximo presidente de la república sería un Viktor Orban, no importa que sea de derecha o de izquierda, con tal de que domine el tema identitario ». ¿Es posible algo así en el país de las Luces ?
Claro ya lo probamos. Recuerde 1940 (invasión alemana de Francia). Hemos de renunciar a la arrogancia de ser una gran nación con misión civilizadora. Pero sin caer en el masoquismo nacional. No tenemos porqué avergonzarnos de la Declaración de derechos del Hombre nacida en una historia singular, como son todas las historias, cuya idea laica, definida por la ley de 1905, es una de las mejores expresiones. El problema es que los salafistas de la laicidad le dan la espalda con la excusa de volver a ella. La ley de  1905 era una ley liberadora y emancipadora, la concepción  « intransigente » de la laicidad de la que se reclaman los Valls y otros nacional-liberales es una vuelta a una religión nacional, con su definicón etno-confesional de la ciudadanía, referida a las “raíces judeo-cristianas de Europa”.
Pero se les olvida que Europa mató a todos sus judíos durante la segunda guerra mundial. No hay mayor demostración de la obscenidad nacional-liberal que esta instrumentalización de los judíos que fueron exterminados ayer para apelar a ellos hoy con el fin de discriminar a los musulmanes. ¿Por qué Francia sería una excepción en un mundo en el que se ha producido la elección de Trump, de Putín, de Erdogan, de Orban y el Brexit ? Hasta los Países Bajos ven que les crece el cuerno de rinoceronte. Las Luces, la libertad no son una predestinación nacional, sino un combate político de todos los días. No queramos ocultar que estamos a punto de prescindir de ello en Francia.
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¿Puede haber otro horizonte con motivo de la presidencial ?
Vemos que los candidatos con posibilidades son todos nacional-liberales, incluso si algunos han mordido el polvo en las primarias, Valls y Sarkozy. No hablemos de Le Pen. En cuanto a Fillon, o lo que queda de él, es nacional-liberalismo vestido de tweed, pero furiosamente etno-confesional. Le apoya la Manif pour tous (especie de Foro de la Familia) a tiempo que en economía es más bien de la cuerda de Thatcher. Emmanuel Macron es el caso más interesante : ultra-liberal, ex banquero de negocios, el Uber de la política que lo mismo se muestra devota de Juana de Arco –como el Front national – que peregrina a Puy-du-Fou de visita a Philippe de Villiers, un comprador a precio de oro de una seudo reliquia de Juana de Arco. Estamos en plena novela fantástica.
Los dos únicos que sin romper con el nacional-liberalismo han intentado introducir algo de sentido común en el delirio identitario son Juppé y Hamon, que por otra parte han quedado como Ali y  Bidal para sus correligionarios, según el dicho de que “con semejantes amigos ya no necesito enemigos”. La condición sine qua non de la ruptura con el nacional-liberalismo sería levantar acta de esta lógica triangular de la globalización y proponer un nuevo proyecto político sobre nuevas bases. Estamos lejos de ello. Pero hemos de imaginar un nuevo universalismo político para contrarretar el repliegue identitario.  
Entrevista realizada por Maxime Combes
Jean-François Bayart, L’impasse national-libérale, Globalisation et repli identitaire, La Découverte, 2017
Photo : Donald Trump / CC Gage Skidmore

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