"El sueño de Eichmann" es una breve pieza teatral escrita por
Onfray y publicada en 2008. Va precedida de una introducción del propio autor:
“Un kantiano entre los nazis”. En suma, Onfray defiende a Eichmann el célebre
nazi juzgado en Jerusalén y condenado a muerte frente a Hannah Arendt. La
filósofa acusó a
Eichmann en su informe sobre el juicio, de ser un payaso que
sólo profería clichés sin tener ni idea de lo que estaba diciendo. Entre los
clichés proferidos por el nazi en su autodefensa está el haber acudido al
imperativo categórico nada menos, Eichmann citó en el juicio dicho imperativo
sin inmutarse. Se puede comprobar en las grabaciones filmadas del juicio que
están en la red: “Me he conducido según la ley kantiana, obra de tal modo que
el principio que rija tu voluntad deba ser siempre de tal condición que pueda
constituir leyes generales”. Eichmann obedeció por amor a la ley, sin pararse a
examinar el contenido de la ley, tal y como recomendaba Kant en sus libros de ética..
A Eichmann se le aparece Kant en sueños, poco antes de su ejecución
Onfray hace una crítica nietzscheana a la moral kantiana,
“racional”, “vacía de contenido”, tan superior e ideal que acaba por abandonar
el mundo real. Puesto que la teoría moral en el libro es una cosa, pero la vida
de todos los días es otra. Más en
guerra. Y más aún si la autoridad principio de ley a la que hay que someterse
sin posibilidad de rebelarse como también enseña Kant es ese personaje
histórico del que hemos hecho la encarnación del mal y que gobernó Alemania de
1933 hasta que se suicidó.
Hacer a Kant responsable de las barbaridades sólo posibles
con los medios técnicos y en la sociedad de masas del siglo XX es quizás ir
demasiado lejos. ¿Son todos los grandes predicadores de sublimes morales
responsables de las barbaridades que los criminales y poderosos de cualquier
tiempo realizan apoyándose en esas enseñanzas? El temido austríaco canciller de
Alemania que yo sepa no se justificó en Kant, pero tras ver la obra algo nos
dice que no le falta a Onfray razón cuando reprocha al filósofo prusiano haber
predicado el “obedece sin pensar” cuando se está en el ejercicio de un cargo
público.
Arendt por su parte estimó que Eichmann no sabía lo que
hablaba citando a Kant. Onfray la acusa de “deformar” a Kant para salvarlo de
la utilización sesgada que de él hizo Eichmann en el famoso juicio.
“Según H. A hay que entender que, para Kant, “todo hombre se
convertía en un legislador desde el instante en que comenzaba a actuar; el
hombre, al servirse de su razón práctica, encontró los principios que podían y
debían ser los principios de la ley.” Me temo que esta proposición sea infiel
al pensamiento kantiano, dice Onfray, En la lógica de la ética kantiana, el
hombre nunca descubre los principios actuando: semejante hipótesis supondría
que antes de la acción no existen principio, lo cual implicaría una acción motivada,
no por principio predeterminado, sino por el azar. Así a medida que va
desarrollándose guiada por la nada, la acción haría emerger el principio que
sólo entonces se haría visible. Esta hipótesis es impensable pues el principio
preexiste a la acción sin la cual no existiría la razón práctica.”
Puede que efectivamente H. Arendt haya “arendtizado” a Kant,
haya corregido el rigorismo del autor de la Crítica de la razón práctica, demasiado
obsesionado con una ética universal que nada tenga que ver con la experiencia.
En otro lugar he expuesto la importancia en la ética de Arendt de la acción que
nos constituye como lo que somos, antes que los principios “que nos inspiran”.
Es posible que Onfray tenga razón en que siguiendo al pie de
la letra el texto kantiano uno puede ser un perfecto criminal éticamente
intachable si vive en un reino de criminales. Le faltó a Kant cualquier
reconocimiento de que en la vida no sólo hay que obedecer a la autoridad, a
veces es preciso rebelarse para ser decente.
Sin embargo no deja de inquietarme que las cosas queden así.
¿Acaso no ha habido en el mundo crímenes justificados en las más sublimes
palabras? Hacían el bien a la iglesia y a la humanidad quemando a Giordano
Bruno en el año 1600, al menos eso dijeron. Lo mismo decían los perseguidores
de brujas en la edad media, católicos y protestantes matándose en las guerras
de religión, por no hablar de las cruzadas medievales proclamadas por los
papas, o de la última cruzada que tuvo lugar no muy lejos de aquí. Muchos de
esos crímenes se han cometido con las “bendiciones echadas”. Aunque es bien
difícil por no decir imposible encontrar justificación racional y razonable en
los evangelios para realizar esas acciones. Si le pasó a Jesucristo también
podía pasarle a Kant y a cualquiera que se ponga a teorizar sobre la moral.
Al mismo Nietzsche del que Onfray es seguidor y que aparece
como contrapunto y comentarista irónico en esta pequeña obra, se le ha achacado
el antisemitismo que llevó a la Shoa. La moral no es
cuestión de principios, tiene mucho de ejemplo de vida, de imaginación y de
empatía, por la sola razón se llega a muy poco. Enunciamos principios pero no
es suficiente, como demuestra este caso teatralizado por Onfray.
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