Escrito por Ana Azanza
Uno de los libros por el que voy a recordar este 2013 es "La filosofía española, herederos y pretendientes. Una lectura sociológica. 1963-1990" de Francisco Vázquez. Me ha inspirado ya varios escritos que he dejado dispersos en otros foros.
En éste trato el reconocimiento civil y social de los estudios hechos en instituciones religiosas una vez que se abandona dichas instituciones y el diferente modo de proceder. En este otro, me inspiré gracias a Francisco Vázquez sobre la sociología del conocimiento practicada en los años después de la guerra civil española. En este artículo me aplico a mí misma algunas nociones de sociología de la filosofía. Y en este otro me alegro de haber conocido más de cerca a uno de los 50 filósofos estudiados por Vázquez, Javier Muguerza.
Llegué al libro de "Herederos y pretendientes" gracias a las referencias que hace José Luis Moreno Pestaña en "La norma de la filosofía". Se puede decir que el libro de Vázquez es una continuación de aquel. Me parece que he conectado en especial con estos dos autores por el hecho de haberme dedicado a la filosofía española. Desde la época de mi estudios de doctorado que entré en contacto con la Asociación de Hispanismo Filosófico. Más tarde en Granada, tuve ocasión de profundizar en la obra de Baltasar Gracián e hice mis entradas filosóficas en Cervantes. Estudiamos una parte de la historia de España que pasa por más gloriosa, el barroco, al menos lo fue desde el punto de vista artístico y literario. Se diría que el arte nos da más celebridad como país que el pensamiento abstracto. Luego llegó el grupo del Mochuelo y nos interesamos por los pensadores nacidos en España.
¿Es la historia de la filosofía española una disciplina menor? Francisco Vázquez contesta que la organización de la jerarquía entre las distintas disciplinas no es algo "que vaya de suyo", sino que es una cuestión disputada en el campo filosófico. Por otra parte se podría pensar que sólo a un "nacionalista español" como se dice hoy, se le podría ocurrir dedicarse a ella. Los hechos nos demuestran que nada más lejos de la realidad, precisamente en la época donde ese nacionalismo ocupaba todo el campo social la disciplina "filosofía española" pasaba por muy inferior a la reina de la filosofía, la metafísica. Fueron los propios filósofos de los "nódulos oficiales", es decir, los instalados en las principales cátedras universitarias españolas los que postergaron el área.
Mientras me dedicaba a filósofos españoles tenía la impresión de estar haciendo algo de poco fuste. Lo suyo hubiera sido atacarse a un Nietzsche, un Foucault, un Heidegger. Algo serio y consistente, y a poder ser escrito en otro idioma para aumentar el lado esotérico del asunto.
Pero al mismo tiempo me quedaba una inquietud ¿qué sentido tiene comentar textos que vienen de fuera sin conocer siquiera lo que ya se ha pensado aquí? A menudo en diferentes reuniones filosóficas me he asombrado y admirado sinceramente del conocimiento exhaustivo de pensadores extranjeros que veía en mis colegas. Y me daba la sensación de que de alguna forma estábamos volviendo la espalda a "nuestra circunstancia". El pensamiento nace de la vida que uno vive, de la sociedad en que se está, de las circunstancias propias. Algo que nos enseñó Ortega y Gasset precisamente, y que hemos hecho todos los esfuerzos posibles por olvidarlo.
Además estaba el hecho de las rupturas frecuentes en la línea del pensamiento español, de las que oí hablar a Pedro Cerezo en una ocasión memorable. No hay forma de que cuaje una tradición como tienen otros países, la cartesiana en Francia o la idealista en Alemania. Siempre que alguien intenta algo diferente ha acabado sintiendo el aliento de la inquisición en la nuca, cuando no el desprecio o la indiferencia. Si nadie es profeta en su tierra, en España y en el ámbito de la filosofía, el asunto parece misión imposible. No quiero referirme para nada al hecho de ser mujer en España porque no viene a cuento: circunstancia agravante del delito de "la funesta manía de pensar". De hecho en este libro de Francisco Vázquez aparecen pocas mujeres, sólo una merece biografía más detallada, Adela Cortina. Y en el "nódulo opusdeísta" al que le dedica un capítulo y que por motivos obvios he leído con más fruición, no había ninguna. Lógico, ya dijo su creador que "las mujeres no necesitamos que sean sabias". En aquellos tiempos la función del pensador sólo les cuadraba a los hombres.
Todavía más, se me quedó grabada la afirmación de José Luis Mora, otro historiador notable de la filosofía española, del doble exilio que sufrieron los pensadores españoles tras la guerra civil. El de 1939 y el los años 60, cuando llega a las cátedras una generación que "no había hecho la guerra", se olvidaron de reconectar lazos con los españoles expatriados y prefirieron dedicarse a los estructuralistas, marxistas o hermeneutas de importación. Francisco Vázquez analiza pormenorizadamente los porqués y los cómos de toda esa evolución de la filosofía, sacando las raíces a la luz.
El libro se para en 1990, ya han pasado más de 20 años y seguramente habrá evoluciones interesantes de las que habría que seguir dando cuenta. Por lo poco que entiendo de este área de conocimiento titulada "sociología de la filosofía", hay dos grandes padres fundadores de la misma Randall Collins (The Sociology of Philosophies: a global theory of intellectual change -1985-) y Pierre Bourdieu, que dirige un grupo de investigadores en este campo desde hace 30 años. Tiene que ver con lo dicho en el Mochuelo sobre la filosofía española, pues hemos trabajado casi todos los famosos filósofos de la península ibérica desde los tiempos de Séneca hasta hoy, con la última intervención de Rafa Bellón sobre Tierno Galván.
Esta obra de Francisco Vázquez muestra que todavía caben otros enfoques fructíferos sobre lo que se ha hecho en nuestra tierra filosóficamente hablando. En particular me ha gustado del libro la dedicación a escarbar en las "condiciones sociales, familiares y educativas de posibilidad" de las vocaciones filosóficas. Entre otras es llamativo el peso que una educación religiosa en la familia tiene para que alguien se decida por hacer estos estudios. Al menos en nuestro país y sobre todo al principio del período estudiado.
La sociología de la filosofía ayuda a desacralizar los textos, que es el pecado habitual del gremio. Hay que tener en cuenta el contexto, pero ello no significa disolver los problemas filosóficos reduciéndolos a sociología. Solamente hay que ir con más tiento y no hacer simplificaciones excesivas quedándonos sólo en palabras. Baste como ejemplo una gran lección que se puede sacar de este libro, los enfoques filosóficos importados sufren transformaciones significativas al "aterrizar" en un grupo de filósofos pertenecientes a otro espacio sociocultural y por tanto con otras preocupaciones que no son las del origen.
"Hay que liberar a la filosofía de falsos problemas o supersticiones obtenidas por la sublimación teórica de conceptos de sentido común o de nociones cuasireligiosas que cubren la demanda de bienes de salvación". (de la introducción, p. 13). Curiosamente la sociología de la filosofía es una actividad propiamente filosófica que se inspira nada menos que de Spinoza y su modo de abordar la historia de la filosofía en el Tratado teológico político, teniendo en cuenta la lengua en que el texto se ha escrito, la vida, costumbres y estudios de los autores, y la suerte de cada libro, la "recepción", las interpretaciones.
Francisco Vázquez aborda una transición a la que no hemos hecho gran caso, la transición filosófica. La tesis central del libro es que hubo cambio tanto en la red oficial detentora del poder académico en los años 50 y 60, como en las redes de filósofos alternativos. No sólo los alternativos empujaron desde fuera para abandonar la filosofía oficial aristotélico tomista que todavía en 1958 el Padre Ramirez, O.P, presentaba como LA Filosofía y desde la que juzgaba sin piedad la obra de Ortega y Gasset. En 1958 una diatriba como la de Ramírez contra Ortega no era de recibo ni siquiera en hábitats católicos nacionales, mucho menos en los extranjeros.
Las contribuciones filosóficas del período muestran que desde los 80 se ha producido un trastocamiento en la jerarquía tradicional. Areas que eran dominantes hasta entonces, Metafísica o Historia de la filosofía, se han visto relegadas por el empuje de otras como Eticas aplicadas, Estética y Teoría de las Artes, Ciencia tecnología y sociedad. Además algunos filósofos han adquirido "proyección mundana" como dice Francisco Vázquez, es decir, se cuenta con ellos como expertos en comités de bioética o medios de comunicación, en fundaciones, en la planificación de la política científica....Y la lucha entre áreas parece continuar según dice Antonio Campillo.
Tampoco nos podemos fiar de las etiquetas que tradicionalmente se han puesto unos filósofos españoles a otros. En los años 70 designarse o autodesignarse como "analítico" o "dialéctico" era un acto performativo que servía para descalificar al adversario y prohibirle el nombre de filósofo. Tras la lectura de "Herederos y pretendientes" quedan pocas dudas del significado y pertinencia de dichos motes en cada uno de los casos estudiados por Francisco Vázquez. Hay que analizar, y a ello se dedica el autor, su emergencia en función de las batallas en el campo filosófico español.
Es de agradecer que Vázquez para escribir su libro no se inspire sólo de Collins y Bourdieu sino también de Ortega y Gasset, Laín y Marías. Así pone por obra lo que a mi parecer no hacemos nadie o casi nadie en España, salvo Muguerza, y es tomar en serio a los propios connacionales. De Ortega toma el método de las generaciones al que también se refiere Moreno Pestaña en su obra antes citada. Lo mejora por el hecho de que la "generación" no es un mundo homogéneo de autores, sino que cada actor actúa en diversidad de campos que implican "hábitos" y disposiciones diferentes. Esto se ve muy bien en algunas biografías de filósofos españoles que como se suele decir "han hecho de todo" además de filosofía. Estoy pensando en Félix Duque. Hay otros en los que es muy interesante la tensión vital que les supone las exigencias académicas por un lado y la filosofía más "a su aire", ensayística y menos encorsetada, como sería el caso Eugenio Trías.
Es preciso distinguir generación en sí y generación para sí. Hay que analizar no sólo los textos de los filósofos españoles, es muy importante las transformaciones de la sociedad, por ejemplo, las variaciones del flujo de estudiantes, la capacidad del sistema universitario y laboral de absorberlas. Las transformaciones del campo religioso con la celebración del concilio Vaticano II al principio del período son fundamentales para unos filósofos como los españoles del período estudiado, en el que la cuota de los formados en instituciones religiosas o seminarios es considerable. Hubo giros ideológicos dignos de tenerse en cuenta a la altura de la celebración del concilio Vaticano, pensemos en la teología de la liberación o en la fundación del Instituto Fe y Secularidad en 1967 por parte de Alvarez Bolado y otros jesuitas "modernizados". El campo religioso funcionó como un sustituto del político para el debate intelectual. De ahí la importancia de las parroquias o cine clubs llevados por religiosos como lugares de reunión, de debate intelectual y hasta de "conspiración" contra el gobierno franquista como en la famosa "Capuchinada".
Es cierto que a la hora de querer entender la filosofía española, la ocupación de cátedras, las publicaciones en una u otra editorial, "amores" y "odios" se recurre muchas veces a los argumentos ad hominem viendo mafias, conspiraciones y padrinazgos por todas partes. Pero me parece que dicha forma de ver la filosofía a poco que se haya intentado hacer algo con proyección pública en este país llamado todavía España, no es ningún abuso. Ayer mismo asistí a una conversación entre extranjeros sobre como somos los españoles y algunas de esas características de caínismo, individualismos, que consisten en hacer "equipos" que han de destruir al contrario responden a un "habitus" hispano muy arraigado. Sería excelente si por el hecho de nombrarlo y hablar de ello sin complejos comenzamos a conjurarlo.
Hay muchas formas de hacer filosofía, cada país y cada individuo seguramente tiene la suya. No sé porqué habría que descalficar de entrada a las demás desde una concreta. Como al padre Martínez Gómez al que se refiere Vázquez como ejemplo de "alérgico al análisis sociológico" me va más la "entrañable vida humana" que la estadística sociológica. Sin embargo ese "habitus" o disposición no me impide reconocer todo lo que he aprendido y lo fructífero que me ha resultado la lectura de "Herederos y pretendientes de la filosofía española". Es cierto que la aplicación de esos conceptos de importación a nuestra realidad da mucho de sí, me refiero a las nociones usadas por Vázquez como "capital", "especies de capital", "campo", "homología de posición", "energía emocional", "institución social de fronteras" entre otras. Por lo demás el libro aborda en tres niveles la filosofía española del período:
-La relación entre el campo filosófico y el espacio social.
-Análisis de la estructura interna del campo filosófico y su evolución en el período.
-Estudio de los agentes que ocupan distintas posiciones en ese campo filosófico.
Uno de los libros por el que voy a recordar este 2013 es "La filosofía española, herederos y pretendientes. Una lectura sociológica. 1963-1990" de Francisco Vázquez. Me ha inspirado ya varios escritos que he dejado dispersos en otros foros.
En éste trato el reconocimiento civil y social de los estudios hechos en instituciones religiosas una vez que se abandona dichas instituciones y el diferente modo de proceder. En este otro, me inspiré gracias a Francisco Vázquez sobre la sociología del conocimiento practicada en los años después de la guerra civil española. En este artículo me aplico a mí misma algunas nociones de sociología de la filosofía. Y en este otro me alegro de haber conocido más de cerca a uno de los 50 filósofos estudiados por Vázquez, Javier Muguerza.
Llegué al libro de "Herederos y pretendientes" gracias a las referencias que hace José Luis Moreno Pestaña en "La norma de la filosofía". Se puede decir que el libro de Vázquez es una continuación de aquel. Me parece que he conectado en especial con estos dos autores por el hecho de haberme dedicado a la filosofía española. Desde la época de mi estudios de doctorado que entré en contacto con la Asociación de Hispanismo Filosófico. Más tarde en Granada, tuve ocasión de profundizar en la obra de Baltasar Gracián e hice mis entradas filosóficas en Cervantes. Estudiamos una parte de la historia de España que pasa por más gloriosa, el barroco, al menos lo fue desde el punto de vista artístico y literario. Se diría que el arte nos da más celebridad como país que el pensamiento abstracto. Luego llegó el grupo del Mochuelo y nos interesamos por los pensadores nacidos en España.
¿Es la historia de la filosofía española una disciplina menor? Francisco Vázquez contesta que la organización de la jerarquía entre las distintas disciplinas no es algo "que vaya de suyo", sino que es una cuestión disputada en el campo filosófico. Por otra parte se podría pensar que sólo a un "nacionalista español" como se dice hoy, se le podría ocurrir dedicarse a ella. Los hechos nos demuestran que nada más lejos de la realidad, precisamente en la época donde ese nacionalismo ocupaba todo el campo social la disciplina "filosofía española" pasaba por muy inferior a la reina de la filosofía, la metafísica. Fueron los propios filósofos de los "nódulos oficiales", es decir, los instalados en las principales cátedras universitarias españolas los que postergaron el área.
Mientras me dedicaba a filósofos españoles tenía la impresión de estar haciendo algo de poco fuste. Lo suyo hubiera sido atacarse a un Nietzsche, un Foucault, un Heidegger. Algo serio y consistente, y a poder ser escrito en otro idioma para aumentar el lado esotérico del asunto.
Pero al mismo tiempo me quedaba una inquietud ¿qué sentido tiene comentar textos que vienen de fuera sin conocer siquiera lo que ya se ha pensado aquí? A menudo en diferentes reuniones filosóficas me he asombrado y admirado sinceramente del conocimiento exhaustivo de pensadores extranjeros que veía en mis colegas. Y me daba la sensación de que de alguna forma estábamos volviendo la espalda a "nuestra circunstancia". El pensamiento nace de la vida que uno vive, de la sociedad en que se está, de las circunstancias propias. Algo que nos enseñó Ortega y Gasset precisamente, y que hemos hecho todos los esfuerzos posibles por olvidarlo.
Además estaba el hecho de las rupturas frecuentes en la línea del pensamiento español, de las que oí hablar a Pedro Cerezo en una ocasión memorable. No hay forma de que cuaje una tradición como tienen otros países, la cartesiana en Francia o la idealista en Alemania. Siempre que alguien intenta algo diferente ha acabado sintiendo el aliento de la inquisición en la nuca, cuando no el desprecio o la indiferencia. Si nadie es profeta en su tierra, en España y en el ámbito de la filosofía, el asunto parece misión imposible. No quiero referirme para nada al hecho de ser mujer en España porque no viene a cuento: circunstancia agravante del delito de "la funesta manía de pensar". De hecho en este libro de Francisco Vázquez aparecen pocas mujeres, sólo una merece biografía más detallada, Adela Cortina. Y en el "nódulo opusdeísta" al que le dedica un capítulo y que por motivos obvios he leído con más fruición, no había ninguna. Lógico, ya dijo su creador que "las mujeres no necesitamos que sean sabias". En aquellos tiempos la función del pensador sólo les cuadraba a los hombres.
Todavía más, se me quedó grabada la afirmación de José Luis Mora, otro historiador notable de la filosofía española, del doble exilio que sufrieron los pensadores españoles tras la guerra civil. El de 1939 y el los años 60, cuando llega a las cátedras una generación que "no había hecho la guerra", se olvidaron de reconectar lazos con los españoles expatriados y prefirieron dedicarse a los estructuralistas, marxistas o hermeneutas de importación. Francisco Vázquez analiza pormenorizadamente los porqués y los cómos de toda esa evolución de la filosofía, sacando las raíces a la luz.
El libro se para en 1990, ya han pasado más de 20 años y seguramente habrá evoluciones interesantes de las que habría que seguir dando cuenta. Por lo poco que entiendo de este área de conocimiento titulada "sociología de la filosofía", hay dos grandes padres fundadores de la misma Randall Collins (The Sociology of Philosophies: a global theory of intellectual change -1985-) y Pierre Bourdieu, que dirige un grupo de investigadores en este campo desde hace 30 años. Tiene que ver con lo dicho en el Mochuelo sobre la filosofía española, pues hemos trabajado casi todos los famosos filósofos de la península ibérica desde los tiempos de Séneca hasta hoy, con la última intervención de Rafa Bellón sobre Tierno Galván.
Esta obra de Francisco Vázquez muestra que todavía caben otros enfoques fructíferos sobre lo que se ha hecho en nuestra tierra filosóficamente hablando. En particular me ha gustado del libro la dedicación a escarbar en las "condiciones sociales, familiares y educativas de posibilidad" de las vocaciones filosóficas. Entre otras es llamativo el peso que una educación religiosa en la familia tiene para que alguien se decida por hacer estos estudios. Al menos en nuestro país y sobre todo al principio del período estudiado.
La sociología de la filosofía ayuda a desacralizar los textos, que es el pecado habitual del gremio. Hay que tener en cuenta el contexto, pero ello no significa disolver los problemas filosóficos reduciéndolos a sociología. Solamente hay que ir con más tiento y no hacer simplificaciones excesivas quedándonos sólo en palabras. Baste como ejemplo una gran lección que se puede sacar de este libro, los enfoques filosóficos importados sufren transformaciones significativas al "aterrizar" en un grupo de filósofos pertenecientes a otro espacio sociocultural y por tanto con otras preocupaciones que no son las del origen.
"Hay que liberar a la filosofía de falsos problemas o supersticiones obtenidas por la sublimación teórica de conceptos de sentido común o de nociones cuasireligiosas que cubren la demanda de bienes de salvación". (de la introducción, p. 13). Curiosamente la sociología de la filosofía es una actividad propiamente filosófica que se inspira nada menos que de Spinoza y su modo de abordar la historia de la filosofía en el Tratado teológico político, teniendo en cuenta la lengua en que el texto se ha escrito, la vida, costumbres y estudios de los autores, y la suerte de cada libro, la "recepción", las interpretaciones.
Francisco Vázquez aborda una transición a la que no hemos hecho gran caso, la transición filosófica. La tesis central del libro es que hubo cambio tanto en la red oficial detentora del poder académico en los años 50 y 60, como en las redes de filósofos alternativos. No sólo los alternativos empujaron desde fuera para abandonar la filosofía oficial aristotélico tomista que todavía en 1958 el Padre Ramirez, O.P, presentaba como LA Filosofía y desde la que juzgaba sin piedad la obra de Ortega y Gasset. En 1958 una diatriba como la de Ramírez contra Ortega no era de recibo ni siquiera en hábitats católicos nacionales, mucho menos en los extranjeros.
Las contribuciones filosóficas del período muestran que desde los 80 se ha producido un trastocamiento en la jerarquía tradicional. Areas que eran dominantes hasta entonces, Metafísica o Historia de la filosofía, se han visto relegadas por el empuje de otras como Eticas aplicadas, Estética y Teoría de las Artes, Ciencia tecnología y sociedad. Además algunos filósofos han adquirido "proyección mundana" como dice Francisco Vázquez, es decir, se cuenta con ellos como expertos en comités de bioética o medios de comunicación, en fundaciones, en la planificación de la política científica....Y la lucha entre áreas parece continuar según dice Antonio Campillo.
Tampoco nos podemos fiar de las etiquetas que tradicionalmente se han puesto unos filósofos españoles a otros. En los años 70 designarse o autodesignarse como "analítico" o "dialéctico" era un acto performativo que servía para descalificar al adversario y prohibirle el nombre de filósofo. Tras la lectura de "Herederos y pretendientes" quedan pocas dudas del significado y pertinencia de dichos motes en cada uno de los casos estudiados por Francisco Vázquez. Hay que analizar, y a ello se dedica el autor, su emergencia en función de las batallas en el campo filosófico español.
Es de agradecer que Vázquez para escribir su libro no se inspire sólo de Collins y Bourdieu sino también de Ortega y Gasset, Laín y Marías. Así pone por obra lo que a mi parecer no hacemos nadie o casi nadie en España, salvo Muguerza, y es tomar en serio a los propios connacionales. De Ortega toma el método de las generaciones al que también se refiere Moreno Pestaña en su obra antes citada. Lo mejora por el hecho de que la "generación" no es un mundo homogéneo de autores, sino que cada actor actúa en diversidad de campos que implican "hábitos" y disposiciones diferentes. Esto se ve muy bien en algunas biografías de filósofos españoles que como se suele decir "han hecho de todo" además de filosofía. Estoy pensando en Félix Duque. Hay otros en los que es muy interesante la tensión vital que les supone las exigencias académicas por un lado y la filosofía más "a su aire", ensayística y menos encorsetada, como sería el caso Eugenio Trías.
Es preciso distinguir generación en sí y generación para sí. Hay que analizar no sólo los textos de los filósofos españoles, es muy importante las transformaciones de la sociedad, por ejemplo, las variaciones del flujo de estudiantes, la capacidad del sistema universitario y laboral de absorberlas. Las transformaciones del campo religioso con la celebración del concilio Vaticano II al principio del período son fundamentales para unos filósofos como los españoles del período estudiado, en el que la cuota de los formados en instituciones religiosas o seminarios es considerable. Hubo giros ideológicos dignos de tenerse en cuenta a la altura de la celebración del concilio Vaticano, pensemos en la teología de la liberación o en la fundación del Instituto Fe y Secularidad en 1967 por parte de Alvarez Bolado y otros jesuitas "modernizados". El campo religioso funcionó como un sustituto del político para el debate intelectual. De ahí la importancia de las parroquias o cine clubs llevados por religiosos como lugares de reunión, de debate intelectual y hasta de "conspiración" contra el gobierno franquista como en la famosa "Capuchinada".
Es cierto que a la hora de querer entender la filosofía española, la ocupación de cátedras, las publicaciones en una u otra editorial, "amores" y "odios" se recurre muchas veces a los argumentos ad hominem viendo mafias, conspiraciones y padrinazgos por todas partes. Pero me parece que dicha forma de ver la filosofía a poco que se haya intentado hacer algo con proyección pública en este país llamado todavía España, no es ningún abuso. Ayer mismo asistí a una conversación entre extranjeros sobre como somos los españoles y algunas de esas características de caínismo, individualismos, que consisten en hacer "equipos" que han de destruir al contrario responden a un "habitus" hispano muy arraigado. Sería excelente si por el hecho de nombrarlo y hablar de ello sin complejos comenzamos a conjurarlo.
Hay muchas formas de hacer filosofía, cada país y cada individuo seguramente tiene la suya. No sé porqué habría que descalficar de entrada a las demás desde una concreta. Como al padre Martínez Gómez al que se refiere Vázquez como ejemplo de "alérgico al análisis sociológico" me va más la "entrañable vida humana" que la estadística sociológica. Sin embargo ese "habitus" o disposición no me impide reconocer todo lo que he aprendido y lo fructífero que me ha resultado la lectura de "Herederos y pretendientes de la filosofía española". Es cierto que la aplicación de esos conceptos de importación a nuestra realidad da mucho de sí, me refiero a las nociones usadas por Vázquez como "capital", "especies de capital", "campo", "homología de posición", "energía emocional", "institución social de fronteras" entre otras. Por lo demás el libro aborda en tres niveles la filosofía española del período:
-La relación entre el campo filosófico y el espacio social.
-Análisis de la estructura interna del campo filosófico y su evolución en el período.
-Estudio de los agentes que ocupan distintas posiciones en ese campo filosófico.
1 comentario:
Muchas gracias, Ana, por este generoso y detenido comentario de mi libro. Me alegro de que te haya aprovechado; forma parte del trabajo colectivo que hacemos aquí en Cádiz. Un abrazo. Paco Vázquez
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