Pepe Fuentes envía esta reflexión que viene pintiparada:
“Si un doctor , un abogado o un dentista tuviera a 30 o más
personas en su oficina todas con diferentes necesidades y algunas que no
quieren estar allí y el doctor, abogado o dentista sin ayuda tuviera que
tratarlos a todos con excelencia profesional durante diez meses entonces podría
tener una idea de lo que es el trabajo docente en el aula.”
Kathy A. Maygery,
“Chocolate caliente para el alma de los maestros.”
Este programa sobre la violencia escolar me parece de sumo
interés, puesto que Onfray antes de filósofo de éxito ha sido 20 años profesor
en un instituto y sabe de qué habla. No es un filósofo en su nube que ignore la situación en los
institutos. Habla muy claro de los "elementos" que necesitarían una atención
educativa pero fuera del aula, puesto que si se les atiende a ellos se comete una
injusticia con la “inmensa mayoría” de alumnos a los que no se puede dar clase.
Menciona la “superformación” universitaria que tenemos
muchos de los que estamos en la enseñanza secundaria, no se nos preparó para
ser educadores sociales ni terapeutas. Respecto a las posibles soluciones,
parte de la premisa de que es preciso mirar hacia el futuro, no se puede volver
al pasado, a tiempos mejores.
En el caso de España se cumple a la letra lo que escribió
Hannah Arendt sobre la mayor facilidad entre comillas para educar de los
regímenes autoritarios, dado que el principio de autoridad impregna la sociedad
y dicho principio es indispensable en la escuela. Hay que inventar formas de respeto
y educación sin necesidad de los antiguos castigos. Nuevos valores, que frente
a lo que equivocadamente solemos pensar, son históricos, y sin embargo “absolutos”.
Absolutos en el sentido de que sin ellos no hay sociedad que se tenga en pie ni
pueda educar a sus vástagos.
Valores que se plasman en detalles cotidianos como el
tratamiento de “usted”. No significa que los alumnos no tengan confianza con el
profesor, confianza y respeto a la vez. Un “mix” difícil pero no imposible, que
no quiere decir “que se tomen confianzas”. Tiene que haber distancia inevitable
por el papel de cada cual, pero al mismo tiempo una escucha mutua, si el profesor
hace el esfuerzo de entender al alumno, el alumno también ha de cumplir su
parte. Como dice Onfray, la enseñanza del “otro” es esencial.
Me alegro de no estar en la piel de los profesores acosados
a los que se hace referencia en este programa. Afortunamente en el lugar en el
que trabajo, empezando por los padres, hay un mínimo de respeto y una educación
hacia el profesor.
Onfray dice que hay enseñar valores morales, tan sencillo
como hacer ver a los alumnos que no están solos en el mundo. Hay prójimos.
Una gran contradicción de nuestra sociedad es mostrar en la tele a los
futbolistas millonarios como grandes triunfadores, y a la vez intentar que los
adolescentes estudien para llegar al paro tras cuatro o cinco años de
universidad. La escuela no puede escapar a esas influencias.
El título de su último libro "Rendre la raison populaire" muestra cuáles son los objetivos de la infatigable actividad filosófica y educadora de Onfray.
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