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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El imaginario simbólico

Autora Ana Azanza


Sin perjuicio de mi intervención sobre Gomez de Liaño que será D.m. en abril, quiero traer al Mochuelo algunas ideas que he encontrado en este autor. Se trata del libro "Recuperar la democracia" de 2008 al que acudí entusiasmada por la parte filosófica de la obra de Gómez de Liaño, por su exaltación de la memoria y la imaginación como capacidades no suficientemente tenidas en cuenta en la filosofía tradicional.




Ignacio Gómez de Liaño 



Ya he comprobado tras leer "Recuperar la democracia" que no coincido en todas sus ideas políticas, me parecía que iba al fin a encontrar un intelectual con el que coincidir no sólo filosóficamente, como digo sus estudios como el monumental y erudito "Círculo de la Sabiduría" así me lo hacían presagiar.



"Recuperar la democracia" es una obra de 2008, recién empezada la segunda legislatura de Zapatero. Coincido con Ignacio Gómez de Liaño en el hecho de que el socialismo ha hecho demasiadas concesiones a los nacionalismos periféricos, algo que en principio parece contradictorio con lo que siempre se ha entendido por socialismo, una ideología "internacionalista".  No coincido en echarle la culpa de todos los males de España a ZP, nuestros males son más profundos y hunden sus raíces en el tiempo.Y en el campo de la educación que es el que más me atañe, ni unos ni otros se han dado prisa en arreglar los desaguisados. Ha habido tiempo suficiente para hacerlo, pero la educación pública  no ha sido en los hechos una prioridad para los responsables políticos. La enseñanza no tiene que ver directamente con el mantenimiento del puesto ni de los privilegios de nadie. Los efectos de la buena o la mala educación son a largo plazo, y el "cortoplacismo" de las próximas elecciones que me mantendrán o me sacarán del poder es el horizonte de todos nuestros políticos. El virus de la la mala política lo invade todo, no hay forma de que los responsables políticos se acerquen al tema educativo desde el propio tema, dejando asuntos que son colaterales a la esencia de la cuestión.  A nuestra historia educativa me remito. Pero dejaré estos espinosos asuntos que me alejan del meollo filosófico que ahora me interesa.

Al final del libro hay una sustanciosa entrevista que le hace Ilia Galán. Comentan el reduccionismo marxista que ve en la economía la explicación racional por excelencia. Marx y Engels, originarios de familias burguesas contradijeron sus propios esquemas deterministas: el que tiene es y ha de ser opresor; el que no tiene es y ha de ser oprimido.

portada de 'Recuperar la democracia'



Contesta Gómez de Liaño:
"Ese reduccionismo respecto a la visión del individuo, de la sociedad y de la historia redundó luego en el reduccionismo de la acción política que llevaron a cabo los partidos marxistas. Quisieron reducir el individuo a las proporciones de su teoría. Lo metieron en una especie de lecho de Procusto. Había que cortar todo lo que sobresaliese, había que uniformarlo todo, de acuerdo con su teoría. Los marxistas han ido muy lejos en esa dirección reduccionista. Y menos mal que todavía sostenían posiciones internacionalistas, lo que ensancha en cierta medida las perspectivas de sus esquemas". (...)

Ilia Galán trae a colación el nombre de Jung, que corrigió el reduccionismo sexológico de Freud. Y dice que la consideración acerca del imaginario compartido y de los juegos simbólicos se ha convertido en algo determinante en nuestro mundo. Las imágenes son y pueden ser vertebradas como poderosos lenguajes y razonamientos aunque no usen la lógica deductiva y no cuenten con gramáticas fijas. El siglo XXI está especialmente preparado para comprender que el universo imaginario y simbólico, el universo estético, y su percepción por medio de imágenes, es clave para la sociedad.

Ignacio Gómez de Liaño responde:

"Una de las principales diferencias que hay entre nuestro tiempo y otros es que en otras épocas todo el mundo vivía en el seno de una sola construcción simbólica. Esa construcción era compartida por la mayoría y estaba muy bien estructurada, además de ser considerablemente compleja. Pongamos por ejemplo el imaginario de la religión católica, o el de lo que es cada país, o el de las diferencias sociales de tipo estamental... Se vivía en un medio homogéneo desde un punto de vista imaginario. Y esas construcciones se habían decantado a lo largo de los siglos, y en ellas habían intervenido los representantes máximos de la cultura, tanto literaria, científica como religiosa, mientras que ahora nos encontramos con una especie de atomización de esas grandes construcciones.

Este proceso de desmantelamiento ha ido acompañado de una invasión mucho más intensa, en todos los niveles, de los contenidos imaginarios más heteróclitos, triviales y fugaces que están presentes por doquier gracias a los medios de comunicación...

Hay una presencia masiva de los componentes imaginarios en la sociedad actual, sin que por ello esa presencia esté acompañada de una estructuración más racional y discursiva que sirva de contrapunto. Al contrario hay una especie de anomia, de aleatoriedad en la formación de las nuevas estructuras imaginarias. Al mismo tiempo se ha producido un envilecimiento de los contenidos como si se viviera en una temporada permanente de saldos. De saldos simbólico-comerciales. Lo que marca la pauta no son construcciones del espíritu sino construcciones degradadas por la banalidad, tanto en la vida individual como en la social y en la política.

Con esto quiero subrayar que hoy  en día debería ser una obligación existencial y moral para los individuos que quieran formarse como personas ser más conscientes que en otras épocas de ese medio que yo llamo "idolomórfico" o imaginario, para inmunizarse frente a las agresiones que de él puedan provenir, y para establecer jerarquías de valores pues no todos los contenidos imaginarios tienen el mismo valor."

Ambos coinciden en que el sujeto está más inerme ante las asechanzas de la sociedad de la imagen, que puede llegar a deformar en lugar de formar. No estamos preparados para digerir el caos de informaciones y de imágenes que recibimos indiscriminadamente como si todo tuviera el mismo valor. Basta pensar en los largos telediarios de sesenta minutos y su variopinto contenido, el especial énfasis que suelen hacer en asuntos triviales y el pasar por encima con frecuencia sobre hechos que merecerían una más detenida reflexión.

Pero Gómez de Liaño opina que no todos los valores son iguales, eso es lo que está en la base de su filosofía y en la que coincide con los análisis de Carl Gustav Jung, la importancia del imaginario. Jung planteó una terapia y Gómez de Liaño quiere refundar la filosofía sobre el imaginario.

No se contenta con poner las bases de una nueva forma de reflexión o un nuevo saber de salvación que diría Luc Ferry, al fin y al cabo cuando filosofamos queremos salvarnos de la finitud.

En "El idioma de la imaginación" y en el citado "Círculo de la sabiduría" Gómez de Liaño expone las dos líneas que la filosofía había trazado desde la Antigüedad: la teórica, de esa nos hemos saturado en filosofía, y la práctica, de la que nos hemos olvidado. La filosofía miraría a la formación de la persona "íntegra" mediante la conjunción de los conceptos con los afectos, de la inteligencia con la emotividad.
Los filósofos antiguos, el primero Simónides, fueron conscientes de que para formar al individuo además de enseñarle a razonar había que enseñarle a imaginar y de ahí el arte de la memoria en el que descollaron personajes no tan conocidos como Giordano Bruno. Esos métodos que proliferaron en determinadas sectas gnósticas y maniqueas son el precedente de las terapias de tipo jungiano.

Ejemplo triunfante de imaginario colectivo en nuestro país es el de la espiritualidad católica, con su organización del año litúrgico, su sistema iconográfico, los Ejercicios de san Ignacio que exhortan a la "composición de lugar", las moradas de santa Teresa... Pero mientras éste es un sistema relativamente cerrado, cíclico y coherente, hoy vivimos en un medio deconstruido, desmantelado, saqueado...
Vivimos entre las ruinas de edificios dedicados a funciones que no les corresponden y revelan su decadencia. Ignacio Gómez de Liaño ensayó en su novela "Musapol", la búsqueda de una ciudad digna de ser vivida por el hombre que aspira a ser digno de serlo.

Ambos hacen un repaso de intentos históricos de refundación del imaginario colectivo: Revolución francesa, revolucion bolchevique, revolución cultural de Mao...

¿La solución? no hay solución dada, pero sí se plantea la necesidad y la importancia del imaginario para la educación, tanto o más que las que tradicionalmente damos en filosofía a las definiciones de conceptos y a los razonamientos.

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