Autora Ana Azanza
Este CD que presento sobre García Bacca contiene trabajos de los profesores que le han dedicado tiempo al autor, Beorlegui, Aretxaga, Porras Rengel, Cristina de la Cruz... y lo más interesante sin duda, Confesiones de y por García Bacca. Lo de vivir dos veces, comprobamos en la última sesión del Mochuelo que así debió ser dada la ingente cantidad de libros, artículos, escritos en prensa, traducciones que salieron de su pluma. Apabullante. Su producción ronda los 500 títulos, y algunos de sus libros no son precisamente delgados, véase el volumen "Qué es Dios y quién es Dios"
Juan David García Bacca nació en Pamplona en 1901, pero el destino le llevó hasta Venezuela donde inició la facultad de filosofía en Caracas y ejerció su magisterio de 1946 hasta su muerte en 1992. Se tomó como un deber traducir todas las obras de Platón, incluidas las de autoría dudosa. El Banquete, la República y Fedro fueron traducidas con gusto, las demás con menos gusto pero no menos dedicación.
Se definió a sí mismo ante la reina Sofía como "español indiano", reconociendo su condición de europeo trasplantado a América. En Ecuador conoció a su esposa con la que tuvo tres hijos.
Las etapas del pensamiento de García Bacca abarcan desde su tomismo inicial, del que luego renegará bastante, hasta la filosofía de la técnica y de la música de sus últimos años, pasando por el inevitable Heidegger y el marxismo de los años 70. Entre tal cantidad y variedad de intereses hubo que centrarse en alguna obra. Escogí por lo sugerente del título Invitación a filosofar, obra publicada en los años 40, que se puede encontrar en internet en la página de la fundación garciabacca.com y en cervantes virtual, como no.
Me gustó su metáfora musical para explicar qué es filosofar. García bacca nos invita a bailar, a poner en movimiento el hombre entero, comenzando por los pies, por lo que del hombre toca la tierra. Recuerda a Nietzsche: "Cuando una filosofía adopta la forma apolínea está muerta, a lo más, es una bella durmiente. Toda filosofía viva es una borrachera de ideas y el filósofo es un beodo." En la borrachera de ideas hay rtimo. Las propias ideas imponen un ritmo, un sistema de cuvas y conexiones ideales que llamamos lógica y dialéctica. ¿Son las ideas capaces de bailar?
En la pluma de García Bacca las ideas saltan, como él dice. Filosofar es saber pegar hábilmente sobre la membrana de las cosas, de tal modo que te-salten, que salten y se desprendan y se eleven las ideas que dejadas en su estado vulgar, inmediato, cotidiano, están pegadas, fundidas y confundidas en mil cosas.
La filosofía es como una música interpretada por el filósofo que gracias a su entendimiento, es capaz de hacer re-saltar las ideas, no permitiendo que se apoyen en lo concreto, sino en ciertos puntos rítmicos. Porque las ideas así desprendidas de la mostrenca realidad tienen sus propias conexiones que llamamos dialéctica.
Quiere García Bacca que las ideas se oreen, se aireen, dejen de ser rompecabezas y que las cabezas dejen de romperse estúpidamente por ellas. En esto tenía García Bacca todo un país al que dirigirse. Y en su Invitación se inspira del Banquete platónico y de la Apología de Sócrates. El filósofo se condena por endemoniado. Lo demoníaco está entre lo divino y lo mortal. El daimon conecta dioses y hombres. Demonio, sabio, filósofo se mantienen cual funámbulos en la maroma que une Dios y lo mortal. Se es demonio por no respetar lo hecho y definitivo, por no inclinarse ante el ser, ante la sustancia. Dios es la sustancia por antonomasia.
Por la maroma tendida entre Dios y la Nada funambulan el filósofo, el sabio y el demonio los únicos que pueden sostenerse sin caer en el abismo. Son estadios de un mismo movimiento: el filósofo para sostenerse en la maroma tiene que avanzar hacia sabio y el sabio hacia demonio. Filósofo y sabio están ya endemoniados por aspirar a serlo, en palabras de Nietzsche: "Si existe Dios, ¿como podré soportar el no poder ser ya Dios? Luego Dios no existe". Y Platón: "lo demoníaco, con su oficio entre lo divino y lo mortal, completa y llena de tal manera el todo mismo que todo llega a ser conexo consigo mismo".
La tragedia del demonio consiste en que descubre lo que tiene de ser cuando toma conciencia de la lucha entre su finitud y su transfinitud. Esta lucha en que la finitud gana cada batalla y pierde la guerra lleva a la faena del filosofar. Filosofar es faena vital, ontológica que va en contra de la finitud, en contra de cada tipo de ciencia que se vuelve cárcel mental cuando pretende ser definitiva. Se hace el filósofo demonio por vivir transfinitamente. Lo demoníaco es la superación de cada una de las categorías científicas, filosofar es como hinchar un globo hasta que estalle, hay que ir reventando las cosas, las categorías, endiosar hasta los objetos más humildes para ver qué dan de sí.
En el hombre mismo, en su cuerpo vemos su composición transfinita, la materia no entra en la composición de nuestro cuerpor sino como barrera a superar por la transfinitud. La transfinitud del hombre incluye tener materia funcionando como límite. Y el "endemoniamiento" consiste en ir siempre más allá de los límites, poderse evadir hacia lo infinito.
Remontando por la escala dialéctica de lo bello aparece súbitamente la belleza infinita. Uno puede quedarse boquiabierto porque no es ver simplemente, es sentir el ataque de luz que no resiste la ciencia misma. Hemos superado lo lógico y el ímpetu dialéctico arroja al hombre en brazos de lo infinito mismo. La vista quiere tocar, de ojos en función contemplativa pasamos a ojos en función de abrazos abrazantes. Sólo en virtud de ese des-ojarse en manos prensoras la dialéctica toca el infinito. Este contacto es el fenómeno místico por excelencia.
Pero el Absoluto no tiene esencia, como aprendió de Cayetano, el Absoluto está más allá de toda esencia. No es bondad ni es belleza. Es el Super Ser, hay muchas cimas que apuntan a él sin jamás juntarse en una sola. Lo Absoluto trasciende todas las diferencias: uno-múltiple, sustancia-accidente, esencia-existencia. La peor teologia es la que domestica de tal modo al Absoluto que lo convierte en una cosa aunque muy gigante. Conocemos bien la teología que hace trivial al Absoluto, que lo cosifica, le quita su misterio, su trascendencia, lo domestica.
Toda teología que no culmine en forma dialéctica sabe demasiado de Dios, lo vuelve inttrascendente. Una teología así es el tipo más sutil de ateísmo. La partícula "trans" le parece a García Bacca liberadora de la cárcel del dogmatismo:
"Mientras me dejen añadir, con plena y afirmativa libertad, un trans a toda formulación dogmática, las acepto gozosamente, sinceramente, pues por el trans me transporto, por el supra me supero, por el muy por encima me encubro sobre mí y sobre todo, en un ininterrumpible ascensional ímpetu hacia el Infinito, término de transfinitud, hacia "mi" Dios".
Y esta trascendencia hace posible las ciencias, como algo consistente en sí. En ello estriba la diferencia entre el medioevo y la época moderna.
Los que hemos dedicado algo de tiempo a la filosofía medieval recordamos aquello de la subordinación de los saberes, y que la teología, reina de la que la filosofía era servidora, estaba subordinada nada menos que a la visión beatífica de los que están en el cielo cara a cara con Dios. Pero la organización del saber moderna, independiza cada ciencia de esa rígida subordinación medieval, cada ciencia vale por sí misma, sin estar cerrada sobre sí misma, sino abierta. García Bacca demuestra que las ciencias modernas por su apertura y su independencia son señal de la transfinitud del hombre.
La Invitación a filosofar de García Bacca continúa con uan prolija demostración del descubrimiento de Cantor de los números transfinitos como ejemplo de esta apertura de las matemáticas "al más allá" matemático. Es suficiente para soñar filosóficamente las sugerencias que he presentado hasta aquí.
Dejaré para otra ocasión la crítica de García Bacca a Heidegger y su metafísica que "implosiona" así como su filosofía literaria de "La vida es sueño" y el auto sacramental español.
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