Autora Ana Azanza
Ayer hubo un debate sobre educación en Antena 3, una jaula de grillos como suele pasar.
Pienso que las referencias de Pilar Rahola a lo malos que eran los tiempos del "Florido pensil" no nos llevan a ninguna parte. Por mucho que diga que aquella educación era nefasta por lo autoritaria y que se aprendían cosas sin pensar, se aprendían cosas. El autoritarismo de una sociedad dictatorial tiene sus ventajas a la hora de educar como bien explica Hannah Arendt. De aquellos tiempos me quedo con que ser profesor tenía un reconocimiento social que hoy se ha perdido, y lo de las tarimas también es una buena idea para los que tenemos poca voz.
Vivir en libertad es mucho más complicado, sobre todo cuando educación democrática parece sinónimo de borrar las diferencias entre alumno y profesor. Estoy de acuerdo en que hay que devolver la autoridad al profesor, no sé si hay que llegar a los extremos a los que se ha llegado en Madrid. Personalmente en mi instituto no he visto agresiones de ese tipo hacia los profesores. No pienso que sea cuestión de leyes, en este país no paramos de inventar leyes para saltárnoslas y demostrar así que somos más listos que nadie. Eso gusta en España, demostrar la pillería, está en nuestra tradición literaria y en nuestro "idearium" nacional. Caricaturizo situaciones recientes:
"Demuestro inteligencia puesto que impongo a otros una ley que yo no cumplo, incluso me invento una ley que no existe con la que amenazo y amedrento."
Pero la educación es un tema suficientemente serio como para que nos dejemos de pillerías e intentemos poner remedio a los males que nos aquejan.
Por ejemplo, pienso que tenemos instrumentos previstos como la orientación en los institutos que no se les saca suficientemente partido. Se puede hacer mucho más con los alumnos, ser orientador no es sólo repartir folletos o reunirse una y otra vez con los profesores. Se pierde mucho tiempo en el instituto en reuniones de profesores que no llevan a gran cosa, papeles y más papeles, y lo que interesaría es ayudar a qué cada alumno encontrara e hiciera los estudios o formación que mejor le van.
Una de las ventajas de nuestro sistema actual es que hay múltiples vías para conseguir los títulos, yo no sé si estas cosas se explican suficientemente a los padres. Hay que dar mucho la lata a la gente para que se entere de las cosas y tengo para mí que no se hace.
Los tutores son auténtico burócratas, ratos muertos rellenando formularios ¿para qué? para hacer estadísticas ¿y para qué tanta estadística? nos gana la burocracia y la fiebre de las cuadrículas en Séneca.
Con quien se debe de perder tiempo es con los alumnos no con los papeles.
Veo que a menudo se quieren resolver problemas poniendo más normas en los institutos. En el mío estamos saturados de normas. Nos sobran normas.
Los alumnos no son amigos de los profesores, estamos de acuerdo, pero tampoco son "el enemigo a batir". Hay que ganarse su confianza y respeto. Se confunde el respeto con el miedo, y la disciplina con el ejército. Puede haber confianza y respeto al mismo tiempo. Para poder enseñar es necesario que el alumno confíe en el profesor, y esa circunstancia muchas veces no se da.
Yo he visto echar regañinas a los alumnos, toda la clase en silencio sepulcral. Y al mismo tiempo se percibía falta de comunicación, los niños no estaban escuchando la riña porque les da exactamente igual lo que el profesor les está diciendo. No se lo creen. Para mí ese es el fallo; el alumno tiene que "creer" al profesor.
Al mismo tiempo no comprendo porqué nos quejamos de que los alumnos no saben ¿cómo van a saber si no se les enseña? ¿cómo les vamos a enseñar si no les hacemos trabajar? yo no nací sabiendo ortografía ni filosofía, ni escribir ni hacer cuentas.
Hay labores del profesor y del maestro que son una auténtica lata. No podemos quejarnos de que hay que corregir y hay que leer trabajos y exámenes, claro que hay que leer decenas de trabajos y de exámenes, y aburrirse haciéndolo. Así es como se puede ver si saben ortografía y corregir y hacer repetir las palabras que están mal escritas. Además los alumnos se sienten importantes, como nos pasa a cualquiera, cuando ven que has leído lo que ha escrito y se lo devuelves corregido. Es un estímulo para su trabajo.
Pero si resulta que todos los alumnos van a aprobar o van a pasar de curso por "imperativo legal", la administración debería darse cuenta de que con esos "imperativos legales" nos están segando la hierba debajo de los pies y nos están quitando la motivación al profesorado para nuestras aburridas tareas de corrección.
Hace falta una "moralización" del trabajo en la escuela, en el sentido de que necesitamos un "rearme moral", nuestra labor es importante, nos la tenemos que tomar en serio. Si yo me lo tomo en serio mis alumnos se lo tomarán en serio.
Que nos tomen en serio en la sociedad no se consigue con una ley más que lo diga: "tomad en serio a los profesores". A veces los españoles somos un poco ridículos en nuestro afán de que todo se resuelva "desde arriba".
Insisto en que el colegio, el instituto es un lugar de trabajo, donde se va a "partirse el lomo", como cualquier otro ciudadano va a su puesto. Y no puede ser que por una mal entendimiento de la igualdad de oportunidades se deje de trabajar en los institutos, "para que todos titulen facilitemos las cosas". En ese punto creo yo es donde hay que insistir para que las autoridades tomen las medidas pertinentes.
En esta historia de la educación no podemos seguir tirándonos la patata caliente unos a otros, sin hacer lo que a cada uno nos corresponde, en mi opinión.
Ayer hubo un debate sobre educación en Antena 3, una jaula de grillos como suele pasar.
Pienso que las referencias de Pilar Rahola a lo malos que eran los tiempos del "Florido pensil" no nos llevan a ninguna parte. Por mucho que diga que aquella educación era nefasta por lo autoritaria y que se aprendían cosas sin pensar, se aprendían cosas. El autoritarismo de una sociedad dictatorial tiene sus ventajas a la hora de educar como bien explica Hannah Arendt. De aquellos tiempos me quedo con que ser profesor tenía un reconocimiento social que hoy se ha perdido, y lo de las tarimas también es una buena idea para los que tenemos poca voz.
Vivir en libertad es mucho más complicado, sobre todo cuando educación democrática parece sinónimo de borrar las diferencias entre alumno y profesor. Estoy de acuerdo en que hay que devolver la autoridad al profesor, no sé si hay que llegar a los extremos a los que se ha llegado en Madrid. Personalmente en mi instituto no he visto agresiones de ese tipo hacia los profesores. No pienso que sea cuestión de leyes, en este país no paramos de inventar leyes para saltárnoslas y demostrar así que somos más listos que nadie. Eso gusta en España, demostrar la pillería, está en nuestra tradición literaria y en nuestro "idearium" nacional. Caricaturizo situaciones recientes:
"Demuestro inteligencia puesto que impongo a otros una ley que yo no cumplo, incluso me invento una ley que no existe con la que amenazo y amedrento."
Pero la educación es un tema suficientemente serio como para que nos dejemos de pillerías e intentemos poner remedio a los males que nos aquejan.
Por ejemplo, pienso que tenemos instrumentos previstos como la orientación en los institutos que no se les saca suficientemente partido. Se puede hacer mucho más con los alumnos, ser orientador no es sólo repartir folletos o reunirse una y otra vez con los profesores. Se pierde mucho tiempo en el instituto en reuniones de profesores que no llevan a gran cosa, papeles y más papeles, y lo que interesaría es ayudar a qué cada alumno encontrara e hiciera los estudios o formación que mejor le van.
Una de las ventajas de nuestro sistema actual es que hay múltiples vías para conseguir los títulos, yo no sé si estas cosas se explican suficientemente a los padres. Hay que dar mucho la lata a la gente para que se entere de las cosas y tengo para mí que no se hace.
Los tutores son auténtico burócratas, ratos muertos rellenando formularios ¿para qué? para hacer estadísticas ¿y para qué tanta estadística? nos gana la burocracia y la fiebre de las cuadrículas en Séneca.
Con quien se debe de perder tiempo es con los alumnos no con los papeles.
Veo que a menudo se quieren resolver problemas poniendo más normas en los institutos. En el mío estamos saturados de normas. Nos sobran normas.
Los alumnos no son amigos de los profesores, estamos de acuerdo, pero tampoco son "el enemigo a batir". Hay que ganarse su confianza y respeto. Se confunde el respeto con el miedo, y la disciplina con el ejército. Puede haber confianza y respeto al mismo tiempo. Para poder enseñar es necesario que el alumno confíe en el profesor, y esa circunstancia muchas veces no se da.
Yo he visto echar regañinas a los alumnos, toda la clase en silencio sepulcral. Y al mismo tiempo se percibía falta de comunicación, los niños no estaban escuchando la riña porque les da exactamente igual lo que el profesor les está diciendo. No se lo creen. Para mí ese es el fallo; el alumno tiene que "creer" al profesor.
Al mismo tiempo no comprendo porqué nos quejamos de que los alumnos no saben ¿cómo van a saber si no se les enseña? ¿cómo les vamos a enseñar si no les hacemos trabajar? yo no nací sabiendo ortografía ni filosofía, ni escribir ni hacer cuentas.
Hay labores del profesor y del maestro que son una auténtica lata. No podemos quejarnos de que hay que corregir y hay que leer trabajos y exámenes, claro que hay que leer decenas de trabajos y de exámenes, y aburrirse haciéndolo. Así es como se puede ver si saben ortografía y corregir y hacer repetir las palabras que están mal escritas. Además los alumnos se sienten importantes, como nos pasa a cualquiera, cuando ven que has leído lo que ha escrito y se lo devuelves corregido. Es un estímulo para su trabajo.
Pero si resulta que todos los alumnos van a aprobar o van a pasar de curso por "imperativo legal", la administración debería darse cuenta de que con esos "imperativos legales" nos están segando la hierba debajo de los pies y nos están quitando la motivación al profesorado para nuestras aburridas tareas de corrección.
Hace falta una "moralización" del trabajo en la escuela, en el sentido de que necesitamos un "rearme moral", nuestra labor es importante, nos la tenemos que tomar en serio. Si yo me lo tomo en serio mis alumnos se lo tomarán en serio.
Que nos tomen en serio en la sociedad no se consigue con una ley más que lo diga: "tomad en serio a los profesores". A veces los españoles somos un poco ridículos en nuestro afán de que todo se resuelva "desde arriba".
Insisto en que el colegio, el instituto es un lugar de trabajo, donde se va a "partirse el lomo", como cualquier otro ciudadano va a su puesto. Y no puede ser que por una mal entendimiento de la igualdad de oportunidades se deje de trabajar en los institutos, "para que todos titulen facilitemos las cosas". En ese punto creo yo es donde hay que insistir para que las autoridades tomen las medidas pertinentes.
En esta historia de la educación no podemos seguir tirándonos la patata caliente unos a otros, sin hacer lo que a cada uno nos corresponde, en mi opinión.
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