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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

miércoles, 9 de marzo de 2022

SPINOZA. NECESIDAD Y DETERMINISMO


Tras distintos aplazamientos, el siete de marzo en la biblioteca del IES San Juan de la Cruz celebramos el tercer encuentro de la Quinta. Los participantes: Gisela, Balbino, Rafael, José Javier, Fran y un servidor estuvimos atentos hasta el final (cosa rara en nuestra Quinta) a la lectura que Amelia hizo de su "Crónica de las cartas del mal", en torno a SPINOZA y el trabajo de G. DELEUZE: Spinoza: Filosofía práctica (2001).

Las "Cartas del mal" recogen la correspondencia entre Spinoza y Willem van Blijenbergh o lo que es lo mismo entre un "filósofo republicano", el genial hereje sefardita, y un teólogo orangista y calvinista. Los aleja el concepto de Dios. Spinoza, que obviamente no es ateo y hace de Dios (sive Natura) la substancia primera y necesaria, pone en duda el concepto de un dios legislador. De hecho, en la Ética negará que Dios tenga entendimiento y voluntad en el mismo sentido en que podemos atribuir estas facultades a los seres humanos. En una de sus cartas, Spinoza plantea el rancio dilema: "O bien no hay ni pecados ni mal, o bien es dios el que hace esos pecados o el mal". Y añade que lo que hay que aclarar es la misma noción de mal.

Emblema y lema de Baruch de Spinoza.
Una rosa con espinas y
Caute: Ve con cautela.


Spinoza se afana por demostrar que dios [sic] no dirige la voluntad humana (facultad que Spinoza negará en su Ética), sólo le muestra mediante el entendimiento qué lo perfecciona y qué no. Lo malo ha de concebirse como intoxicación, envenenamiento o indigestión, pero no es nada en sí mismo. Esta consideración remite a la consideración neoplatónica del mal como carencia y del ser como perfección (gradual). Lo que nos envenena es el error, la falta de (buena) filosofía: amor a la verdad. 

Spinoza remite, ¡menos mal!, a una consideración alegórica de las Sagradas Escrituras, en las que la salvación o la perdición se representan "infantilmente" como premio y castigo divino, y no como efectos de causas "humanas, demasiado humanas", según expresión nietzscheana. "La moral o el conjunto de leyes o valores sería una ilusión, un artificio ideado para los que son incapaces de acceder a la verdad". Bastaría por tanto el entendimiento para guiarse en la vida. A la virtud no estamos obligados por ley, sino por amor (amor intelectual, se entiende), porque nos perfecciona y es lo mejor. 

"Ama y haz lo que quieras", que dijo San Agustín. Claro que "amor" -dixit Ovidio- ¡también se dice de mil maneras! Y no todas buenas. Y por eso mismo son tan imprescindibles las leyes, porque amamos lo bueno, pero no nos ponemos de acuerdo en qué sea lo bueno.

Hay en la antropología de Spinoza un rechazo a cualquier superioridad del alma sobre el cuerpo, no por prurito materialista, sino más seguramente como un alejamiento del dualismo cartesiano y una apuesta por el monismo. Los cuerpos -anota Amelia- son para Spinoza "modos finitos de una potencia infinita". Lo malo se mide por la disminución de la potencia de acción, la debilitación del conatus. Eso es la tristeza o el odio, afectos negativos de los que sirve el tirano para garantizar o aumentar su opresión. Y todo lo bueno es lo que aumenta dicha potencia, como la alegría o el amor. 

Por lo leído, Deleuze ve en esta revalorización del cuerpo un atisbo del inconsciente y de la conciencia como epifenómeno "emergente" de las relaciones que definen y componen el cuerpo. El desconocimiento del orden de relaciones que nos componen somáticamente producirían una triple ilusión: la de las causas finales, la de los decretos libres y la ilusión de un dios con voluntad y entendimiento que fija el orden del mundo a su arbitrio.

Para Spinoza, soy malo si por imprudencia pierdo la ocasión o el estado de ser más perfecto. Spinoza pugna aquí por una subordinación de la voluntad al entendimiento, pero en la Ética este subsumirá por completo a aquella (me referiré a esto más adelante). Entender qué somos es aquí lo decisivo para conservar la disposición de relaciones que nos hace felices. Y entender es aquí, como en Descartes, concebir clara y distintamente, así como deducir lo que de ello se sigue racionalmente (more geometrico). "Un entendimiento libre de toda superstición nos entregaría al grado más alto de beatitud". Por consiguiente, para Spinoza se obra virtuosamente cuando nos atenemos a lo que es propio de la "naturaleza humana" y no cuando se obra por un fin o finalidad. 

Ni qué decir tiene que este concepto esencialista de "naturaleza humana" es hoy discutibilísimo, no sólo por el suplemento cultural y creativo de lo humano, sino porque incluso la carga genética que nos constituye físicamente es diversa y evoluciona, existe en su devenir histórico (y hasta puede ser ya editada y manipulada ingenierilmente mediante la biología sintética).

Spinoza acaba rompiendo con su corresponsal, porque cree que le malinterpreta maliciosamente al atribuirle por ejemplo la idea de que los hombres son iguales a los animales, porque se toma a mofa las deducciones naturales, porque minusvalora la vida y porque aprecia más la autoridad que la verdad. 

Según Deleuze -y es muy posible que acierte- todo el esfuerzo de la Ética de Spinoza está destinado a romper el vínculo tradicional entre libertad y voluntad, tal vez con el propósito de acabar con la consideración antropomórfica de Dios como déspota o como juez. La libertad no será pues una propiedad de la voluntad y "la voluntad no puede llamarse causa libre". Toda voluntad está determinada causalmente. 

¡Si esto no es determinismo, que venga dios y lo vea!, o sea, la voluntad se reduce a motivos, como hace la psicopedagogía à la page, sin duda muy espinocista y espinosa. De ahí el imperativo educativo (categórico) de motivar al alumno, que no sería malo si no supusiera la creencia en la imposibilidad (o la increencia en la posibilidad) de que este, voluntariamente, se auto-motive, es decir, que ejerza su voluntad sin más causa que su propia decisión de aprender. Para Spinoza sólo Dios es libre, porque todo se sigue necesariamente de su eterna esencia, como los teoremas se deducen necesariamente de los axiomas. O sea, ni siquiera Dios es libre.

"La libertad -comenta Deleuze y recoge al final de su borrador Amelia- es una ilusión fundamental de la conciencia en la medida en que esta ignora las causas, imagina lo posible y lo contingente [imagina, no entiende], y cree en la acción voluntaria del alma sobre el cuerpo" (op. cit. pg. 103).

Se trata, y alude a ello nuestra ponente en las amables notas autobiográficas de su epílogo, de una extrapolación radical, tan inadecuada como desmedida a mi juicio, una extensión de la necesidad racional (lógico-matemática o euclidiana) a la contingencia de los hechos naturales y a las acciones humanas  o, por decirlo de otro modo, se trata de un despotismo metafísico del razonamiento demostrativo, geométrico. Aunque Spinoza no tiene más remedio que reconocer, contradictoriamente, que en la "naturaleza naturada", pasiva o creada, hay lugar para la contingencia y la diversidad.

***

Creo que el éxito de Spinoza en tiempos recientes se debe sobre todo a su ambigüedad, o sea, a que su sistema sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Lo dice Vidal Peña. Lo mismo sirve para el panteísta fervoroso (y el ecologista mágico), que para el ateísta dogmático, para el racionalista que para el místico, para el materialista que para el idealista. También los agnósticos pueden encontrar en Spinoza motivos para sus epojés, y los deístas: "El alma humana tiene un conocimiento adecuado de la eterna e infinita esencia de Dios" (Ética 2ª, XLVII).

El amigo de la determinación de lo inconscio o inconsciente hará pie en la afirmación de que el deseo es la esencia misma del hombre, y eso aunque Spinoza afirma que los hombres "ni soñando piensan en las causas que les disponen a apetecer y querer, porque las ignoran" (Ét. 1ª parte, Apéndice). Y tampoco parece dejar mucho sitio para el inconsciente al decir que "todas las cosas que acontecen en el cuerpo humano deben ser percibidas por el alma humana" (Ét. 2ª, XIV).

También el politólogo (valga la pedantería) hallará flotador en la insistencia espinocista en la mediación de la Ciudad y en sus evidentes intereses republicanos: su colaboración con el partido de los Witt. Su apostasía, presente en las cartas antes referidas, es una renuncia moderna y una denuncia legítima de la teocracia, que todavía inspira vastos (y bastos) regímenes e imperios islámicos en nuestro mundo.

Incluso los gnósticos pueden hallar una confirmación en Spinoza de que la salvación se alcanza por el conocimiento. Y los neo-estoicos, que van siendo legión, hallarán en el determinismo espinocista un apoyo para su serenidad tan naturalista como fatal.

Unamuno leía su Ética (que como dijo Fran, Lycofrán, poco tiene de ética salvo su título) como un desesperado poema elegíaco. (Tengo que consultar la interpretación de Ortega, espigando en sus Obras Completas). Añado todavía que los vitalistas -como confirma el borrador de Amelia- encontrarán buenas razones en su obra para su santificación de la Vida, pues "un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte".

Sin embargo, es muy difícil conciliar esta esperanza de llegar a ser un "hombre libre" con lo que se afirma en la proposición XLVIII (2ª p.): 
"No hay en el alma ninguna voluntad absoluta o libre, sino que el alma es determinada a querer esto o aquello por una causa, que también es determinada por otra, y ésta a su vez por otra, y así hasta el infinito".
Además, téngase en cuenta que estamos ante un mecanicismo, una cadena férrea de causalidades entre las cuales no cuentan las metas, o sea, ni los objetivos, ni los propósitos, ni causas finales.

Es paradoja que una obra racionalista sea también contradictoria o que una obra trágica pueda sin embargo proporcionarnos consuelo. La forma geométrica de razonamiento se ve desbordada al reconocerse que existen de hecho diferentes clases de pensamiento en diversos planos ontológicos. El deductivismo muestra sus limitaciones, precisa de escolios, al reconocerse también que lo erróneo y confuso puede seguirse con la misma necesidad de lo erróneo y confuso, que lo claro y distinto de lo claro y distinto, o sea, de lo evidente. El fanático no tiene por qué razonar peor que el tolerante, de hecho suele ser más inflexible en sus deducciones.

Spinoza distingue tres géneros de conocimiento: 1. A partir de cosas singulares por experiencia vaga (opinión); 2. A partir de signos, los que leemos por ejemplo (imaginación); 3. Por nociones comunes e ideas adecuadas de las propiedades de las cosas (razón). Además, acepta una ciencia intuitiva a partir de la esencia formal de ciertos atributos divinos.

En nuestra reunión, Rafael Bellón recordó la admiración que Nietzsche sentía por Spinoza. Y no extraña porque este también reconoció que el conocimiento se da en función de la vida, y no la vida en función del conocimiento (Ét., 3ª, def. 1). Otra cosa es que Spinoza se atreviera a hacer de la vida, de cualquier vida, un bien absoluto. En todo caso sólo lo sería la vida digna, o sea, la fiel a su conatus, la que se perfecciona a sí misma incesantemente.

Vidal Peña sugiere que en el orden deductivo de la Ética se ha colado la dialéctica como (platónica) "destrucción de hipótesis". En su cimiento mismo, pues la realidad, entendida del modo más absoluto: la sustancia, Dios o Naturaleza, no es, propiamente, nada determinado, no está afectada por determinaciones y es, de suyo, absolutamente plural, infinita, inabarcable, ¡y a pesar de ello podemos formar de ella un concepto! 

Uno recuerda aquí el tò ápeiron de Anaximandro. De este tò ápeiron, lo sin límite, lo universal indeterminado, dice Antonio Escohotado que fue la primera noción propiamente filosófica (Hitos del sentido, IV, 2020): "Anaximandro planteó la dialéctica inherente a cualquier identidad concreta. Todo lo determinado alcanza su perfección al individuarse". Pero al llegar a ser sí mismo cada individuo "paga la injusticia" de alzarse como diverso entrando en "el orden del tiempo". Existir es precisamente ese ganar límites y lo limitado pagará sus cuentas con la finitud por erosión pasiva, como la materia inorgánica, o creando vida al precio de inventar muerte. Dicho concepto: Ápeiron o Deus sive Natura, es el de una totalidad dinámica a la vez que fecunda. Es la correlación entre el concepto de creación (tan semita, hijo de desiertos orientales) con lo increado, el Creador.

Aún se discute si Spinoza fue panteísta, panenteísta o ateo, y en qué sentido. Hegel le llamó "acosmista" y "teísta monótono" que -como Schelling- lanzaba todo al abismo de una identidad única. El Dios espinocista, dios filosófico, verdadero agujero negro universal, se lo traga todo, "todas las cosas son en Dios" (Ét. 1ª, XV) y es cosa extensa a la vez que pensamiento (2ª, II). Tampoco es libre, pues está sometido a la omnipresente Necesidad, al destino (1ª, XXXIII): "Dios no ha existido antes de sus decretos ni puede existir sin ellos", porque es pura actualidad.

Dios se lo traga todo y no se agota, por lo que -y esto es decisivo- ningún dogmatismo puede apoyarse en su pretendido e imposible conocimiento, pues definir a Dios es indefinirlo. Aún recordando algunos de sus nombres siempre nos faltarán otros, que hemos olvidado. Lo más trágico de todo es que ese Dios al que se ama intelectualmente como necesaria razón de todas las cosas, ni siquiera puede amarnos.



En 2016, nuestro amigo (amigo de la Quinta del Mochuelo, a la que asistió en alguna ocasión), filósofo e ingeniero, José Pedrosa, publicó en USA un ensayo, bien fundado, sobre "La cuestión religiosa en Spinoza". Dice en su pg. 144: 

"El concepto spinoziano de Dios, como necesariamente productivo, destruye el concepto judeocristiano de creación. Dios engendra las cosas al mismo tiempo que las va entendiendo. Resulta, pues, que Spinoza, en vez de distinguir entre Creador y Creación, los engloba a ambos en una misma realidad, resultando ser únicamente dos aspectos distintos de una misma sustancia".

El dios de Spinoza es una sustancia no creada y eterna con atributos infinitos y los seres humanos sólo son una parte ínfima de esta manifestación de Dios. Somos en Dios sin ser Dios, ya que diferimos de él tanto por la esencia como por la existencia (Gueroult, citado por Pedrosa, op cit. pg 162). 

Vemos -volviendo al tema del mal- que, si todo participa de Dios y su dinámica, nada ni nadie será inferior o malo per se, sino relativamente, modalmente, en la relación de modo con modo. Al dios espinocista ni se le puede rezar ni se le puede pedir ni se le puede rogar. No es un Dios revelado. Lo único que nos cabe como excelencia (virtus) es conformar nuestro comportamiento a la Naturaleza que es Él mismo, alcanzando la beatitud (amor intellectualis Dei). 

Y así, en el orden personal, cada cual es deudor de su propia salvación o destrucción. Admite Spinoza dos caminos de salvación: A) Uno accesible a todos, que requiere una vida virtuosa en una civitas virtuosa, de acuerdo a las reglas de un Estado democrático pero atento a la naturaleza de Dios, y B) Otro más arduo para intelectos disciplinados y educados, que requiere lo anterior más la aceptación y conformidad con los acontecimientos naturales y las ciencias que los describen. O sea, que (recordando a Goethe) quien tiene ciencia, ¡ya tiene religión!

El determinismo y sus miserables consuelos

"Los hombres se equivocan al creerse libres, 
opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones 
e ignorantes de las causas que las determinan"
Spinoza. Ética, 2ª parte, XXXV.


Al identificar lo real y lo perfecto, Spinoza elimina la distinción modal entre realidad y posibilidad. Además, entiende lo posible o contingente (sin distinción) como "una cosa de cuya esencia ignoramos si implica contradicción" (1ª, XXXIII). Leibniz definirá precisamente lo posible como lo consistente y no contradictorio. Para Spinoza la contingencia (posibilidad negativa, subalterna de la posibilidad) es mera corruptibilidad (2ª, XXXI).

Anota Vidal Peña que "conciliar duración y eternidad es siempre la cruz metafísica de Spinoza y de donde provienen todas sus ambigüedades". La tendencia aquí es la absorción de lo posible y lo contingente por lo necesario, y el pensar contingente (que puede no ser cierto) por el pensar sub specie aeternitatis.

Por eso no queda espacio para la voluntad libre, sólo hay voliciones singulares. La voluntad es absorbida por el entendimiento (en esto se acerca Spinoza al pensamiento clásico griego). O sea, las verdaderas causas de nuestra conducta (motivos) son lo que sentimos, no lo que queremos voluntariamente. Detrás de nuestro querer están siempre los sentires, verdaderos motivos de lo que hacemos.

En su escolio a la proposición XLIX de la 2ª parte de la Ética, Spinoza expone los principales argumentos contra su negación de la voluntad como facultad independiente: 1. Que puedo querer lo que no entiendo; 2. Que puedo suspender el juicio y no asentir a lo que percibo; 3. Que puedo afirmar como verdadero lo que entiendo falso; y 4. Que si no fuese por la voluntad moriríamos como el asno de Buridan ante dos bienes o dos males iguales.

Spinoza argumenta contra 1. Negando que la voluntad tenga más extensión que las percepciones o que nuestra capacidad de querer sea más extensa que nuestras capacidad de sentir. Contra 2. Spinoza niega que podamos de verdad suspender el juicio. En todo caso, si así fuese, tal suspensión sería una percepción, no una voluntad libre. Contra 3. Que lo único voluntario que puede predicarse de las ideas es lo que tienen en común: la afirmación (pero en 2ª XLIX, Spinoza escribió que la idea por sí misma implica afirmación o negación). Por último y contra 4. y contra el sentido común, Spinoza asevera que si un hombre se encontrara en la situación del asno de Buridán, e. d., sin más percepciones que las de sed y hambre y los dos montones iguales de paja a la misma distancia, en tal estado de equilibrio perecería de hambre y sed.




A mi juicio, todas sus objeciones son insuficientes y merecen contraobjeción. Es claro que Spinoza no llama a su sistema "determinismo" ni "necesitarismo", pero su determinismo panteísta -o panenteísta, o ateo si suprimiemos a Dios de la disyunción Deus sive Natura- le parece doctrina útil porque: 

1º Enseña que obramos por mandato de Dios como partícipes de su naturaleza, lo cual proporciona al alma sosiego. "¡Sucedió porque estaba de Dios!" -podremos decir ante cualquier desafuero. Proporciona sosiego ¡y también proporciona una pasable coartada para la irresponsabilidad. Para el sefardita la beatitud (como estado de alegría satisfecha) se deriva del conocimiento de Dios (o sea del conocimiento de la serie causal) y la virtud es ella misma felicidad y suprema "libertad". Spinoza escribe por virtud principal "pietas", donde Vidal Peña traduce "sentido del deber", haciendo de este modo a Spinoza precursor de Kant. Esta pietas no es más que una especie de amor fati, que ya conocieron y sintieron los estoicos, un amor al destino sin miedo, pero también sin esperanza.

2º El determinismo (cuanto acontece, acontece necesariamente) enseña a contemplar y soportar con ánimo equilibrado "las dos caras de la suerte" (puro estoicismo, imperturbabilidad de ánimo ante la abyecta fortuna (moira kaké) e imperturbabilidad ante la buena, nada de entusiasmo).

3º Enseña a no odiar ni despreciar ni envidiar a nadie y a conformarse o resignarse cada uno con lo suyo y a auxiliar al prójimo "no por mujeril misericordia, ni por parcialidad o superstición, sino sólo por la guía de la razón".

Y 4º, y muy contradictoriamente: enseña cómo han de ser gobernados y dirigidos los ciudadanos "para que hagan libremente lo mejor". ¡Este "libremente" de Spinoza es el que podría haber pronunciado el Ministerio de la Verdad del Gran Hermano de Orwell, pues sólo puede significar lo que se entiende como lo mejor, no lo que se quiere como lo mejor. 

Todo esto lo podría haber dicho con la contundencia y el fatalismo del cordobés Séneca: "Ducunt volentem fata, nolentem trahunt", o sea, los hados conducen al que quiere y al que no quiere le arrastran. Así que más vale querer lo que necesariamente acontece si quieres vivir tranquilo. Dicho "querer", pues la voluntad no existe, no es más que una conformidad del Entendimiento consigo.

***

Durante la sesión hubo interesantes aportes, relativos por ejemplo a la reunión de Spinoza y Leibniz sucedida en febrero de 1676 y al contraste de las filosofías de ambas portentos. Leibniz creía en la libertad de la voluntad humana, y por supuesto de la de Dios, que elige para su creación entre los mundos posibles el menos malo.

Fran refirió la anécdota de la araña que provocó la risa de Spinoza al atribuirle al artrópodo la creencia de "que quería" comerse al mosquito. La verdad, dudo mucho de que las arañas puedan formarse creencias, pero también de que gocen de libre albedrío, ese al que Unamuno llamó Noluntad, porque consiste básicamente en decir no a la gana. La voluntad es ascética. Nuestro compañero también refirió al hedonismo de Spinoza al afirmar que al sabio le es dado complacerse con los placeres de la vida. Rafael recordó que Spinoza puso tienda de lo que hoy llamamos "chucherías" antes de dedicarse a pulir lentes, cuyo polvo le causó una enfermedad profesional.

No sé muy bien por qué, la discusión saltó a la crítica del historicismo. A la discusión de si hay un sistema en Ortega. A lo que Fran afirmó que él pensaba que había dos Ortegas, uno antes y otro después de la Idea de principio en Leibniz. Al alemán, consejero áulico, diplomático, cuya íntegra filosofía aún está por editar y descubrir, algunos le atribuyen un doble discurso...

El encuentro se cerró con refresco y tapa, para quien quiso o "lo sintió necesario". Se decidió que la próxima reunión la dirigiría Rafael Bellón y girará sobre los escritos filosóficos de María de la Cruz, desconocida seguidora de Juan de la Cruz, y algunos de cuyos manuscritos se pueden admirar porque se conservan en el monasterio carmelita de Úbeda. Tal reunión se celebrará el cuatro de abril si Dios o la Naturaleza así lo entienden y disponen. Aún está por aclarar el lugar del encuentro.


DEUDA PÚBLICA

 Al hilo de Marx y marxistas y al hilo de la actualidad: "las deudas de nuestros países europeos revientan", los gobiernos gastan dinero que no tenemos en cosas que no hacen falta ni el pueblo ha pedido. 

Encuentro en el capitulo de "El Capital" que Marx dedica a la acumulacion originaria, es decir los prolegómenos del capitalismo, unos párrafos bastante mordaces dedicados a la "invención de la deuda publica".

miércoles, 19 de enero de 2022

LOS SESGOS DE ALTHUSSER

Autobiografía póstuma de Louis Althusser, 1992 

 Encuentro de la Quinta del Mochuelo en la biblioteca del IES San Juan de la Cruz. 

(17 de enero 2022, en plena pandemia del virus sinense, variante ómicron, enmascarillados).

Esta vez la Quinta hizo honor a la ambigüedad de su nombre (todos lo son) porque no consiguió reunir más que a cinco mochuelos. Excusaron su presencia por justificadísimos motivos Rafa Bellón, Emilio L. Medina, José Javier Villalba y Gisela Destefanis, a la que deseamos una pronta recuperación. Amelia (anfitriona), Fran J. Fernández, que vino desde Marmolejo (y sin vino se volvió), Balbino, Manuel López Villacreces (profesor del IES Francisco de los Cobos) y un servidor hicimos acto de presencia en la Biblioteca del centro, que ahora es también conservatorio por las tardes. ¡Bienvenido sea Manuel, que se incorpora al grupo de debate con la promesa de amistad!

Hice COU en este centro cuando todavía estaba sexualmente dividido, o sea en el paleolítico, así que, aún viéndolo muy rejuvenecido, me trajo viejos recuerdos pasear por sus claustros y pasillos.

Tomó la palabra Fran para hablarnos de la continuidad prevista de su Lycofrón, al que quiere refrigerar o aclimatar con cascada de cuatro niveles textuales. ¡Tiempos aquellos en que Hegel desarrollaba una nota a pie de página en sesenta páginas, sobre cálculo diferencial, en su Ciencia de la lógica! Agradezco la anécdota. Esa narración en cascada cuenta con antecedentes venerables. Está en los diálogos de Platón, en la que el autor escribe que A cuenta que Sócrates les describió a una sacerdotisa de Mantinea (Diotima) lo que a esta le reveló el oráculo... El logos de Sócrates está apuntado o anotado por su Daimon.

Pero el principal tema de Fran fue su reseña de la edición granadina de la conferencia pronunciada por Louis Althusser (1918-1990) en Granada (Hospital Real, 1976), a la que tuve ocasión de asistir con neófita y, ya muy superada, devoción marxiana. Althusser había sido invitado por su acólito e implementador filológico Juan Carlos Rodríguez, célebre por su reducción de la literatura a "producción ideológica", de acuerdo con el catecismo revolucionario de la monaguilla chilena de Althusser: Marta Harnecker, a la que me permití años después contraponer a su némesis ruso-americana: Ayn Rand, en Ateneas

A Juan Carlos Rodríguez lo tuve de profesor de Teatro en mis estudios de filología, sin que ello me diera la oportunidad de verlo ni un solo día. Podría defenderse diciendo que eso fue "puro teatro". Por lo menos me dio un notable por un trabajo sobre el teatro ilustrado español, que seguramente mal leyó, y reservó la matrícula para el de su cuerda, un memo ganado por la nueva fe comunista. Él y más aún sus mediocres epígonos (dictadores de sus apuntes amarillos de "verdades absolutas", "palabra de Dios, te alabamos Señor") se ganaron con creces el sobrenombre de "penenes sobrecogedores", o sea cogedores de sobres a final de mes. No todos, claro. Natural, porque estaban preparando teóricamente la praxis revolucionaria del porvenir en los garitos de la gauche divine, algunos auxiliados seriamente por estimulantes peligrosos y hierbas exóticas, carísimas, consumidas en tertulias nocturnas adobadas con canciones protesta e himnos revolucionarios, sobre todo hispanoamericanos, y ya se sabe que L'avenir dure longtemps.

Algunos, algún penene, admirado amigo mío, pretendiendo saltar sus "contradicciones burguesas" en un mundo imaginariamente dividido en dos por el maniqueísmo revolucionario e iluminado por la palabra profética de sus caudillosse perdió en las más obscuras simas del maltrato de sí mismo, digamos en su jerga, de su "pequeñaburguesez", avocado sin remedio a la autodestrucción y otros efectos, según cuenta con detalles Antonio Alcaraz, que además de acreditado profesor fue también líder del partido comunista y presidente de su XVII Congreso (2005), en su "relato" Sobre la autodestrucción y otros efectos (1975). Digo "relato" y no "novela", porque este término, "novela" también se antojaba entonces legitimado en/por la burguesía, es decir sospechoso de ideología dominadora. Vade retro! Sí, ese estamento académico, universitario, pertenecía a una "sector de clase flotante" y en aquel remolino de la transición política algunos se quedaron no sólo "desencantados", sino hundidos de tanto flotar sin salvavidas en los largos tubos de cubata, incapaces por sus hábitos burgueses y sus padres franquistas, de ascenso epifánico al Reino de los Justos, redimidos por el proletariado, que tampoco les respetaba. ¿Esquizofrenia ideológica o dogmático utopismo trágico?

Decepcionado de la facultad de Filología, estudiando por las tardes Derecho (entonces se podían cursar al alimón dos carreras) tuve, en frente de Al-Áldalus, excelente librería de mi amigo el poeta ya fallecido Rafael Juárez, la suerte de escuchar al maestro Pérez Prendes, en aquella tesitura de huelgas y más huelgas, el buen cine del cineclub don Bosco, el buen teatro y la buena música (casi gratuita para los estudiantes melómanos como yo) y hasta la microfísica del poder de Foucault o el estructuralismo de Barthes fueron para mí, curioso escéptico sin carnet expulsado de un colegio mayor público (el Sto. Domingo) por amistad con la plana clandestina del Psoe, un punto y a parte, y luego, el descubrimiento de la analítica y del pragmatismo anglosajón, un refrigerio grato y enriquecedor. 

Más allá o más acá del marxismo había filosofía y de la buena, de la que no renegaba de sí. Por cierto, que el director que me expulsó del Colegio mayor, habiendo yo cosechado matrículas de honor y sobresalientes en mi primer curso de ambas carreras, humillándonos a mí y a mi padre por celebrar con claveles la revolución portuguesa (no fue eso lo que pretextó para echarme, pero era eso y mi amistad con los clandestinos), se presentó años después a las elecciones municipales granadinas, ¿en la lista?..., ¡del Psoe! Prefiero no recordar su nombre, que era vasco para más señas.

A Fran sí que le agradezco que nos recordara que la frase "l'avenir dure longtemps" es del general Charles de Gaulle y que fuese la ironía que le espetó a Nikita Kruschev cuando visitó la URSS y vio en qué tipo de totalitarismo fatal con Gulag para los disidentes se iba convirtiendo el "paraíso proletario". De Gaulle era muy listo y no por casualidad cuenta en sus memorias lo rica que está la pipirrana de Jaén, que consumió en su castillo. 

"El porvenir dura mucho", L'avenir dure longtemps, es como el decir "¡tan largo me lo fiais!" del Tenorio cuando lo amenazan con el infierno por sus pecados, pero al verres. Puede que la famosa autobiografía de Althusser, que para mí conlleva el precioso recuerdo con dedicatoria de un buen amigo ya fallecido, Juan Enrique García Blanca, exiliado sexual en Francia y extraordinario dramaturgo, que me la trajo encargada de Francia..., puede que explique el uxoricidio del que Althusser fue con razón imputado y no sabemos por qué o sí lo sabemos, sin razón, exonerado en los tiempos de François Mitterrand, presidente al que admiré hasta el punto de comprarle "su parte de verdad" en Le livre de poche, uno de cuyos capítulos, ¡oh causal casualidad! se inicia con una cita de Pablo Picasso: "On met très longtemps à devenir jeune". Eran los tiempos (1969) en que se reflexionaba sobre los acontecimientos de mayo, todavía caliente la juerga universitaria del sesenta y ocho y mire usted que "les étudiants luttaient contre la société de consommation". Tal vez nosotros tendríamos también que decir hoy "consumación" en lugar de "consumo". Al situacionismo de Guy Debord y su análisis de La sociedad del espectáculo (1967, ¡profético ensayo!) vuelvo de vez en cuando.

El problema que parecía preocupar a Fran en su interesante exposición no era tanto si el uxoricidio de Althusser debiera ser considerado hoy -no lo fue desde luego entonces- "violencia de género" (providencial sustituto para cierta izquierda de la "lucha de clase"), concepto anacrónico para los tiempos del francés, sino la redefinición de Filosofía a la luz del mensaje althusseriano... 

Importantes son los recordatorios de la heroica prisión sufrida por Althusser entre el cuarenta y el cuarenta y seis, así como su tesis sobre Hegel. A pesar de sus veleidades comunistas (¿es el comunismo el más racional de los sistemas políticos, amigo Fran?, ¿es el hombre un animal racional? Primero tendríamos que saber si la racionalidad es el motivo principal de la acción humana, de la creatividad). A mi juicio, el más racional de los sistemas es el de las hormigas sociales, donde el individuo y sus pretensiones o "empresas" están totalmente sacrificadas al interés del grupo, por supuesto en una sociedad así, pergeñada en parte por Platón a modo de sueño racional en su República, me refiero a la de las hormigas, las abejas o los termes, no hay innovación ni emprendimiento, sólo evolución lenta y dependiente necesariamente del contexto medioambiental. 

A pesar de su apuesta por el comunismo, respetable, Fran considera, no obstante, que el marxismo es una aberración. Amelia y un servidor coincidimos en considerar esto una hipérbole poética. Desde luego, estoy dispuesto a reconocer que, como filosofía, el marxismo es muy deficiente, incapaz de formular una ética y una estética congruentes. El único marxista que supo algo de la especificidad del arte fue Trotsky y los ortodoxos le dieron el golpe de gracia, tal vez por ello, con una picota. El hereje seguramente hubiera consentido, muy kantianamente, en reconocer que una "revolución permanente" no es otra cosa sino una sociedad abierta en la que cabe el uso privado de la razón y su expresión pública, es decir una sociedad como la polis de Atenas, pero sin esclavos ni impuestas "minorías de edad", en la que uno puede salir y entrar y con la que uno puede comprometerse a voluntad, es decir libremente. En revolución permanente y hasta en vértigo, para bien o para mal, está cualquier sociedad en la que sea posible un proceso ilimitado de reformas y una tecnología à la page... 

La filosofía busca dogmas sin ser ella misma dogmática salvo en su lógica esencial, es decir, en su respeto fundacional a la razón, al orden del lógos. No obstante, es evidente que la filosofía no puede ser la que era -ni la metafísica, que resiste y resistirá, tampoco- después de la "sospecha" marxiana. Que nuestra conciencia -y nuestro inconsciente- se ven afectados por el modo en que producimos, distribuimos y consumimos los bienes, que no se piensa igual si le nacen a uno en pesebre de cuadra que en moisés de plata, son hoy hechos innegables. Y ni siquiera es necesario ser marxista para reconocer la fuerza infraestructural y determinante de la economía, ni althusseriano o estalinista, ¡desde luego! Y mucho menos maoísta, conocida ya la historia de aquellos desastres genocidas. A mi juicio, el comunismo es más aberración que el marxismo, y a la historia reciente y al presente me remito, como el capital sin control. Su caricatura terrorífica y trágica: Corea del Norte y sus petardos "ideológicos". Los crímenes del comunismo han sido y son de tan lesa humanidad como los del fascismo. Y la izquierda europea, bien protegida y aburguesada, ha tardado demasiado en reconocerlo, o todavía no lo reconoce, absorta en sus mitos.

Otra cosa es la crítica formulada por Fran (en "Los sesgos de Althusser", inédito) sobre la supuesta -por Athusser- "ruptura epistemológica" entre el joven Marx (vulnerado aún por el idealismo) y el Marx maduro (científico de pro). A mi juicio, el marxismo filosóficamente más interesante es, desde luego, el de los Manuscritos, que consiente aún una interpretación humanista (la de Erich Fromm o Sánchez Vázquez, incluso la de nuestro Muguerza).

El leitmotiv sobre la interpretación marxiana -no sólo althusseriana- de la filosofía es la undécima tesis sobre Feuerbach, que supone una oposición discutibilísima entre teoría (interpretación) y praxis (revolución). Hoy sabemos que toda práxis y hasta la mera percepción está impregnada de teoría y que la teoría es también acción, igual que hablar es un hacer con fuerza ilocutiva y perlocutiva, y un jugar pragmático en formas de vida humanizadas y diversas. El mundo, desde luego, es mejorable, pero no olvidemos la lección de Mairena: todo es también "perfectamente" empeorable. 

¿Es la filosofía una mera ideología, una falsa conciencia, como, presuntamente, la literatura, la religión y el arte? Cabe entonces preguntarse por qué conservamos como lecciones clásicas las de Platón, Aristóteles, Spinoza, Leibniz, Kant, Russell, Wittgenstein..., y despreciamos otras o se pierden tantas en el muladar del olvido. Bueno, la filosofía sería algo así como la sistematización y ordenación ejemplar del batiburrillo de las ideologías de una época, es decir, se agotaría en lo político. Desde luego, las últimas políticas educativas -de la derecha o de la izquierda, tanto da- no pretenden otra cosa. El suplemento "y ciudadanía" o "valores cívicos", que se añade al nombre de nuestra disciplina, es síntoma de esta pretensión reduccionista que hemos heredado del materialismo histórico o dialéctico (sea lo que fuere lo que se entiende por tal). Igual que hemos heredado la concepción arqueológica de la filosofía del historicismo decimonónico. Importantes legados filosóficos como la doctrina aristotélica de las cuatro causas, el análisis del concepto de la nada de Fredegiso de Tours, la lógica trascendental de Kant, o el análisis de la carga existencial de las proposiciones de Quine, difícilmente entrarían dentro del marco de una filosofía politizada, no digamos el idiotismo cínico, el inmoralismo nietzscheano o la razón poética de María Zambrano. Además, si la única función de la filosofía ha sido legitimar el uso histórico del poder político, no se explica ni la ejecución de Sócrates ni la expulsión de Anaxágoras ni las hogueras de Servet o de Bruno ni la excomunión rabínica de Spinoza ni el triste entierro de Leibniz. Más bien parece que la filosofía ha expresado, desde su nacimiento mismo como ciencia de las ideas con Platón, su vocación inconformista y crítica con el poder establecido, sea este tiránico, oligárquico o democrático, y sólo en las sociedades abiertas, donde el poder público está quebrado y la libertad de examen y expresión se respeta, puede florecer y florece.

Pretender una filosofía sin ideas, o una filosofía no filosófica es como ensayar la cuadratura del círculo. La neutralidad ideológica, la objetividad, la ecuanimidad es en filosofía, como en cualquier otra ciencia, con la ciencia ha evolucionado hermanada hasta el XVIII y más allá, una meta regulativa, un fin ideal que no tocamos jamás, cierto, pero por eso salva el tiempo, testigo insobornable, la mejor de las filosofías y se consagra como clásica la más ecuánime y congruente, la mejor conjuntada con la religión, el arte o la ciencia. Rebuscar en quienes se opusieron a la filosofía dominante es negar el mito proactivo que alimenta principalmente a la razón ilustrada, o sea, su progreso. Lo mismo pasa con el relativismo extremoso, pues si todo es relativo carecemos de todo criterio para pensar que las cosas y las sociedades se pueden mejorar o que de hecho mejoran. La misma tontería de "sobre gustos no hay nada escrito" o "todas las opiniones son respetables", tópicos falaces a los que tan socorridamente recurren publicistas y demagogos.

Como todos los filósofos, Althusser se equivocaba, lo cual no tiene por qué impedirnos espigar en sus aciertos. Errar es humano, perdonar es divino. Así que me divinizaré reconocimiento, por ejemplo, el formidable artículo que Juan Carlos Rodríguez Gómez (1942-2016), cardenal que fue de la iglesia althusseriana en Granada, irresponsable profe de teatro pero notable sociólogo de la literatura, dedicó a Heidegger, "El 'anti-Nüremberg' filosófico: La Carta sobre el humanismo de Heidegger", en el volumen con que la revista ALFA homenajeó a Pedro Cerezo, alma máter de la AAFi (Año XII nº 24-25, 2009) y en el que acaba reconociendo que "el filosofar no se apaga por decreto". Hace unos días que he descubierto que este artículo seguía al mío: "Sobria serenidad y espíritu liberal" en la revista de marras y refiriendo al maestro Cerezo, que tanto sabe de Heidegger.

La acusación de verbalismo contra Althusser (que escribía muy bien, según Fran) tiene antecedentes en la acusación de la filosofía platónica contra la sofística de baja estopa (Platón siempre respetó a Gorgias y a Protágoras), del socratismo frente al isocratismo, de la dialéctica contra la retórica, de Schopenhauer contra Hegel. Lo definitivo al respecto es la sardónica denuncia de Alan Sokal contra la jerga oscurantista y esotérica de la posmodernez, insuficientemente ponderada filosoficamente.

Además, Althusser no confronta lo concreto -recuerda Fran- ni apunta a la contrastación empírica. ¿Una meta-filosofía idealista que se da por contenido un materialismo anti-filosófico? ¿Fue Althusser un dialéctico en el sentido de Aristóteles? No, fue un dogmático declaradamente estalinista, dogmatismo que formalizó con métodos extraídos del estructuralismo, sobre todo la noción de "sistema". Espero con interés el artículo de Fran sobre la althusseriana conferencia granadina editada por su amigo linarense José L. Moreno Pestaña.

Existir es devenir, también para los modos de producción, las formaciones sociales, las coyunturas políticas y sus "fantasmagóricos reflejos ideológicos". La sombra de Heráclito pesa en Marx, incluso más que la de Demócrito. Nadie ha dejado tanta huella con menos palabras en la historia del pensamiento, salvo tal vez Lao-Tsé, pero este recomendaba al emperador que preservara la simpleza o inocencia del pueblo manteniéndolo en la ignorancia, mientras que Heráclito llamaba a la vigilia racional y la responsabilidad cívica. El sabio chino, casi contemporáneo del efesio, recomendaba no hacer porque el que obra se equivoca, mientras el Príncipe melancólico llamaba al despertar y a la acción racional. Para aquel que ofrendó su librillo a Deméter-Cibeles, el mundo físico, como para Marx el mundo social, funde pasividad e ímpetu creativo, opresión y rebelión, armonía y guerra, y la contradicción no induce parálisis, sino actividad. La filosofía ulterior, después de Heráclito, se bifurcaría entre dialécticos y analíticos, los primeros dispuestos a concebir el cambio como cumplimiento y superación (evolución, concepto hegeliano antes que darwiniano); los segundos, denunciando que la unidad de lo positivo y de lo negativo es ilusión nacida de retorcer las palabras, o sea ilusión y fantasía poética en el mejor de los casos. 

Desde luego, y al contrario que los posmodernos y/o posmetafísicos, el estructuralismo de Althusser nunca renunció a la categoría de sujeto. Tampoco Badiou, althusseriano que fuera secretario de Sartre, según revelación de Fran. 

¿Cómo se puede investigar el "afuera" de la filosofía filosofando? ¿No es una contradicción? Claro que, si aceptamos el principio de no contradicción (¬ (A & ¬A)) hic et nunc porque sólo él hace posible la comprensión racional -según el Estagirita- y porque sólo es posible dialogar productivamente con quien acepta no contradecirse, tal vez al aceptarlo neguemos el valor productivo de la contradicción (o de la paradoja). 

Para el marxismo, en efecto, la filosofía no puede ser sino algo residual, al lado de la teoría presuntamente científica y económica de la historia y sus productos ideológicos, al servicio del activismo político del que toma partido "hasta mancharse", que dijo el poeta, cuyo sectarismo, una vez llena su razón de consignas a modo de lamparones, le impedirá desde luego notar e interpretar la infinita gama de grises que impera en el conocimiento y en lo real.

Y hablando de verbalismos, de ensimismamientos en idiolectos sofisticados, de logomaquias y de retóricas menores enmascaradas como filosofías mayores, preguntó Balbino si no es posible censurar también a Heidegger por lo mismo. ¡Desde luego!, respondo. Y de hecho muchas de sus elucubraciones filológicas sobre el sentido de los viejos términos griegos no son más que fantasías dirigidas por dobles intenciones más o menos ocultas, patrióticas tal vez, humanistas quizá, e incluso nazis. 

Como al parecer dejó escrito Marx, "la historia tiene más imaginación que nosotros". A Althusser le interesó el Dasein heideggeriano (hice un trabajo sobre este asunto en la carrera sin entender ni papa y luego perdí unas oposiciones por no emocionarme con la metafísica anti-metafísica del alemán). A Fran el deíctico contenido en esta expresión, Da-sein, Ser-aquí, como el contenido en el impersonal ha-y, "es allí", del "Santiago y (allí) cierra España" anterior al Plus Ultra, le fascinan. Por cierto que hay un trabajo sobre la deisis en uno de los tomos dedicados a Filosofía del lenguaje en la importante Enciclopedia iberoamericana de filosofía, vols.: 17 y 18., biblioteca que auspició, entre otros, nuestro Javier Muguerza. Se puede consultar en la biblioteca de la UNED de Úbeda.

He hecho el esfuerzo de coger la escalera y subirme a ella con mi prótesis de cadera para poder acceder a algunos de los libros cuyas portadas ilustran este artículo. Todos son de una de mis bibliotecas, las cuales pongo a disposición de los mochuelos. Aun subrayados y glosados, no están casualmente ganando polvo y perdidos allá arriba, donde no están los que quiero y uso de referencia y a mano. Pero, plagiando una metáfora extraída del rugby, deporte que Althusser, según Fran, amaba (Heidegger prefería el fútbol de Beckenbauer, el Kaiser de la selección alemana, selección que todavía viste los colores blanco y negro de la bandera prusiana), a veces hay que echar el balón atrás para progresar coordinando movimientos con el resto del equipo.

Espero que la próxima reunión del día 21 de febrero me resulte tan estimulante y evocadora como esta. La extensión de esta crónica lo prueba. También la pasión que he puesto en ella, pues ya lo dijo Hegel, que nada grande se hace sin pasión. Espero que la mía no sea morbo del cuerpo y del alma como esas que enceguecen en lugar de iluminar y que denunciaba con motivo el cordobés Séneca, perspicaz explorador del alma humana y sus dobleces.

Quedo abierto a críticas y comentarios...


Francisco J. Fernández García (autor de Lycofrón), responde. 

Diálogo con JBL:


Fco. J. Fdez.: Respecto de la charla del otro y la reseña de Pepe. Una imprecisión respecto del sujeto en Althusser. Yo dije que Badiou criticaba la denegación cometida por Althusser respecto del sujeto, renunciando por tanto a esa categoría, no afirmándola. En cuanto al comunismo lo entiendo como modelo en que nuestras relaciones con las cosas no estén mercantilizadas y nuestras relaciones con los demás no estén jurídicamente articuladas. En este sentido, no ha habido comunismo nunca. Y Corea, Cuba o la URSS no son referentes, por lo que no me siento concernido. Y un síntoma: se dice respetar mi opinión y luego se tilda de estupidez decir que todas las opiniones son respetables. Estoy de acuerdo de hecho, pero es como que mi apuesta generó emociones en Pepe que se superpusieron a otras cuestiones. Y por último el marxismo es una aberración porque designa algo que va más allá de algo relativo al pensamiento de Marx, al cual reivindico porque me parece un pensador potentísimo, caricaturizado por el marxismo. De hecho Pepe utiliza categorías marxistas pero no de Marx, como "infraestructura" y cosas así. Finalmente, me interesa Althusser porque su destino es trágico desde un punto de vista teórico. Intentó quitarse de encima un lastre doctrinal, el que le tocó vivir. A mí juicio, todos llevamos lastres parecidos. Las modalidades del mismo son distintas, eso sí.

JBL: Por supuesto que tú opinión es respetable, aunque seas enemigo del mercado y caigas en la falacia del escocés: "no, eso no es "verdadero" comunismo". Ya sabes que, en mi opinión, el verdadero es fórmico o abejil. Pero hay otras opiniones no respetables, por ejemplo, la de que todas lo son. La opinión de que los pelirrojos son malos por naturaleza es nada respetable.

Fco. J. Fdez. GªVale. Pero los propios comunistas se llaman a sí mismos socialistas. Por eso Castro decía Socialismo o muerte y era la URSS, unión de República socialistas soviéticas, es decir, dictadura del proletariado. Por eso Althusser decía que el socialismo era la mierda.

Hormiguero. Cabra de Sto. Cristo noviembre 2009.
El "comunismo" de las hormigas supone la diversidad
no sólo funcional, sino también morfológica de sus miembros.


JBL"Sociolistos", les llamaba mi abuelo materno, que era droguero y perfumista, hombre de empresa, self-made-man, enorme trabajador. El otro, talabartero, artesano adicto al ABC, pocas fiestas se permitió, pero disfrutó de buenas "corridas". 
L'avenir debiera ser un equilibrio complejo de libertad e igualdad, socialdemocracia o liberal-socialismo. Fifty-fifty. Equidad, pero también excelencia. Si no "Estado mínimo" -como quería Borges-, por lo menos no Estado excesivo, que ahogue la iniciativa privada, Estado que premie la excelencia y favorezca la creatividad y la innovación es lo mejor. ¡Difícil! 
Fue Hume quien me despertó del "sueño de la razón dogmática" socialista con su Principio de benevolencia limitada, condición de la naturaleza humana. Sólo podemos diseñar modos de vida y de relación social que congrúan mínimamente con lo que somos y sentimos por naturaleza, y nuestra naturaleza no es, obviamente, la de los insectos sociales, pues a la diversidad biológica hay que unir en nuestro caso la diversidad individual, esa que debe cuidar una buena pedagogía. Cada uno de nosotros es especie única, como decía Unamuno. Es sencillamente imposible que la gente trabaje por "lo que es de todos" como trabaja por lo que es propio, próximo, cercano, como es imposible que uno quiera al hijo de otros como quiere al propio. Incluso el hiperbólico mandamiento del amor cristiano exige -con secreto realismo- que amemos al "prójimo", es decir al próximo, no al remoto. ¡Gente que se manifiesta por lo que pasa en África y no da ni los buenos días al vecino!, de esos conozco unos cuantos que se permiten moralizar, pero... "compromiso con lo remoto, ¡irresponsabilidad manifiesta!". Evidentemente, sería de muy malísima educación cuidar a mis hijos y a mis sobrinos y repartirle piruletas y caricias sólo a mis hijos, aunque eso sea lo que me manda el corazón. La extensión cosmopolita de nuestros afectos es un mandamiento moral, pero no una condición instintiva ni un impulso espontáneo. El humanismo y el humanitarismo son resultado de la educación, de la domesticación. Es psicológicamente imposible que amemos al otro como amamos al semejante o al afín, al de nuestra cuerda, al paisano, al cofrade, etc. La simpatía es una extensión del amor propio. Los ilustrados lo vieron. 
Y "el ojo del amo engorda a la yegua". Un ejemplo sacado de mi experiencia... Labor:  Pintura de un centro educativo público. Empresa pública: tiempo empleado en la labor, un mes; empresa privada, tiempo empleado una semana. Costes sociales de la labor hecha por la empresa pública: 1000 €; por la empresa privada: 200€. Y conste en acta que quien paga es el Estado, o sea, todos nosotros. 
La consideración satánica del capitalismo es un mito marxiano y libertario. El problema no es el capital, sino su despilfarro, el capital es tan imprescindible para construir hospitales o colegios, como para construir ganaderías intensivas y Gulags, el problema es el mal uso del capital, su descontrol, la fuga de sus plusvalías a paraísos fiscales, etc. Una hacienda progresiva limita efectivamente los beneficios del capital, y también sus riesgos, claro. Es inaceptable, por ejemplo, que se socialicen sus pérdidas mientras se privatizan sus beneficios. Que todos trabajemos para los bancos es, por supuesto, una aberración a evitar, pero eso no descalifica en absoluto al capital, factor productivo tan imprescindible y digno -bien usado- como el trabajo -bien cumplido. Hay mucho de herencia antisemita en el mito del capitalismo como algo diabólico o intrínsecamente perverso, pero los judíos medievales no se hicieron cargo de este oficio imprescindible, el de banquero, hucha y préstamo, por su avaricia intrínseca, sino porque tanto el cristianismo como el Islam prohibían el préstamo a interés. Este es por supuesto uno de los factores del atraso de los países islámicos, y hablo de "atraso" aceptando -con reservas- el concepto ilustrado de "progreso"...

domingo, 5 de diciembre de 2021

EL MOCHUELO EN MARMOLEJO

 

De izquierda a derecha: Francisco J. Fernández, Gisela Destéfanis,
Rafael Rivlin, José Javier Villalba, J. Biedma, Amelia Fdez. y Gabriel Arnaiz

 
IN MEMORIAM JOSÉ MORAL, FILÓSOFO

Spiritus ubi vult spirat, Jn, 3, 8

Me ilusiona saber que el mochuelo de Minerva, en su subespecie jiennense, ha decidido, con mascarilla o sin ella, lanzar otra vez su vuelo por el alto valle del Guadalquivir, desde aquellos Cerros por los que se perdió Álvar Fáñez, con justicia más atento al amor que a la guerra. 

En previa reunión celebrada al aire libre, el 18 de octubre, aun con buena temperatura y en la bonita plaza del palacio del marqués de La Rambla, tomando unos refrescos se consensuó la oportunidad de trabajar este curso sobre filosofía en español, en coherencia con el XIII Congreso de la AAFi celebrado en Úbeda en septiembre. Cuesta arrancar, tras un trienio "sabático". A Rivlin le sonará este adjetivo.

Amelia presentó al profesor Balbino en dicha reunión, colega en el IES San Juan de la Cruz, interesado en la filosofía de Manuel García Morente. ¡Sea bienvenido al grupo!

Decidimos celebrar la próxima reunión en Arjonilla, en memoria de nuestro compañero José Moral, fallecido este verano a causa de la peste sinense. Contaría como anfitrión Francisco J. Fdez. García (Lycofrán), flamante vocal de la AAFi en el Santo Reino de Jaén.

El dos de diciembre recogí a los ubedíes, de nacimiento o acomodo: a Gisela, Amelia, Rafael Rivlin y José Javier Villalba delante del Hospital de Santiago a la hora convenida. Rafael Bellón había excusado su asistencia por visita médica. Tampoco nuestro querido aforista Emilio López Medina pudo reunirse con nosotros por comprensibles y jusificadísimas cuestiones familiares. Lo lamentaría. ¡Sé lo bien que se lo pasa en nuestras tertulias!

Y allá marchamos, en el Pathfinder agrícola lleno, después de la lluvia, en uno de esos atardeceres con que el otoño nos regala sus cielos más dramáticos y profundos. Hacia poniente bajamos al valle del Gran Río bético, dirección Córdoba, camino de Andújar, intercambiando noticias y pareceres. Enormes enjambres de estorninos arreglaban y descomponían sus bandadas, indiferentes al nutrido tráfico de la autopista. Al fondo, al norte, la sierra parecía más Morena, recién duchada.

La voz femenina de Google Maps fue nuestra guía para llegar al Centro de la Juventud de Marmolejo, donde nos esperaba cordial, como siempre, el profe Fran (Lycofrán), acompañado de sus hijos Miranda y Manuel Fdez. Checa. Al grupo se unieron Gabriel Arnaiz, profesor de Filosofía en Écija y Jesús del Toro, ingeniero agrónomo. Ante todo, Fran nos enseñó el Aula de Ajedrez que nutre con el juego de reyes la Casa de la Juventud de Marmolejo. Fran tiene un estupendo libro sobre El ajedrez de la Filosofía, Madrid 2010.



Contó Fran cuándo y cómo se formó la Tertulia de los leídos en Marmolejo y trazó un perfil del amigo y colega José Moral, de cómo usaba el humor para desactivar las malas pasiones, su celo autodidacta y anti-academicista, su vínculo con el Programa de Filosofía para niños de Lipman, su uso de los juegos de rol, las dificultades que tuvo para integrarse en el centro, su democratismo radical, dialógico, su particular forma de leer "al bies". Añadió el ingeniero Jesús de Toro algunas pinceladas para el buen conocimiento del amigo finado.

Y aquí se planteó la distinción entre dialéctica objetiva y dialéctica subjetiva, postulándose Fran, en contraste con Moral, como defensor de la primera. La distinción entre una y otra estaría en el control del discurso. Fran no cree que sea posible un control subjetivo del discurso, es más bien el discurso el que nos controla a nosotros. ¿Hijos del Lógos, productos suyos? Citó un texto del Eutifrón platónico en el que Sócrates refiere cómo usa la dialéctica contra su voluntad, porque las ideas no se quedan quietas y las razones son protéicas (señalé luego la realidad de los idiolectos y del estilo único del genio).

Gisela mencionó el importante papel que juega la verdad en la distinción entre un discurso sofístico y un discurso filosófico. Efectivamente, la gran diferencia entre el primero y el segundo es el amor incondicional del filósofo a la verdad, incluso si la verdad duele, como suele suceder. Es aquí donde el Arte parece tomar un camino contrario a la Filosofía. La mentira y la ficción juegan un papel decisivo y positivo en el arte, de ahí el escrúpulo platónico contra los poetas. Ya nos previno Oscar Wilde sobre cómo un exceso de positivismo veraz podría matar al arte. Y Muguerza habló de un positivismo sin esperanza que acaba incluso con la esperanza en la razón. 

El engaño puede ser repudiable en la investigación científica, pero no tiene por qué serlo en la actividad artística, como no lo es el trampantojo en el arte barroco. El arte es actividad metafísica en el sentido de que la creación estética supera la esfera del ser y la necesidad para encantarnos, deleitarnos, entretenernos con lo posible e imaginado... El poeta no representa el mundo, sino que genera nuevos mundos emocionalmente significativos. El novelista no necesita la verdad, porque le basta con la verosimilitud que hace creíble su invento. Verdad, como Ser, se dice, piensa y autentifica de muchas maneras.

Verdad y bien no son más que predicados trascendentales del Uno, lógico y moral respectivamente. Si la dialéctica platónica aspira naturalmente a la Verdad y el Bien, a ese Ideal de lo Perfecto (tou agathou idea), tan supremo como inaccesible, el Arte se eleva por su cuenta hacia lo sublime, y en esa elevación lo mismo representa al mal que al bien. Aunque nos guste ver, en la tragedia como en la comedia, que el mal resulte castigado, eso es después de que nos haga reír la caída de Charlot. El arte tiene cierta libertad para ser cruel, impío, salvaje...

Pero, ¿no es la filosofía también un arte? Expuse como, a mi juicio, la frontera entre la sofística (retórica) y la filosofía, no es clara. Platón compartía con los sofistas la idea de que es posible mejorar a los hombres mediante la paideía. Admiraba tanto a Protágoras como a Gorgias, a los que dedica sendos diálogos, y al final del Gorgias reconoce la necesidad de una retórica bien encaminada, porque no basta con decir la verdad, además hay que hacerla amable, persuasiva, mostrarla hermosa, por decirlo así. Educativamente, esto es muy relevante.

Pienso que la argumentación moral no puede ser ni demostrativa ni mostrativa o explicativa. Es el ámbito de lo razonable, del sano entendimiento, del sentido común, que tal vez ni siquiera pueda, al menos directamente, enseñarse. Urteilskraft, llamaba Kant a esta "facultad de juzgar"; "saber qué hacer con el saber", decía Sócrates en el Cármides

En todo caso, no hay sólo sentimientos en nuestros juicios éticos como opina el emotivismo moral, sino también razones en el juicio y en la argumentación moral, "buenas razones", pero son diferentes de la que usan las ciencias formales y las empíricas. No es posible reducir la praxis moral a una tecnología del comportamiento como pretende cierto psico-pedagogismo. La argumentación moral no tiene más remedio que ser retórica y referir a cierta narrativa y a cierta metafísica (aunque sólo sea la imagen de ese mundo mejor que está por llegar). Hablo de retórica en el sentido humanista de la palabra (en el sentido instituido por Quintiliano, por ejemplo) y en el sentido "dialéctico" de Perelman y de su teoría de la argumentación.

Gabriel Arnaiz insistió y gesticuló con pasión a favor de una filosofía fresca, de calle, conectada con los problemas que interesan al alumnado y asociada sobre todo al debate, en la línea de Oscar Brenifier, quien por cierto también estudió en Canadá como nuestro amigo Rafael Rivlin. En esta orientación es esencial el concepto de práctica filosófica. Si no lo recuerdo mal, Oscar Brenifier nos impresionó con su método, heredado de la mayéutica socrática, en el congreso organizado por la AAFi en Jérez. Ha desarrollado también la noción de "pensamiento cuidadoso" (caring thinking).

Amelia objetó que el diálogo por el diálogo puede ser reductivo, en el sentido de que la filosofía no es sólo diálogo. Es verdad que el verbo nos domina, porque nos instruyen más en su forma que en su contenido. Desde luego, se insiste mucho en la sintaxis (y en su lógica) y poco en la semántica (enciclopedia, memoria) y en la pragmática. Por cierto, que José Moral se comprometió a presentar una ponencia en la Quinta sobre "pragmática", ese saber que no estudia sólo las relaciones de los signos con los signos (sintaxis) o las relaciones de los signos con sus referentes (semántica), sino que analiza la relación de los signos con las personas que los usan, en sus relaciones sociales e íntimas -por decirlo foucoltianamente- de poder y deseo.

También fue defendido y discutido, aun superficialmente, el título tan manido de la razón filosófica como "razón crítica", que se suele manejar para defender la posición de la asignatura de Ética en los programas de enseñanzas medias. ¿Por qué no "razón reflexiva" o "razón analítica"? Por desgracia, la palabra "crítica" ha perdido su viejo sentido griego de "examen desinteresado" o "escrutinio racional", ganando otro que tiene más que ver con la "razón polémica", tan amiga de Gustavo Bueno (sobre todo cuando le ponían al sabio una alcachofa en la boca y una cámara enfrente), razón guerrera, más rica en deposiciones que en proposiciones. La dialéctica tiene también sus usos perversos.

Queda por discutir la cuestión de si, aceptando la distinción entre ética y moral, es posible una enseñanza de ética sin moral, o sea sin moralizar, una ética a-moral, en la que se presentan, por ejemplo, los sistemas morales o axiológicos, la parresía cínica, el hedonismo, el utilitarismo, el formalismo kantiano, el prescriptivismo, etc., sin inclinarse por ninguno de ellos. Y queda por discutir la cuestión, asociada a la anterior, de si el profe de ética es una especie de moralista civil o laico, que es a lo que apunta la legislación actual, haciendo de la profesora o del profesor de ética (degradada además en funcional 'educación para la ciudadanía') un instructor en el pensamiento políticamente correcto o la ideología de partido o coalición dominante.

Fueron muy interesantes los comentarios de Rivlin sobre las protestas de la universidad canadiense de Quebec y el estudio que se hizo del discurso "contestatario", donde aparecían señales "reaccionarias". Al parecer, según señaló Gisela, el adjetivo "reaccionario" se entiende de un modo muy diferente en Argentina y en España. Allí se considera "reaccionario" el pensamiento que reacciona ante el estatus quo, o sea, el pensar revolucionario. El Che histórico habría sido un "reaccionario", al menos, en este último e hispanoamericano sentido.

Me gustaría que los intervinientes añadieran a esta escasa memoria del acto en Marmolejo, crónica de su experiencia, de su perspectiva, que sin duda mejora y amplía la mía. 

Durante el convite final -regalado por Fran-, una cerveza de nada (la mía sin gracia, por conductor), ajustamos una próxima cita en la Biblioteca del IES San Juan de la Cruz (Úbeda) para el veinte de enero, D. m. Fran "amenazó" con presentar Lycofrón en dicha tertulia. También un servidor podría hablar de sus estudios sobre el humanismo español de la época del emperador Carlos, asunto este que estudio y sobre el que escribo sin parar últimamente.


"Entretela encarna un ámbito de realidad:
La vida de las mujeres en el mundo rural andaluz
vista por los ojos de una niña". J. Javier Villalba.

Agradezco a José Javier Villalba el regalo del catálogo sobre la exposición de Isabel Cabello (Entretela). Su introducción es tan interesante como filosófica, sobre el sentido del arte, en la que cita con soltura a Ortega y a Zubiri y desmantela con fina ironía algunas imposturas de las estéticas contemporáneas.

sábado, 4 de diciembre de 2021

¿ERA NIETZSCHE DE IZQUIERDAS?

 El filósofo Jan Rehmann se expresa sobre el medio estudiantil de la década de 1970, la voluntad de poder de Nietzsche y el "poder del cañón de una pistola" de Mao Tse-Tung

En su libro "Nietzscheanismo posmoderno de izquierdas", el filósofo y teórico social Jan Rehmann analiza el desarrollo de la filosofía de Friedrich Nietzsche en teóricos posmodernos de izquierda como Gilles Deleuze y Michel Foucault. Telepolis habló con el autor.

 Jan Rehmann - Union Theological Seminary 

Jan Rehmann, Union Theological Seminary NY y Freie Universität Berlin

 

Sr. Rehmann, escribe ud que "el Nietzsche reevaluado" ha ofrecido una especie de plataforma teórica para el medio estudiantil radical desde la década de 1970, "con el fin de retirarse aún más de las formas de práctica radicales de izquierda desesperadas sin tener que renunciar a la autoimagen radical ". El precio de esto, sin embargo, es una "estetización contradictoria de lo político, que puede oscilar tanto hacia la izquierda como hacia la derecha". ¿Puede explicarlo?

martes, 19 de octubre de 2021

NUESTROS MALOS ALUMNOS

 Narración de Daniel Pennac, "Mal de escuela" (2009) de Daniel Pennac, premiada narración sobre el paso del protagonista de mal alumno a buen profesor, delicia de libro con momentos mágicos como este:

Nuestros malos alumnos, de los que se dice que no tienen futuro, nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de presadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. 

En realidad la clase solo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo.

Naturalmente el beneficio será provisional, la cebolla se recompondrá a la salida y sin duda mañana habrá que empezar de nuevo. Pero enseñar es eso: volver a empezar hasta nuestra necesaria desaparición como profesor. Si fracasamos en instalar a nuestros alumnos en el presente de indicativo de nuestro clase, si nuestro saber y gusto de llevarlo a la práctica no arraigan en esos chicos y chicas, en el sentido botánico del término, su existencia se tambaleará sobre los cimientos de una carencia indefinida. Está claro que no habremos sido los únicos en excabas aquellar galerías o en no haber sabido colmarlas, pero esas mujeres y esos hombres habrán pasado uno o más años de su juventud aquí sentados ante nosotros. Y todo un año de escolaridad fastidiado no es cualquie cosa: es la eternidad en un jarro de cristal.


Para los profes de lengua:

"Los males de gramática se curan con la gramática, las faltas de ortografía con la práctica de la ortografía, el miedo a leer con la lectura, el de no comprender con la inmersión en el texto y la costumbre de no reflexionar con el tranquilo refuerzo de una razón estrictamente limitada al objeto qu e nos ocupa, aquí, ahora, en esta aula, durante una hora de clase, ya puestos a ello.

Heredé esa convicción de mi propia escolaridad. Me sermonearon bastante, a menudo intentaron hacerme entrar en razón y con benevolencia, pues entre los profesores no falta gente amable. El director del colegio (...) era marino, un antiguo capitán de navío acostumbrado a la paciencia de los océanos, padre de familia y atento marido de una esposa que, según se decía, padecía un mal misterioso. Un hombre muy ocupado por los suyos y por la dirección de aquel internado donde no faltaban casos como el mío. (...)Me gustaba que se interesara por mí, él que tenía tantas preocupaciones y prometía enmendarme, sí, sí, enseguida.

Pero en cuanto me encontraba de nuevo en clase de mates o en el estudio verspertino inclinado sobre una lección de ciencias naturales, nada quedaba ya de la invencible confianza que yo hubiera obtenido de nuestra entrevista. Y es que el director y yo no habíamos hablado de álgebra, ni de fotosíntesis, sino de voluntad, de concentración, habíamos hablado de mí, yo, un yo, que era del todo capaz de progresar, estaba convencido de ello, si realmente me lo proponía. Y ese yo, henchido de súbita esperanza, juraba que se aplicaría, que no seguiría contando historias; lamentablemente, diez minutos más tarde, confrontando a la algebraicidad del lenguaje matemático, ese yo se vaciaba como un globo y, durrante el estudio vespertino, ya solo era renuncia ante la inexplicable  afición de las plantas al gas carbónico a través de la extraña clorofila. Volvía a ser el cretino habitual que nunca comprendería nada de nada, por la simple razón de que nunca había comprendido nada.

De esa desventura tantas veces repetida, conservo la convicción de que era preciso hablar con los alumnos en el único lenguaje de la materia que yo les enseñaba. ¿Miedo a la gramática? hagamos gramática. ¿Falta de apetito por la literatura? ¡leamos! Pues, por muy extraño que pueda pareceros, oh alumnos nuestros, estáis amasados con las materias que os enseñamos. Sois la propia materia de todas nuestras materias. ¿Infelices en la escuela? Tal vez. ¿Sacudidos por la vida? Algunos, sí.

Pero, a mi modo de ver, hechos de palabras, todos vosotros, tejidos con gramática, llenos de discursos, incluso los más silenciosos o los menos armados de vocabulario, obsesionados por vuestras representaciones del mundo, llenos de literatura en suma, cada uno de vosotros, os ruego que me creáis".

Y un último apunte sobre la presencia en clase:

Su presencia en clase....NO es cómodo para esos chicos y chicas aportar cincuenta y cinco minutos de concentración en cinco o seis horas de clases sucesivas, según esa distribución tan especial que la escuela hace del tiempo.

¡Menudo rompecabezas la distribución del tiempo! Reparto de clases, de materias, de horas, de alumnos, en función del número de aulas, de la constitución de los desdobles, del número de optativas, de la disponibilidad de los laboratorios, de los incompatibles deseos del profesor de esto o de la profesora de aquellos...Cierto es que hoy en día la cabeza del jefe de estudios se salva gracias al ordenador al que confía esos parámetros: "Siento lo de su miércoles por la tarde, sra. Tal, es cosa del ordenador..."

-Cincuenta y cinco minutos de francés, les explicaba yo a mis alumnos, son una horita con su propio nacimiento, su parte media y su final, una vida entera, en suma.

Eso es hablar por hablar, habrían podido responderme, una vida de literatura que enlaza con una de matemáticas, que a su vez enlaza con toda una existencia de historia, que te propulsa sin razón alguna a otra vida, inglesa en ese caso, o alemana, o química, o musical...¡Son un montón de reencarnaciones en una sola jornada! ¡Y sin lógica alguna! La distribución del tiempo es "Alicia en el país de las maravillas": tomas el té en casa de la liebre de marzo y te encuentras, sin transición, jugando al croquet con la reina de corazones. Una jornada en la coctelera de Lewis Carroll, privada de lo maravilloso, es toda una gimnasia(...)


Limitarnos a lo que hemos decidido: esa hora de gramática debe ser una burbuja en el tiempo. Mi trabajo consiste en hacer que mis alumnos sientan que existen gramaticalmente durante esos cincuenta y cinco minutos.. 

Para lograrlo, no debe perderse de vista que las horas no se parecen: las horas de la mañan no son las de la tarde; las horas del despertar, las horas de la digestión, las que preceden al recreo, las que le siguen, todas son distintas...

Estas diferencias no tienen demasiada incidencia en la atención de los buenos alumnos. Estos gozan de una bendita facultad: cambiar de piel de buen grado, en el momento adecuado, en el lugar adecuado, pasar del adolescente revoltoso al alumno atento, del enamorado rechazado al empollón concentrado. del pasado al presente, de las matemáticas a la literatura...Su velocidad de encarnación es lo que distingue a los buenos alumnos de los alumnos con problemas. Estos, como les reprochan sus profesores, están a menudo en otra parte. Se liberan con mayor dificultad de la hora precedente, se arrastran por un recuerdo o se proyectan en un deseo cualquiera de otra cosa. Su silla es un trampolín que los lanza fuera de la clase en cuanto se sientan en ella. Eso si no se duermen.

Mal de escuela (Contemporánea) : Pennac, Daniel, SERRAT CRESPO, MANUEL;:  Amazon.es: Libros

Si lo que espero es su plena presencia mental, necesito ayudarles a instalarse en mi clase. ¿Los medios de conseguirlo? Eso se aprende sobre todo a la larga y con la práctica. Una sola certeza, la presencia de mis alumnos depende estrechamente de la mía: de mi presencia en la clase entera y en cada individuo en particular, de mi presencia también en la materia, de mi presencia física, intelectual y mental, durante los cincuenta y cincos minutos que durará mi clase."

 


miércoles, 13 de octubre de 2021

POLITICA Y VERDAD

 Por qué la disputa sobre las verdades fácticas a menudo no conduce a nada: "Verdad y política" de Hannah Arendt proporciona algunas respuestas

 

Foto: Barbara Niggl Radloff / CC-BY-SA-4.0

 

El argumento basado en "los hechos" es un argumento falso. Los hechos que son parte de la verdad se suelen instrumentalizar en la discusión política. So capa de "hechos" se trata de  intereses. Por eso hay que fijarse en  la ideología de quien habla en lugar de pelear por hechos. Hannah Arendt también dejó claro en su ensayo “Verdad y política” que si renunciamos a las verdades de los hechos, nos hundimos en un abismo sin fondo. El hombre necesita la realidad para encontrar una orientación estable en el mundo.

En "Verdad y política", Arendt compara ambos conceptos y deja en claro que la verdad es algo más que poder. La política gira en torno al poder. Pero la verdad con demasiada frecuencia se muestra impotente en el mundo. Lo opuesto a la verdad es la mentira, por lo que la mentira es casi siempre constitutiva de los fines por los que se esfuerza el poder. Pero pensamos que  no es satisfactorio. Hannah Arendt lo expresa de esta manera: "¿No es la verdad sin poder tan despreciable como el poder que solo puede afirmarse a través de la mentira?" (Arendt, p. 44) 

Platón ya sabía que la verdad no siempre es popular.