sábado, 13 de noviembre de 2010
Elogio de la enseñanza, de la lectura y de la memoria por Rosa Regás
Pocas veces he escuchado a un intelectual español hablar públicamente con tanta contundencia sobre un tema de interés general y moral como esta semana.
Rosa Regás, célebre escritora, de ideología republicana y laica nada disimulada, hizo un alegato en favor de la enseñanza "como debe ser" que me encantaría llegara a oídos de tantos defensores de lo indefendible por el motivo de que piensan que hacer esforzarse a los niños en la escuela es cosa más o menos franquista.
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lunes, 1 de noviembre de 2010
Perseo y la Diosa Blanca
Un mito es un organismo de imágenes cálidamente coloreadas -escribe Ignacio Gómez de Liaño en La mentira social (tecnos, 1989). Al contrario que la utopía, que es una composición intelectual hecha de instituciones imaginarias, el mito es algo global y esencialmente no racional, algo vital, casi-biológico. Muchas utopías se han valido de mitos para influir en la dinámica social, pues son los mitos los que sugestionan y conmueven la voluntad de los actores sociales. Los mitos protegen a las utopías, las ponen en marcha, para bien y para mal, en su efecto propulsor o destructor.
Siguiendo a George Sorel (Reflexiones sobre la violencia, Madrid, 1976), Gómez de Liaño indica que por más que se hable de rebeliones, no se provocará por ello el menor movimiento revolucionario, a menos que haya mitos aceptados por las masas... Para que un sentimiento se convierta en asentimiento y creencia, necesita el cuerpo de una imagen o, mucho mejor, el organismo imaginativo completo de un mito. Mi amiga Oliva Blanco Corujo, autora de La polémica feminista en la España ilustrada (Almud, 2010) lo sabe, y es perfectamente legítimo referirse, no sólo a la figura histórica de Aspasia, Diotima, Hipatia u Oliva Sabuco, sino también a los mitos feministas que pueden proteger la utopía política de la igualdad de género, como mecanismos de acción pedagógica y social. Con los mitos -escribe Gómez de Liaño- el ser humano da un aspecto de realidad a las esperanzas de acción inmediata (cfr. cap. VIII op. cit.).
La interpretación del mito es útil, conveniente, pero nunca agota su fertilidad simbólica. Estas cosas, que no sucedieron -escribía Salustio-, son para siempre.
Estos días he estado dándole vueltas al mito de Perseo, sobre el que nos trajo la exposición de trabajos pictóricos y escultóricos de Gaspar Becerra, que tuvimos la suerte de disfrutar en Baeza, y a la descripción que nos ofreció nuestra colega Amelia. Primero iba a escribir un comentario, agradeciéndole su labor y matizando alguna cosa, luego la cosa se ha ido liando, y al final he producido esta entrada...
Buscando interpretaciones verosímiles de lo inverosímil, es obligatoria la escala en la monumental obra Los mitos griegos (1955), de Robert Graves.
Para el gran poeta británico, tan asociado al paisaje mediterráneo de las Baleares, verdadero connaisseur de las viejas historias mediterráneas, creador o recreador él mismo del mito de la Diosa Blanca, el mito de Acrisio y Preto, los dos gemelos que sufren ya de celos y se disputan la preferencia en el útero materno, registra la fundación de un reino doble argivo, que se confunde con una visión más antigua de cómo el brillante espíritu del Año Creciente y su mellizo heredero, el oscuro espíritu del Año Menguante mantinen una rivalidad constante.
Dos de esos pares de mellizos competidores aparecen en el Génesis bíblico: Esaú y Jacob, Fares y Zara. En el mito palestino de Mot y Aleyn los mellizos pelean por una mujer, como Acrisio y Preto; también en el mito celta de Gwyn y Gwythur, los mellizos se desafían cada Víspera de Mayo hasta el final del mundo, por la mano de Creiddyland, hija de Llyr (la Cordelia, hija del rey Lear). Para Graves, esta mujer representa, en cada caso, a una sacerdotisa de la Luna, y por eso el casamiento con ella es el que confiere dignidad real.
El poeta relaciona el mito de Dánae, Perseo y el arca con el de Isis, Osiris, Set y el niño Horus. De hecho, en la versión más antigua del mito, Preto es el padre de Perseo, el argivo Osiris. Dánae es su hermana-esposa, Isis; Perseo, el niño Horus; y Acrisio el celoso Set que mató a su mellizo Osiris y es objeto de la venganza de Horus. El arca es la embarcación de madera de acacia en que Isis y Horus recorren el delta del Nilo en busca del cadáver de Osiris.
Dánae, presa en el calabozo de bronce, donde da a luz a Perseo, es el tema de una familiar ilustración gráfica de Año Nuevo. Para Graves, la fecundación de Dánae por Zeus con una lluvia de oro tiene que referirse al casamiento ritual del Sol y la Luna, del que nacía el rey del Año Nuevo, aunque también pude interpretarse como una alegoría pastoral: "el agua es oro" para un pastor griego y Zeus envía chubascos a la Tierra-Dánae que regeneran los pastos.
Los mitos de Perseo, liberador de Andrómeda, y Belerefonte, el héroe que mata a la monstruosa Quimera montado en Pegaso (el caballo alado nacido del cuerpo decapitado de Medusa), están íntimamente relacionados.
Probablemente ambas hazañas se refieren a la usurpación por invasores helenos de los poderes de la diosa Luna, y aparecen unidas en una ánfora beocia arcaica que representa a una yegua con cabeza de gorgona. Esta yegua es la diosa Luna, cuyo símbolo calendario era la Quimera. La cabeza de la gorgona es una máscara profiláctica que se ponían las sacerdotisas para ahuyentar a los no iniciados y de las que las despojaron los helenos.
Puede que todo esto refiera a la conquista argiva de Libia, la supresión allí del sistema matriarcal y la violación de los misterios de la diosa Neith.
La fábula de Andrómeda es de origen oriental, palestina o siria, tal vez. Perseo sustituye aquí al dios Sol-Marduk o a su predecesor Bel, montado en su caballo blanco y matando al monstruo marino Tiamat. En la mitología hebrea Jehovah (Marduk) despedaza a Rahab: el Mar.
Andrómeda, enjoyada y desnuda, encadenada a una roca, es Afrodita, o Ishtar, o Astarté, "la lasciva", la diosa del Mar, "gobernante de hombres".
Y aquí se cierra un curioso círculo, porque cerca del museo donde estaban las ilustraciones de Gaspar Becerra, todavía se puede contemplar en una famosa fuente de Baeza una figura que, según dicen, representa a la diosa fenicia Astarté, a la que luego hicieron Virgen María, claro. Lo cierto es que Astarté, diosa del Mar, tenía templos a todo lo largo de la costa palestina, y en Troya era Hesíone, "Reina de Asia", a la que Hércules salvó de otro monstruo marino.
Una colonia griega en Quemis, hacia el segundo milenio a. C. identificaba a Perseo con el dios Chem, cuyo jeroglífico era un pájaro alado y un disco solar; y Herodoto hace hincapié en la relación entre Dánae, la madre de Perseo, y la invasión libia de Argos por los dánaos.
En el capítulo 13 de La Diosa Blanca, Robert Graves postula que muchos elementos de cuento de hadas de la fábula de Perseo (el yelmo que confiere invisibilidad, el diente de las Grayas, la hoz diamantina, las sandalias aladas, el zurrón mágico) son interpretaciones erróneas de una ilustración del dios Hermes, quien también recibe un ojo mágico que le entregan las Tres Parcas, ojo que simboliza el don de la percepción, que permite a Hermes dominar el alfabeto de árboles que ellas han inventado. Gracias a sus sandalias maravillosas, Hermes vuela hacia Tartesos, donde las Gorgonas tienen un bosquecillo sagrado, escoltado y no perseguido por una tríada de diosas que llevan máscaras de gorgona.
No es casual que Hermes, benefactor junto con Atenea de Perseo, como mensajero de la Muerte, también haya merecido el título de Pterseus: "el destructor".
Ilustro la entrada con una tinta que tiene cierto valor sentimental para mi memoria, creo que se trata de la réplica de un dibujo de Dalí, que hice en San Clemente de Sasebas, en el despacho de la séptima compañía del Campamento de Instrucción de Reclutas, CIR nº 9, en el despacho del capitán, a donde Fernando Poveda (RIP), a la sazón teniente de la Séptima, también él pintor de cielos ampurdaneses, me dejaba pintar solo, rodeado de mantis... El cuadro de Dalí debió de impresionarme en su museo de Figueras. Este dibujo ilustró, aun monocromo, un ensayo que publiqué en la revista etnológica El Toro de Caña (Diputación de Jaén), que no sé si todavía existe, en su número 10. Y era en realidad el borrador de un gran mural que presenté en una exposición que organizamos en el campamento militar, con Peña Albizu, el cabo Lendín, y otros reclutas y soldados que le daban vida a la tinta, la acuarela o el pastel... Las obras desaparecieron misteriosamente después de aquella exposición...
Siguiendo a George Sorel (Reflexiones sobre la violencia, Madrid, 1976), Gómez de Liaño indica que por más que se hable de rebeliones, no se provocará por ello el menor movimiento revolucionario, a menos que haya mitos aceptados por las masas... Para que un sentimiento se convierta en asentimiento y creencia, necesita el cuerpo de una imagen o, mucho mejor, el organismo imaginativo completo de un mito. Mi amiga Oliva Blanco Corujo, autora de La polémica feminista en la España ilustrada (Almud, 2010) lo sabe, y es perfectamente legítimo referirse, no sólo a la figura histórica de Aspasia, Diotima, Hipatia u Oliva Sabuco, sino también a los mitos feministas que pueden proteger la utopía política de la igualdad de género, como mecanismos de acción pedagógica y social. Con los mitos -escribe Gómez de Liaño- el ser humano da un aspecto de realidad a las esperanzas de acción inmediata (cfr. cap. VIII op. cit.).
La interpretación del mito es útil, conveniente, pero nunca agota su fertilidad simbólica. Estas cosas, que no sucedieron -escribía Salustio-, son para siempre.
Estos días he estado dándole vueltas al mito de Perseo, sobre el que nos trajo la exposición de trabajos pictóricos y escultóricos de Gaspar Becerra, que tuvimos la suerte de disfrutar en Baeza, y a la descripción que nos ofreció nuestra colega Amelia. Primero iba a escribir un comentario, agradeciéndole su labor y matizando alguna cosa, luego la cosa se ha ido liando, y al final he producido esta entrada...
Buscando interpretaciones verosímiles de lo inverosímil, es obligatoria la escala en la monumental obra Los mitos griegos (1955), de Robert Graves.
Para el gran poeta británico, tan asociado al paisaje mediterráneo de las Baleares, verdadero connaisseur de las viejas historias mediterráneas, creador o recreador él mismo del mito de la Diosa Blanca, el mito de Acrisio y Preto, los dos gemelos que sufren ya de celos y se disputan la preferencia en el útero materno, registra la fundación de un reino doble argivo, que se confunde con una visión más antigua de cómo el brillante espíritu del Año Creciente y su mellizo heredero, el oscuro espíritu del Año Menguante mantinen una rivalidad constante.
Dos de esos pares de mellizos competidores aparecen en el Génesis bíblico: Esaú y Jacob, Fares y Zara. En el mito palestino de Mot y Aleyn los mellizos pelean por una mujer, como Acrisio y Preto; también en el mito celta de Gwyn y Gwythur, los mellizos se desafían cada Víspera de Mayo hasta el final del mundo, por la mano de Creiddyland, hija de Llyr (la Cordelia, hija del rey Lear). Para Graves, esta mujer representa, en cada caso, a una sacerdotisa de la Luna, y por eso el casamiento con ella es el que confiere dignidad real.
El poeta relaciona el mito de Dánae, Perseo y el arca con el de Isis, Osiris, Set y el niño Horus. De hecho, en la versión más antigua del mito, Preto es el padre de Perseo, el argivo Osiris. Dánae es su hermana-esposa, Isis; Perseo, el niño Horus; y Acrisio el celoso Set que mató a su mellizo Osiris y es objeto de la venganza de Horus. El arca es la embarcación de madera de acacia en que Isis y Horus recorren el delta del Nilo en busca del cadáver de Osiris.
Dánae, presa en el calabozo de bronce, donde da a luz a Perseo, es el tema de una familiar ilustración gráfica de Año Nuevo. Para Graves, la fecundación de Dánae por Zeus con una lluvia de oro tiene que referirse al casamiento ritual del Sol y la Luna, del que nacía el rey del Año Nuevo, aunque también pude interpretarse como una alegoría pastoral: "el agua es oro" para un pastor griego y Zeus envía chubascos a la Tierra-Dánae que regeneran los pastos.
Los mitos de Perseo, liberador de Andrómeda, y Belerefonte, el héroe que mata a la monstruosa Quimera montado en Pegaso (el caballo alado nacido del cuerpo decapitado de Medusa), están íntimamente relacionados.
Probablemente ambas hazañas se refieren a la usurpación por invasores helenos de los poderes de la diosa Luna, y aparecen unidas en una ánfora beocia arcaica que representa a una yegua con cabeza de gorgona. Esta yegua es la diosa Luna, cuyo símbolo calendario era la Quimera. La cabeza de la gorgona es una máscara profiláctica que se ponían las sacerdotisas para ahuyentar a los no iniciados y de las que las despojaron los helenos.
Puede que todo esto refiera a la conquista argiva de Libia, la supresión allí del sistema matriarcal y la violación de los misterios de la diosa Neith.
La fábula de Andrómeda es de origen oriental, palestina o siria, tal vez. Perseo sustituye aquí al dios Sol-Marduk o a su predecesor Bel, montado en su caballo blanco y matando al monstruo marino Tiamat. En la mitología hebrea Jehovah (Marduk) despedaza a Rahab: el Mar.
Andrómeda, enjoyada y desnuda, encadenada a una roca, es Afrodita, o Ishtar, o Astarté, "la lasciva", la diosa del Mar, "gobernante de hombres".
Y aquí se cierra un curioso círculo, porque cerca del museo donde estaban las ilustraciones de Gaspar Becerra, todavía se puede contemplar en una famosa fuente de Baeza una figura que, según dicen, representa a la diosa fenicia Astarté, a la que luego hicieron Virgen María, claro. Lo cierto es que Astarté, diosa del Mar, tenía templos a todo lo largo de la costa palestina, y en Troya era Hesíone, "Reina de Asia", a la que Hércules salvó de otro monstruo marino.
Una colonia griega en Quemis, hacia el segundo milenio a. C. identificaba a Perseo con el dios Chem, cuyo jeroglífico era un pájaro alado y un disco solar; y Herodoto hace hincapié en la relación entre Dánae, la madre de Perseo, y la invasión libia de Argos por los dánaos.
En el capítulo 13 de La Diosa Blanca, Robert Graves postula que muchos elementos de cuento de hadas de la fábula de Perseo (el yelmo que confiere invisibilidad, el diente de las Grayas, la hoz diamantina, las sandalias aladas, el zurrón mágico) son interpretaciones erróneas de una ilustración del dios Hermes, quien también recibe un ojo mágico que le entregan las Tres Parcas, ojo que simboliza el don de la percepción, que permite a Hermes dominar el alfabeto de árboles que ellas han inventado. Gracias a sus sandalias maravillosas, Hermes vuela hacia Tartesos, donde las Gorgonas tienen un bosquecillo sagrado, escoltado y no perseguido por una tríada de diosas que llevan máscaras de gorgona.
No es casual que Hermes, benefactor junto con Atenea de Perseo, como mensajero de la Muerte, también haya merecido el título de Pterseus: "el destructor".
Ilustro la entrada con una tinta que tiene cierto valor sentimental para mi memoria, creo que se trata de la réplica de un dibujo de Dalí, que hice en San Clemente de Sasebas, en el despacho de la séptima compañía del Campamento de Instrucción de Reclutas, CIR nº 9, en el despacho del capitán, a donde Fernando Poveda (RIP), a la sazón teniente de la Séptima, también él pintor de cielos ampurdaneses, me dejaba pintar solo, rodeado de mantis... El cuadro de Dalí debió de impresionarme en su museo de Figueras. Este dibujo ilustró, aun monocromo, un ensayo que publiqué en la revista etnológica El Toro de Caña (Diputación de Jaén), que no sé si todavía existe, en su número 10. Y era en realidad el borrador de un gran mural que presenté en una exposición que organizamos en el campamento militar, con Peña Albizu, el cabo Lendín, y otros reclutas y soldados que le daban vida a la tinta, la acuarela o el pastel... Las obras desaparecieron misteriosamente después de aquella exposición...
La primera ilustración es una foto de una foto de un dibujo de Gaspar Becerra de los dos benefactores de Perseo: Hermes y Atenea, o Mercurio y Minerva, en su versión latina... Por fin, tenemos la pintura de Perseo alejándose de espaldas con la cabeza de Medusa, que incluirá Atenea en su égida, y en primer plano a Pegaso que surge del cadáver de Medusa, completamente formado junto con el guerrero Crisaor, que sujetaba una cimitarra de oro... Pero eso es ya otra historia.
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sábado, 30 de octubre de 2010
Morante
El 27 de Octubre la Quinta del Mochuelo celebró su sesión inaugural del presente curso 2010-2011. Junto con nuestra diligente coordinadora, doña Amelia Fernández, estuvimos pergeñando contribuciones y temporalizaciones. Así, Martín Ruiz Calvente nos hablará en noviembre (seguramente el 23) de Esperanza Guisán, importante filósofa que ahora se jubila. Un servidor (JB) disertará el 14 de diciembre -si los dioses lo consienten- sobre la Ikástica de Ignacio Gómez de Liaño. Amelia nos enriquecerá el 22 de marzo con la filosofía de su tocaya Amelia Valcárcel, igual que Ana Azanza, que ya acudió con un buen elenco de obras de aquella autora. Rafael Bellón interpretará la filosofía de Agustín García Calvo al que considera el más importante de los filósofos españoles vivos. Y esperamos que Pepe Fuentes, que excusó su inasistencia por viaje a Córdoba, y Marcos Serrano, nos deleiten como suelen con su sabiduría cinéfila.
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domingo, 24 de octubre de 2010
El último libro de Penalva
Ya sabemos que el sistema educativo español tiene muchas dificultades. Nos quejamos mucho de él desde hace años. Por eso viene bien un libro que no se limita al lamento sino que analiza los porqués del actual "semidesastre" de la enseñanza en España. "Semi" porque mientras haya personas ilusionadas con lo que hacen a pesar de todo algo se salva, y en el Mochuelo hay ilusión.
Fallan según Penalva:
-la teoría pedagógica de base,
-el modelo de profesor,
-la idea de qué es la escuela y cuál es su función en el conjunto de la sociedad.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Filosofía y arte
Autora Ana Azanza
Algunos de los integrantes del Mochuelo nos hemos visto las caras en Málaga este fin de semana. Era el octavo congresos de la Aafi, "Filosofia y arte" y he puesto esta foto que amablemente me envía Romualdo de la conferencia inaugural impartida por Valeriano Bozal, catedrático de la Complutense. Tanto él como Carlos Thiebaut trataton la difícil cuestión de las relaciones entre Ética y Éstética. Ese reino de la mentira que parece el arte cuando da tantas imágenes de la misma cosa, o cuando sirve con la belleza para exaltar regímenes tiránicos como fue el caso de determinadas manifestaciones grandiosas de la era nazi: Emocionarse ante la obra de arte sin aceptar el mensaje propagandístico, todo un equilibrio que a mí particularmente me resulta más que difícil imposible.
miércoles, 11 de agosto de 2010
FINAL DE CURSO EN BAEZA

La Filosofía perdería todo su encanto si la dejásemos reposar fría en la vitrina de una biblioteca cualquiera o en un aula vacía. Por eso, de vez en cuando, la sacamos a la calle.
La última reunión de la Quinta este curso académico la tuvimos en Baeza, y así se vuelve a repetir el protocolo iniciado el curso pasado. Si bien, en la anterior clausura, Rafa nos legó sus canciones al mochuelo, en esta disfrutamos de una pequeña visita privada, gracias a la amabilidad de D. Antonio Tornero, por la Exposición que sobre Gaspar Becerra fue organizada por el Ayuntamiento de Baeza y el Club Unesco.
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jueves, 24 de junio de 2010
La expulsión de los filósofos
Con el siguiente artículo, Encarnación Lorenzo regala a la Quinta una interesante reflexión sobre el papel del filósofo como político, retórico e intelectual crítico, a partir de la interesante figura helenística de Carneades, escolarca de la Academia Nueva, recordando el papel que representó como embajador de Atenas en Roma, y su concepción probabilística, antidogmática, de la verdad.
CARNEADES EN ROMA: UNA FILOSOFÍA CRÍTICA
por Encarnación Lorenzo Hernández
Hace poco me salió al paso una noticia digna del mejor titular periodístico, si tal hubiera existido en la Antigüedad: Siendo el año 155 a.C., el Senado romano decretó la expulsión de una embajada de filósofos atenienses por sus enseñanzas perniciosas para la juventud.
Aquello tenía visos de haber sido una auténtica conmoción del orden social, así que decidí investigar las circunstancias del caso, novedosas al menos para mí, aunque, en realidad, se trata de un episodio célebre en la historia de la filosofía.
Recopilando información dispersa, lo que sigue es, resumidamente, cuanto he conseguido averiguar, junto con mis reflexiones sobre la trascendencia que tal acontecimiento puede tener en nuestros días.
1. PRELUDIO Y FUGA
Roma conquistó el reino de Macedonia el 168 a.C. y lo dividió en cuatro repúblicas independientes que, de facto, quedaron bajo su tutela. En razón de sus facultades de control, el Senado impuso a Atenas una multa de 500 talentos por la destrucción y saqueo de la ciudad de Oropo.
Para intentar eludir el pago, la ciudad comisionó, en el año 156 a.C., a sus más preclaros filósofos y oradores, a saber: Carneades, escolarca de la Academia; Diógenes de Babilonia, cabeza de la escuela estoica, enfrentada a la anterior; y Critolao de Falesis, director del Liceo.
Dicha embajada defendió con éxito la tarea encomendada pero también incurrió en las iras del sector romano más tradicionalista. Debe advertirse que, en ese preciso momento histórico, Roma se debatía entre el mantenimiento a ultranza de sus orígenes como pueblo guerrero y agricultor y su apertura al mundo griego, tras sus éxitos militares en las guerras púnicas y contra las monarquías helenísticas, que habían supuesto la afluencia de una enorme cantidad de riqueza.
La situación política de la República entonces era parangonable a la que presentaban las poleis en el siglo IV a.C., en el sentido de que el dominio de la palabra constituía un requisito esencial para el control de los resortes “democráticos” del poder político.
Un sector conservador, representado por la clase senatorial y el patriciado, y cuya cabeza visible era Catón el Viejo (234-149 a.C.), contraponía la fuerza de los valores romanos tradicionales (pragmatismo, educación político-militar, entrega a la patria, austeridad, religiosidad…) a la degradación de las costumbres de los mayores que aquella vida de lujo estaba provocando.
Por el contrario, la corriente filohelénica, encarnada en la familia de los Escipiones, reconociendo la superioridad cultural de Grecia, abogaba por abrirse a la literatura y filosofía helenísticas.
En cualquier caso, no es ocioso resaltar que, debido a la temprana presencia griega en Sicilia y la Magna Grecia, los frecuentes contactos comerciales con la Hélade y el gran número de esclavos y siervos griegos en la metrópolis, el griego helenístico o Koiné se hallaba ampliamente difundido en la misma, hasta el punto de que, si bien la embajada precisó de la traducción del senador e historiador Acilio Gayo ante el Senado, sus miembros pudieron impartir múltiples lecciones durante su estancia en la ciudad, haciéndose comprender en griego, especialmente por la bilingüe y acaudalada juventud romana.
En este contexto histórico singular puede entenderse la trascendencia del episodio, tanto como epítome del enfrentamiento entre ambas corrientes ideológicas acerca del futuro de Roma, cuanto como fecha oficial del inicio de los contactos entre la filosofía griega y romana.
Plutarco, en la Vida de Catón el Censor, nos relata que éste, “temeroso de que la juventud buscara en el estudio una gloria que sólo debía adquirirse por el valor y la habilidad política, vituperó a los magistrados que permitían que estos embajadores, después de terminados los asuntos que habían motivado su viaje, prolongasen su permanencia en la ciudad, enseñando a defender toda clase de opiniones. En su virtud, propuso que fuesen despedidos inmediatamente, para que volvieran a enseñar a los hijos de la Grecia, que los de Roma no debían tener más maestros que los magistrados y las leyes, según se había practicado hasta entonces”.
En todo caso, no sería ni la primera ni la última vez que se tomó una decisión similar en Roma, pues ya en el año 173 a.C. habían sido expulsados los filósofos Alicio y Filisco. En el 161 a.C. se dispuso, con carácter general, la expulsión de todos los filósofos y retóricos. Y también Vespasiano (69-79 d.C.) ordenó la salida de los filósofos estoicos, por sospechar que conspiraban para reinstaurar la República, tomándose tal medida, esta vez, con la oposición del senado.
Pero lo cierto es que el proceso de penetración de la cultura griega en Roma era ya irreversible a mediados del siglo II a.C., hasta el punto de que la filosofía estoica llegaría a considerarse consustancial al modelo de vida tradicional romano bajo el Principado de Augusto.
2. LA EMBAJADA
Diógenes de Babilonia o Seléucida (230-150/140 a. C.) pertenece al segundo período estoico y fue un gran maestro de la oratoria ceremonial. Ante numerosas asambleas privadas y del Senado romano encandiló a sus auditorios por su sobrio y temperado modo de hablar.
De Critolao de Falesis (200-118 a.C.), peripatético, no conservamos escrito alguno. Mostraba gran interés por la retórica y por la ética, y consideraba que el placer era demoníaco. Su reputación como filósofo y orador era muy grande. Aulo Gelio describe sus argumentos como elegantes y pulidos. Defendió la eternidad del cosmos y que tanto los dioses como las almas proceden de una quintaesencia: el éter.
Pero la figura verdaderamente relevante, el auténtico peso pesado de la embajada, era Carneades (213-126 a.C.), sucesor de Arcesilao en la Academia y cuyo pensamiento, adelantado a su época, no cesa de evocar hitos fundamentales en el desarrollo de la filosofía moderna.
El problema reside en que, en la estela socrática, no dejó escrito ningún texto y solo conocemos sus ideas a través de los resúmenes de su discípulo Clitómaco.
Sabemos que asumió la dirección de la Academia en la que se considera su tercera fase o Academia nueva, cuyos criterios probabilísticos incidieron decisivamente en las “Cuestiones Académicas” de Cicerón.
Su doctrina, en síntesis, presenta una fase destructiva del dogmatismo estoico y otra constructiva, la admisión de la probabilidad en el conocimiento. Así, frente a la defensa que el estoicismo realiza de la posibilidad de percibir la realidad de las cosas tal cual son (Katalepsia) a través de los sentidos, Carneades mantenía que no nos es dado conocer con certeza y evidencia su realidad objetiva (akatalepsia), con un escepticismo que, sin duda, recuerda a Berkeley y al criticismo de Kant, así como a las modernas teorías de la percepción.
“No poseemos la evidencia pero sí la probabilidad. La verdad plena y sin velos pertenece a los dioses. Nuestra inteligencia percibe apariencias más o menos confusas, no lo que es verdadero, pero sí lo probable, y esta luz tan incierta, por débil que sea, nos permite opinar”.
Por tanto, Carneades rechaza el dogmatismo y reconduce el criterio de verdad a una certeza personal más o menos viva, una representación o experiencia probable o creíble que permita seguir un esquema de vida, frente al escepticismo tradicional que había defendido la suspensión del juicio (epoché). Ahora el sabio, más humildemente, ha de aceptar que, al opinar, puede equivocarse.
No resulta admisible, por otro lado, la apraxia, la parálisis en la acción, sino que la persuasión por el argumento (pithanos) sirve tanto de criterio de conocimiento como de actuación.
La noción de verdad, absoluta e intersubjetiva, se ve sustituida aquí por la certeza como un estado de conciencia, que no presupone la verdad ni falsedad de su contenido.
Esta concepción de verdad como credibilidad, como aprecia Ramón Román Alcalá -El enigma de la Academia de Platón. Escépticos contra dogmáticos en la Grecia clásica, ed. Berenice, Córdoba, 2.007, de quien tomo gran parte del resumen de la doctrina de Carneades-, constituye un sorprendente adelanto del tipo de información generada por los mass media en la sociedad actual.
Por otro lado, dicha certeza presenta una serie de niveles de intensidad, de manera que no habría una única verdad sino una serie de verdades relativas, a las que el sujeto asiente en distinto grado. El primero es la representación meramente probable o creíble; el segundo, la consistente o continua, que explica con una metáfora médica: no puede diagnosticarse una enfermedad a través de un único síntoma aislado sino valorando el conjunto de los mismos; y, el tercero, la representación comprobada, que provoca un asentimiento cualificado y suficiente.
También la acción correcta es una cuestión de probabilidad de acierto entre el conjunto de opciones en cada situación. Con ello, Carneades se consagra más como filósofo crítico que como escéptico, preocupado especialmente por los efectos prácticos de su doctrina.
Finalmente, el autor rechazó la posibilidad de sustentar racionalmente la existencia de lo divino, considerándolo pura doxa inverificable frente a la teología estoica, que defendía una mente ordenadora superior que estructura el mundo.
3. UNA DEMOSTRACIÓN ESCANDALOSA
He dejado deliberadamente para el final explicar qué concreto detonante motivó la fulgurante expulsión de nuestros tres filósofos, y ello porque tiene mucho que ver con las consecuencias prácticas de las ideas de Carneades.
Todos ellos impartieron tanto conferencias privadas como públicas, ante la Curia, a las que acudían en tropel no solo la juventud romana sino también lo más granado de la clase política: Escipión el Africano (vencedor de Aníbal), Cayo Laelio, Lucio Furio y otros.
La tradición cuenta que los embajadores eligieron disertar ante el Senado sobre el tema de la justicia, tan caro para la virtus romana. La peculiaridad reside en que Carneades expuso sus ideas no en uno, sino en sendos discursos. En el primero elogió la justicia como fruto del derecho natural. Sería así universal, intangible, racional y modelo eterno según las doctrinas de Platón, Aristóteles y Crisipo.
Al día siguiente, sin embargo, combatió con igual éxito y fuerza el valor universal de la justicia y refutó victoriosamente su discurso de la víspera, sustentando que es fruto de una mera convención, un dispositivo necesario para mantener el buen orden social y útil para defender los intereses de los poderosos.
Catón el Censor, que estuvo presente en ambos discursos, no pudo dejar de advertir cómo tan brillante y demoledora oratoria contra la iustitia, fundamento de la virtus, minaba directamente las bases de la moral romana.
Igualmente en esto, Carneades se anticipó a Hobbes y al utilitarismo de Bentham y Stuart Mill.
No cabe pasar por alto el preciso orden en que decidió pronunciar sus discursos paradójicos. Sin duda dejó para el final la tesis más corrosiva, tal vez la que mejor convenía al éxito de su misión política. No existiría así una justicia enraizada en la naturaleza humana ni una moral absoluta. El hombre no sería intrínsecamente justo, sino que se le obligaría a serlo por el pacto social que lo vincula a la comunidad.
A mí me recuerda de alguna manera el estilo filosófico de los diálogos platónicos, con su interconexión de personajes que, con sus opiniones contrapuestas, generan diversos argumentos entrecruzados, quedando siempre en el aire una corriente de ideas suficientes para que el lector reflexione por su cuenta, pero sin imponerle una conclusión definitiva.
También Carneades, aunque parece ofrecer como criterio último el carácter convencional y utilitario de la justicia, lo que hace es desdoblar su voz en un imaginario diálogo entre dos tesis contrapuestas para que el auditorio decida, bajo la persuasión oratoria, cual es la que más le convence o le resulta más adecuada para su modo de vida. En realidad, constituye una tremenda carga de profundidad contra el pueril dogmatismo estoico.
Podríamos caer en la tentación de pensar que Carneades pretendía realizar un mero alarde de prestidigitación oratoria, pero si tenemos en cuenta que, por aquel entonces, contaba con 58 años, creo que podemos apostar por que no le tentaban simples veleidades sofísticas o de provocación como pose intelectual, sino que trató de llevar a cabo una eficaz demostración práctica de las consecuencias últimas de su doctrina sobre la verdad y de crítica a las deficiencias de la ética universalista de los estoicos.
Carneades fue un filósofo tremendamente coherente con sus ideas, al que no le importó dar un ejemplo contundente de las mismas aun a costa de enfrentarse con el poder establecido.
Hoy los filósofos ya no hacen méritos para que los poderosos los consideren un peligro social pero no será, desde luego, porque no haya vicios ni abusos que denunciar. Lo que falta es voluntad de compromiso.
Tampoco parece que a los Estados actuales se les ocurra encomendar habitualmente a sus pensadores la defensa de los intereses colectivos, como no dudó Atenas en hacer por encima de generales o políticos. Me temo que ello tiene mucho que ver con la oratoria.
Entonces los filósofos griegos cumplían el que luego sería el ideal pedagógico de Cicerón: el dominio de las artes retóricas para la construcción del razonamiento adecuado, acompañadas de un profundo bagaje filosófico, histórico, jurídico… con el que amueblar debidamente los argumentos.
Si ellos conseguían ser claros y convincentes en la expresión de sus ideas, lo que priva mayoritariamente en la filosofía contemporánea es la oscuridad oracular, el abuso del neologismo, la cerrada autorreferencia. Una embajada en esas condiciones sería una auténtica catástrofe, convirtiendo la utilidad social de la figura del filósofo en ilusoria.
No veo tampoco que exista un gran debate entre escuelas. En aquel momento Atenas seleccionó a tres escolarcas pero, sin duda, podría haber enviado a muchos otros representantes más de otras tantas líneas de pensamiento bien definidas. ¡Menudos encuentros fructíferos debían de tener lugar cotidianamente, incluso ya agotado el siglo de oro de la filosofía griega!
Por último, a diferencia de la gran expectación social que despertara en Roma la filosofía intelectualmente más exigente de la época, no puedo menos que reflexionar sobre lo decepcionantes y aburridos que son hoy los mostradores de novedades filosóficas en las librerías (tal vez los de las grandes ciudades lo sean algo menos). Solo menudean libros de pensamiento aguados, bien intencionados quizá en cuanto a los fines de divulgación pero absolutamente banalizados en su contenido, en unos lindes difusos con la autoayuda y el misticismo new age. Más bien parecen destinados a servir de adorno en coffee tables y/o a proporcionar fáciles tópicos para una conversación filosófica de lo más light.
Menos mal que podemos contar siempre con el inmenso acervo histórico para no perder la ilusión de que la filosofía tiene todavía algo que contar, pero esto, sin duda, es también reconocer que su renovación será lenta.
Y, como lógico colofón de todo ello, no puede extrañar el retroceso de la filosofía en los planes pedagógicos.
No sé vosotros, pero yo pienso que ¡qué tiempos aquellos en que todavía se expulsaba a los filósofos!
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