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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

lunes, 17 de noviembre de 2025

CONFERENCIA DEL DR. VILLACAÑAS




La carrera de José Luis Villacañas Berlanga como profesor y escritor honra a Úbeda, su ciudad natal. Por eso, cada vez que regresa a los Cerros, sus paisanos le imponemos la gabela de una conferencia o una clase magistral, por las que no cobra ni un euro. Los días seis y siete de noviembre del 2025, a estos dos tributos (con tales amigos ya no se necesitan enemigos), el catedrático de la Complutense añadió la presentación de su último libro. José Luis entrega generosamente lo que le sobra: ilustración y buenas maneras, inspiración y sugestiones para vivir bien, si no como Dios manda, sí como la Razón obliga (eso si Dios y la Razón no son lo mismo como propuso el evangelista de la luz).

Acudí con gusto a la lección que impartió, a medio día, en el salón de actos del Instituto San Juan de la Cruz, bajo la supervisión del profesor Balbino Quesada Talavera y presentado por la compañera y Jefa del departamento de filosofía, Amelia Fernández. Acudí invitado por mi amiga Amelia, miembro que fue y es, como Balbino, de esta Quinta del Mochuelo en la que hemos podido contar con la participación del profesor Villacañas en otras ocasiones.

Los profesores Amelia Fdez, J. L. Villacañas y Balbino Quesada,
director del IES San Juan de la Cruz


De pie, como un torero en el centro del ruedo, o en el pasillo del salón, José Luis supo crearse un silencio circunspecto y granjearse la atención de un público muy joven, el de segundo de bachillerato. Un silencio casi litúrgico. Comenzó su disertación afirmando que la Filosofía no se ocupa de lo inmediatamente útil  porque, precisamente, se ocupa de lo importante, de lo verdaderamente más valioso (o de lo que vale por verdadero), y para ocuparse de ella hay que sentirse importante y libre. Recordó con nostalgia los tiempos en que ocupaba como alumno los asientos que hoy ocupan los oyentes y cómo el centro San Juan de la Cruz le hizo sentirse importante: cantera de sueños, repertorio de posibilidades.

Para empezar, lo valioso es hacerse justicia a uno mismo, lo cual entraña autoconciencia... Y eso es precisamente lo más difícil: autoconocerse. Ese era el primer mandamiento, lo que mandaba el oráculo de Delfos, su imperativo apolíneo: Conócete a ti mismo. Sócrates lo adoptó como máxima de excelencia. Por desgracia, solemos estar muy mal preparados para conocer nuestra realidad. Y esta suele estar marcada por un proceso de comunicación social marcado por publicistas y propagandistas. Y no obstante, hacernos justicia a nosotros mismos es urgente, porque si no lo hacemos, si no nos hacemos dignos de un porvenir mejorable, no podremos impedir que nos traten como cosas y que nos hagan objeto de injusticia o que nos pisen como gusarapos.

El autoconocimiento que propone el doctor Villacañas no tiene nada que ver con el narcisismo del onfalócrata que se aburre mirándose el ombligo, quejándose de incomprendido y exigiendo que lo quieran sin ser capaz él mismo de amar o ciudarse de nadie, sin saber hacer lo más hermoso, que es precisamente amar y ser amado con ello.

Por eso --digo yo-- tendríamos también que recordar el segundo mandamiento del Oráculo délfico: "Todo con medida", incluso lo del autoconocimiento. Así el segundo mandamiento pondría límite al primero y el primero al segundo. Atender a uno mismo sin descuidar el cuidado del otro, ingresar voluntariamente en el famoso "Cuidatoriado" o "Sociedad del cuidado" (cfr. los dictámenes de María Angeles Durán al respecto) que durante siglos relegamos o descargamos en las mujeres y, muchas veces, no sólo sin retribución sino sin siquiera el debido agradecimiento. Añadiré de mi cuenta que Ferlosio relativizaba el mandamiento délfico del autoconocimiento en uno de sus ingeniosos "pecios", que parafraseo de memoria: "-- ¡Conocerme a mí mismo! ¡Bah!, si apenas tengo tiempo para conocer a los demás, que son tan interesantes...

Y es que somos nada sin la palabra de los otros y sin saber dirigir la palabra a otros. Vivir para nosotros es convivir y por tanto en comunicación. Y no es "moco de pavo" saber escuchar y saber relatar, expresar, porque también hay que saber controlar lo que decimos y eso es --como dijo José Luis- muy complicado, porque implica decir No a lo primero que se nos ocurra. La filosofía es reflexión. Y quien reflexiona, no lo dudemos, se equivoca menos cuando actúa.

Autoconocerse, sí, vallorarse, ¿no nos enseñó Aristóteles que la amistad (philía) tiene por fondo la autoestima (philoautía); autoconocerse, vale, darse importancia, pero reconocimiendo nuestras limitaciones y para automejorarse, pues siempre somos y seremos un proyecto inacabado e incompleto, seres menestorosos, peregrinos o --recordemos a Ortega-- ¡náufragos!... La naturaleza --"madrastra", la llamaba Kant, autor al que tan bien conoce Villacañas-- nos es insuficiente, podríamos decir que, como caracteres (ethos), que son otra cosa que temperamentos heredados, y como personas civiles, nos constituimos "sobre-naturales", y, además, queremos ser más de lo que somos y morir insatisfechos como el Sócrates de la leyenda, porque no hemos terminado de aprender a tocar la flauta.

A este respecto --dijo Villacañas--, Nietzsche nos enseñó la falta de satisfacción con nosotros mismos, ese instinto de superación es algo más que un instinto de supervivencia o un conatus espinocista, y exige una distancia, distancia que facilita la praxis comunicativa, porque el exceso de confianza da asco, como ese tuteo plebeyo que se ha impuesto por doquier, porque el ser a través de los otros nos es imprescindible, cuando dejamos que el otro reaccione libre ante nosotros, dando y recibiendo confianza (clave de toda amistad) para formar otra placenta, distinta de aquella que nos sirvió de lecho y escudo en el vientre materno, esas "burbujas, esferas o espumas de inmunidad" que, como "invernaderos", nos protegen de la miseria, la enfermedad y la muerte en la "modernidad tardía" (por usar la terminología de Sloterdijk), a nosotros, seres biológicamente infradotados, según ya nos describió Protágoras en el diálogo platónico del mismo nombre..

Si vamos de lo particular a lo general, clave de la "formación del espíritu" según la pedagogia hegeliana, según la educación ideal, hemos de conformar y exigir para nuestro bien-estar y bien-ser la formación de instituciones justas, es decir, de mundos sociales que nos hagan la justicia que merecemos, dándonos importancia, instituciones justas que no reconozcan privilegios ni impunidades de los poderosos.
El profesor Villacañas en un momento de su disertación

Debemos tener en cuenta que vivir con dignidad no es natural, sino un efecto del ejercicio de nuestra libertad y una consecuencia de la responsabilidad de los demás. Somos importantes porque somos libres y dejamos ser libres a otros. Y conviene que recordemos también que somos relativamente libres gracias a sacrificios ingentes anteriores, esfuerzos de gentes que nos han precedido, hasta consolidar una democracia, perfectible, pero que implica la responsabilidad y el compromiso de exigir y facilitar una libertad igual para todos, una libertad sujeta a derecho, ese invento grecorromano del "Estado de derecho" en el que todo el mundo responde y es igual ante la ley ('dura lex, sed lex').

Si no nos damos la importancia de luchar por una vida digna, aquellos que dirigen el mundo podrán instalar en nosotros las verdades de sus máquinas y pensaremos consignas en lugar de ideas, como sumisos productores-consumidores. Tal desgraciada situación sería el fin de la filosofía como libre pensar crítico, o su decadencia y corrupción en ideología sectaria.

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A la pregunta de qué autores habían influido más en su pensamiento, José Luis Villacañas señaló a Kant, como filósofo normativo, y a Max Weber como pensador de la realidad social...

José Luis Villacañas Berlanga nació en Úbeda en 1955. En la actualidad, además de catedrático de la Universidad Complutense, es director de la Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico. Se doctoró con la tesis Realismo empírico e idealismo trascendental en la filosofía teórica de Kant. Los niveles de su uso y de justificación, bajo la dirección de Fernando Montero Moliner

Extraordinario trabajador e incansable escritor, su dilatada obra, no sólo como ensayista e historiador, sino también como traductor, novelista y poeta, puede verse en su ficha de la Wikipedia.​