Arthur Koestler (1905-1983), periodista y escritor de origen húngaro y una vida apasionante ha escrito sobre los sistemas cerrados. Cómo funcionan y llama la atención sobre el hecho de que son precisamente entre los intelectuales donde se encuentran adeptos a tales sistemas. Su sistema cerrado fue el comunismo, militó en el Partido comunista alemán desde diciembre de 1931, precisamente en un momento brillante de su carrera en la que no era su circunstancia económica la que lo empujó según el canon marxista a adherir a la "revolución".
Koestler pasó también por España y tuvo el dudoso honor de conocer las cárceles de Queipo en Málaga durante la guerra civil. Pero eso fue después de su paso por el Partido Comunista.
En el segundo volumen de sus memorias describe y explica cómo se fraguó el fracaso de la República de Weimar, la hiperinflación, el hiperparo que condujeron a la solución nazi en pocos años. Muy aleccionador. El pueblo alemán como un solo hombre prácticamente adhirió a la ideología salvadora que venía preparada por siglos de antisemitismo cultural y años de antisemitismo racialista. Espeluznante la facilidad de un país civilizado para caer en el régimen más brutal como si tal cosa. Las víctimas no podían dar crédito a lo que les estaba pasando, prefirieron no creer lo que veían sus ojos y fueron por millones derechas al matadero, aunque las señales estaban claras desde casi 10 años antes de la "solución final".
Por si sirve de reflexión sobre acontecimientos recientes que parecen no emocionar sino a una parte mínima de la población (muertes repentinas de jóvenes y niños, deportistas de élite que "tienen que dejarlo", vueltas ciclistas en las que la mitad del pelotón se baja de la bici, paradas cardíacas en medio de la calle, etc., de gente anónima y de gente más conocida, residencias de ancianos en las que fallecen más de 10 en una noche y no se investiga, censura brutal en Internet para todo el que se aparte un centímetro de la ortodoxia sobre qué es la actualidad, corrupción política a niveles estratosféricos en este país y en los vecinos, por no mencionar la U. E. que emplea millones en inyecciones subidas de precio, fotos al microscopio del medicamento de moda que ponen los pelos de punta de lo que ahí se ve, etc.) porque los grandes medios están a otra cosa: la propaganda oficial.
"Sólo puedo describir el primer efecto, un efecto decisivo, que tuvo sobre mí el estudio del marxismo, diciendo que, sin darme cuenta, pasé de un mundo intelectualmente abierto a un mundo intelectualmente cerrado. El marxismo como el freudismo ortodoxo, como el catolicismo, es un sistema cerrado. Mediante la expresión sistema cerrado quiero decir en primer lugar un método universal de pensamiento que intenta explicar todos los fenómenos bajo el sol y ofrecer una cura para todo lo que el hombre padece.
Además, es un sistema que no admite que los hechos recién observados lo modifiquen, y en cambio posee las defensas elásticas necesarias para neutralizar su impacto; es decir, para hacerlos concordar con el esquema requerido, mediante una técnica casuística muy desarrollada. En tercer lugar, es un sistema que, en cuanto uno pone los pies dentro de su círculo mágico, le rehúsa toda basa de discernimiento y de crítica.
Este último punto es quizá el más importante. Dentro del sistema cerrado de pensamiento freudiano, por ejemplo, uno no puede discutir que por ciertos motivos duda de la existencia del complejo de castración. La respuesta inmediata será que nuestros argumentos son racionalizaciones de una resistencia inconsciente que revela justamente que poseemos este complejo. Estamos presos en un círculo vicioso, sin salida lógica.
Del mismo modo si uno es marxista y arguye que la orden de Lenin de marchar sobre Varsovia en 1920 fue un error, le explicarán que no debe confiar en su propio discernimiento porque está deformado por los vestigios de su conciencia anterior de petit bourgeois. En resumen, el sistema cerrado excluye la posibilidad de la argumentación objetiva, mediante dos procedimientos relacionados entre sí:
a) de acuerdo con las reglas escolásticas, se quita todo polvo probatorio a los hechos.
b) se invalidan las objeciones, desplazando la discusión al motivo psicológico que provoca la objeción. Este procedimiento es legítimo, de acuerdo con las reglas del juego del sistema cerrado, que por más absurdas que parezcan al observador exterior, poseen gran coherencia y consistencia íntima.
Arthur Koestler y Cynthia, su tercera esposa con la que se suicidó. |
La atmósfera dentro del sistema cerrado está muy cargada, es un invernáculo emocional. La falta de objetividad de los debates es ampliamente compensada por su fervor. El discípulo recibe un adoctrinamiento total, y un entrenamiento igualmente total en el método peculiar de razonamiento del sistema. Como consecuencias de este entrenamiento adquiere una técnica argumentatoria que es casi siempre superior a la de cualquier contrincante de afuera.
Se le pone perfectamente al tanto de los grandes debates del pasado entre los apóstoles y los no creyentes: se le hace conocer la historia de las herejías y de los cismas, conoce las controversias entre jansenistas y jesuitas, entre Freud y Jung, entre Lenin y Kautsky. De esta manera, reconocer a primera vista el tipo de actitud de su contrincante, es capaz de clasificar las objeciones del mismo en categorías que le son familiares; conoce las preguntas y las respuestas como si fueran las variante de apertura de una partida de ajedrez. El teólogo, psicoanalista o marxista bien entrenado contra la "mentalidad abierta", puede en cualquier momento hacer picadillo a su adversario de mentalidad abierta y de este modo probar la superioridad de un sistema ante el mundo y ante sí mismo".
"Uno de los métodos principales del pensamiento comunista es lo que podríamos llamar las polarizaciones arbitrarias. Un ejemplo de polarización arbitraria es la afirmación: "hay dos categorías de personas a) los buenos que viajan en tren, y b) los malos que viajan en avión. Con un poco de casuística, puede demostrarse abiertamente que la gente que viaja por mar es buena porque no vuela, y mala, porque no viaja en ferrocarril. Para los comunistas el mundo estuvo polarizado:
1930: Rusia soviética más la clase obrera internacional, versus el mundo capitalista.
1940: el pueblo ruso y alemán amante de la paz versus los agresores imperialistas, Inglaterra y Francia.
1941: los bestiales fascistas alemanes agresores vs las naciones democráticas unidas.
1950: los criminales imperialistas aprovechadores de la guerra: Inglaterra, Francia y EEUU vs las democracias del Este amantes de la paz.
Cada una de las polarizaciones era presentada al creyente como un dualismo eterno entre el bien y el mal, entre la oscuridad y la luz. Y en cada caso había millones de personas que, gracias a la espontánea amnesia que es una de las características de la mentalidad esquizofrénica, olvidaban rápidamente la última distribución y creían que la presente sería eternamente cierta.
Cuando me pregunto con la melancólica experiencia que sólo se logra después del error, cómo pude vivir durante años en este trance mental, encuentro algún consuelo en el hecho de que la escolástica medieval y la exégesis aristotélica duraran un período mucho más largo, y perturbaran los mejores cerebros de la época; y además, en el hecho de que aun en nuestros días muchos aprueban la idea de que el 90% de sus contemporáneos están destinados por su amante Padre del Cielo a una especie de super Auschwitz eterno.
En fin, la mentalidad de una persona que vive dentro de un sistema cerrado de pensamiento, ya sea el comunismo y otro cualquiera, puede resumirse en una sola fórmula: puede probar todo lo que cree y cree todo lo que cree, y cree todo lo que puede probar. El sistema cerrado agudiza las facultades mentales, como una piedra de afilar ultraeficaz, hasta un filo increíblemente frágil; produce un tipo de inteligencia escolástica, talmúdica, minuciosa, que no le ofrece ninguna protección cuando quiere cometer las mas toscas imbecilidades. La gente de este tipo se encuentra a menudo entre los intelectuales. Me gusta llamarlos los "ingeniosos imbéciles", expresión que no considero ofensiva "ya que yo fui uno de ellos".
1 comentario:
Buen análisis. Especialmente de los broches que sirven para cerrar una ideología, como lecho de Procusto que corta y disuelve todo hecho o argumento que se oponga a su "monismo axiológico piramidal" (como le llama Javier Echeverría). El comunista, como el fanático, como el fascista es hombre de principio, y este es el problema, que lo es de un solo principio, sea este la revolución o la salvación del alma. Pero resulta que bienes hay muchos, males también, y se da una relación coplejísima entre unos y otros. De modo que casi siempre nuestra elección no es el bien o el mal, sino el mal menor. El maniqueísmo, que tanto afectó también a San Agustín, es peligrosísimo. Negro y blanco son raros en la naturaleza, y deberíamos estar por reconciliarnos con ella, un compromiso razonable entre ambas "ciudades".
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