La sesión de febrero de 2017 del Mochuelo no estuvo tan
concurrida como otras veces. No obstante Amelia nos dio mucho que pensar y
discutir con su trabajo sobre el Héroe trágico, apuntes sobre Tragedia e
Ilustración. Partíamos de un texto del mismo título de un tal Christopher Rocco
que nos sirvió para recordar la potencia originaria de los mitos griegos que se
han transmitido a través de los siglos y cuyos nombres constituyen la base de
nuestra civilización: Prometeo, Ulises, Edipo, Medea. La filosofía antes de
convertirse en dialéctica platónica fue narración poética de mitos que educaban
al pueblo, los poetas eran en esa época predialéctica maestros de verdad.
Nos recordó nuestra compañera que no es tan difícil elegir
entre ser narradores de cuentos chinos, maestros de sombras o maestros de la
verdad. No es lo más acostumbrado en nuestro gremio, incluso puede resultar
pretencioso en la época de la postverdad atreverse a encarnar el ser “maestros
de la verdad”.
Nos enzarzamos en una discusión sobre esta última palabra
tan maltratada y en nombre de la cual tantas barbaridades se han cometido en la
historia. Aunque muchos dioses han muerto todavía nos quedan orillas a las que
llegar. Y efectivamente, todavía nos quedan en lo que nos toca, alumnos a los
que educar o al menos no aumentar la confusión y el desconcierto en sus mentes.
El héroe griego desafía los límites, salta por encima de las
dificultades que se le presentan, se enfrenta a la aventura, a lo desconocido,
a lo doloroso, enigmático y también a lo que aparentemente está por encima de
sus fuerzas, a aquello que le sobrepasa. Y de esa lucha vuelve más sabio, más
ejemplar, más magnánimo. Pensemos en Ulises y sus mil aventuras de las que sale
vencedor.
En la actualidad la vida parece más fácil, nos instalamos en
la cultura y el saber y además como nos recordaba una reciente emisión
televisiva vivimos conectados y hasta obsesionados por la cobertura del móvil
pero en el fondo humanamente desconectados, aislados. La pregunta surge rápida
¿cómo puede ser que vivamos incomunicados? Amelia nos decía que hablamos
demasiado, escuchamos poco y sobre todo al hablar buscamos imponer una idea,
nuestros discursos buscan el poder.
Ya en los años 90, época en que se escribió Tragedia e
Ilustración, Occidente vivió el auge de la posmodernidad, cuando destacados
pensadores cuestionaron la hegemonía de los valores europeos sobre todo en el
mundo. Europa, Occidente en general no tiene derecho a instalar su cultura como
si fuera universal.
Habermas y Foucault se enfrentaron a cuento de la Dialéctica de la Ilustración: El sueño
de una racionalidad autónoma humana base de la convivencia entre culturas ¿ha
dado de sí todo lo que podía o quedan virtualidades que no han sido
desarrolladas? Habermas representa el filósofo partidario de “seguir sacando
jugo al lema de la
Ilustración”, no lo hemos exprimido lo suficiente. Mientras
que Foucault opina que la
Ilustración se ha pasado de rosca y ha caído en exclusiones
de elementos que no entran en su discurso, creando nuevas esclavitudes.
Rocco traslada el debate a lo que él llama un DILEMA DE LA DEMOCRACIA que se
articula en varios niveles, son en realidad tres irresolubles dilemas de los
que escojo el último:
O aceptamos un sistema político como la democracia basado en
exclusiones constitutivas o de lo contrario debemos rechazar la democracia como
una técnica entre otras.
La forma que tiene Rocco de salvar el triple dilema está en
la tragedia, los ejemplos de acción virtuosa de la tragedia griega y su
preocupación por lo “otro” lo que está más allá de lo culturalmente aceptable
son una referencia para desbaratar el exceso moderno de normalización. Ese
decir: la democracia no se basta a sí misma como procedimiento racional, es
preciso ética, debate e incluso son salutíferos para la democracia
procedimientos tan irracionales como el sorteo para elegir los cargos públicos,
ya puestos a admitir lo “otro” de la razón.
La verdad de la ilustración es trágica pues revela el poder
de la razón pero también sus límites. Desplazando el ejemplo de los griegos al
terreno de la ética y la política contemporáneas nos permite vernos bajo un
prisma distinto.
Un ejemplo del “fracaso” de la Ilustración ateniense
presentado de modo trágico lo hayamos en Edipo de Sófocles. El héroe transita
por un camino largo y tortuoso que le lleva a hacer el mal queriendo hacer el
bien, Edipo pasa del conocimiento confiado pero equivocado hasta la terrible
verdad de su desmedida ignorancia.
Charlamos largamente sobre la verdad y su despotismo, en
particular la verdad que se ha impuesto en la cultura a través del dogmatismo
religioso. Los maestros de la sospecha nos enseñaron a desconfiar de las
verdades eternas o aspirantes a eternidad. Y efectivamente es difícil saber en
el fondo quienes somos los seres humanos, nuestra ignorancia es desmedida como
la de Edipo. Ni siquiera sabemos del todo cómo hemos llegado a constituirnos
como especie diferenciada de los “no humanos”. En cuanto hacemos demasiadas
preguntas sobre el origen del homo
sapiens nos damos cuenta de que la racionalidad sigue topando con muchos
enigmas. Una cosa es explicar el origen de este cuerpo humano, bípedo, con un
cerebro desmedido, con la capacidad de manejar, fabricar herramientas,
capacidad simbólica y otra muy distinta es explicar el origen de la sociedad
humana, del lenguaje, de la razón. Porque no somos sólo un cuerpo con características
excepcionales.
Por tanto Edipo se dio cuenta para su desgracia de que no
podía dominar totalmente su destino, de que existen fuerzas ciegas que lo
dominan y lo mismo nos dice Foucault sobre la razón humana. Existen fuerzas
ciegas que pueden con ella. En el camino de vuelta descubre el héroe trágico
que no puede dominar su propia naturaleza y comete incesto, el poder de la razón
no lo libra de la transgresión o del sufrimiento que conlleva. El poder de la
razón no está a la altura de la vida humana. Sófocles nos envía el mensaje de
que la tensión define al ser humano.
Hay algo que se esconde, algo que no podemos conceptualizar
que atraviesa la vida humana y también la historia de la filosofía y este
enfrentamiento entre razón y lo conceptualizable se sustancia en la Dialéctica de la Ilustración. Como
en Edipo rey, el coro canta sucesivamente las alabanzas de la razón y las de
las virtudes heroicas del mundo arcaico, la tradición en suma.
Sófocles advierte a los defensores del iluminismo racional
que tengan en cuenta las oscuridades. Nos liberamos de unas andaderas, religión,
tradición y otras ocupan su lugar: mundo tecnificado, economicismo, burocracia.
Ni el universalismo de la razón ni el individualismo del héroe,
no podemos elegir. El conflicto es eterno
y como sospechó Unamuno, “esto es una agonía”, la agonía deja al ser
humano vivir.
En una segunda parte de su trabajo Amelia expuso bajo una
nueva luz el diálogo platónico de la República.
Es una obra que quizás nos hemos acostumbrado a comentar de
determinada manera y nos vino bien este nuevo punto de visa. La República platónica que
nos hechiza porque apela a nuestro deseo insaciable de comunidad, solidaridad y
autoridad, tres aspectos difíciles de combinar en la realidad.
Rocco descubre en el modelo utópico platónico el cultivo de
la imaginación que elabora y niega a la vez el discurso sistemático. Se trata
de un discurso que sostenga la ficción de una totalidad teórica y política
completamente ficticia y la vez la niega por una práctica textual y politica
subversiva.
Platón hace un trabajo soberbio de imaginación para
reordenar todo lo que no funcionaba en la polis ateniense. En la polis platónica
perfectamente ordenada no es la razón la que consigue el orden y la armonía
sino el conocimiento del Bien, que es un poco distinto. Y fue la genialidad de
Platón, el Bien es intangible y cuando nos ponemos a intentar definirlo es
cuando caemos en el dogmatismo, pero si sabemos distinguir grosso modo lo que está bien de lo que está mal, casuísticas y
trampas saduceas a parte.
La escuela de Platón por Jean Delville |
El logos palabra es el nuevo fundamento de la polis utópica.
No vale cualquier palabra, sólo la de los que conocen y se han pasado toda la
vida ejerciéndose en el conocimiento.
Sólo el héroe, el que ha pasado por el fuego o por las
llamas y conoce la verdad no como algo leído, repetido, sin sentido, sino como
algo conquistado, es el que se preocupa por la comunidad y puede salvarla,
aunque sea con su solo ejemplo.
Nos dimos cuenta en esta sesión de la necesidad de ejercitar
la imaginación de nuestros estudiantes con historias variadas de héroes de ayer
y de hoy. Con anécdotas de vida propia y ajena. Las asignaturas que impartimos
son abstractas, es su dificultad, pero Platón nos enseña con sus mitos como el
del caballo alado, las constantes del ser humano. Hemos de poner el pie en
ellos para desde ahí saltar a más altas y difíciles verdades.
2 comentarios:
¡Qué bonito, Ana! Tu reflexión última sobre lo que hablamos está llena de sabiduría, de la misma clase de la que alabas. Enhorabuena por la crónica que pone tanto.
Enhorabuena a tí por tu hallazgo y trabajo
Lo pasamos bien, no desvaríamos excesivamente y aterrizamos
en nuestra diaria tarea después de un paseo por las galaxias
de Habermas, Foucault, la posverdad y Platón.
Estimular la imaginación con historietas es una necesidad vital.
Sin eso la mayoría del pueblo no nos entiende...
Si no estudian su problema es, al menos que el que escuche entienda.
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