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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

sábado, 1 de agosto de 2015

DECADENCIA DE LA ADMIRACIÓN

REFLEXIONES SOBRE "SER ERRATICO" DE LUIS SÁEZ

Ana Azanza


Llego tarde con este post, puesto que Luis Sáez acaba de publicar "El ocaso de Occidente" en 2015, y "Ser errático, Una ontología crítica de la sociedad" es de 2009.







Son muchas las características que me gustaría reseñar del libro. En primer lugar el estilo literario cuidado, incluso poético en muchos pasajes, muy sugestivo. Estilo cuidado, trabajado, que busca la palabra justa y hace un uso admirable del español. Sin abusar de frases largas, utiliza más bien frases breves, comprensibles pero brillantes. Más de una vez emplea términos que obligan a buscar en el diccionario e incluso hay algunas reseñables "expediciones" etimológicas tanto en las notas como en el cuerpo del texto. Me ha llamado la atención la del término "de-siderare". Le saca partido al español, a los múltiples significados de algunas palabras, a los matices.
Es notable el recurso a textos de poetas en nuestra lengua que apoyan al pensador, Neruda, Machado, como suele hacer Heidegger con los poetas alemanes, al que Luis Sáez conoce en profundidad.

En segundo lugar el autor de "Ser Errático" se mide con todos los grandes del siglo XX, hace falta valor: Heidegger, Gadamer, Foucault, Derrida, Rorty, Habermas, Deleuze, Apel. A cada cual tiene su reproche y a cada uno de ellos dirige su "contra-argumentación" donde considera que hay una insuficiencia. Por no hablar de todo lo que debe a Nietzsche, por el estilo y por el fondo de esta obra. Se podría subtitular con Heidegger y con Nietzsche y más allá de ellos.

En tercer lugar el autor se ha buscado un interlocutor, amante de la simplicidad mal entendida, que deshecha los "tortuosos y complicados caminos del pensar", que quiere y piensa solucionar los problemas sin tanta palabrería. Los diálogos insertados en cursiva con esta especie de Glaucón ofrecen un buen contrapunto y realzan el mensaje del libro. En especial cuando se le pide paciencia porque Glaucón prefiere los atajos.

Encontramos páginas brillantes, no le falta vis literaria ni filosófica como al ilustrar el rumor vacío en la que vivimos inmersos gracias a los medios de comunicación, las habladurías que diría Heidegger (p. 68). Hoy podríamos añadir el ruido de las redes sociales en esa cháchara global ensordecedora y superficial. Con el móvil "inyectado en vena".






 Para saber de qué estamos hablando en "Ser errático" viene bien la definición de ontología: "forma de pensamiento en la que se ingada la comprensión de lo real que subyace tanto a nuestra praxis como a la forma en la que la conceptualizamos."

Hay pensamiento y hay estilo propio. Acuña conceptos, como según Deleuze que hacen los auténticos filósofos: ser errático, sociedad estacionaria, desasimiento, ficcionalización, el litigio en vez de la dialéctica o la oposición de contrarios irresoluble... Hay ideas nuevas, intentos de superar enfrentamientos filosóficos que no son meras salidas por la tangente. En particular reseño la utilización del caballero de la Triste Figura, el andante y errante Don Quijote para argumentar la errancia y su "propiedad" en liza con Heidegger.

Ante el desarrollo filosófico inabarcable, Luis Sáez vuelve al principio, a la filosofía in statu nascendi que consiste en la admiración. Una banalidad, pero que es la fuente, "die Quelle", el manantial, de donde mana todo lo demás. Si se abandona esa sorpresa inicial, ese "dejarse afectar", esa capacidad de "ser tocado", "impresionado", y desde ahí lanzarse al descubrimiento, la filosofía se pierde. Entramos en la sociedad estacionaria, vivimos buscando la eficiencia y el rendimiento y dándonos de bruces con el aburrimiento. Todo funciona pero estoy vacío.

La afección está olvidada en buena parte de la tradición y necesita ser rescatada. Viene al caso el recuerdo de Leibniz y los dos aspectos de la mónada, activo y receptivo, reinterpretados en el pliegue de Deleuze. Las mónadas forman un universo poblado de entelequias con alma y sin espacios vacíos entre ellas.

La potencia de obrar exige del ser errático hacer su mundo. El mundo no precede al sujeto sino que es su obra. Y cuando nos sostenemos en la nada sin aportar, sin crear valor normalmente es porque no hay valor. Pero el hombre no puede simplemente dejarse vivir, esta sencilla afirmación se corresponde con nuestras vivencias cotidianas. Hay retos en la vida, de mayor o menor importancia, hay exigencias que se presentan y no deberíamos de escurrir el bulto, si lo hacemos la vida pierde valor porque no lo estamos encontrando ni creando.Ante lo duro del vivir salimos en dirección contraria. La vida pide valor al ser errático que somos cada uno, errático quiere decir situado entre la centricidad y la excentricidad, entre el arraigo y el desarraigo.

Este aspecto del arraigo/desarraigo queda bien ilustrado en la página 72, ni estamos totalmente encajados donde nacemos, ni es disparatado salir a buscar nuevos horizontes. La comprensión de lo humano tiende a exacerbar el vínculo con la tierra, con el suelo sobre el que camina. "La fuerza de la condición errática es la que urge, a experimentar la pertenencia a un terruño trascendiendo la reverencia entusiasta...con la humildad del que se sabe fuera de todo lugar y no concede a su origen y a su idiosincrasia más importancia de la que merece."

Más síntomas de la sociedad estacionaria: experimentamos que nos falta tiempo y perdemos el tiempo. Intentamos disimular el vacío administrado con las prisas y la gesticulación. Corriendo a ninguna parte y aunque en "Ser errático" no se habla de ello, la tecnología ayuda a esta "depresencia", pocas veces estamos donde tenemos que estar.

Hay varios interesantes y desarrollados litigios: pensar y ser, descubrir y crear.
Sáez utiliza y le saca partido a la terminología heideggeriana, autor inesquivable si hablamos de ontología, aunque particularmente no sea santo de mi devoción, hay que reconocer que es una cumbre filosófica, por tanto es de agradecer que se mida con él con ejemplos que lo hacen asequible. Me ha agradado particularmente el ejemplo del ciclista y las dos formas de ascender el puerto. Aparentemente no se diferencia la subida impropia de la subida propia. Pero el ciclista sí sabe en que estado y con qué intención ha girado en las curvas, ha adelantado a otro ciclista y ha llevado a cabo el esfuerzo. Quien dice ciclista podría decir cualquier otro deporte o dedicación profesional. Por ejemplo, quizá no hay gran diferencia aparente entre dar una clase propiamente en su propiedad o en su impropiedad, o asistir a ella en su propiedad o en su impropiedad, pero los protagonistas saben lo que han estado haciendo.

En el nihil productivo en el que estamos situados es posible la libertad.
No basta razonar, el acontecimiento hay que merecerlo. Hay que viviir el misterio de los encantadores, don Quijote dearrolla el coraje para dar esa batalla, y protagonizar las gestas que recordamos y son ya inmortales. Heidegger nos dice que el hombre errante está perdido, pero errar es propio del ser errático contesta Luis Sáez. La perplejidad nos devuelve al mundo con un nuevo pathos y un arraigo más intenso. Abriéndose al acontecimiento se vive de manera más intensa, sintiendo la vida.

El filósofo de Todtnauberg habla de la angustia por la excentricidad del ser errático, por el vacío en el que se encuentra. Pero donde está el peligro crece la salvación, Heidegger no ha comprendido la In-sistencia de la excentricidad y de la condición errática en el corazón mismo del acontecer. En el extrañamiento ontológico se pone en obra el arte de la excentricidad que permite el redescubrimiento del mundo. Parecen frases complicadas y sin sentido, pero pensemos en Don Quijote saliendo de su pueblo en busca de aventuras, "el arte de la excentricidad permite el redescubrimiento del mundo", el que no se extraña no redescubre, ni descubre, ni crea. Se aburre y aburre.




La distancia con el ser une y separa, de ahí la imagen del pliegue. El extrañamiento no sólo modus cognoscendi (Heidegger) es también modus essendi (Luis Sáez, don Quijote). En la erraticidad el hombre se descubre en el mundo pero también pone en juego un ars inveniendi en el cual se lanza a la aventura de hacer mundo. El extrañamiento convierte al hombre en un extranjero en su propia casa, el que se extraña entra en litigio con la dimensión de la facticidad, los hechos a los que atenerse.  Radicación y excentricidad forman el ser errático. La lejanía excéntica consiste en el desafío de ir en la quebrada, en el delgado filo que separa las laderas de la montaña. Es un distanciamiento pre-discursivo que pertenece a la existencia.
No hace falta argumentar para entrar en él, el argumento viene después.

Mi capítulo favorito de Ser errático es "Sentido y fuerza". En la filosofía tal y como la he recibido abunda el sentido pero no está presente la fuerza. Y en general los filósofos la descalifican y desconfían de ella. Pero sin fuerza no hay acción que aumente, no hay auctor. Nada se hace que valga la pena. La fuerza se manifestaba en Grecia en acciones valiosas de los héroes que ponían en juego la vida. A nuestros proclamados valores, en los que creemos de boquilla, -libertad, igualdad, tolerancia, paz, justicia...- ls sobra "idealidad" pero les falta fuerza. Vivimos en la sociedad del espectáculo, con muchos discursos, habladurías y pocas "gestas", uno de los términos rescatados filosóficamente en este libro.

De la incapacidad del hacer, de la ambigüedad, de la ficcionalización del mundo, del "dormirse en los laureles" y no obrar, procede el resentimiento generalizado. Por el sentimiento de vacío del que antes hemos hablado, la vida pide "exponerse" y no arrugarse. Así se vive en un ambiente en el que la admiración está en franca decadencia, cuando es el comienzo de la filosofía y de la sabiduría. Vacuas palabras hoy que harán encogerse de hombros y sonreir con escepticismo.

En un país de envidiosos, Díaz Plaja dixit, es lógico que la filosofía tenga poco recorrido. Ante la excelencia se despierta no la admiración sino la envidia, rensentimiento que lleva no sólo a ocultar y silenciar lo valioso, también a desfigurarlo y si puede ser eliminarlo. Cuando se quiere esconder lo valioso, ya que muestra a la propia falta de valor, entonces se organiza y jalea la apareincia. Suben como la espuma los personajes que no tienen nada que ofrecer. Se disimulan los verdaderos "nudos de la cuestión", "enjeux", "madres del cordero" y se entretiene al pueblo con irrelevancias. Hasta el hombre y mujer "de enjundia" caen en la tentación de servir al espectáculo a la organización del vacío. La gran O redonda de la que habla Musil cuyo contenido es constante, constantemente vacío, lo cual no le impide seguir expandiéndose, expandiendo la nada.

Es preciso saltar del comprender al actuar, es preciso el ejercicio de la voluntad (Kant), como en la fe que salta de la nada al todo (Kierkegaard). Establecida la necesidad de la Fuerza, del operar tenemos en este libro todo un sugestivo recorrido por la fuerza en la filosofía. Incluso una alusión a la fuerza en física, reducida a función. Tiene que llegar la fuerza como INTENSIO. En el hombre hay potencia de obrar que no se reduce a función expresiva como hizo Heidegger. En esa recuperación de la intensio ayuda Nietzsche. Sentido y fuerza se copertenecen. Heidegger y Nietzsche deben ser complementados entre sí y a ello se aplica el autor de "Ser Errático". Hasta el punto de formular un nuevo imperativo, con el que tampoco nos quiere avasallar, pero que ahí queda:

"Debes poder querer que el sentido que reclama tu acción se convierta en ley singular de incidencia en el mundo."

La INTENSIO no está libre de desbordar dando lugar a la locura. "Cada uno es loco de su propia locura". a la luz le acompaña la oscuridad, pero lo decisivo es no agobiar a los demás con la propia locura y el mayor problema lo tienen los incapaces de ver la suya. En el capítulo dedicado a la locura merece lectura detenida el osado mano a mano de Sáez con Derrida y la deconstrucción.



Un momento clave es cuando nos hace caer en la cuenta de que para recuperar la admiración son necesarios los otros. El hombre, ser errático, necesita al otro para preservar lo admirable que es lo que le rodea, hay que compartir el acontecimiento y ello exige mantener el "entre" que une y separa a los hombres. No dominar al otro, no inflingirle daño. El esfuerzo por la justicia es tendencia compartida por todos los hombres en la historia. Me permito añadir, es "la tendencia" humana por excelencia, sino ¿qué hacemos aquí? vegetar. Ni siquiera vegetamos, los vegetales hacen algo más que vegetar, aportan. Me pregunto ¿Qué aporta cada vida humana sin lucha por la justicia?.

Reivindica el pensar por encima del argumentar contra Habermas y Apel. Con respecto a la vida asamblearia que no culmina hay mucho que decir desde la filosofía. La argumentación inacabable es la que se suele argumentar sobre el procedimiento para argumentar, ¿por qué no se llega a nada? porque falta lo esencial, IDEAS. Así el medio, reunirse, e convierte en fin. Pero nunca se concluye y todo sigue igual. Otro guiño al argumento de "El Hombre sin atributos" narración en la que la comisión para organizar los festejos del advenimiento del emperador no cesa de reunirse, para nada.


La inteligencia naciente se articula entre descubrir y crear, esa inteligencia es ya experiencia pensante y va acompañada de un testigo pre-lógico, el INGENIO. Se dedica todo un capítulo a este concepto que evoca a otro gran autor español, Gracián, en discusión con la filosofía del discurso y la argumentación. Tengo entendido que Sáez conoció y trabajó un tiempo cerca de los frankfurtianos como Apel. Así que tampoco se trata de criticar sin conocer.

En conclusión hay múltiples y variadas sugerencias filosóficas en "Ser errático", un libro que tonifica, regenera el pensamiento. Merece la pena meditarlo tranquilamente, para ejercitarse en el pensar, alejándonos en lo posible de "habladurías" y "maquinaciones. Un libro que sería una pena perderse o no leerlo con la calma que merece.

En algún momento recuerda el lema heraclíteano en la cabaña de la Selva Negra "el rayo lo ilumina todo", pero no es el rayo es el relámpago, la luz repentina en el cielo.  Y en especial, cuando en un momento ilumina la noche y luego todo vuelve a la oscuridad, así es la fuerza de la inteligencia cuando luce. Lo explica Gadamer a partir del minuto 5:33, con particular SENTIDO y FUERZA








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