Cuánto cuestan las vidas humanas en circunstancias normales y en estado de urgencia: ¿más
o menos que los recursos necesarios?
Ana Azanza por la traducción
El sistema alemán rechaza el sistema inglés, según el cual aquellos que ya han tenido muchas “innings”, resultados positivos u oportunidades para la vida, deben morir, y dejar sitio a los que aún no han tenido esas oportunidades. Generalmente significa que los viejos deben dejar paso a los jóvenes que tienen mayores oportunidades para sobrevivir.
A excepción de aquellos que pueden pagarse la vida con su riqueza, todos en esta sociedad tenemos algo que vender, ya sea para obtener dinero o al menos para asegurar la supervivencia. Y así, la restricción de los contactos sociales no solo significa que fallan ofertas, ni las prostitutas ni los curas pueden ofrecer sus servicios, sino que millones de ciudadanos están privados de su fuente de ingresos. Muestra que todas las áreas de la vida dependen del éxito en los negocios.
La seguridad social del estado vigente está demostrando una vez más ser muy imperfecta. La seguridad básica no cubre las necesidades de las personas que confían en ella. En ausencia de almuerzos escolares gratuitos y dado el cierre de comedores, resulta que los beneficios de bienestar social no están orientados a satisfacer las necesidades diarias, sino que por mucho tiempo han incluido el bienestar privado a través de comedores, tiendas de ropa, etc. De esta manera, los defensores de la salida de la emergencia pueden referirse a la creciente miseria, que podría remediarse lo antes posible.
En tiempos normales, la lucha habitual por la vida exige sacrificios constantes, no debería ser un argumento en contra de la vuelta a la vida cotidiana, sino cien por cien a favor. A costa de aceptar más muertes, y aunque sin apresurarse, la economía debería ponerse en marcha lo antes posible. Economía que no garantiza un suministro suficiente para todos, pero de la que todos dependemos.
Es extraño
que mientras unos exigen que se terminen las restricciones de la rutina
capitalista causadas por el corona diciendo que evitar las infecciones costarán
más víctimas que el contagio de la población, en cierta medida hay que aceptar
los sacrificios, otros se preocupan sobre los criterios éticos de la
sociedad (Andreas Zielcke, "Miseria
Moral", SZ, 31.3.2020) cuando debido a la escasez de camas en cuidados
intensivos y de respiradores los médicos se ven confrontados a la decisión de
quién debe morir y quién merece disfrutar del tratamiento. Son consecuencias de
una epidemia que nos pone frente a nuevos retos. Pero hay cosas que no son tan
nuevas.
La amenaza del triaje …
“Como cristiano
afirmo que no hay nada más santo que una vida humana.”
Hubertus Heil, ministro de trabajo
El triaje es
un procedimiento de la medicina militar que se usa debido al colapso de los
medios curativos y de personal disponible, y hay que decidir a quién se deja
morir porque el tratamiento tiene pocos visos de ser exitoso, quien debe ser
tratado y quien puede esperar.
De momento
en la actual crisis los médicos civiles no se han visto en esta tesitura, pero
se recibió con indignación la noticia de que en Francia los mayores de 80 no
iban a recibir respiración asistida sino solamente se les administrarían
opiáceos para que mueran sin dolor.
El sistema alemán rechaza el sistema inglés, según el cual aquellos que ya han tenido muchas “innings”, resultados positivos u oportunidades para la vida, deben morir, y dejar sitio a los que aún no han tenido esas oportunidades. Generalmente significa que los viejos deben dejar paso a los jóvenes que tienen mayores oportunidades para sobrevivir.
Los médicos alemanes de cuidados intensivos han decidido tomar decisiones
independientemente de la enfermedad y la edad basándose en las posibilidades de
supervivencia del paciente (Föerderl-Schmid et al.: Ayuda a morir, SZ, 27.3.2020).
Dichas
discusiones familiarizan a los ciudadanos con el hecho de que tenemos por
delante decisiones difíciles en el contexto de la pandemia. Los medios y los
expertos se dedican a generar confianza, pero la pregunta es más bien por qué
debería tomarse esta decisión.
Se le echa la culpa al virus y
a la impredecible pandemia de la probable y catastrófica escasez de atención
médica. La aparición de epidemias es un evento natural que no se puede evitar,
pero es posible prepararse para ella, aunque no en todos los detalles, y que
esto ya se había pronosticado por los
expertos desde hace tiempo se puede comprobar en las artículos en Telepolis de
Arno Kleinebeckel Covid-19: en
2012 se hicieron planes con un hipotético patógeno tipo "SARS" y Peter Grassmann (El ignorado estudio sobre el riesgo de
pandemia). Si hoy se anuncia el triaje,
hay que decir por un lado que se oculta el origen de la emergencia y por otro lado que ese triaje
ya se está practicando.
Tampoco hace
tanto tiempo de las epidemias de Sars y de gripe aviar (2009), que afectaron más a los
países asiáticos que a los occidentales. En aquellos momentos la reacción a la
gripe consistió en adquirir los medicamentos que supuestamente curarían o
aliviarían la infección. Los políticos no podían saber que dichas medicinas se
revelarían ineficaces, ya que sólo se les mostraron los estudios que prometían
eficacia mientras se les ocultaron los que no. La gripe aviar y sus remedios costó millones, las farmacéuticas hicieron
su negocio, farmacéuticas que son industrias clave tanto en Europa como en
EEUU, y nadie fue denunciado.
Si nos
paramos a observar lo que está pasando, los Estados aprendieron de la última crisis:
¿por qué almacenar medicinas cuando hay dinero disponible que asegura el acceso
a todos los medicamentos del mundo? Por lo tanto se considera tirar el dinero
gastar en ropa protectora y mascarillas puesto que el material estará
disponible. Los políticos tienen otras prioridades. Pero pronto se ha visto que
el mito de que el mercado siempre garantiza la mejor asignación de bienes
pertenece al reino de las leyendas cuando se trata del tratamiento y cura de
las personas. La solvencia determina la recepción o exclusión de estas
mercancías, y en situación de pandemia quienes disponen de máscaras o ropa
especial pueden usar su poder todo lo que quieran.
Obviamente
esto ha pasado debido a la escasez de dichos productos que sólo se pueden
adquirir con mucho dinero o simplemente porque la producción de los mismos se
trasladó a unos pocos países para
abaratar costos.
Cuando se
trata de la salud de sus ciudadanos el estado alemán no se ocupa sólo del
mercado, organiza también el mercado de la salud: decide en qué condiciones
quién y cuánto dinero recibe o puede exigir, ya sea de las cajas de seguros o
de compañías privadas. Tiene también el efecto de que no vale la pena que
médicos, hospitales, residencias de ancianos, servicios ambulatorios o
instituciones varias, mantengan equipos o materiales de protección.
Cuando comenzó la pandemia, se
vio la escasez en todas las áreas, después de todo, el sistema sanitario no
había respetado el almacenamiento en
vista de epidemias, el servicio de salud pública no estaba equipado con los materiales
apropiados. Se le asignaron muchas tareas a este departamento, pero no se
implementaron los recursos materiales y humanos correspondientes. La
consecuencia: no pudo cumplir las muchas tareas legales, ya que no solo los
escándalos alimentarios o ambientales se hicieron públicos.
… y su aplicación gradual
"Sólo hay una
instancia que puede decidir sobre las líneas de actuación en cuanto a la vida y
la muerte, el Parlamento".
Fundación alemana para la protección
del paciente
La falta de
medidas de precaución con respecto al material se ha visto de varias formas. Ni los médicos residentes, ni el personal de
ambulatorios, ni las enfermeras, por no hablar de los cuidadores en
instituciones para discapacitados, estaban suficientemente protegidos. Empezó el
triaje desde el minuto 1 de la pandemia porque no había suficientes mascarillas
ni ropa protectora que debía ir toda a las clínicas. En las residencias de
ancianos no se recibió nada, tampoco llega para la población, en vez de eso el Instituto
Robert Koch dijo en línea con el gobierno que de todos modos la mascarilla no
sería muy útil (Véase "Angst
vor dem Virus, Vertrauen auf den Staat?"). Punto de vista que luego ha debido
cambiar.
El reparto
del material se ha hecho según el criterio que domina en nuestra sociedad, los
seres humanos somos juzgados según nuestra utilidad. Los hospitales juegan un
papel prioritario por tanto reciben el material los primeros. Los ancianos
están particularmente necesitados de protección pero en las residencias falta
el material. Cuando se trata de repartir las máscaras se juzga que ese grupo de
personas ya ha hecho su trabajo y dicho francamente se ha convertido en una
carga. De las personas discapacitadas nadie dice una palabra.
Sobre la
recomendación de llevar mascarilla se dice que no sirve para protegerse de la
infección. Lo que es cierto, pero dado el ínfimo número de tests realizados y
por tanto la cantidad de infectados que no saben que lo son la mascarilla
podría evitar contagios. Hasta la fecha llevar mascarilla ha sido calificado
por el gobierno y por la OMS como un acto de compromiso cívico y no como una
medida para combatir la infección.
La falta de
mascarillas y ropa especial ya está siendo tratada como un costo adicional. Una
directriz vinculante a la población sobre el uso de las mascarillas aumentaría
la demanda y elevaría los precios, complicación adicional en un mercado mundial
en el que ya hay competencia entre los países por ellas, todos quieren
adquirirlas al mejor precio, y donde se oye que el gobierno Trump va a imponer
la confiscación obligada al grito de “¡América first!”
Ya se ven
las víctimas, dado que la distribución del material se concentra en los
hospitales, que por cierto no se abastecen adecuadamente y a veces se llevan a
cabo desesperadas campañas de captación, se descuidan otras áreas. Las
residencias de ancianos y las
instituciones para discapacitados pueden prohibir las visitas. Pero ¿de qué
sirve si el personal cuidador no pasa el test del virus y no tienen la ropa
protectora? (E. Rattenhuber, Entregado sin protección, SZ, 27.3.2020)?
Y luego
repentina e inesperadamente en un área en la que según las palabras de los
responsables hay personas especialmente necesitadas de protección, se producen
infecciones y muertes. Ni se aísla a los nuevos ingresados ni los cuidadores
debido a toda la carga de trabajo tienen tiempo de observar todas las medidas
de higiene ni las recomendaciones de guardar las distancias. La simpatía de los
responsables políticos por estos casos es hipócrita y las posibles demandas
civiles contra las instituciones apuntarán en la dirección equivocada.
Así que no
solo la distribución de la ropa especial discrimina entre quienes sobreviven
por ser dignos de ello y los que son tratados como cantidad despreciable. Los
políticos advirtieron de que las clínicas debían de abstenerse de realizar
operaciones que no fueran estrictamente necesarias y dejar las camas de intensivos para los
pacientes epidémicos. Lo que no corresponde con el cálculo habitual de las
clínicas, que tienen más posibilidades de beneficio facturando una cama a corto
plazo con una operación de rodilla en lugar de bloquearla para un incalculable
caso epidémico. Pero se les prometió una compensación financiera así que se
dejaron camas libres cancelando y retrasando operaciones.
Claro que
sigue siendo cuestión de definición qué consideramos una operación necesaria.
¿Cuánto puede esperar un paciente de cáncer a ser operado? No se va a morir
enseguida pero el tumor sigue creciendo y provocando mayores daños. Incluso en
período normal la clasificación y priorización de los tratamientos se plantea
naturalmente, porque el sistema sanitario se ha orientado hacia la
rentabilidad. Rentabilidad no significa aclarar la cuestión de cómo combatir la
enfermedad con los mejores medios sino que se basa en cómo con el menor gasto
financiero (que ha de proporcionar su rendimiento correspondiente) se asegura
que de algún modo sobreviva gran cantidad de población.
Debido a la
escasez de la oferta se oyen voces que reclaman una producción nacional de
estos bienes como si la compañía Trigema se comportara diferente que su
equivalente en China, ambas buscan la necesidad de efectivo y no se guían por
una posible pandemia.
El Estado
tendría que actuar contra los cálculos empresariales. La rentabilidad en
sentido capitalista no es compatible con un suministro asegurado, y donde el
estado ve la necesidad de asegurar el suministro nacional como puede ser en el
campo de la energía, opera con una economía planificada, creando las reservas
de gas y petróleo convenientes, no deja el tema al funcionamiento automático
del mercado.
La
restricción de los contactos sociales para evitar la expansión del virus es una
limitación del negocio, que es lo que importa en esta sociedad, porque el
crecimiento económico sigue siendo un objetivo inevitable del Estado, el
aumento de la riqueza es criterio por el cual se mide todo. Y cuando el
crecimiento sufre sufrimos todos, porque todo depende de él. Así que no tiene
nada de extraño que cada vez se oigan más voces que hacen un llamado al
levantamiento de las restricciones al ritmo de la pronosticada crisis
económica.
Salida
“No sé si
podremos soportar el triaje. Sólo podemos esperar ser salvados”.
Canciller Angela Merkel
La interrupción de los
contactos sociales para restringir los canales de transmisión ha paralizado
gran parte de la economía. Es notable que en esta sociedad no se trata simplemente
de cuidar a los ciudadanos. La limitación de la economía al suministro básico
de alimentos, energía y medicina no sería trágica, solo una ruptura de este
período y tiempo. La situación es diferente en una sociedad en la que está en
juego el aumento de la riqueza en forma de dinero. La limitación de la vida económica
significa la destrucción de numerosos medios de vida y existe una incertidumbre
generalizada de la existencia.
A excepción de aquellos que pueden pagarse la vida con su riqueza, todos en esta sociedad tenemos algo que vender, ya sea para obtener dinero o al menos para asegurar la supervivencia. Y así, la restricción de los contactos sociales no solo significa que fallan ofertas, ni las prostitutas ni los curas pueden ofrecer sus servicios, sino que millones de ciudadanos están privados de su fuente de ingresos. Muestra que todas las áreas de la vida dependen del éxito en los negocios.
La llamada a una estrategia de
salida de la emergencia y a la esperanza de "salvarse" del triaje
nacional (Merkel) no es una crítica a la dependencia en la que todos dependen
del aumento de la riqueza de unos pocos, sino más bien la amenaza para el
crecimiento económico, del que los individuos se benefician de maneras muy
diferentes.
Por lo tanto, no solo los representantes
empresariales están llamados a advertir sobre las consecuencias de las
restricciones en la vida pública porque las intervenciones causarían un daño
mayor que la pandemia en sí misma. No se oculta el hecho de que el
levantamiento de las restricciones costaría más muertes, sino que es
proporcional a las consecuencias de mantener el bloqueo.
Sin embargo, la imagen que los
responsables dan de la sociedad local para enfatizar sus argumentos es todo
menos optimista. Advierten sobre las consecuencias del aumento de la pobreza,
que resulta de la restricción de los negocios, ya que se ha demostrado en
tiempos normales que la pobreza que está constantemente presente en la sociedad
se refleja en menor esperanza de vida y aumento de la mortalidad.
La seguridad social del estado vigente está demostrando una vez más ser muy imperfecta. La seguridad básica no cubre las necesidades de las personas que confían en ella. En ausencia de almuerzos escolares gratuitos y dado el cierre de comedores, resulta que los beneficios de bienestar social no están orientados a satisfacer las necesidades diarias, sino que por mucho tiempo han incluido el bienestar privado a través de comedores, tiendas de ropa, etc. De esta manera, los defensores de la salida de la emergencia pueden referirse a la creciente miseria, que podría remediarse lo antes posible.
También descubren que el refugio de la felicidad
privada, la familia, es un peligro único para la vida y cuerpos de las mujeres y los niños. Debido a que los
sueldos en esta sociedad son costos que
deben ser bajos para que las empresas alemanas sean competitivas, sabemos que
las masas de personas que cuentan con un salario solo pueden permitirse
apartamentos pequeños, inhóspitos en los que no se puede pasar mucho tiempo
juntos. Los largos períodos de vacaciones, como Pascua o Navidad, son un gran
peligro para la paz doméstica.
El hecho de que la frustración
a menudo se ahogue con alcohol es natural, y que en el peor de los casos esta
frustración se dirige no contra quienes
determinan las condiciones generales de vida, sino contra la pareja o los
niños, obviamente también es común. No supone un gran escándalo, siempre y cuando
no haya algún "caso aislado" que se salga del ámbito doméstico.
En tiempos normales, la lucha habitual por la vida exige sacrificios constantes, no debería ser un argumento en contra de la vuelta a la vida cotidiana, sino cien por cien a favor. A costa de aceptar más muertes, y aunque sin apresurarse, la economía debería ponerse en marcha lo antes posible. Economía que no garantiza un suministro suficiente para todos, pero de la que todos dependemos.
Habría que pensar si no sería
conveniente una salida de este estado
normal....
Muertes inevitables, como lo es el triaje, como protocolo imprescindible para priorizar las intervenciones y las "urgencias" cuando los recursos son limitados. Y te lo dice un cojo muy cojo porque su operación de cadera ha sido suspendida. Y los recursos siempre serán finitos ante contingencias imprevisibles, que puede ser un virus, un volcán en erupción o un terremoto, porque la Naturaleza es madrastra. ¡Pues claro que dependemos de la economía y del mercado y de las entidades financieras! Esa demonización del mercado o del "malvado capital" es ya extemporánea, forma parte de pensamiento mágico. La cuestión es cómo se usa y bajo qué condiciones y reglas. Ni se compra ni se vende el cariño verdadero, pero si la miseria económica entra en la casa, el amor salta por la ventana. El pecado es que haya paraísos fiscales e infiernos fiscalizados. Si las estanterías no estuvieran llenas de productos básicos, ¡ya me dirás cómo iba a ser posible la reclusión! Y de hecho es el sector primario, que no ha dejado de trabajar, el que nos alimenta. Sin duda, la economía es infraestructura social. Y, trágicamente si quieres, la muerte también tiene su economía, porque no sólo somos almas bellas, sino también cuerpos dolientes y menesterosos. El triaje antiguo era aún más salvaje e instintivo: ¡Primero que se salven las mujeres y los niños! Total, con que quede un macho... Todos nos salvamos.
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