lunes, 13 de abril de 2020

HABERMAS EN TIEMPOS VÍRICOS



Jürgen Habermas con respecto al Corona: "Nunca habíamos sabido tanto sobre lo que no sabemos"
Markus Schwering

Ana Azanza por la traducción
 
El filósofo Jürgen Habermas habla de la obligación actual de vivir y actuar en la inseguridad y sobre su temprana vacunación contra el tirón de la prosa nietzscheana. 
  • En su opinión las consecuencias sociales de la pandemia son aún imprevisibles
Jürgen Habermas, nacido el 18 de junio de 1929 en Düsseldorf, creció en Gummersbach, enseñó en la  Universidad de Frankfurt y vive en Starnberg. Su continuación de la crítica marxista de la sociedad hizo época y desembocó en una sofisticada fundamentación del estado de derecho democrático.


Profesor Habermas, ¿cómo está viviendo personalmente la crisis del corona?

Sólo puedo hablar de lo que estoy pensando en estos días. Nuestras sociedades complejas se topan constantemente con inseguridades que son tratadas de modo local más o menos discretamente por los expertos de uno u otro subsistema. En este momento sin embargo se expande una inseguridad existencial de modo global que alcanza a todos los individuos conectados en la red. 

Jürgen Habermas, las consecuencias sociales de esta crisis son imprevisibles

Todos nos hemos concienzado de los riesgos, de que el autoaislamiento del individuo es lo  importante para combatir la pandemia con vistas a no bloquear el sistema sanitario. La incertidumbre alcanza no solo a la epidemia, sino también con las consecuencias económicas y sociales que hoy son completamente imprevisibles. En este sentido, hasta donde se puede saber, a diferencia del virus, actualmente no hay ningún experto que pueda estimar estas consecuencias de manera segura. Los expertos en ciencias económicas y sociales deberían guardarse de hacer pronósticos apresurados. Solo puedo decir que nunca ha habido tanto conocimiento sobre lo que ignoramos y la obligación de actuar y vivir en la  incertidumbre.

Acaba de salir la tercera edición de su nuevo libro  “Una historia más de la filosofía". Trata el tema de la relación entre fe y saber en la tradición de pensamiento occidental y de modo no precisamente sumario. ¿Había previsto que iba a tener tanto éxito un libro así? 

Cuando se está escribiendo un libro no se piensan esas cosas. Sólo se tiene miedo de cometer errores, en las posibles reacciones de los expertos en cada uno de los capítulos que tienen un mejor conocimiento de los detalles. 

Me he dado cuenta de que ha usado un método didáctico, repeticiones, flashbacks, resúmenes que estructuran el conjunto y dan un respiro. Ha querido usted facilitar la lectura a los no especialistas.

Hasta ahora mis libros los leían los colegas y los estudiantes de diversas materias, en general profesores que enseñan ética y ciencias sociales. Pero esta vez desde el primer mes tras la publicación me han llegado comentarios de un público diferente, por supuesto personas que están interesadas por el tema fe y saber, pero también personas que generalmente son reflexivas y buscan consejo, incluidos médicos, gerentes, abogados, etc. Parecen confiar en la filosofía para comprender un poco. Es una satisfacción, porque el exceso de especialización es perjudicial para el filósofo y la filosofía como tal y ese fue uno de los motivos de este trabajo.

Jürgen Habermas: Lo que podemos aprender de la relación entre fe y saber

En el título del libro me molesta que haya puesto la palabra “otra”…

Con esa palabra quiero indicar que es solo “una” interpretación de la Historia de la filosofía entre otras muchas interpretaciones. Es una advertencia para que nadie piense que tiene en las manos la historia definitiva de la filosofía. Yo mismo sigo la línea de interpretación de que esta historia puede entenderse como un proceso de aprendizaje desde la perspectiva de una cierta comprensión del pensamiento posmetafísico. Ningún autor individual puede evitar una perspectiva particular; y, por supuesto, esto siempre refleja algo de sus creencias teóricas. Pero esta es solo la expresión de una conciencia falibilista y de ninguna manera pretende relativizar las afirmaciones de verdad de mis declaraciones.

Esa palabra en el título sugiere la relación entre la historia de la filosofía y el tema de creencia / conocimiento. Tengo la impresión de que esta relación no está completamente libre de tensión.

Como filósofo, estoy interesado en lo que podemos aprender del discurso sobre la creencia y el conocimiento. El problema de la relación entre moralidad y eticidad pendiente entre Kant y Hegel ocupa, por lo tanto, un gran espacio.  Este problema surgió de la apropiación secularizadora y radicalizadora del núcleo universalista de la ética del amor cristiano. El proceso de traducción conceptual de los contenidos centrales de la tradición religiosa es mi tema: en este caso, la apropiación postmetafísica de la idea de que todos los creyentes forman una comunidad universal y fraterna y que cada miembro individual merece ser tratado de manera justa, teniendo en cuenta su individualidad insustituible e inconfundible. Esta igualdad de todos no es un tema trivial, como estamos viendo en la crisis del virus.


Habermas, © GOULIAMAKi/afp

Jürgen Habermas sobre la crisis del virus: las diferentes maneras de funcionar de los Estados

¿Hasta qué punto?

En el curso de la crisis puede observarse que  los políticos dudan en basar su estrategia en el principio de que los esfuerzos del Estado para salvar todas las vidas humanas deben tener prioridad absoluta sobre un cálculo utilitario de los indeseables efectos económicos que pueden seguirse de lograr este objetivo. Si el Estado da rienda suelta a la epidemia para lograr rápidamente una inmunidad suficiente en toda la población, aceptaría el riesgo evitable del colapso previsible del sistema de salud y, por lo tanto, una proporción relativamente mayor de muertes. Mi "historia" también arroja luz sobre el trasfondo moral-filosófico de las estrategias actuales para hacer frente a este tipo de crisis.

El desarrollo de la filosofía occidental parece en su libro que es bastante consistente y lineal a pesar de rupturas y nuevos enfoques. ¿No se logra esa consistencia también a base de pérdidas?

Una historia convencional de la filosofía sin la irritante palabra “otra” pretende una integridad que como le dije un autor no puede lograr.  La afirmación de los procesos de aprendizaje, como si se tratara de una historia de las ciencias, revela una perspectiva inusual. Es contraria a la convicción platónica de que todos los grandes filósofos piensan lo mismo de diferentes maneras y también al escepticismo supuestamente ilustrado predominante a propósito del concepto de progreso. Estoy muy lejos de pensar en el progreso en términos de filosofía de la historia. Cuando se habla de aprendizaje en el sentido de una continuidad en la resolución de problemas que van saliendo al paso, no significa que la historia de la filosofía se apoye en una teleología. No hay un telos que se pueda ver desde “ninguna parte”, sólo está nuestra mirada hacia ese hilo por más o menos buenas razones por las que se suceden las soluciones provisionales e históricamente cuestionadas a un determinado tipo de problemas. 

Jürgen Habermas: Los viejos filósofos siempre tienen algo que decirnos. 

Pero su libro no sugiere la cuestión de si en el pensamiento hay un progreso. Dicho claramente ¿Kant es mejor que Aristóteles?

Claro que no, lo mismo que Einstein no es mejor que Newton. No pretendo desdibujar las diferencias entre el pensamiento científico y el filosófico ni tampoco usar la palabra progreso en el mismo sentido. En ambos casos los enfoques teóricos y los paradigmas envejecen de modo diferente. Los autores mencionados se convirtieron en pioneros a la luz de los problemas que resolvieron según las informaciones de las que entonces disponían y de preguntas que todavía hoy son actuales. Echaron por tierra cosas que se daban por sentadas hasta ese momento. Se convirtieron en clásicos, clásico significa que siguen teniendo algo que decirnos. La teoría científica moderna está vinculada con los Segundos Analíticos de Aristóteles y la ética moderna con los conceptos kantianos de autonomía y justicia aunque en el marco de unos lenguajes teóricos diferentes. 

Observo en usted bastante simpatía hasta ahora insospechada por el pensamiento filosófico medieval cristiano. ¿Es dicha simpatía quizás el resultado de un proceso de aprendizaje por su parte?

En mi última lección antes de jubilarme hace muchos años ya traté de Tomás de Aquino. Me fascinaba entonces la fuerza interior y consistencia de su sistema filosófico. Ahora me han impresionado igualmente las lecturas de Duns Scoto y Ockham. Sí, son procesos de aprendizaje, de recuperación, de los que tengo que decir para ser preciso que no hago más que unirme a la corriente de renovación y puesta en valor de la investigación sobre ese período. 

Si me preguntaran qué figura histórica de la filosofía representa para Vd mayor potencial  identificativo contestaría que Spinoza. Hay pasajes en el capítulo dedicado a Spinoza en el que espontáneamente diría que Habermas se está describiendo a sí mismo. 

Me sorprende un poco lo que me dice. Pero el intérprete puede entender a un autor mejor que el propio autor. De todas formas he comprendido algo leyendo a Spinoza. Comprendí a partir de la historia de los marranos, los judíos españoles obligados a convertirse por el rey de España, por qué Spinoza gozó casi de tanta admiración como Kant en los hogares de muchos judíos alemanes y de los intelectuales del siglo XX: Leo Strauß habla de ello en la introducción a la traducción inglesa de su libro sobre Spinoza: Spinoza no era el renegado y simple ateo perseguido en su época, sino el honesto ilustrado que nunca renegó de lo sustancial de su tradición religiosa siempre que tuviera buenas razones para ello, que en sentido hegeliano la asimiló y superó. Por eso despierta en mí simpatía. Considerando los efectos históricos el pensamiento de Spinoza influyó sobre todo en la filosofía de la naturaleza del joven Schelling y en los principios del Idealismo alemán. 

Jürgen Habermas: Las Iglesias pierden capacidad de unir a las gentes en el mundo occidental

Precisamente deja usted fuera de “creer y saber” a Nietzsche, que en el contexto de la frase “Dios ha muerto” hizo de la teología un tema central. ¿Por qué?

Todo  adolescente sensible a la literatura declamó Nietzsche en voz alta, también yo. Pero después de la guerra estaba demasiado cerca un Nietzsche que en la época nazi había sido interpretado a la manera del darwinismo social y que había sido proclamado filósofo del Estado por aquello de la voluntad de poder.  Ese fue el motivo político que me vacunó frente al tirón de la prosa nietzscheana. Incluso cuando conocí mejor desde una perspectiva francesa su lado “civilizado” mantuve mis distancias con este autor, excepto por sus ideas epistemológicas. Por los mismos motivos no me convenció su Genealogía del cristianismo, ni siquiera como materia para pensar. Nietzsche revela una injusta relación con este tema. Me interesó sólo un determinado aspecto de los efectos históricos de su filosofía pero que no se incluye en el marco de mi proyecto y es la tendencia fatal en cierta medida de muchos filósofos a sublimar las experiencias religiosas en experiencias estéticas. 

Utiliza en su libro varias veces la expresión ateísmo de masas en las sociedades occidentales modernas. Suena despectivo y puede confirmar que se coloca usted en una posición extraña al espíritu de la época, un espíritu decididamente secular como si no lo apreciara, además de una decidida crítica cuando secular se refiere a la corriente “mainstream” que no reflexiona. 

Siento que en ese punto no me han comprendido bien. Con el concepto sociológico “ateísmo de masas” me refiero en el primer capítulo sólo al aspecto cuantitativo que se puede ver en la pérdida de la fuerza de cohesión de las Iglesias, tanto en los países occidentales como del centro de Europa. Profiere usted un punto de vista que yo llamaría criticamente “secularista”.

Entrevista: Markus Schwering

1 comentario:

  1. Muy interesante. Comparto su interés por el pensamiento medieval y todo lo que dice sobre Nietzsche, poeta excelente pero sofista sobrevalorado.

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