El “Atlas del pensamiento universal” de Heleno Saña,
barcelonés residente en Alemania, es cuando menos un osado proyecto, puesto que
en menos de 300 páginas el autor se propone dar un repaso sucinto y a vista de
pájaro de toda la historia de la filosofía. Empieza por no dejarse los
pensadores de China, India y Persia, antes de atacar los presocráticos y el
recorrido habitual hasta llegar a la posmodernidad y la teología y filosofía de
la liberación.
La Doxa triunfante desnaturaliza esas nociones básicas de la filosofía. La crisis de nuestro tiempo es profunda y afecta no sólo a las instituciones, también a la propia subjetividad e interioridad del hombre.
No es un libro para especialistas, todo lo contrario, no hay
tecnicismos ni vocabulario esotérico, ninguna voluntad de confundir al lector. De
cada filósofo se da una muy breve noticia biográfica y unas pinceladas
escogidas de su pensamiento. La mitad del libro lo dedica a los siglos XIX y XX,
época en la que han abundado las propuestas filosóficas de tipo social y político,
y en el que a menudo los pensadores eran también revolucionarios y agitadores
de masas. Se percibe en el autor de este libro la valoración que da a los filósofos
según se hayan preocupado más o menos del bienestar y bien-ser de la inmensa
mayoría de la población, y en realidad observamos como lamentablemente en los últimos
tiempos la filosofía ha ido perdiendo relevancia social para quedarse recluida
en círculos académicos.
Hay algunas sorpresas como cuando introduce a Mao, Lenin,
Trotski, menos con Gramsci, en la historia del pensamiento. Son interesantes las diferencias entre todos
los que se reclamaron de Marx. También dedica varias entradas a los anarquismos
de distinto signo Proudhon, Bakunin, así
como ilustres desconocidos para quien esto escribe como Peloutier y Sorel. Me
ha hecho descubrir a un pensador ruso, Berdiaeff, cuyos libros tuvieron gran
difusión y que denunció tanto al comunismo como al capitalismo que vende el
espíritu de lucro como libertad. Piensa que la única alternativa liberadora del
hombre es de orden espiritual y esa emancipación tiene que ser universal: “mi destino tiene que
ser la expresión del destino del mundo”, “la salvación sólo será concedida a
aquellos que buscan la salvación de todos.”
Pero sin duda lo mejor del libro está en el capítulo final,
cuando Heleno Saña concluye que hemos sustituido la filosofía por la ideología.
El pensamiento emana del poder y del contra poder, no es independiente y crítico.
Si filosofía y política se desentienden totalmente la una de la otra el
resultado es el que vemos: nos domina la propaganda. Ya Aristóteles abolió la
propuesta de su maestro Platón de que el mejor político sería el filósofo. La
filosofía tiene un papel que debe ser exterior a la política, sólo la filosofía
profundiza en el ser del hombre y la sociedad, evidentemente es una actividad
diferente de la gestión política, pero es una actividad igualmente necesaria
como guía. Puesto que lo que caracteriza al filósofo es la búsqueda
desinteresada de la verdad.
Hannah Arendt se dio cuenta de la separación entre filosofía
y política, y también de las equivocaciones de los intelectuales, entre ellos
muchos filósofos, que no rechazaron la uniformización impuesta desde el poder
en Alemania. Es muy fácil caer en la ilusión de los nuevos sofistas.
“Tenemos hoy más filósofos y políticos que nunca, pero lo que no hay es una política basada en la filosofía. En primer lugar porque la casta política no se interesa en absoluto por la Filosofía y en segundo porque la Filosofía que circula no está inspirada por el amor a la sabiduría sino que se compone esencialmente de ideología.”
“Muchas de las ideas aportadas por la Filosofía han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana, pero no necesariamente las mejores, sino más bien a la inversa. Y ello afecta a conceptos como libertad, democracia, ética, verdad o felicidad.”
La Doxa triunfante desnaturaliza esas nociones básicas de la filosofía. La crisis de nuestro tiempo es profunda y afecta no sólo a las instituciones, también a la propia subjetividad e interioridad del hombre.
El consenso se extiende, hoy en España no se oye hablar más
que de diálogo, sin que se sepa bien lo que ese diálogo esconde, probablemente
la destrucción de la unidad de nuestro país en beneficio no se sabe muy bien de
quien. Somos el país del “consenso” en el que por principio todo conato de
disenso y desobediencia civil fue asfixiado en el momento clave, muerte del
dictador. Hubo consenso, transacción, no
fue un “diálogo libre de dominio”.
“La teoría ha renunciado a trascender la facticidad reinante para pasar a ser parte integrante de la misma, una cosa entre las cosas. Integrado en ese proceso de cosificación la función asumida por el intelectual es la de embellecer con sus discursos la fealdad esencial del sistema.”
Duras palabras para los intelectuales acomodados las de
Heleno Saña, que los califica de un elemento más del sistema como la
publicidad, la telebasura o los espectáculos deportivos. Todo se mercantiliza,
los antaño pensadores sobreviven en escuelas de Retórica o alimentando algún think tank.
El dominio omnímodo de la economía que caracteriza a nuestra
sociedad es una desfiguración de las doctrinas ideadas por los fundadores de la
disciplina. Un Adam Smith, Keynes o Galbraith no separaban la economía de la
moral. En la actualidad el hombre se convierte en una pieza más del proceso
productivo, el economicismo es alienante porque desde muy temprano fomenta en
la persona el afán de poseer y destruye las aspiraciones más nobles y no
utilitarias de la vida, en definitiva, lo que le da sentido, la llena y la hace
“vivible”.
No menos pertinente que la denuncia del dominio del homo economicus resulta la crítica de la
partitocracia parlamentaria disfrazada de democracia. En el fondo cada
ciudadano se preocupa sobre todo del ámbito privado de su vida, dejando la política
a los “profesionales”, no viene mal recordar que para los griegos virtud y
politica eran una misma cosa, el testimonio más claro de un alma por encima de
las demás era la participación en los asuntos que son de todos, y como subraya
Savater en su Ética para Amador, el idiotés
era despreciado por ocuparse sólo de sus asuntos privados.
La política es hoy “tecnología del poder”, “relaciones públicas”,
carente de ideal, un ámbito en el que unos especialistas de oratoria escriben
discursos y programas para encandilar a la multitud. “Los administradores de la
democracia han aprendido a dar gato por liebre”.
Por no hablar de un sistema económico en el que sólo se
tienen en cuenta los beneficios y nunca se hace cuestión de la miseria generada por
ese mismo sistema, aumenta la pobreza en nuestros días también entre los que
trabajan. Los ejecutivos y políticos que ignoran esta ley moral de una
distribución más justa de la riqueza cavan su propia tumba.
Dentro de este sombrío panorama no se olvida el autor del “Atlas
de filosofía” de señalar algunas pequeñas luces de gentes que se preocupan por
la justicia, el deber, el amor al prójimo
y por supuesto una de esas luces está en la filosofía. Que siempre puede
servir de consuelo como lo fue para Boecio, además de orientarnos en un mundo
confuso e inhóspito donde abundan los charlatanes. La Filosofía es
imperecedera y algo de todo esto es lo que me gustaría poder transmitir a todos
los alumnos de las asignaturas que imparto.
Si no me falla la memoria, Berdiaeff es autor muy leído y comentado por Larrea. Filósofo-profeta, espiritualista, visionario, ecuménico.
ResponderEliminarEl diagnóstico de Heleno (genial nombre propio) me parece demasiado pesimista. No creo que la filosofía se haya reducido a ideología, aunque seguramente es inevitable cierto solapamiento.
Como el juez, el filósofo, el educador, tienen actitudes políticas, pero la obligación de dejarlas de lado cuando juzgan y educan, que no se les vea el plumero. Porque preferimos la la justicia y la verdad al poder. Y por eso optamos como Platón por la educación, en lugar de por el cargo o la revolución.
El plumero se nos suele ver a todos,
ResponderEliminarotra cosa es que hagamos del plumero
lo esencial del programa
y, como somos profesionales,
intentamos evitarlo.