Autora Ana Azanza
La norma de la filosofía. La configuración del patrón filosófico tras la guerra civil (2013) de José Luis Moreno Pestaña, me parece un libro que deberíamos de leer todos los que nos hemos dedicado a diseccionar autores españoles en el Mochuelo desde hace casi 10 años.
La norma de la filosofía. La configuración del patrón filosófico tras la guerra civil (2013) de José Luis Moreno Pestaña, me parece un libro que deberíamos de leer todos los que nos hemos dedicado a diseccionar autores españoles en el Mochuelo desde hace casi 10 años.
Como ya dije en otro comentario, Moreno Pestaña practica una
modalidad del saber llamada sociología de la filosofía que resulta fructífera,
sobre todo porque ofrece nuevos puntos de vista sobre lo que ha sido nuestra
disciplina en España desde 1939.
Anteriormente leí con particular interés obras dedicadas en
especial a los dos grandes filósofos de antes de la guerra que fueron Ortega y
Zubiri. Sobre Ortega recordaré siempre el magnífico El maestro en el erial de Gregorio Morán, muy divertido y caústico
sobre la paramera filosófica nacionalcatólica y la figura de Ortega resistiendo
allí en medio, “obligado” por las necesidades económicas y los afectos
familiares a no llevarse demasiado mal con el régimen. A propósito de Zubiri,
magnífica lectura la de La soledad
sonora, que retrata el recorrido vital del otro gran pensador español del
siglo XX con todas sus conexiones teológicas y científicas.
El libro de Moreno Pestaña completa estas dos indispensables
lecturas para quien quiera saber de qué
va la situación de la filosofía en nuestro país. Qué pasó y qué no pasó
tras el acontecimiento fundacional de la victoria en la guerra que inauguró
toda una época de la que no es nada seguro que hayamos salido definitivamente. Hay
muchos tabús y piedras sin remover en la historia patria.
Moreno Pestaña no sólo completa, también abre muy novedosas
perspectivas sobre los orígenes, las trayectorias, el capital cultural, la
energía emocional y social, las consecuencias, las repercusiones sociales de la
filosofía, y las repercusiones de la sociedad en la filosofía. Inspirado por
trabajos sociológicos de Randall Collins y Pierre Bourdieu, el profesor de la
universidad de Cádiz nos acerca con nuevos parámetros, nuevas gafas
conceptuales, al panorama filosófico español.
No quisiera destripar el libro, sino animar a su lectura. Y
como aperitivo expondré los factores cuyas diferentes combinaciones nos hablan
de la excelencia intelectual de los pensadores: estar en las instituciones,
disfrutar del reconocimiento de los colegas y tener autonomía creativa. Matemáticamente
hay 8 combinaciones posibles, sólo 7 son relevantes y Moreno Pestaña explica
ejemplos españoles de las diferentes posibilidades: quien estuvo en las
instituciones y tuvo el reconocimiento pero sin autonomía creativa, quien tuvo
autonomía creativa pero no estuvo en las instituciones…etc.
Otra tabla se puede fabricar según el tipo de filosofía qué
se hace, académica o mundana, el tipo de público al que se dirige, público
amplio o restringido. También tenemos ejemplos connacionales de cada una de las
posibilidades.
A parte de los esquemas sociológicos, Moreno Pestaña se ha
ido a los Archivos: el de la Fundación
Ortega y Gasset, el Archivo general de la Administración y el
Archivo General del Ministerio de Educación. Fundamental este trabajo para
completar el panorama, porque no sólo de textos y comentario de textos vive el
filósofo. Son muy importantes las oposiciones a cátedras. Los avatares de las
mismas llegaron a ser un espectáculo nacional a la altura casi de los toros
durante la época franquista. Así lo relata Castilla del Pino en sus memorias,
que después de treinta años intentándolo acabó por comprender que en aquellos exámenes
de cátedras no estaba en cuestión la excelencia científica. Hay que reconocer
que le costó desengañarse.
Otra fuente para realizar el libro han sido las entrevistas
con algunos protagonistas: Sergio Rábade y Manuel Garrido en especial. El libro
resulta por eso bastante ameno, porque además de los secos conceptos sociológicos
se mezclan anécdotas, historias de la vida real que probablemente sólo los
contemporáneos pueden recordar y que normalmente se olvidan en los manuales,
pero que son la sal de la vida, y que muestran que los filósofos y sus
pensamientos no son inspiraciones venidas del más allá, sino del más acá. A
veces y no lo digo como un desdoro, el libro parece un ¡Hola! de la filosofía
española por la cantidad de pequeñas cosas que se pueden leer entre líneas, y que
se echan en falta en los historiadores serios de la filosofía.
El libro es profundo, científico, bien hecho, abre muchas
perspectivas sobre qué es la filosofía, en qué consiste el trabajo del filósofo.
La importancia, no sé si desmedida, que se le dio en los tiempos de la
dictadura a la filosofía en la formación de los españoles. Además ofrece una
explicación sobre la deriva de la disciplina a partir de los años 60, el corte
que hubo con lo que amenazaba con ser una auténtica tradición filosófica “de
aquí”, el orteguismo. Pienso que lamentablemente cuando los aspirantes se pudieron
librar de la ranciedad del tomismo decimonónico oficial, los jóvenes filósofos
españoles de los 60 se lanzaron con auténtico entusiasmo hacia lo que se hacía
en Europa olvidando todo el pasado. Se volvió a caer en un escolasticismo o
varios. Esta vez no medieval. Es uno de los grandes argumentos de Moreno
Pestaña, escolasticismos “estériles” hay muchos, no sólo el tomista.
Moreno Pestaña se hace eco de tres discusiones que han tenido lugar en nuestra península, perdón Portugal, sobre en general
qué es filosofía. Una de ellas fue la que podríamos llamar la discusión de la
escolástica y tuvo lugar en un intercambio epistolar interesantísimo entre Julián
Marías y su maestro Ortega y Gasset. Hay otras dos que animo a descubrir en las
páginas de La norma de la filosofía.
Por otra parte quiero añadir mi contribución al libro. Se ve
que el autor no ha padecido la escolástica genuina. A mi parecer no es lo mismo
ser escolástico de un autor del siglo XIII en el siglo XX, que de un autor del
siglo XX en el siglo XX. Me formé filosóficamente con los retoños de los escolásticos
de los años 50. Concretamente tuve como profesor en Pamplona a un hijo de uno
de los protagonistas del libro de Moreno Pestaña, González Alvarez. Quizás por
recordarme aquellos tiempos La norma de
la filosofía me ha llegado más, es una explicación bastante amplia que
nadie me había dado hasta el momento sobre los orígenes de mi propia formación
filosófica de base e institucional. Todo encaja. No es que Moreno Pestaña me lo
explique pero leyendo su obra he ido uniendo muchos cabos que me faltaban.
La experiencia de llegar a tercero de carrera y darse
cuenta, ya en los años 1990 de que Kant era un autor al que merecía la pena
leer a lo largo y ancho, muestra en qué coordenadas nos hemos movido algunos. No
era muy normal una vez muerto Foucault y haciendo furor su persona y sus libros
en nuestro país entre tantos practicantes de la filosofía, andar descubriendo la Ilustración. De
todas formas tampoco la descubríamos del todo porque al lado de las clases
sobre Kant había quien se ocupó un año entero en desmontar con la ayuda de
MacIntyre la falacia ilustrada de la universalidad de los Derechos Humanos.
Estas experiencias vitales me llevan a pensar que los
antropólogos culturales se han ido al Oceáno Pacífico a descubrir los modos de
vida de la Polinesia
y no saben lo que se pierden en esta península extremo suroccidental de Europa.
Si no lo hubiéramos padecido, sería cómico. Se puede decir que es tragicómico,
como La Celestina.
En este punto me parece que la lectura de este libro de
Moreno Pestaña necesita el complemento, como el mismo reconoce al final, de los
trabajos de Francisco Vázquez, compañero investigador también en Cádiz. La obra
La filosofía española. Herederos y pretendientes (2009) la dejo para más adelante. Vázquez sigue ese hilo de
explicación sobre los “escolasticismos” españoles de filósofos extranjeros. Absurdo
oponer una cosa a otra, lo nacional a lo extranjero, el pensamiento es fértil
en las mezclas, pero es interesante observar la evolución desde hace cuarenta
años hasta hoy y las consecuencias de la especialización en autores. Los filósofos
españoles han evitado un lugar de debate público filosófico, un espacio de
reflexión en que los pensadores se tiraran los trastos a la cabeza como pasa en
otros países y que tanta sana envidia provocan en los que nos dedicamos a esto
por aquí. Cada profesor sabe de su campo y no se comunica con los demás.
Ese modo de comportarse asegura el puesto quizás pero no es
interesante ni para la filosofía ni para las discusiones públicas del país, que
se ven colonizadas por opinadores nada reflexivos y a veces auténticos
ignorantes. Sólo me viene a la cabeza un filósofo de proyección pública
nacional e internacional, pero lo veo muy solo. Le faltan contrincantes con el
mismo número de ventas de libros y el mismo nivel de acogida popular, y además reconoce
que lo suyo es más la literatura que la filosofía, afectivamente hablando.
También esa denuncia que se puede sacar de estos trabajos
sobre sociología de la filosofía española, deja en muy buen lugar al que parece
ser uno de los pocos pensadores que se ha molestado en leer a sus colegas
españoles e intentar un diálogo, Javier Muguerza. Además me consta que Muguerza
se ha preocupado no sé si con mucho éxito de que ese diálogo “cruzara el charco”.
Es increíble que con la importancia creciente de la comunidad hispanoparlante en
el mundo no haya un diálogo filosófico producido en uno de los idiomas más
destacables del globo y que más aprendices atrae.
Muchas gracias Ana. Efectivamente, las memorias de Castilla del Pino son un material de primer orden para comprender la lógica del mundo universitario en la dictadura. Concuerda con lo que cuenta Juan Carlos García Borrón. Ese tipo de moral que permite actuar con reservas mentales es básica para el progreso en lugares donde las carreras están poco codificadas y dependen de milagros. Él, me parece, lo atribuye demasiado a la dictadura. Creo que las reservas mentales solo son viables cuando uno se enfrenta a los demás desde una posición de superioridad: pastor de un rebaño, vanguardia de un grupo, científico ante ignorantes y dependen solo relativamente del contexto político y otras modalidades de autoenaltecimiento. Un régimen como el franquista las acentuaba y mucho, sin duda. Enlazo la reseña en mi blog y el del grupo
ResponderEliminarCuánto nos queda por descubrir y "popularizar"...
ResponderEliminarEspero que tu libro sirva para que más españoles "pensantes" se lean entre sí.
Hola. Soy licenciado en filosofía, aunque no ejerzo como profesor. Sigo vuestro blog, entre otros medios, pues no he perdido el contacto con la disciplina. He leído con interés el comentario sobre el libro de Moreno Pestaña y, la verdad, me lo anoto para las próximas lecturas.
ResponderEliminarUn saludo.
José Álvarez Gómez.
En "Mis encuentros con Julián Marías" (Albacete, 2013), que acabo de terminar de leer, Domingo Henares califica el libro de Gregorio Morán, "El maestro en el erial", como un "libro basura". El propio Domingo, que escribió su tesis doctoral sobre el filósofo de la Escuela de Madrid, le replicó en un artículo publicado en La Verdad de Albacete (1-III-1998), "Una amistad manipulada", donde le reprocha a Morán negar la valía política de Ortega, la altura intelectual de Marías o la verdadera y dilatada amistad entrambos. En una carta que recoge el citado libro de Henares, Marías reacciona ante el libro de Morán llamándole "despreciable"... "En mi larga experiencia no he visto una acumulación de odio y rencor comparable a la de este libro, falso en su integridad y lleno de errores de hecho apenas comprensibles" -escribe don Julián (5 de marzo de 1998).
ResponderEliminarNo me parece que el libro de Gregorio Morán sea un libro basura. Está documentado. No es elucubración. Y además tiene mucha gracia.
ResponderEliminarMe gusta en particular lo que explica sobre la génesis de "La idea de principio en Leibniz".
Y que empiece exponiendo los motivos de su regreso a España, hay que saber de qué vive la gente, no sólo lo que escribe.
Con descalificaciones no se avanza, tendrían qué explicar en qué por qué.
La reacción de Marías la puedo entender, en el libro de Morán aparece como el alumno aventajado que queriendo hacerle un favor a Ortega a veces lo estorbó más que otra cosa, por presentarlo como no era para hacerlo asimilable en aquella mediocre academia filosófica española.
Para completar la lectura de "La norma de la filosofía, imprescindible el diálogo con Santesmases, F.J Martínez y J. Lasaga.
ResponderEliminarEste centrado en las figuras de Gustavo Bueno y de Manuel Sacristán
http://www.canal.uned.es/mmobj/index/id/19724
En este otro Santesmases le da mucho color a la biografía de Aranguren, al que también estudiamos en 2009
http://www.canal.uned.es/mmobj/index/id/19723