Hace exactamente 100 años que se publicó en París el Ulises de James Joyce, especie de epopeya irlandesa o Gran enciclopedia Irish, que no British. Ernesto Castro ha reflejado en el canal de you tube su entusiasmo por este autor que no comparto, muy difícil de leer.
Es un ejercicio de estilo, el propio Joyce reconoció en su correspondencia que Ulises está lleno de enigmas y jeroglíficos que lanza a los expertos intérpretes del futuro. Salvo la descripción de la joven Gertrud, sosias de la Nausicaa homérica
y algún que otro párrafo del que he podido captar el humor, la crítica ácida a la Iglesia y al Estado, el resto es complicado, un auténtico ejercicio de atención, porque el hilo narrativo prácticamente no existe. Tiene "su" coherencia, pero no hay trama que mantenga la atención por "saber qué va a pasar". Se puede decir que es una corriente de palabras que imita y caricaturiza diferentes modos de expresión escrita. Desde el prospecto de un medicamento hasta la lista de la compra pasando por recetas y genealogías de personajes históricos o no.No me extraña en absoluto que lo censuraran en su patria y que tuviera que publicarlo en París, hay muchos pensamientos y descripciones que rayan en el mal gusto. Se le perdona por ser alta literatura, pero no deja de ser repugnante o inconveniente, no me hace gracia, aunque sea poco sutil y sofisticado reconocerlo.
Deja las frases a medias, remeda así el flujo de la conciencia, salta de un tema a otro sin transición ninguna, abundan las palabras sin terminar, los personajes se transforman en otros personajes en medio de la conversación, hay juegos de palabras y listas de nombres o de cosas, cuentas, sumas, cálculos...un auténtico cajón de sastre del recurso literario. Imagino que están todas y cada una de las figuras retóricas del canon.
El capítulo final, 40 páginas seguidas sin un punto ni una coma, en el que Joyce remeda los pensamientos de Molly, la mujer del protagonista, nos lleva hasta España y Gibraltar. Aspecto que no se suele comentar, pero los españoles salimos con nuestras pasiones y nuestros toros característicos retratados en esta Odisea celta.
Extracto un párrafo sobre el agua de los pocos que he disfrutado. Está en el capítulo 17 el penúltimo, que parece una imitación de enciclopedia infantil o catecismo creado a base de preguntas y respuestas:
"¿Qué admiraba en el agua Bloom, amador del agua, sacador de agua, portador de agua volviendo al fogón?
Su universalidad: su igualdad democrática y su fidelidad a la naturaleza buscando su propio nivel: su vastedad en el océano de la proyección de Mercator: su profundidad no sondeada e la fosa de Sudam en el Pacífico excediendo las 8.000 brazas: la inquietud de sus olas y partículas superficiales visitando uno tras otros todos los puntos de su litoral: la independencia de sus unidades: la variabilidad de estados del mar: su quiescencia hidrostática en calma; su turgidez hidrocinética en las aguas muertas y en las mareas vivas: su apaciguamiento después de la devastación: su esterilidad en los casquetes circumpolares, ártico y antártico: su importancia climática y comercial: su preponderancia de 3 a 1 sobre la tierra seca en el globo: su indisputable hegemonía en extensión en leguas cuadradas por toda la zona debajo del trópico subecuatorial de Capricornio: la estabilidad multisecular de su fosa original: su lecho lúteofulvo: su capacidad para disolver y contener en solución todas las sustancias solubles incluyendo millones de toneladas de los metales más preciosos:
sus lentas erosiones de penínsulas y promontorios con tendencia a bajar, sus depósitos aluviales: su peso y volumen y densidad: su imperturbabilidad en lagos y lagunas de meseta: su gradación de colores en las zonas tórrida y templada y frígida: sus ramificaciones vehiculares en corrientes continentales en cuentas lacustres y ríos confluyentes y fluyentes al mar con sus tributarios y las corrientes oceánicas: corriente del Golfo, con sus ramas nordecuatorial y sudecuatorial: su violencia en maremotos, trombas marinas, pozos artesianos, erupciones, torrentes, remolinos, desbordamientos, avenidas, olas de fondo, divisorias de aguas, géiseres, cataratas, torbellinos, maelstroms, inundaciones, diluvios, aguaceros: su vasta curva ahorizontal circumterrestre: su secreto en los manatiales y la humedad latente, revelada por instrumentos rabdománticos o higrománticos y ejemplificada por el agujero en la pared de Ashtown Gate, la saturación del aire, la destilación del rocío: la sencillez de su composición, dos partes constitutivas de hidrógeno por una parte constitutiva de oxígeno: sus virtudes curativas: su capacidad de hacer flotar en las aguas del mar Muerto: su perseverante penetratividad en arroyuelos, canales, diques insuficientes, vías de agua en barcos: sus propiedades para limpiar, apagar la sed y el fuego, alimentar la vegetación: su infalibilidad como paradigma y parangón; sus metamorfosis como vapor, niebla, nube, lluvia, nevisca, nieve, granizo: su fuerza en las mangueras rígidas: su variedad de formas en lagos y bahías y golfos y calas y ensenadas y lagunas y atolones y archipiélagos y estrechos y fiordos y minches y estuarios y brazos de mar: su solidez en glaciares, icebergs, témpanos: su docilidad en hacer funcionar ruedas hidraúlicas, turbinas, dínamos, plantas hidroeléctricas, lavaderos, tenerías, fábricas textiles: su utilidad en canales, en ríos, si navegables, en diques flotantes y secos: su potencialidad derivable de mareas embridadas o cursos de agua cayendo de un nivel a otro nivel; su fauna y flora submarinas (anacústica, fotofóbica), numéricamente, si no literalmente, los habitanes del globo: su ubicuidad al constituir el 90% del cuerpo humano: la nocividad de sus efluvios en marismas lacustres, pantanos pestilentes, agua de macetas echada a perder, charcos estancados bajo la luna menguante".
Extracto del cap. 17 de "Ulises", pag. 627-629, ed. RBA, Barcelona 1995
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