sábado, 29 de diciembre de 2018

LIBERTAD POLÍTICA Y ACCIÓN POLÍTICA


LIBERTAD POLÍTICA Y ACCIÓN POLÍTICA


El 2018 que estamos agotando se llevó por delante la vida de don Antonio García Trevijano (Alhama de Granada 1917-Madrid 2018). Jurista y pensador político español, notario por complacer a su padre, exhibía una cultura filosófica y artística nada común. Su vida fue rica en acontecimientos. Protagonista de excepción de la historia de España en la década de los años 1960 y 1970 (affaire del diario Madrid, independencia de Guinea, creación de la Junta Democrática) luego su estrella desaparece de la actualidad oficial del régimen. Aunque también estuvo presente en algunos casos como abogado en el contencioso con la Complutense de su cuñado el catedrático de lógica Manuel Garrido y en otros avatares judiciales. Conexiones con el "Opus Dei" no le faltaron a Antonio García Trevijano como lo demuestra su amistad cercana con uno de los primeros seguidores opusdeísticos el catedrático de Filosofía, que poco ejerció como tal, Rafael Calvo Serer.


En Teoría Pura de la República, (2010) analiza, diagnostica y realiza una propuesta de solución para la deplorable y desanimante situación política actual, válido diagnóstico para Europa continental en general y para España en particular. Llama la atención que por ahora casi nadie en España muestre que se ha leído el libro o haya escuchado tan siquiera y mucho menos comprendido lo que García Trevijano no se cansó de predicar en los últimos años de su vida desde su emisora Radio Libertad Constituyente. Será que no interesa. Y por otra parte me pregunto si las personas que se dicen seguidoras de su legado están a la altura del tesoro de intuiciones y sabiduría política de García Trevijano.




Teoría Pura de la República se inicia con un estudio pormenorizado de la década fundadora de la “contemporaneidad” política en Europa: 1789-1799. Lo que hubo de azar, intervenciones populares combinadas con actuación de las asambleas políticas, papel del ejército, de la guerra, del terror y como todo derivó finalmente en la coincidencia del Directorio entre plutocracia y política. Es decir, demuestra que lo que hoy es queja generalizada en la población que reflexiona sobre lo que hay, viene de lejos. Así mismo hace un estudio nada despreciable de cómo se las vió y se las deseó la historiografía francesa decimonónica con la “década prodigiosa” de la historia de su país que nos ha marcado a todos. Particularmente relevante es la comparación entre lo que sucedió en Francia y lo que sucedió en la Independencia de Estados Unidos, semejanzas y diferencias en la fundación de las dos primeras repúblicas contemporáneas, democracias que comienzan ambas por una Declaración de Derechos de muy distinta intención y significado.

Puestas las bases de los hechos históricos y sus diversas lecturas, explica en todos los tonos imaginables la superchería de democracia en la que vivimos que no es democracia sino en la propaganda, ya que más bien habría que llamar al sistema partitocracia. Me fijo especialmente en la noción de acción política, hoy imposible para los ciudadanos de a pie, maniatados ante un estado de cosas en los que se nos ha birlado la oportunidad de tener voz y voto (p. 294):

La ignorancia de lo que es libertad política se enseña en los medios de comunicación y en la cátedra. Nadie sabe distinguir entre libertad de acción política y acción de libertad pública. En las partidocracias existen libertades públicas junto a la de expresión sin libertad de pensamiento, pero no hay libertad de acción política. La falta de libertad se refiere a los gobernados. El partido estatal no la sufre. Tiene la fijada por la potencia de su poder.

Antes del fascismo los gobernados no tenían libertad de elegir y deponer a los gobernantes, ni existía separación de poderes. Finalizada la guerra mundial, el miedo a un retorno de las ideologías totalitarias motivó el blindaje del Estado con normas constitucionales que, suprimiendo la representación política mediante el sistema de elección proporcional, convirtieron a los partidos políticos en órganos estatales y en titulares exclusivos del poder constituyente (soberanía). El Tribunal Constitucional de Bonn defendió la supresión de la representación política, en favor de la hipotética democracia directa que suponía la integración de las masas en el Estado. Sucedió lo que era de esperar en la naturaleza de todo tipo de poder incontrolado.”

Dictaduras sucesivas por turno de partidos estatales. La integración de los partidos de masas en el Estado no ha causado la de las masas, ya seducidas por el Estado asistencial de las dictaduras. Los partidos no conforman la voluntad general, sino la voluntad de poder de una clase política estatal. Su transformación en órganos estatales los hace enemigos de la libertad y amigos del orden público. La falta de representación de la sociedad separa el país oficial del país real. Un mismo afán estatal une a los partidos en el consenso negador de la política y de la posibilidad de control de su poder. La justicia sobre lo político se imparte en función de las cuotas judiciales de partido. La corrupción no la causa la débil moralidad de los gobernantes sino la impunidad de sus crímenes. La conciencia nacional se disuelve en convenios de reparto de poder territorial en ambiciones nacionalistas.”

La verdad carece de espacio en unos medios de comunicación que viven de los favores de los partidos. Se cree que hay libertad política porque los gobernados tienen derecho a votar al partido de su preferencia, de cuya votación emana del poder legislativo y el ejecutivo, aunque en realidad saben que es a éste a quien votan. Ese solo hecho prueba la no separación de poderes, la imposibilidad legal de que haya control institucional del poder. El censo electoral de eligibles, verdadera censura de candidatos en el sistema de listas, supone una votación tan administrativa como la de vecinos al empadronarse. Respuesta a una encuesta vinculante sobre la cuota que debe tener cada partido en la Administración del Estado.”

Establecida la situación en la que no decidimos nada interesante al votar, sólo nuestro color favorito, pasa a la explicación con fundamento etimológico y filosófico de lo que significa la acción política que a los ciudadanos se nos niega:

Aunque los verbos obrar, actuar, accionar y activar deriven de operare y agere, y designen la acción de hacer algo, tiene distinto significado según lo que el sujeto haga y el modo de hacerlo. Se obra sobre la materia, se actúa en las relaciones sociales, se acciona un mecanismo y se activa un proceso. Esas diligencias de la voluntad de hacer son de naturaleza distinta a la de la libertad política. Si la acción de obrar recae en materias externas al operario, la de actuar presupone una escena, una función y una actuación predeterminada al actor. Si el acto de accionar requiere de un dispositivo mecánico o normativo que ponga en marcha el movimiento, el acto de activar incide sobre organismos biológicos o sociales necesitados de impulso vital. El élan de Bergson no es fruto de la libertad. Sólo intuición vital proclive a la potencia animal sin control. Al fascismo.”

La acción colectiva de la libertad tanto implica identidad entre agentes y pacientes de la misma, como la ausencia de determinaciones en los actos de elegir, decidir o crear. Elegir entre opciones iguales no es acto de libertad. Tampoco lo es el simulacro de elegir representantes, cuando se ratifican listas de mandatarios de partido designados por sus jefes políticos. En las partidocracias hay actuaciones públicas, pero no acciones de libertad política, salvo las inconstitucionales de los partidos nacionalistas. La idea abstracta de libertad republicana carece de contenido, y la libertad monárquica de sentido alguno. La idea de libertad colectiva en las monarquías es un anacoluto político. La realeza está excluida del voto.”

La acción política colectiva expresa su auténtica naturaleza en los momentos constituyentes de la forma de Estado y de Gobierno. Y donde conserva su potencia es en el derecho de los gobernados a deponer a gobernantes despóticos, corruptos o desleales. No puede haber libertad política en un régimen que no fue constituido por la libertad de los gobernados, y que niega la posibilidad misma de la política, con el consenso entre partidos de gobierno. Situada en las antípodas del Estado de partidos, la República Constitucional sería alfa y omega de la libertad colectiva.”







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