LIBERTAD POLÍTICA
Y ACCIÓN POLÍTICA
El 2018 que estamos
agotando se llevó por delante la vida de don Antonio García
Trevijano (Alhama de Granada 1917-Madrid 2018). Jurista y pensador
político español, notario por complacer a su padre, exhibía una
cultura filosófica y artística nada común. Su vida fue rica en
acontecimientos. Protagonista de excepción de la historia de España
en la década de los años 1960 y 1970 (affaire del diario Madrid, independencia de Guinea, creación de la Junta Democrática) luego su estrella desaparece
de la actualidad oficial del régimen. Aunque también estuvo presente en algunos casos
como abogado en el contencioso con la Complutense de su cuñado el
catedrático de lógica Manuel Garrido y en otros avatares
judiciales. Conexiones con el "Opus Dei" no le faltaron a Antonio García Trevijano como lo demuestra su amistad cercana con uno de los primeros seguidores opusdeísticos el catedrático de Filosofía, que poco ejerció como tal, Rafael Calvo Serer.
En Teoría Pura de
la República, (2010) analiza,
diagnostica y realiza una propuesta de solución para la deplorable y
desanimante situación política actual, válido diagnóstico para
Europa continental en general y para España en particular. Llama la
atención que por ahora casi nadie en España muestre que se ha leído
el libro o haya escuchado tan siquiera y mucho menos comprendido lo
que García Trevijano no se cansó de predicar en los últimos años
de su vida desde su emisora Radio Libertad Constituyente. Será que
no interesa. Y por otra parte me pregunto si las personas que se
dicen seguidoras de su legado están a la altura del tesoro de
intuiciones y sabiduría política de García Trevijano.
Teoría
Pura de la República se inicia con un estudio pormenorizado de la
década fundadora de la “contemporaneidad” política en Europa:
1789-1799. Lo que hubo de azar, intervenciones populares combinadas
con actuación de las asambleas políticas, papel del ejército, de
la guerra, del terror y como todo derivó finalmente en la
coincidencia del Directorio entre plutocracia y política. Es decir,
demuestra que lo que hoy es queja generalizada en la población que
reflexiona sobre lo que hay, viene de lejos. Así mismo hace un
estudio nada despreciable de cómo se las vió y se las deseó la
historiografía francesa decimonónica con la “década prodigiosa”
de la historia de su país que nos ha marcado a todos.
Particularmente relevante es la comparación entre lo que sucedió en
Francia y lo que sucedió en la Independencia de Estados Unidos,
semejanzas y diferencias en la fundación de las dos primeras
repúblicas contemporáneas, democracias que comienzan ambas por una
Declaración de Derechos de muy distinta intención y significado.
Puestas
las bases de los hechos históricos y sus diversas lecturas, explica
en todos los tonos imaginables la superchería de democracia en la
que vivimos que no es democracia sino en la propaganda, ya que más
bien habría que llamar al sistema partitocracia. Me fijo
especialmente en la noción de acción política, hoy imposible para
los ciudadanos de a pie, maniatados ante un estado de cosas en los
que se nos ha birlado la oportunidad de tener voz y voto (p. 294):
“La
ignorancia de lo que es libertad política se enseña en los medios
de comunicación y en la cátedra. Nadie sabe distinguir entre
libertad de acción política y acción de libertad pública. En las
partidocracias existen libertades públicas junto a la de expresión
sin libertad de pensamiento, pero no hay libertad de acción
política. La falta de libertad se refiere a los gobernados. El
partido estatal no la sufre. Tiene la fijada por la potencia de su
poder.
Antes
del fascismo los gobernados no tenían libertad de elegir y deponer a
los gobernantes, ni existía separación de poderes. Finalizada la
guerra mundial, el miedo a un retorno de las ideologías totalitarias
motivó el blindaje del Estado con normas constitucionales que,
suprimiendo la representación política mediante el sistema de
elección proporcional, convirtieron a los partidos políticos en
órganos estatales y en titulares exclusivos del poder constituyente
(soberanía). El Tribunal Constitucional de Bonn defendió la
supresión de la representación política, en favor de la hipotética
democracia directa que suponía la integración de las masas en el
Estado. Sucedió lo que era de esperar en la naturaleza de todo tipo
de poder incontrolado.”
“Dictaduras
sucesivas por turno de partidos estatales. La integración de los
partidos de masas en el Estado no ha causado la de las masas, ya
seducidas por el Estado asistencial de las dictaduras. Los partidos
no conforman la voluntad general, sino la voluntad de poder de una
clase política estatal. Su transformación en órganos estatales los
hace enemigos de la libertad y amigos del orden público. La falta de
representación de la sociedad separa el país oficial del país
real. Un mismo afán estatal une a los partidos en el consenso
negador de la política y de la posibilidad de control de su poder.
La justicia sobre lo político se imparte en función de las cuotas
judiciales de partido. La corrupción no la causa la débil moralidad
de los gobernantes sino la impunidad de sus crímenes. La conciencia
nacional se disuelve en convenios de reparto de poder territorial en
ambiciones nacionalistas.”
“La
verdad carece de espacio en unos medios de comunicación que viven de
los favores de los partidos. Se cree que hay libertad política
porque los gobernados tienen derecho a votar al partido de su
preferencia, de cuya votación emana del poder legislativo y el
ejecutivo, aunque en realidad saben que es a éste a quien votan. Ese
solo hecho prueba la no separación de poderes, la imposibilidad
legal de que haya control institucional del poder. El censo electoral
de eligibles, verdadera censura de candidatos en el sistema de
listas, supone una votación tan administrativa como la de vecinos al
empadronarse. Respuesta a una encuesta vinculante sobre la cuota que
debe tener cada partido en la Administración del Estado.”
Establecida
la situación en la que no decidimos nada interesante al votar, sólo
nuestro color favorito, pasa a la explicación con fundamento
etimológico y filosófico de lo que significa la acción política
que a los ciudadanos se nos niega:
“Aunque
los verbos obrar, actuar, accionar y activar deriven de operare
y agere, y designen la
acción de hacer algo, tiene distinto significado según lo que el
sujeto haga y el modo de hacerlo. Se obra sobre la materia, se actúa
en las relaciones sociales, se acciona un mecanismo y se activa un
proceso. Esas diligencias de la voluntad de hacer son de naturaleza
distinta a la de la libertad política. Si la acción de obrar recae en materias externas al operario, la de actuar presupone
una escena, una función y una actuación predeterminada al actor. Si
el acto de accionar requiere de un dispositivo mecánico o normativo
que ponga en marcha el movimiento, el acto de activar incide sobre
organismos biológicos o sociales necesitados de impulso vital. El
élan de Bergson no es
fruto de la libertad. Sólo intuición vital proclive a la potencia
animal sin control. Al fascismo.”
“La
acción colectiva de la libertad tanto implica identidad entre
agentes y pacientes de la misma, como la ausencia de determinaciones
en los actos de elegir, decidir o crear. Elegir entre opciones
iguales no es acto de libertad. Tampoco lo es el simulacro de elegir
representantes, cuando se ratifican listas de mandatarios de partido
designados por sus jefes políticos. En las partidocracias hay
actuaciones públicas, pero no acciones de libertad política, salvo
las inconstitucionales de los partidos nacionalistas. La idea
abstracta de libertad republicana carece de contenido, y la libertad
monárquica de sentido alguno. La idea de libertad colectiva en las
monarquías es un anacoluto político. La realeza está excluida del
voto.”
“La
acción política colectiva expresa su auténtica naturaleza en los
momentos constituyentes de la forma de Estado y de Gobierno. Y donde
conserva su potencia es en el derecho de los gobernados a deponer a
gobernantes despóticos, corruptos o desleales. No puede haber
libertad política en un régimen que no fue constituido por la
libertad de los gobernados, y que niega la posibilidad misma de la
política, con el consenso entre partidos de gobierno. Situada en las
antípodas del Estado de partidos, la República Constitucional sería
alfa y omega de la libertad colectiva.”
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