Muy concurrida sesión la de abril.
Pudimos disfrutar de una exposición sobre Juan Larrea (1885-1980) un ilustre filósofo y poeta español que vivió en el exilio y del que nuestro compañero José Biedma realizó amplia exposición. En algunas partes de su obra nos recordaba a la filósofa andaluza María Zambrano, pues fue un estimable poeta y tenia una concepción poética de la historia.
Los avatares de su vida entre unos y otros poetas como César Vallejo, Neruda, Huidobro, León Felipe...muestran que estuvo en medio de lo mejor de la creación lírica en español. Además de ser el mismo un buen exponente del surrealismo poético. Pudimos comprobarlo cuando Rafael Bellón nos recitó un poema de Aleixandre y un poema de Juan Larrea.
Con respecto al tema griego, Larrea precisamente no tiene un buen concepto pues precisamente el alaba el verbo "cristianizado", hecho vida en la obra de Filón y en el evangelio de san Juan, frente al logos meramente racional de los helenos.
Su obra Razón de ser es una especie de filosofía de la cultura y también una filosofía de la historia en la que se da un gran peso específico a España y lo español, precisamente hoy que tan poco políticamente correcto es utilizar tanto la palabra que da nombre a nuestro país como la palabra que da nombre a nuestro idioma. Larrea tenía una visión muy especial de la misión de España en el mundo que quizá puede dar lugar a malas intepretaciones, aunque era una visión poética más que política.
Criticó el existencialismo por considerarlo una filosofía que se regodea en la muerte. Larrea era más bien un defensor de las promesas espirituales. Tanto a positivismo como en el existencialismo sobra seriedad y falta espíritu poético. Hay que trascender, llenar de sentido la personalidad mental del individuo sensible. La razón salvadora es contigua al Espíritu universal.
Si la ciencia físico matemático estudia un ser vacío porque lo esencial escapa a lo cuantitativo y se revela fuera del tiempo y el espacio. Reprocha la eliminación del elemento judaico de nuestra cultura occidental, los judíos sostienen lo absolutamente irreprensetable del Sujeo en Sí, de Dios en definitiva, frente al cual nuestras iglesias llenas de imágenes demuestran idolatría desde ese punto de vista.
El mártir es el único que reconoce un principio superior al de la existencia. El Libro de Daniel refleja ese primer intento de instaurar un reino del Espíritu por encima de los imperios del mundo. Representa la Sabiduría de Dios oculta en el misterio, un estado de vida más allá de la muerte que por supuesto el mundo griego ni siquiera sospechó. Ese misticismo total en el que la voluntad humana se confunde con la voluntad divina resulta totalmente ajeno a los griegos.
Frente a la cultura griega de la memoria Larrea reivindica el papel creador de la imaginación, aunque suponemos que lo hace como elemento retórico y en el curso de un pensamiento que tiene unos intereses muy específicos, porque imaginación sin memoria es difícil de sostener. La imaginación poética que se oreinta hacia el porvenir donde centellea el séptimo día sin poniente. Por momentos Larrea recuerda a los movimientos milenaristas que desde el siglo X cuando se acercaba el año 1000 han ido aflorando aquí y allí en la gran corriente del cristianismo.
En esta línea de filosofía de la historia, Larrea reconoce en Hegel el mérito de haber reconocido al Espíritu Absoluto en función de la vida de la comunidad. Pero el panlogismo de Hegel renuncia al aspecto profético, vital, imaginativo e histórico del Verbo salvador, convirtiéndose en la razón filosófica de los griegos.
Abole así el tercer cielo de san Pablo y el principio sustancial israelita que dio razón de ser a la cultura occidental: la imaginación.
También hizo don José Biedma un análisis pormenorizado del romanticismo y sus aportaciones tal como lo vió Larrea. El filósofo y poeta valoró la obra de Freud y especialmente la de Jung por explorar la región de los sueños. El hombre habla en prosa pero vive en poesía, creadoramente. La Historia nunca son meros hechos sino interpretaciones. Y lo que cuenta es el desarrollo del individuo humano, la unidad espiritual viva que se manifiesta en los hechos de una vida.
Si vale de algo la afirmación griega "el hombre es la medida de todas las cosas" se debe al hecho de que "puede llegar a ser", es un modo o hipóstasis de la Conciencia creadora, que se manifiesta sobre todo en la capacidad lingüística. Y en este punto evidentemente el propio Larrea por su condición de poeta y de filósofo de la historia fue un buen ejemplo de la capacidad creadora del lenguaje.
Muchas otras consideraciones hizo Larrea, un ilustre y perfecto desconocido para casi todos los asistentes a la sesión del grupo de trabajo que nos instruyó un poco más. Cuando ya creíamos que habíamos visitado suficientemente el exilio español en anteriores ediciones del grupo de trabajo se descubrió que estábamos muy equivocados.
Los apuntes sobre la vida de Leopoldo Panero y Rodríguez Aldave que hizo Francisco Fernández fueron elementos que añadieron viveza y realidad a tan poética filosofía de la historia.
Pudimos disfrutar de una exposición sobre Juan Larrea (1885-1980) un ilustre filósofo y poeta español que vivió en el exilio y del que nuestro compañero José Biedma realizó amplia exposición. En algunas partes de su obra nos recordaba a la filósofa andaluza María Zambrano, pues fue un estimable poeta y tenia una concepción poética de la historia.
Los avatares de su vida entre unos y otros poetas como César Vallejo, Neruda, Huidobro, León Felipe...muestran que estuvo en medio de lo mejor de la creación lírica en español. Además de ser el mismo un buen exponente del surrealismo poético. Pudimos comprobarlo cuando Rafael Bellón nos recitó un poema de Aleixandre y un poema de Juan Larrea.
Con respecto al tema griego, Larrea precisamente no tiene un buen concepto pues precisamente el alaba el verbo "cristianizado", hecho vida en la obra de Filón y en el evangelio de san Juan, frente al logos meramente racional de los helenos.
Juan Larrea Celayeta (1885-1980) |
Su obra Razón de ser es una especie de filosofía de la cultura y también una filosofía de la historia en la que se da un gran peso específico a España y lo español, precisamente hoy que tan poco políticamente correcto es utilizar tanto la palabra que da nombre a nuestro país como la palabra que da nombre a nuestro idioma. Larrea tenía una visión muy especial de la misión de España en el mundo que quizá puede dar lugar a malas intepretaciones, aunque era una visión poética más que política.
Criticó el existencialismo por considerarlo una filosofía que se regodea en la muerte. Larrea era más bien un defensor de las promesas espirituales. Tanto a positivismo como en el existencialismo sobra seriedad y falta espíritu poético. Hay que trascender, llenar de sentido la personalidad mental del individuo sensible. La razón salvadora es contigua al Espíritu universal.
Si la ciencia físico matemático estudia un ser vacío porque lo esencial escapa a lo cuantitativo y se revela fuera del tiempo y el espacio. Reprocha la eliminación del elemento judaico de nuestra cultura occidental, los judíos sostienen lo absolutamente irreprensetable del Sujeo en Sí, de Dios en definitiva, frente al cual nuestras iglesias llenas de imágenes demuestran idolatría desde ese punto de vista.
El mártir es el único que reconoce un principio superior al de la existencia. El Libro de Daniel refleja ese primer intento de instaurar un reino del Espíritu por encima de los imperios del mundo. Representa la Sabiduría de Dios oculta en el misterio, un estado de vida más allá de la muerte que por supuesto el mundo griego ni siquiera sospechó. Ese misticismo total en el que la voluntad humana se confunde con la voluntad divina resulta totalmente ajeno a los griegos.
Frente a la cultura griega de la memoria Larrea reivindica el papel creador de la imaginación, aunque suponemos que lo hace como elemento retórico y en el curso de un pensamiento que tiene unos intereses muy específicos, porque imaginación sin memoria es difícil de sostener. La imaginación poética que se oreinta hacia el porvenir donde centellea el séptimo día sin poniente. Por momentos Larrea recuerda a los movimientos milenaristas que desde el siglo X cuando se acercaba el año 1000 han ido aflorando aquí y allí en la gran corriente del cristianismo.
En esta línea de filosofía de la historia, Larrea reconoce en Hegel el mérito de haber reconocido al Espíritu Absoluto en función de la vida de la comunidad. Pero el panlogismo de Hegel renuncia al aspecto profético, vital, imaginativo e histórico del Verbo salvador, convirtiéndose en la razón filosófica de los griegos.
Abole así el tercer cielo de san Pablo y el principio sustancial israelita que dio razón de ser a la cultura occidental: la imaginación.
También hizo don José Biedma un análisis pormenorizado del romanticismo y sus aportaciones tal como lo vió Larrea. El filósofo y poeta valoró la obra de Freud y especialmente la de Jung por explorar la región de los sueños. El hombre habla en prosa pero vive en poesía, creadoramente. La Historia nunca son meros hechos sino interpretaciones. Y lo que cuenta es el desarrollo del individuo humano, la unidad espiritual viva que se manifiesta en los hechos de una vida.
Si vale de algo la afirmación griega "el hombre es la medida de todas las cosas" se debe al hecho de que "puede llegar a ser", es un modo o hipóstasis de la Conciencia creadora, que se manifiesta sobre todo en la capacidad lingüística. Y en este punto evidentemente el propio Larrea por su condición de poeta y de filósofo de la historia fue un buen ejemplo de la capacidad creadora del lenguaje.
Muchas otras consideraciones hizo Larrea, un ilustre y perfecto desconocido para casi todos los asistentes a la sesión del grupo de trabajo que nos instruyó un poco más. Cuando ya creíamos que habíamos visitado suficientemente el exilio español en anteriores ediciones del grupo de trabajo se descubrió que estábamos muy equivocados.
Los apuntes sobre la vida de Leopoldo Panero y Rodríguez Aldave que hizo Francisco Fernández fueron elementos que añadieron viveza y realidad a tan poética filosofía de la historia.
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