PEDRO CEREZO GALÁN, Claves y figuras del pensamiento
hispánico
Esta obra recoge artículos que ya habían sido publicados y
otros inéditos sobre una veintena de figuras relevantes de la filosofía, la
literatura, la religión y la política decisivas para comprender el pasado y el
destino de España.
El diagnóstico de Cerezo da como resultado el “obligado
colonialismo de la filosofía española” que una y otra vez se enfrenta a la
inquisición, a las rupturas, exilios, condenas y olvidos. El “olvido” del año
1939 todavía dura, se han olvidado voluntariamente autores obligados a huir. Un
silencio atroz, no sólo un “atroz desmoche” como dijo Laín en referencia a las
cátedras universitarias abandonadas voluntaria o involuntariamente. El
resultado no puede ser más que el que observamos, la ignorancia buscada e
instalada sobre nuestro propio patrimonio filosófico.
En todos los países hay discordias y guerras civiles,
también Francia y Alemania, dos referencias mundiales en producción filosófica
han padecido enfrentamientos, guerras, destrucción, persecución por motivos
políticos y religiosos. ¿Cuál es la diferencia? Desde luego no la ausencia de
catástrofes, una diferencia notable estriba en que en esos con reticencias se
acaba afrontando la realidad de “lo que pasó”.
Ya es significativo que el autor de este voluminoso libro
haya rehuido la palabra “español” en el título y la haya sustituido por
hispánico, cuando si se ve la nómina de autores estudiados todos fueron
españoles que nacieron en los cuatro puntos cardinales de España y escribieron
en español. En la actualidad hemos llegado al punto en que el uso del adjetivo
“español”, hiere sensibilidades.
Y no es para menos si tenemos en cuenta que precisamente en
nombre de lo “español” se expulsó a casi todas las grandes mentes acusadas de
ser “antiespañolasMaría Zambrano, Américo Castro, Francisco Ayala, Ferrater
Mora, García Bacca, entre paréntesis Ortega….La amputación del 39 expulsó a los
“antiespañoles”, en una reedición de las arraigadas prácticas inquisitoriales. No
está claro si con ello se logró preservar las esencias o más bien contribuir a
la ignorancia del pueblo español sobre su propia historia y la de sus filósofos
y mentes preclaras.
Ha habido esfuerzos importantes por reconstruir y reanudar
la tradición rota con todo ese intelecto exiliado. La cuestión es si la
reanudación llega a un amplio espectro de la población de España o se queda
sólo en asunto de estudiosos.
Este libro del profesor Cerezo muestra bien que por
desgracia la ruptura de España con la “parte pensadora de su sociedad” no fue
sino la última, esperemos, de una serie comenzada en el siglo XV. La peculiar
situación histórica de “cordón sanitario” establecido por la monarquía de los
Austrias dio lugar a un estilo de pensamiento en España diferenciado
notablemente de lo que se pensaba en la Europa de la modernidad.
Entre los rasgos del pensamiento “hecho en España” Cerezo
señala la importancia del ensayo como género preferido por nuestros filósofos.
El autor dedica un interesante capítulo a esa forma de “discurrir a lo libre”,
híbrido de literatura y filosofía que podemos encontrar en Unamuno, uno de los
autores mejor conocidos por el profesor Cerezo.
Se pregunta el profesor Cerezo si la expresión “pensar en
español” ¿es un destino o una consigna? Aparte del racionalismo que domina
Europa a partir del siglo XVII corre otra tradición en la que la retórica es
fundamental y en la que destacaron autores españoles: Vico, Croce, Vives,
Gracián…
El krausismo español es un ejemplo de filosofía foránea que
dio buenos frutos, el “vivismo” de Luis Vives, lo es de tradición europeísta de
un exiliado español. Si Kant confundió en sus obras maestras la filosofía con
la ciencia, en España la filosofía se mantuvo al margen. La filosofía es más
que ciencia, es un saber integral de vida, no es un campo acotado, está en el
intermedio, en la mediación entre la ciencia, la ética, la política, la
poética.
Unamuno enseña que el nombre da vida y carne al concepto. El
orden de nuestras representaciones predeterminado por nuestra lengua materna y
la lengua no la inventan los matemáticos sino que tiene un origen simbólico
poético. La filosofía no es más que una visión unitaria del mundo a partir de
los sentidos originarios del órgano de la lengua. El genio expresivo del
lenguaje La lengua recoge el sedimento del pensar de un pueblo. La lengua es un
destino, reconoce Ortega. La filosofía fecunda la lengua materna cuando hace
explotar sus raíces y singularidades. Repristinar la filosofía en sus fuentes
significativas. El español no ha sido trabajado filosóficamente hasta el siglo
XX con Unamuno, Ortega, Zubiri y Zambrano para empezar.
El genio de la lengua española y la historia, el drama, la
vida. La intrahistoria nacional es el fondo del alma colectiva, todo es
historia de España, la conocida y la ignorada. El “corazón partío” es la
urdimbre que determina el modo de ser fruto de nuestra dolorosa experiencia
histórica. El caso es que los anatemas y exilios, justo es reconocerlo, han
procedido siempre del mismo lado contra el mismo lado.
Queremos no repetir convulsivamente la historia. Pero
tapándose los ojos y diciendo “no estoy”, es difícil o imposible. Es preciso
conocer y reconocer la degeneración en la que se cayó. España, encrucijada
entre América, Africa y Europa. América nuestro destino al que nos unen
vínculos de lengua, sangre y religión. Europa nuestro origen. Pensar en español
es también un destino. La filosofía aspira a la universalidad desde su raíz
particular, el filósofo o la filósofa española.
Personalidad colectiva como disposición predominante de
conducta, sedimento de las experiencias humanas. Un estilo en arte, religión,
filosofía. Don Quijote, el tragicismo, el agonismo, el todo o nada.
María Zambrano interpreta el realismo español como pasiva apertura en lugar del
signo violento del idealismo germánico. “Revelación graciosa, no verdad
raptada, entre la filosofía y la experiencia inmediata”, más Andalucía que
España.
Realismo dramático, existencial dice Cerezo. A caballo entre
la metafísica de lo humano y la mística, tendencia al moralismo.
El pensamiento español suele ir revestido literariamente, fue
un modo de protegerse de las pesquisas inquisitoriales. Por ello se desparrame
en novela, en nivola, en teatro, en
ensayo “para discurrir a lo libre”.
La filosofía como toda actividad superadora es trascendental
porque las exigencias de valor y de sentido traspasan los espacios Pensamiento
fecunda donde hay un cultivo sosegado, donde las circunstancias dan que pensar,
donde hay comunicación con otras tradiciones.
Sin tradición, de espaldas a la realidad, incomunicados, los
tres males del pensamiento español, al que me permito añadir un cuarto: el
pensamiento “autonomista”, de la
España de las autonomías, que no autónomo.
Los tres remedios para nuestros males:
-reconstruir y dialogar con nuestra tradición filosófica
-pensar la eternidad del hombre desde aquí y ahora.
-pensar con nuestro estilo español en comunicación permanente
con las grandes corrientes de pensamiento.
Selecciono algunos de los argumentos de de cada uno de los
capítulos.
En el capítulo dedicado al Renacimiento destaca Vives, no es un medieval ni un escolástico
estricto, nacido en 1492, exiliado por judío escribe en Amberes y que murió con
48 años. Fue elogiado por Dilthey por fundador de la nueva psicología pese a su
trasfondo metafísico.
Primer intelectual serio en Occidente Vives vivió una época
de transición pensionado por Enrique VIII, ejerció de crítico cultural en una
época de crisis. Lamenta la falta de concordia y muestra una sana confianza en
la razón humana. Fe en el progreso de la humanidad, la naturaleza tiene mucho
por descubrir, nuestro entendimiento es finito, hemos de comunicar y llegar a
la sazón tardía. La educación sirve para corregir la menesterosidad humana.
Diáloga con Aristóteles sin aceptación ciega. Vives corrige
la expresión “en hombros de gigantes”. Contrastar razones con la antigüedad. Critica
que el intelectual usa su saber para ganar fama y dinero. Hay mucha competencia
y esto genera la corrupción del mal intelectual. Como humanista amante de la
lengua critica la perversión del latín en la Edad media. Inventaron un nuevo latín sin
referencia con el mundo real. Fue preciso restaurar el latín inspirándose en
los clásicos, el humanismo hizo la tarea.
No hay buena
literatura sin dimensión ética, los poetas han de trabajar por la verdad.
La historia se corrompe cuando se mira e la gloria de la propia nación. La historia de hechos sin avisos ni consejos, Vives milita por una verdadera historia como en Tito Livio o Tucídides.
La historia se corrompe cuando se mira e la gloria de la propia nación. La historia de hechos sin avisos ni consejos, Vives milita por una verdadera historia como en Tito Livio o Tucídides.
Se muestra contrario a la curiosidad desmedida. El hombre ha
menester de la invención para escapar a la necesidad que le es constitutiva. El
arte busca para encontrar, encuentra para producir.
Vives fue un humanista más moralizante que Erasmo, más
social que Lorenzo Valla o Pico.
El capítulo del Renacimiento se completa con una magistral
comparación San Juan de la Cruz
con Descartes, un estudio sobre Francisco de Vitoria y otro sobre Teresa de Jesús.
Del Barroco Cerezo
ha seleccionado la Epístola
moral a Fabio de Sánchez de Andrada, ejemplo cumbre del neoestocismo español
entre Renacimiento y Barroco. El autor de la epístola se muestra Humanista por
la apelación a la vida retirada, senequista por el tono de fuerte moralismo,
llamada a la interioridad, función purificadora del desengaño. Estima que es un
preludio de Gracián en muchos aspectos.
La Epístola
a Flavio nos enseña que el “cuidado de sí” no lo inventó Foucault, está vivo en
la literatura española de los siglos XVI y XVII. Entre los ejercicios del
cuidado de sí, destaca la carta a un amigo como medio de comunicación espiritual
No podía faltar Calderón y el sueño como sustancia de la
vida temporal en el barroco, la libertad “conquistada” y las enseñanzas del
teatro calderoniano que nos son más familiares sobre el escarmiento y el
desengaño.
El estudio de la Ilustración
comienza por Benito el Feijoo instancia decisiva en el paso de la conciencia
medieval a la moderna y sigue por el análisis de la obra de Saavedra Fajardo. El
diplomático murciano Saavedra Fajardo quiso ajustar la tradición teológico-metafísica
a los nuevos valores en política. Hay algo en esta empresa de “vino nuevo en
odres viejos”. Cerezo destaca el tragicismo en su idea del príncipe cristiano,
puesto que por una parte Saavedra Fajardo conoce bien la nueva política moderna
iniciada por Maquiavelo en la que no es cuestión para el príncipe de practicar
la virtud ética sino de mantener el poder, ¿Cómo mantener el equilibrio de la
nueva razón de estado y la vieja teología política? Hay en Saavedra atisbos de modernidad,
el pueblo vasallo no esclavo, combinados con ideas más arcaicas, la libertad
religiosa disgrega el Estado. En suma Cerezo presenta las paradojas de un
pensamiento político ejercido en una situación contradictoria. Saavedra no
dejaba de ser un funcionario al servicio de la monarquía, sin duda con menos
libertad de pensamiento que un filósofo independiente.
Jovellanos es
presentado como un ilustrado sabio que conjugó la ciencia y las humanidades, un
reformista que valoraba la instrucción y daba prioridad a la formación moral
del pueblo. Sus afanes de reforma del país y sus realizaciones le trajeron sinsabores.
De este autor señala Cerezo la actitud integradora que recuerda a Leibniz. En
sus escritos hace una síntesis de la virtud estoico-cristiana e ilustrada. La ética
es para Jovellanos la ciencia que debe presidir todos los demás saberes. Frente
al famoso “olvido de sí” de la predicación clerical Jovellanos destaca la
necesidad del “amor de sí”, que no hay que traducir como egoísmo sino como autoexigencia
intelectual y moral
Blanco White fue un escritor a caballo entre España e
Irlanda, entre la fe religiosa y el análisis racional, entre la Ilustración y el
romanticismo. En su obra “Cartas de España” expone que: “la iglesia, amante sin
corazón, agosta el fervor de sus mejores amigos o los acosa hasta destruirlos”.
Teólogo, librepensador, experimentador del cambio, Blanco White resultaba
insoportable al ortodoxo Menéndez Pelayo. Los análisis de Blanco resultan sin
embargo actuales cuando explica que la libertad religiosa y la libertad política
se sustentan la una en la otra, o denuncia el culto intenso multisecular en
España de la tradición escolástica y el derecho canónico, dos “chupones” que
han proporcionado ese aire dogmático definidor y leguleyo a la cultura
española. O cuando señala que fanatismo y superstición van de la mano. Critica
la vida conventual obligada que lleva a algunas personas a la ansiedad
religiosa y a la locura. La religión se vuelve intolerante por estar al
servicio del poder. Blanco White desesperó de España porque al menos en su
tiempo todos esos males no tenían visos de arreglarse.
También merece un estudio Larra el periodista melancólico,
escritor satírico que nos dejaba líneas aplicables a la realidad española: “falta
el ánimo en unos y en otros…” y denunciaba “una vida política insustancial y
vacía”.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX Cerezo nos descubre que
tuvimos un filósofo Presidente la
República española: Nicolas Salmerón, su mandato fue efímero.
En sus escritos refleja el ethos republicano entendido como un compromiso político
y humano. Salmerón buscó proyectar la función educadora de la filosofía en el
orden práctico. Fue clave en su obra el combate contra la teocracia del partido
católico. Denunciaba que la tutela de la iglesia católica sobre los pueblos
latinos había impedido la
Reforma y la Revolución.
De ahí que las ansias reformistas se vieran atrofiadas y se
manifestaran de manera convulsa, Iglesia y Estado conspiran para deprimir la
vida nacional española. Son notorios sus trabajos filosóficos en los que
analiza y critica a Descartes y Kant. Salmerón fue el representante del
krausopositivismo, la idealidad apoyada en la ciencia, sin olvidar el radicalismo ético de esta
corriente importanda de Alemania. La ética o metafísica de las costumbres
entendida como una ética normativa de bienes como base racional para el
progreso de la educación cívica.
A Giner dedica Cerezo dos capítulos y medio, el primer
educador de España en las ideas de la modernidad europea. El desengaño de la
fallida revolución de 1868 le llevó a la
necesidad de la reforma interior. Giner más que ninguno de los filósofos
retratados encarnó un estilo de vida, un modo existencial, fue un “texto vivo”,
un hombre ejemplar. Un eje de su pensamiento es la armonía en el hombre y en el
cosmos. La vida es asunto de arte, la ética y la estética van unidas y la
religión debería entrar “dentro de los límites de la razón”. Junto con Ortega y
Unamuno, representa la idea de la filosofía como tarea incesante de la Ilustración, que
consiste en hacer éticos a los hombres. “España necesita una reforma de
entendederas”. Unamuno el “independiente” empatizó con los ideales institucionistas
a su aire.
El libro termina con un interesante estudio sobre
liberalismo. Es curiosa la evolución del adjetivo “liberal” , un término nacido
en un país que tan concienzudamente ha perseguido todo asomo de liberalismo.
Bienvenido sea pues este grueso libro de más de 500 páginas
que deberíamos de saber leer con detenimiento y pasión, pues se trata de la historia
de nuestro pensamiento que en mi opinión seguimos ignorando y menospreciando.
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