Dado que hablamos en la última sesión del Mochuelo del tema enseñanza, conciertos, previsiones para el próximo curso de las autoridades, he escrito unos apuntes al hilo de lecturas y recuerdos.
Es preciso remontarse al origen y así intentar comprender para cambiar si es posible.
LA TRANSICIÓN CONTADA
A NUESTROS PADRES:
COMO SE VENDIÓ LA EDUCACIÓN
EN LA CONSTITUCIÓN DE
1978
Juan Carlos MONEDERO reinterpretado.
La negociación secreta fue una de las características del
consenso constitucional. Habría mucho que decir sobre la palabra mágica de
aquellos años: consenso.
Pero vayamos al grano:
Uno de los hitos del proceso de elaboración de la
constitución tuvo lugar fuera de la sede parlamentaria, en el restaurante José Luis de Madrid, entre miembros de
UCD y PSOE. En aquella cena, capitaneada por Fernando Abril (vicepresidente del
gobierno, del que me consta el Opus no estaba lejos) y Alfonso Guerra (número 2 del PSOE,
que siempre parecía otra cosa de lo que en realidad era), se quería poner
fin a las rivalidades entre los dos grandes partidos y marcaron el perfil final
de la Constitución.
Aquí se negoció la educación en España |
La clave consistía en una negociación conjunta, un chalaneo
entre elegantes donde se intercambiaron cesiones más allá de los argumentos. El
resultado de aquella cena pasaba a ser
inamovible y ni siquiera con sólidas razones podría ser alterado. Empezaba a
dejarse claro que significaba el Parlamento desde los inicios de la democracia.
Ese actuar, tan ajeno a la lógica parlamentaria liberal, lo resumiría de manera
contundente Julián Marías durante los posteriores debates del Senado:
“Digamos lo que digamos, sean cualesquiera nuestras razones,
tengamos razón o no, es absolutamente igual, porque van a votar contra
nosotros, contra nuestros votos particulares en todo caso….Naturalmente si esta
declaración la hubieran hecho estos senadores después de que hubiéramos
hablado, me parecería aceptable, pero es que han tenido la inocencia, la
ingenuidad, que tal vez podría calificarse de otra manera, de decirlo antes de
que hablemos alguno de nosotros, con lo cual HAN INVALIDADO LA FUNCIÓN DE LA CÄMARA y, repito, la
función de la democracia parlamentaria de toda la historia. (Gallego-Díaz y De la Cuadra, “Crónica secreta de
la Constitución”,
1989, p. 6)
Tras aquellas cenas, el PSOE, entre otras cosas, aceptaría
retirar su enmienda acerca de la no constitucionalidad del sistema capitalista;
asumió que, para casos de terrorismo, se suspendieran con matices derechos
fundamentales; y aceptó que la iniciativa económica se trasladase desde el
Título I (con máximas garantías) al Título VII (“De economía y hacienda”): el
art. 53 se encargaría de jerarquizar sus derechos, primando los individuales,
principalmente la propiedad privada, y relegando los de contenido social. Por
su parte UCD aceptó repasar aspectos de la educación (mínimos), le quitaría
fuerza al cierre patronal y no adjetivaría como profesional el derecho a la huelga, lo que limitaría su ejercicio.
LA SALIDA QUE
PROPUSO EL PSOE A LA UCD EN EL
TEMA DE LA ENSEÑANZA,
uno de los elementos sustanciales PARA SUPERAR EL FRANQUISMO en todas sus
facetas, CONSAGRABA LA DESIGUALDAD EN
EL ACCESO A LA EDUCACIÓN
lo que, en buena medida, sentaba las bases para evitar la creación de un
sistema educativo sólido.
El Art. 27.1 de la Constitución dice que “se reconoce la libertad de
enseñanza”. El 27.3: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a
los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté
de acuerdo con sus propias convicciones.”
Desconocía que las tesis opusinas en las que me criaron en
mi adolescencia y juventud habían tomado rango constitucional.
¿Quién tiene libertad para “elegir enseñanza”? ¿Quién puede
pagarla? Colegios que son “ayudados” por los fondos públicos y en los que me
consta el profesorado está peor retribuido que en los colegios públicos, a
pesar de que “echan” más horas en el colegio que en la escuela pública. El
colmo de todo este desatino que consagra en la carta magna los intereses de una
élite y los que a ella quieren arrimarse, es que “por decisión fundacional”, el
fundador del Opus Dei dejó escrito que la enseñanza no era un objetivo de la
institución. Y hoy sabemos que se vieron obligados a poner colegios en los años
60, cuando empezaba a ser difícil reclutar miembros célibes mayores de edad.
Había que empezar desde abajo, por lo tanto, “sintiéndolo mucho” y a
“contrapelo del carisma fundacional” el Opus Dei por medio de “sociedades
auxiliares” que ocultan el verdadero titular empezó a fundar carísimos colegios
de élite por toda la península y archipiélagos.
La palabra élite
en este caso tiene que mucho más que ver con el costo de la matrícula y las
familias que se lo pueden permitir que con la calidad de la educación y la
enseñanza en ellos impartida. Se pierde mucho tiempo en actividades que tienen poco que ver con el objetivo de una institución educativa y mucho con
las necesidades de recluta de una organización opaca como el Opus Dei. Por
ejemplo, sacar al alumno de clase para confesar, tutoría o “estar de guardia”
haciendo recaditos por el colegio en vez de estar en clase. Cuánta gente con
criterio se calla los surrealismos que ha vivido en esos colegios, cuánto
engaño a la ciudadanía adinerada.
Suso Mendive, ex numerario, hizo un relato humorístico e iluminador
al respecto.
Continúo citando a
Juan Carlos MONEDERO:
“La batalla por una nueva España (una España democrática) o
tenía lugar en el ámbito educativo o estaba perdida. La derecha y la iglesia no
dudaron un ápice al respecto. La izquierda cargó las tintas en otros lugares y
perdió esta batalla que era casi la guerra. El centro del debate entre la UCD y el PSOE giraba en torno
a la financiación pública de la enseñanza privada y el control de aquellos
centros que tuvieran subvenciones estatales. La derecha interpretaba la
“libertad de enseñanza” de una manera muy peculiar:
Derecho de los padres a escoger el modelo de educación de
sus hijos donde se garantizasen sus creencias; garantías para la creación de
centros privados, así como para su dirección (por tanto no susceptible de ser
sometida a votación) y subvención pública de esos centros.”
Es curiosa la redacción del texto constitucional. A la hora
de decidirse por un colegio parece que hubiera un amplio abanico de
posibilidades donde escoger. Pero en realidad ¿qué opciones ideológicas y
religiosas había en España en los años 70 y 80 susceptibles de fundar colegios?
Todavía hoy somos una sociedad sin diversidad religiosa en comparación con los
países pertenecientes “núcleo duro” de la Unión europea. En grandes ciudades hay donde
escoger y pudiendo escoger ¿quién puede pagar? ¿Qué pasa en las provincias y pueblos? ¿de qué padres está
hablando el texto constitucional?
No es justo que con los impuestos de todos los que pagamos
se financie la enseñanza de las élites, o más bien de los que “se creen la
élite”.
“El peculiar consenso de la transición operó aquí de manera
meridiana. Por un lado, el PSOE cedía a la construcción de una estructura
educativa donde no se garantizaba la igualdad de todos los españoles; a cambio
recibía migajas, esto es, la posibilidad de que el control y la gestión de los
centros sostenidos con fondos públicos estuviera participada de los padres y
los profesores.
¿Participada por padres y profesores? ¿quién puede
creérselo?
Igualmente aparecía el peculiar consenso con una apreciación
sutil en el art. 10.2: “las normas relativas a los derechos fundamentales, y a
las libertades que la
Constitución reconoce, se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal
de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas
materias ratificados por España”. Se garantizaba así el derecho de los padres a
elegir la educación de sus hijos. En un país donde se habían generalizado una
serie de tópicos cargados de realidad (nula calidad de la enseñanza pública, el
prestigio de la enseñanza privada, a su vez pasaporte posterior para una mejor
colocación-, el desprestigio de la formación profesional), no haber insistido
más en la homogeneización de la enseñanza fue una ocasión perdida.
¿Cuántas ocasiones perdidas iban ya?
El desprestigio de la formación profesional nos persigue en
España, con hondas raíces en nuestro imaginario cultural y social. Mancharse
las manos trabajando no es algo socialmente apreciado entre nosotros, mejor
vivir de rentas o vivir del trabajo de otros.
“Nula calidad de la enseñanza pública”, no estoy de
acuerdo
con Monedero en eso. Comencé en la escuela pública, aprendí lo preciso
hasta
los 9 años. Pasé entonces al colegio de monjas, me “asustaron” con “el
nivel
más alto”. Pasé un verano estudiando lo que al año siguiente me iban a
explicar
en el colegio de Carmelitas de Joaquina Vedruna. Con 14 años volví al
instituto público. Nada que
envidiar, en ciertos aspectos los profesores del instituto eran más
“profesionales” que algunas del colegio. Lo único que se echaba en falta
en el instituto era la
“tontería” de algunas personas que se creían "superiores" por tener
dinero y poder permitirse "colegio de pago". En el instituto había más
diversidad social e ideológica entre el alumnado y
ninguna tontería.
En el colegio de monjas tuve profesores que lo eran a su vez
del instituto público. En el instituto público había profesores antiguos
seminaristas. Y no sólo en mi instituto. Era una constante en los
colegios e institutos de Navarra. La enseñanza y la juventud estuvieron durante
mucho tiempo en manos de las instituciones religiosas. Guardo buen recuerdo de
los que fueron mis profesores y maestros entre los 4 y los 18 años. Cumplieron
con su obligación. No tuvo que ver la diferencia “enseñanza de pago/ enseñanza
pública”. Puedo decir que los profesores del instituto me marcaron más porque
me transmitieron “la pasión por el tema” que enseñaban. Hubo excepciones, no
todo el mundo “es apasionante”.
Doy gracias de que, aunque se habló de ello en mi familia,
nunca me matricularon en un colegio del Opus Dei. Teniendo buenos centros
educativos en mi barrio no tenía sentido pagar más para tener que levantarme
antes e ir al “colegio de élite” a kilómetros de mi casa.
Puedo enlazar con otra costumbre Navarra de la que ví
prácticamente el final: los “ricos” de los pueblos matriculaban a sus hijos en
los internados de monjas y frailes de Pamplona. Era un signo claro de
distinción social. Pero en los 70 los internados empezaron a desaparecer uno
tras otro. El seminario de Pamplona debió de ser de los último en cerrar.
Continúa Monedero:
“30 años después, y pese a lo mucho avanzado, la enseñanza
sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la democracia. La inmigración
y el miedo a descender en la escala social, junto al abandono paulatino de la
inversión en educación, va zanjando la separación entre centros privados
concertados y centros públicos. La posibilidad de construir una educación que
sentara las bases de una ciudadanía crítica y responsable se entregó en una
cena en un restaurante elegante. Consensos de la Transición.”
Valiente reflexión. Los conciertos en Andalucía caducan en el 2016, pero mucho me temo que los privilegios no van a cesar. Lo triste de esta historia es que también el cristianismo esencial sale perdiendo.
ResponderEliminarSí, el problema principal en este como en otros asuntos de interés ciudadano "primera línea" es que nadie pone las cartas encima de la mesa. Y se hacen afirmaciones a voleo con palabras talismán que si rascaramos un poco nos daríamos cuenta de que no significan lo que parece que significan.
ResponderEliminarPero sigue siendo injusto que con el dinero de los que pagamos mpuestos, o sea los "pobres", se paguen carísimos colegios porque esos tienen "entrada" en la politica y nadie quiere "llevarse mal" ni enfrentarse.
Sabemos de los miles de euros dados en Murcia mientras se recorta de la enseñanza pública.
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