Escrito por Ana Azanza
Siguiendo con las consecuencias de la charla sobre el coraje
de la verdad y su relación con el cinismo, don José Biedma me proporcionó un
pequeño y modesto libro de cuya lectura estoy disfrutando mucho en estos
últimos días del año. Se trata de “Diálogos de tendencia cínica” de Luciano de
Samosata.
Luciano nació en Siria, al principio del siglo II de nuestra
era. De raíces semitas, aprendió el griego muy temprano, se educó en la
literatura clásica en Jonia. Viajó por todo el imperio romano dando
conferencias. Residió en Atenas unos veinte años y murió en Egipto donde había
obtenido un puesto en la administración romana. Reinaba entonces el emperador
Cómodo.
Sus obras han sido clasificadas en tres grupos: obras de
tendencia retórica y satírica, obras de tendencia filosófico-moral y satírica,
y obras de crítica de actualidad. El libro al que me refiero pertenece al
segundo grupo. Este segundo grupo de obras satíricas están influidas por el
filósofo cínico Menipo de Gadara. De origen esclavo, Menipo criticó la vida
común de los hombres, la fe en los dioses y las doctrinas de los filósofos.
En los diálogos de Luciano se aprecia una contaminación de
diálogo y comedia. Utiliza recursos literarios como los viajes celestes o los
viajes al Hades que le sirven de puntos de vista privilegiados para satirizar
los vicios más corrientes y extendidos de la humanidad.
Los diálogos de tendencia cínica son una auténtica delicia,
para leer con calma, disfrutando de la estupenda traducción al español que hace
Francisco García Yagüe, catedrático de griego que fue hace cuarenta años en el
Instituto Emilia Pardo Bazán de Madrid.
El primer grupo de diálogos lo forman 30 conversaciones
tituladas “Diálogos de muertos”. Los protagonistas de estos diálogos suelen ser
Caronte, el barquero que transporta a las almas a la otra orilla del río Leteo
para ser juzgadas, y Hermes, el de los pies alados que lleva a las almas desde
la vida terrena hasta la barca de Caronte. Los demás son los difuntos, ricos,
pobres, filósofos, ciudadanos de Atenas reconocidos, atletas…todos ellos tienen que enfrentarse a
sí mismos en la hora de la muerte. Sale por tanto el gran tema de la filosofía,
la raíz de este saber milenario que nos ocupa y nos hace discutir y pensar. Es
llamativo que una gran mente filosófica como Foucault dejara testimonio de que ése
sigue siendo el gran tema de la filosofía desde hace dos milenios, precisamente
cuando sabía que sus días estaban contados.
De los 30 diálogos de muertos he seleccionado el IX y el X.
En el IX están Símilo muerto que recibe a Pisistrato que
acaba de morir a los 98 años. Símilo le pregunta al recién llegado al Hades
cómo ha pasado los últimos años de su vida, “Muy plácidamente” responde
Pisistrato. El otro se extraña. ¿Puede un viejo disfrutar de la vida cuando ya
está en la recta final de sus fuerzas? Pisistrato se explica:
“En primer lugar, yo no estaba imposibilitado para nada, y
además había muchos hermosos muchachos y muy lindas mujeres, perfumes, vino de
grato aroma y banquetes que superaban a los de Sicilia”.
“Apenas amanecía eran muchos los que frecuentaban mis
puertas, y seguidamente me iban llegando regalos de todas partes de la tierra,
los más hermosos por añadidura”.
SIMILO. ¿Fuiste acaso tirano después de mi muerte,
Polistrato?
POLISTRATO, No, pero tenía innumerables amantes.
SIMILO Me río ¿amantes a tus años con tus cuatro dientes en
la boca?
POLISTRATO Sí por Zeus, los ciudadanos principales. Y a
pesar de ser viejo y calvo, como ves amén de tener en ojos y nariz lo que
puedes figurarte, sentían gran complacencia en hacerme la corte y feliz era
aquel a quien yo dirigía una mirada, aunque sólo fuese eso.
…..
SIMILO Es un enigma lo que me dices.
POLISTRATO Pues es muy conocido, por frecuente, este amor,
el que se siente por ancianos ricos y sin hijos.
SIMILO Ahora comprendo tu belleza, era un don de Afrodita
aúrea.
POLISTRATO Y no fueron pocos, Símilo, los frutos que
conseguí de mis amantes: sólo faltó que se prosternasen ante mí en un acto de
adoración. Con frecuencia me hacía el interesante y en ocasiones excluía de mi
afecto a algunos; ellos, entre tanto, rivalizaban entre sí y trataban de
adelantarse unos a otros en la carrera que los llevaba a buscar en mi el objeto
de su ambición.
SIMILO ¿Y cuál fue tu última voluntad acerca de tus bienes?
POLISTRATO Yo solía decir de manera expresa que cada uno de
ellos era mi heredero. Cada cual lo creía y redoblaba sus atenciones
adulatorias. Yo, en tanto, tenía en mi poder el testamento verdadero, que fue
el que dejé con el encargo de que se fuesen a paseo todos aquellos.
SIMILO ¿Y quién era el heredero, según tu último testamento?
¿Tal vez alguien de tu familia?
POLISTRATO No, por Zeus, sino un hermoso joven frigio que yo
había comprado recientemente…
Desgracia ser viejo, rico y sin hijos. En esas
circunstancias surgen amigos de debajo de las piedras. El asedio a ricos o
ricas viudas o solteras a punto de morir me resulta muy conocido. Con nombres,
apellidos, lugar de residencia de la anciana rica o del rico. Ingenua de mí pensaba
que era cosa moderna hasta que Biedma me ha prestado los diálogos de Luciano.
Caronte |
El diálogo que lleva el número X es un poco largo. En él
figura Menipo el filósofo cínico. Menipo es el mejor preparado para atravesar
el río que separa la vida de la muerte. Están los principales protagonistas,
Caronte el barquero y Hermes, el dios conductor de las almas. Todas ellas
tienen cosas de las que desprenderse en este último viaje antes del juicio al
que son conducidas.
CARONTE Escuchad en qué situación nos encontramos. Pequeña
es, como véis, la barquichuela de que disponemos, está un tanto carcomida, hace
agua por casi todas partes, y, si se inclina a uno u otro lado, irá boca abajo.
En cuanto a vosotros ¡sois tantos los que habéis llegado a un tiempo, todos con
abundante equipaje! Si embarcáis con ello, temo que os arrepintáis después,
especialmente todos aquellos que no sabéis nadar.
HERMES ¿Y cómo haremos para tener una buena travesía?
CARONTE Yo os lo explicaré: debéis dejar en la orilla toda
esa carga inútil y embarcar desnudos, pues aún así, a duras penas podrá la
barca admitiros. Tú, Hermes, te cuidarás desde ahora de no dar entrada a
ninguno de ellos que, como decía yo, no se haya desembarazado de su equipaje y
se encuentre sin peso alguno. Ponte junto a la escalerilla, pásales revista y
no los aceptes, si antes no les has obligado a embarcar desnudos.
HERMES Dices bien y así haré. ¡Eh! ¿Quién eres tú el que está
en primer término?
MENIPO Soy Menipo. Mira, Hermes. Mira como arrojo a la
laguna mi alforja y mi cayado. En cuanto al tribonio ni siquiera lo he traído y
bien que he hecho.
HERMES Entra Menipo, varón sobresaliente. Ocupa el lugar
preferente, junto al piloto, y en alto, a fin de que puedas observar a todos. ¿Y ese hermoso quién es?
CARMOLEO Carmoleo de Megara, el irresistible, cuyo beso
valía dos talentos.
HERMES Despójate pues
de tu belleza, de tus labios con besos y todo, de tu espesa cabellera, de
los arreboles de tus mejillas y de la piel toda. Está bien, te hallas expedito.
Entra ya. ¡Eh tú, el del manto de púrpura y diadema, el del terrible aspecto!
¿Quién eres?
LAMPICO Lampico, tirano de Gela.
HERMES ¿Y con tanta pompa te presentas Lampico?
LAMPICO ¿Y qué? ¿Acaso debe llegar desnudo un tirano,
Hermes?
HERMES Un tirano en modo alguno, pero un muerto, ya lo creo.
Quítate eso, pues.
LAMPICO Arrojada queda mi
riqueza, míralo.
HERMES Arroja también la altivez y el orgullo, Lampico. Si caen contigo en la barca, arduo
será el peso.
LAMPICO Bien, pero déjame al menos conservar la diadema y el
manto.
HERMES De ningún modo. Deja también eso.
LAMPICO Sea como dices. ¿Qué más? En realidad ya todo lo he
soltado, como ves.
HERMES Suelta también la crueldad, la sandez, la insolencia y la ira.
LAMPICO Ya está. Expedito quedo.
HERMES Embarca ya. Y tú, grueso y corpulento, ¿quién eres?
DAMASIAS Damasias el atleta.
HERMES Sí, pareces Damasias. Me doy cuenta por haberte visto
muchas veces en la palestra.
DAMASIAS Sí, Hermes. Y déjame entrar que estoy desnudo.
HERMES Desnudo no estás, amigo mío, siendo tantas las carnes que te rodean. Con que,
despójate de ellas porque hundirás la barca con sólo que pongas un pie en ella.
Y arroja también esas coronas y
victorias.
Hermes |
DAMASIAS Héteme ya enteramente desnudo, como ves, e igual en
peso a los demás muertos.
HERMES Así es mejor. Embarca pues. En cuanto a ti Cratón,
despójate de tu riqueza, del afeminamiento y de la molicie. No traigas tampoco
los ornatos fúnebres ni los títulos de tus antepasados. Deja
también tu orgullo de abolengo, la gloria, las proclamaciones que la
ciudad ha hecho en tu honor y las inscripciones
en las estatuas para ti esculpidas. Tampoco hables del gran sepulcro
erigido para celebrarte. Pesa mucho la sola mención de esas cosas.
CRATON Aunque no por mi gusto, arrojaré todo eso. ¿Qué otra
cosa puedo hacer?
HERMES Vaya ¡Eh tú!¿Qué pretendes con todas tus armas? ¿Por qué traes ese trofeo?
UN GENERAL Porque vencí, Hermes, me distinguí en la guerra y
la ciudad me honró.
HERMES Deja en tierra el
trofeo. En el Hades hay paz y no habrá ninguna necesidad de armas. ¿Quién
es ese? Me refiero a ese hombre de grave continente y orgulloso ademán que llega
con las cejas enarcadas y sumido en meditaciones y tiene abundante barba.
MENIPO Un filósofo, o, mejor dicho, un impostor y un
charlatán completo. Haz que se desnude también: verás ocultos bajos su manto
muchos objetos que te harán reír.
HERMES Despójate primero del vestido, y después de todo eso.
¡Zeus! ¡Cuánta jactancia trae,
cuánta ignorancia y espíritu de disputa y vanagloria y preguntas inextricables y palabras
espinosas y pensamientos embrollados!
Y además muchísimo trabajo vano, no
poca simpleza, charla insustancial,
mezquindad de espíritu y, ¡por Zeus!, mira: ¡oro! Y también vida
regalada, desvergüenza, ociosidad, molicie y voluptuosidad. No me pasa nada
inadvertido, pese al afán que pones en ocultarlo todo. Despójate también de la
mentira, de la presunción y del creerte superior a los demás. Si con todo eso
embarcases ¿qué nave de cincuenta remos podría darte acogida?
FILOSOFO Puesto que así lo ordenas, me despojo de lo que
dices.
MENIPO Que se quite también esa barba, que, como ves, es
pesada y espesa: lo menos hay cinco minas de pelos.
HERMES Dices bien. Quítatela también.
FILOSOFO ¿Y quién la cortará? Ahí tienes a Menipo. El lo
hará con un hacha de las que se emplean en la construcción de naves. La
escalerilla le servirá de tajo.
MENIPO No Hermes. Dame una sierra, será más divertido.
HERMES Basta con el hacha…¡Bien! Ahora libre de esa
hediondez, tienes un aspecto más humano.
MENIPO ¿Quieres que le quite también un poco de las cejas?
HERMES Me parece muy bien, pues las tiene arqueadas en lo
alto de la frente, al tiempo que él se yergue no sé con qué fin. ¿Qué es eso?
¿También lloras, vil, y estás acobardado ante la muerte? Embarca ya.
MENIPO Todavía conserva una cosa bajo el brazo, la más
pesada de todas.
HERMES ¿Cuál Menipo?
MENIPO La adulación,
Hermes, que le reportó muchos beneficios en la vida.
FILOSOFO Y tú, Menipo, despréndete de la libertad, la
sinceridad, la indiferencia ante el dolor, la nobleza del alma y la risa: tú
eres el único entre todos que se ríe.
HERMES De ningún modo. Consérvalas. Todas son ligeras y muy
fáciles de transportar y útiles para la travesía. En cuanto a ti, orador,
desembarázate de tamaña verborrea, de
antítesis, paralelismos, barbarismos y demás cargas del lenguaje.
ORADOR Mira, hago lo que dices.
HERMES Está bien. Desata pues las amarras, barquero;
quitemos la escalera, levemos el ancla, despliega la vela y rige el timón.
Ojalá tengamos feliz travesía ¿Por quién gemís, necios, y sobre todo tú,
filósofo, a quien poco ha rasuramos la barba?
FILOSOFO Porque tenía la creencia de que el alma era
inmortal, Hermes.
MENIPO Miente. Otras cosas son las que parecen afligirle.
HERMES ¿Cuáles?
MENIPO Que ya no tendrá opíparas comidas ni saldrá de noche
a escondidas de todos (la cabeza oculta en su manto) a recorrer uno por uno los
burdeles, ni por la mañana recibirá, mediante engaños, dinero de los jóvenes a
cambio de su sabiduría: eso es lo que le duele.
HERMES ¿Y a ti Menipo, no te apesadumbra el haberte muerto?
MENIPO ¿Cómo me va a apesadumbrar, si marché presuroso hacia
la muerte, sin que nadie me llamase? Mas en tanto que conversamos, ¿no se oye
un clamor como de gente que grita desde la tierra?
HERMES Sí Menipo, y no por un solo lugar. Los de Gela se han
reunido gozosos en la asamblea y todos ríen por la muerte de Lampico, en tanto
que su esposa es presa de las mujeres, y sus hijos, de tierna edad, no sufren
mejor suerte, sino que, de manos de otros niños, los alcanzan abundantes
piedras. En Sición aplauden al orador Diofanto, que en honor de Cratón, aquí
presente, pronuncia un discurso fúnebre. Y, por Zeus, la madre de Damasias
inicia, con sus gemidos, las lamentaciones de un grupo de mujeres. A ti, en
cambio, Menipo, nadie te llora: tus restos son los únicos que tienen paz.
MENIPO De ningún modo. Oirás a los perros lanzar en mi honor
aullidos lastimeros y a los cuervos batir sus alas dentro de poco, cuando se
reúnan estas aves para enterrarme.
HERMES Eres un valiente Menipo. En fin, hemos terminado la
travesía: marchad vosotros ante el tribunal, siguiendo aquel camino todo
derecho: el barquero y yo iremos en busca de otros muertos.
MENIPO Feliz travesía, Hermes. Y nosotros avancemos. ¿Por
qué os demoráis? De todas maneras, seremos juzgados necesariamente. Dicen que
los castigos son severos: ruedas, piedras, buitres… Y la vida de cada uno
quedará en evidencia con todo detalle.
El paso de la laguna Estigia |
Me alegra saber que te ha gustado el libro de Luciano, Ana.
ResponderEliminarAnthony A. Long aprecia mucho su *Alejandro o el falso profeta*, escrito por el de Samosata para denunciar a Alejandro de Abunoteicos, que se hizo rico vendiendo oráculos en nombre de una diosa serpiente... Long dice de esta obra que ofrece un relato fascinante de las reacciones epicúreas y cristianas frente a la persecución en el área sur del Mar Negro, a finales del II... Hay una excelente edición de la obra en Gredos: http://es.scribd.com/doc/79757041/Luciano-42-Alejandro-o-El-Falso-Profeta
He recordado una reflexión que hace Stanislaw Lem en el segundo volumen de su biblioteca del siglo XXI (Un valor imaginario/Magnitud imaginaria)... Si entendemos la risa y la sátira de Luciano es porque hay valores y contravalores humanos universales y ahistóricos...
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