sábado, 19 de junio de 2010

Simone Weil: Sobre las causas de la opresión social

En nuestra última sesión de la Quinta del Mochuelo.
En la puerta del IES Francisco de los Cobos. Úbeda

Autora Ana Azanza

REFLEXIONES SOBRE LAS CAUSAS DE LA LIBERTAD Y LA OPRESIÓN SOCIAL

Escribió Simone Weil (1909-1943) en 1934 un texto “Sobre las causas de la libertad y de la opresión social”. Ella se interesó por la condición obrera hasta el punto de dejar su puesto de profesora en 1934 para experimentar por sí misma el trabajo manual, primero en una empresa que hacía maquinaria eléctrica, luego en Renault, luego como obrera agrícola. Pocos filósofos interesados en la justicia social han llegado a tanto.

De todas sus afirmaciones y razonamientos que son muchos y sorprendentes, y no siempre bien comprendidos, me parece una verdad central la de que una de las causas de la opresión es la separación creciente en la sociedad entre los que manejan la palabra y los que se ocupan de las cosas. He tenido ocasión de comprobarlo, a algunos de los que se dedican a la palabra, léase profesores, les resulta imposible pensar que como decía Weil “el centro espiritual” de una cultura está en el trabajo manual.


Simone demostró gran profundidad de pensamiento, y al mismo tiempo “torpeza” en los trabajos físicos. En la guerra civil española, participó en el frente de Cataluña, por poco se autodispara y se quemó con aceite hirviendo de la manera más tonta. Tampoco le fue bien en la fábrica, experimentó la alienación del trabajador que repite siempre el mismo gesto embrutecedor. Y como era una época de paro, para descargar su conciencia daba parte de su salario como contribución para los desempleados.

He leído testimonios de personas que la conocieron y cuentan lo que sentían ante esta mujer. Este es el de un alumno, (du Plessis Gray 2001):

“Un tanto desgarbada, demasiado flaca, con su mirada inquisitiva tras unas gruesas gafas, su sonrisa, toda ella emanaba sentimientos de franqueza total y olvido de sí misma, revelando una nobleza de alma que era seguramente el motivo de las emociones que nos inspiraba”
Otro colega que la conoció en Marsella cuando trabajaba en una publicación periódica en los días de la segunda guerra mundial recuerda:

“Observadora y distante a la vez… Extremadamente fea a primera vista, un rostro demasiado flaco bajo su boina negra, … sus ojos resaltaban mucho más que el resto de su cuerpo, de una intensidad y también avidez inquisitiva que nunca he vuelto a encontrar. El entusiasmo en los ojos de Weil era casi insoportable. En su presencia todas las mentiras estaban fuera de lugar… su mirada dejaba desarmada a la persona a la cual se dirigía.”

En ese texto sobre las causas de la opresión reflexiona sobre la inversión medios – fines que encontramos en la sociedad contemporánea. No parece sino que en los más de 80 años que nos separan del momento en que Weil escribió estas líneas hemos ahondado más en esa inversión. Lo había pensado a raíz de la “crisis” que nos azota y el rescate de los bancos por parte del dinero público. Los bancos sostienen “el sistema”, no son prescindibles, si fracasan nuestro sistema económico se va al traste. Tenemos derecho a participar de sus “pérdidas” pero no tanto de sus “ganancias”.

Por eso me ha agradado encontrar estas reflexiones en Simone Weil:

“Las máquinas no funcionan ya para permitir que los hombres vivan, sino que nos resignamos a alimentar a los hombres a fin de que sirvan a las máquinas. El dinero no suministra un procedimiento cómodo para intercambiar los productos sino que la venta de las mercaderías es un medio para hacer circular el dinero. En fin, la organización no es un medio para ejercer la actividad colectiva sino que la actividad de un grupo, sea el que sea, es un medio para reforzar la organización. Otro hecho del mismo trastocamiento consiste en que los signos, palabras y fórmulas algebraicas en el dominio del conocimiento, moneda y símbolos de crédito en el terreno económico, desempeñan la función de realidades de las que las cosas reales sólo constituyen su sombra, exactamente como en el cuento de Andersen en que el sabio y su sombra invertían los papeles. Los signos son la materia de las relaciones sociales, mientras que la percepción de la realidad es algo individual. La desposesión del individuo en provecho de la sociedad no puede llegar más lejos.

En el terreno económico una empresa es juzgada, no por la utilidad real de las funciones sociales que cumple, sino por la extensión que ha cobrado y por la rapidez con que se desarrolla y así para todo. De este modo el juicio de valor se confia a las cosas y no al pensamiento… puede decirse que la función de control ha pasado del pensamiento a las cosas…. Todo es ciego entonces… El caos de la vida económica es aun más evidente.

La formidable extensión del crédito impide a la moneda desempeñar su papel regulador en lo que se refiere al intercambio y a las relaciones entre las diversas ramas de la producción, y no es posible remediarlo a fuerza de estadísticas. La extensión paralela de la especulación llega a hacer que la prosperidad de las empresas sea, en gran medida independiente de su buen funcionamiento, debido al hecho de que los recursos aportados por la producción misma de cada una de ellas cuentan cada vez menos al lado del perpetuo aporte de nuevo capital. En resumen, en todos los dominios el éxito se ha convertido en algo casi arbitrario. Cada vez más aparece como la obra del puro azar, y como constituye la única regla en todas las ramas de la actividad humana, nuestra civilización está invadida por un desorden que crece continuamente y arruinada por un despilfarro proporcional al desorden….
Estos grandes cambios se han operado casi sin saberlo…

Durante el florecimiento del régimen industrial la vida social estaba orientada en el sentido de la construcción. El equipo industrial del planeta era el terreno por excelencia donde se libraba la lucha por el poder. Engrandecer una empresa era el objetivo de la actividad económica. El ahorro era la regla de la vida económica se restringía al máximo el consumo no sólo de los obreros sino también de los capitalistas…

Parece que la lucha económica ha dejado de ser una rivalidad para transformarse en una especie de guerra. Ya no se trata de organizar el trabajo sino de arrancar la mayor cantidad posible de capital dinero disperso en todas partes vendiendo los productos: todo ocurre en el terreno de la opinión y casi de la ficción, a base de especulación y publicidad. Siendo el crédito la clave de todos los éxitos económicos, el ahorro es reemplazado por los gastos más locos. El término “propiedad” ha perdido casi sentido; ya no se trata para el ambicioso de hacer prosperar el negocio del que es propietario, sino de controlar el mayor sector posible de la actividad económica. En resumen, puede decirse que la lucha por el poder económico se trata menos de construir que de conquistar. Y como la conquista es destructiva, el sistema capitalista se orienta íntegramente hacia la destrucción. Los medios de la lucha económica, publicidad, lujo, corrupción, inversiones formidables que rebasan casi enteramente el crédito, venta de productos inútiles por procedimientos casi violentos, especulaciones destinadas a arruinar a las empresas rivales, tienden todos a minar las bases de nuestra vida económica antes que a ampliarla….

 En razón de la formidable extensión de los intercambios, la mayoría de los hombres no pueden alcanzar la mayoría de las cosas que consumen sino por intermedio de la sociedad y a cambio de dinero. Los mismos campesinos están actualmente sometidos a la necesidad de comprar…"

2 comentarios:

  1. ¿De cuándo dices que es esta reflexión, de Hoy?
    Si ya había pensadoras que veían lo que la subversión de realidades iba a desencadenar, ¿por qué hemos permanecido impasibles? ¿por qué estamos esperando a un nuevo reajuste que no puede llegar? ¿por qué el individuo ha deborado al ser humano?

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