"Alcmeón decía que los hombres perecen
porque son incapaces de unir el principio con el fin"
Aristóteles. Problematon, XVII, 3.
Juan Larrea Celayeta (Bilbao 1895-Córdoba, Argentina 1980), excelente escritor, filósofo, profeta milenarista y poeta surrealista, se hizo eco de la opinión de E. L. Tuvenson según la cual "la doctrina del progreso guarda más puntos en común con la mente religiosa que con la científica". El progresismo es, para bien o para mal, una religión o religación política con el futuro que, como tal, no puede ser sino imaginario e imaginado, porque el porvenir todavía no es.
El milenarismo o doctrina cristiana del quiliasmo sostuvo, inspirándose sobre todo en el Apocalipsis de Juan, que Cristo volvería para reinar en la Tierra durante mil años en un último y definitivo combate contra el mal. Esta creencia inspiró a la primitiva iglesia durante el siglo II; corrió subterránea y hasta considerada heterodoxa durante la Edad Media.
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Tabla XIb del Liber Figurarum de Joaquín de Fiore (1135-1202), con los tres círculos de la Trinidad que figuran el "progreso" en tres status o edades. Fuente Wikipedia. |
El milenarismo se secularizó en el utopismo de los humanistas del Renacimiento (Moro, Bacon, Campanella) y sobrevivió, invirtiendo su espiritualismo en materialismo, con el socialismo, el comunismo y el anarquismo revolucionarios, que consagraban al proletario como santo y al Pueblo con "ekklesia" o asamblea verdadera. El milenarismo o utopismo, como creencia carente de fundamento científico pero con relevancia moral, es perfectamente visible en el fondo hipotético y emotivo del "progresismo" actual y motiva la ingeniería social totalitaria, incluso en regímenes que se acreditan o pretenden acreditarse como democráticos.
Como recogió Balbino en su ponencia de la Quinta en el mes de abril, y refiriendo al análisis de la idea de progreso hecha por Manuel García Morente en su Discurso de 1932 (2): el progreso es una creencia efectiva y consustancial al hombre moderno, que deviene en "una ley de desarrollo y un imperativo de acción". La idea de progreso ocupa uno de los focos de las ideologías dominantes como actitud elemental del pensamiento ilustrado. ¿Es el mismo "progreso" una ideología o un ingrediente de ciertas ideologías consideradas "de izquierdas"?
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American Progess. John Gast, 1972. |
En la web del Instituto Max Planck (3), Adolfo Posada ofrece una buena síntesis de la conferencia del filósofo jiennense, que copiamos a continuación con algunas correcciones formales:
"A comienzos de la década de los treinta se vive un momento político grave, tanto en España, donde se acaba de instaurar la República como en Europa, con el auge de los fascismos. Para el autor, esto lleva a considerar que los progresos de la técnica han tocado techo y que de ahora en adelante se va a iniciar un nuevo periodo para las ciencias morales y políticas que producirá transformaciones para una mejor convivencia humana. Por ello elabora una teoría del progreso humano que explica la civilización occidental.
"Todo el mundo entiende la noción vulgar de progreso, referido al progreso científico o técnico, pero no se ha elaborado una noción científica, una definición convincente de la idea de progreso. Definiciones como que el progreso consiste en el despliegue dialéctico de la razón, de Hegel o que el progreso es el tránsito de lo homogéneo a lo heterogéneo, de Spencer, no convencen al autor por su encaje en un sistema filosófico. Por este motivo se propone realizar una definición esencial del progreso, presentando algunas observaciones.
"Divide su trabajo en dos partes. En la primera ensaya un análisis de la idea misma de progreso. El progreso es cambio y una serie de cambios que se dirigen hacia una meta. Esta meta no es el futuro sino el estado final preferible para nosotros de la cosa sometida a cambio. Diferencia el cambio verificado por los procesos naturales, cuyo fin se debe a las leyes naturales, del cambio llamado progreso, que representa una serie de cambios producidos con arreglo a las leyes naturales pero gobernadas y dispuestas por el hombre del modo mas adecuado para lograr el fin preferido. Estos fines preferidos son los valores, las cualidades que hallamos en las cosas de nuestro mundo y que realizamos en ellas. Así, el progreso es la realización del reino de los valores por el esfuerzo humano.
"Pero el carácter jerárquico de los valores nos lleva a querer pasar de un valor que consideramos peor a uno que consideramos mejor. Esto conduce a tres consecuencias: a considerar el progreso no como suma cuantitativa de valores, sino cualitativa, a distinguir entre el progreso y los progresos y a la infinitud de la idea de progreso.
"Pasa después a indagar qué puede ser el sujeto del progreso. No pueden serlo las cosas naturales porque no tienen valor y el valor es fundamental para la noción de progreso. Tampoco pueden serlo los valores, pues el progreso implica un movimiento y un cambio que no tienen. Sólo la vida, que tiene ser, existe, y tiene valor, podría ser considerada sujeto del progreso. Pero no es así, porque no se pueden confundir los procesos vitales de los individuos de una misma especie con los progresos. Sin embargo, entre individuos de diversas especies sí hay una diferencia considerable que permite llamarla progreso. Esto se da en el hombre, porque mientras que para los demás animales su único fin es la vida para el hombre hay algo mas valioso que la vida misma. En este algo mas valioso que la vida esta la base de lo que llamamos progreso, es el espiritu.
"El hombre intenta impregnar de espíritu la realidad material en torno suyo. El hombre viene a la vida en un mundo sin sentido y dedica su vida a dar sentido al mundo. Esta es la esencia del progreso. Así, no es la vida en general, sino la vida humana la que debe considerarse sujeto de progreso. Sólo el hombre, que transforma la naturaleza, puede progresar.
"Termina esta primera parte enumerando los principios del progreso, a los que divide en tres grupos: realización de los valores, intuición y estimación de los valores por el hombre y las normas que deben tenerse en cuenta para los juicios sobre el progreso universal.
"En la segunda [parte] intenta demostrar que la creencia en el progreso forma parte de la cultura moderna desde finales del siglo XVIII y nos ha conducido a una fe tan ciega en sus éxitos que parece conveniente señalar algunos peligros para afianzarlo mejor. Algunos filósofos de finales del siglo XVIII piensan en el progreso como ley total de la evolución humana. Esta idea se generalizó con Kant de tal forma que desde principios del siglo XIX el espíritu humano se puso al servicio del progreso. Pero esta creencia en el progreso produce efectos benéficos y perjudiciales.
"El rápido crecimiento de las ciencias plantea problemas dentro y fuera del campo científico. La especialización del conocimiento ha aumentado el saber humano general pero ha reducido el campo de conocimiento de los especialistas. Así, la humanidad sabe más que antes pero el individuo ignora lo ajeno a su especialidad. Esto le lleva a preguntarse si es preferible el progreso científico que multiplique los conocimientos humanos o el cultivo armonioso del espíritu individual. El progreso técnico ha llegado a cotas que se escapan a la observación humana y que no tienen enlace con la vida real. Por ello insiste en que los inventos mas grandes del futuro serán en el campo de la biología y la convivencia social.
"Sólo una vuelta a la noción formal de progreso puede corregir la confusión de valores y el trastorno de finalidades que la idea de progreso ha provocado en el hombre. Esto se ve claramente en el fenómeno de la prisa. El progreso ha hecho posible que todo se pueda hacer más deprisa. La velocidad, que es sólo un medio para el progreso, se ha convertido en un fin y el hombre quiere ir cada vez más rápido. Esto nos aleja cada vez más del medio en que vivimos. La prisa aparece como el símbolo del progreso, pero la velocidad tiene sus límites biológicos y si el hombre los traspasa puede poner en peligro todos los bienes que ha conseguido. Esta prisa ha convertido al hombre en esclavo del progreso, de tal forma que parece que sólo el hecho de progresar y lo que el progreso produce ya es en sí mismo bueno. Se debe renunciar a adorar al dios del progreso y comprenderlo como normal símbolo de la historia humana. Tenemos que usar la técnica para nosotros no dejarnos esclavizar por ella."
Escolio 1. La insinuación de Morente de que los progresos técnicos habían tocado techo en los años treinta del siglo pasado nos hace sonreír hoy, tras los satélites artificiales, la revolución telemática y la que se avecina con el desarrollo de la inteligencia artificial y la edición y alteración de códigos genéticos (mutagénesis, transgenia, transhumanismo, etc.).
Escolio 2. Morente comparece como perspicaz "profeta" en su prospectiva de que los inventos más grandes del futuro afectarán a la biología y la convivencia social (v. gr. las nuevas relaciones de los géneros, la sociobiología, la ingeniería social, el márketin...).
Escolio 3. Anota con agudeza algunos de los inconvenientes progresistas del "progresismo": el especialismo del que sabe todo sobre casi nada o la insuficiencia de una educación deforme, tecnocientífica, pero que mata el pensamiento universalista, creativo y eclipsa el espíritu; la prisa que -como dice Marina- mata la ternura. "La prisa -escribe Morente- convierte el amor en capricho. Y de igual modo desvanece la amistad en mero trato".
La velocidad convertida en fin por sí misma y que hace desaparecer el paisaje, por ejemplo en los trenes de alta velocidad. Cristalizada en símbolo del progreso, la velocidad mata tanto como el tabaco, aunque no aparezca la advertencia en el capó de motos y coches. Por otra parte, no es consciente todavía del efecto perverso del cambio climático, consecuencia también del progreso de la producción industrial estandarizada, el consumismo y la combustión de fósiles como el petróleo.
Escolio 4. Completamente de acuerdo con Morente en el defecto del progresismo clásico en su caracterización de dominio de la naturaleza. Es obvio que se ha encontrado con el límite de la disponibilidad y limitación de los recursos, e igualmente con los efectos que tal dominio está produciendo en su conservación, de la que depende también la de nuestra propia especie.
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Alegoría al progreso. Humberto Ramírez (México). |
Excursus 1. Progreso y neofilia. Evidentemente y como conclusión conviene no santificar el progreso, ni mucho menos reducirlo a innovación, pues si hay razones para la creación de un departamento o instituto de innovación, también las hay para la creación de otro de conservación que se ocupe de cuidar y recordar lo que conviene ser conservado y no debe ser olvidado; las buenas maneras sociales, por poner un ejemplo o la conciencia histórica bien fundada. Como dice Morente y recoge Balbino en su ponencia, ni el movimiento ni el cambio definen per se la idea de progreso, aunque la caractericen.
Excursus 2. Razones finales. El progreso no implica necesariamente una direccionalidad. Y al progreso, a diferencia del proceso, le es constitutivo un carácter teleológico. Y es aquí donde la razón ha de aplicarse a los fines, antes que a los medios, aunque sin perder de vista el punto de partida, es decir, la naturaleza humana ni desechar el principio de que el fin no justifica los medios. En este sentido conviene recordar las palabras de Kant: "Todo lo bueno que no está empapado de un sentir moralmente bueno no es más que pura hojarasca y lentejuela miserable" (4).
No creo que podamos echarle a Kant, como insinúa Morente y recoge Balbino en su texto, la culpa del peligroso extravío del progresismo. Es cierto que el voluntarismo ha producido y produce excesos y que Kant colocó en la cúspide de su pirámide ética la buena voluntad como única cosa que puede ser "buena" en este mundo, la buena intención de la voluntad individual. Y es cierto que "de buenas intenciones está el infierno lleno" y todas las revoluciones justificadas por "buenas intenciones", males que traerán bienes mayores, han acabado convertidas en farsas sangrientas. Digamos que la buena actitud interna no basta y que también son relevantes los contenidos y consecuencias de nuestros actos, que podemos prever y sobre las cuales cabe una reflexión racional, buenas razones que pueden motivar la acción, como muestra John R. Searle en Razones para actuar (2000). Además, es importante que conozcamos la facilidad conque el sujeto humano suele auto-engañarse a propósito de su verdadera intención.
Excursus 3. Progresismo y nihilismo. El progresismo se asoció al ateísmo en sus fórmulas ideológicas regeneracionistas e izquierdistas, liberales, comunistas o ácratas, con un final desgarrador y desdichado: el nihilismo finisecular.
Nietzsche se percató de que la "muerte de Dios" era también la proclamación del sinsentido de los grandes valores, que constaban como sus atributos metafísicos, como notas de la esencia divina: Unidad, Verdad, Bien... Su esteticismo tardorromántico dejó sobrevivir a la Belleza como principio creativo y trascendental de poderes naturales y vitales ordenadores o destructivos, a los que puso nombres de dioses paganos: Apolo y Dionisio. Sin embargo, la belleza, incluso si la convertimos en valor moral, resulta insuficiente para dar sentido a la vida humana, es efímera y el ángel de la belleza -como proclamó Rilke- es también principio de lo terrible. Es la belleza de la tragedia que condena al inocente: a Edipo o a su hija Antígona.
Si la esencia del progreso consiste en buscar y dar sentido a un mundo que no lo tiene, tal sentido no puede consistir en otra cosa que en la realización de valores en la vida propiamente humana, pero si dichos valores han desaparecido de nuestras creencias básicas porque, como reza el nihilismo "todo es mentira" o porque "el mal se mezcla irremediablemente con el bien", entonces sólo cabe aceptar la autodeterminación solipsista del individuo libérrimo, por arbitraria que sea, o crear valores de la nada, como dioses, hacerse dios, pero tal proyecto está condenado al desastre, porque sucede lo que dice María Zambrano, que "todo endiosamiento exige una víctima", y lo que Pedro Cerezo describe tan bien refiriendo a la suerte trágica de Ganivet:
"Muerto Dios, nada que pretenda erigirse en su lugar tiene sentido, la pasión autocreativa o cae en un hipócrita esteticismo o se despeña en nihilismo ante la imposibilidad de garantizar su exigencia incondicionada (...) Lo que queda es la desesperación sin causa, que es la más terrible de las desesperaciones, producida por el vacío de la vida en general" (5).
Excursus 4. Apocalíptico desintegrado. Otro ejemplo del descarrilamiento del misticismo nihilista asociado al progreso entendido como realización individual lo hallamos en el malogrado poeta y filósofo Carlo Michelstaedter, que se pegó un tiro con veintitrés años tras la redacción de su erudita y poética tesis doctoral: Persuasión y retórica.
Una de sus profecías también se está cumpliendo como efecto perverso del progreso técno-científico: que la lengua internacional sería la de los términos técnicos a los que llama "ornamentos de la obscuridad". Es el correlato, en la casa del lenguaje que habitamos todos, de la sustitución de la artesanía manual hecha con amor y gracia por el artesano, por la máquina serial que produce objetos estándar de obsolescencia programada, fabricados para la basura. El efecto, según Michelstaedter es la mecanización técnica del hablante, su domesticación, conformado por una "retórica de los derechos" esgrimida por el Estado, que adula llamando "personas" a sus prosélitos. Se llama entonces "moralidad" a la vitalidad del Estado en los individuos sometidos (6).
Excursus 5. Progreso del circo-espectáculo. Morente también critica el vivir fuera de sí del progresismo, en lo público o en lo político, la crisis de la privacidad. Añadiremos que esto último ha evolucionado o "progresado" en el sentido de la espectacularización de la política y en la venta al mejor postor de ciertas intimidades, las de los famosos, que a veces sólo son famosos porque han vendido el relato de sus intimidades o su escándalo.
En su ponencia recoge Balbino la idea morentiana de la conversión de emociones en sensaciones, el sensacionalismo de la noticia, también espectacularizada, una vez reducida la cultura a información. A este respecto, anticipa Morente con su crítica la del situacionista Guy Debord.
Notas
(1) En La Espada de la paloma (Cuadernos Americanos nº 47, México 1956). 2. Contratiempos del Milenio.
(2) Ensayos sobre el progreso. Discurso leído en el acto de su recepción en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
(3) Max-Planck-Institut für Rechtsgeschichte und Rechtstheorie, es decir Instituto de la Historia del derecho y de la Teoría del derecho.
(4) "Idea de una historia universal en sentido cosmopolita" Principio 7º. En Filosofía de la Historia, FCE, México 1978.
(5) Pedro Cerezo. El mal del siglo, Madrid 2003, pg.431s.
(6) Carlo Michelstaedter, Persuasión y retórica. Cfr. nuestro artículo sobre esta obra en El Búho nº 24.
El autor erró en su vaticinio de avances o enseñanzas técnicos era o sería igual a los avances morales y educativos.
ResponderEliminarVivimos en una sociedad tecnificada pero sin ética y sin valores morales humanos. Ya lo dijo Albert Einstein “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas” y en cuanto a la religión “La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega”. Y sobre política “Mi ideal político es el democrático. Todo el mundo debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado.”
Felicidades por lo que he leído y José Biedma un fuerte abrazo.
Excelente comentario, que suscribo. Y gracias por la atención prestada.
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