Amin Maalouf (1949) escritor franco libanés me esta proporcionando grandes momentos lectores en este tiempo de asueto. Su novela "León el africano" que empieza en Granada, tiempos de la expulsion de musulmanes y judíos, y acaba en Túnez, una auténtica joyita y disfrute.
"El desajuste del mundo" publicado en 2009 es un ensayo que tras los acontecimientos hiperrealistas que estamos viviendo quizás ha quedado obsoleto en algunos puntos. No obstante lo recomiendo vivamente para quien quiera entender, desde dentro, cuál es la situación y el porqué de los países de religión musulmana y en que quedó el panarabismo de Nasser, famoso dirigente egipcio que a punto estuvo de federar a toda esa zona del mundo. Sin olvidar una comparación entre la evolución del catolicismo con su "oficina central de ortodoxia" y la evolución del Islam que no dispone de lo mismo. Ventajas y desventajas que hacen la historia de cada una de las religiones.
Para el Islam al no haber control, un iluminado religioso salido de no se sabe dónde puede hacer retroceder en un minuto avances culturales y doctrinales que ha llevado décadas adquirir.
Habla con precisión de los problemas del "comunitarismo", de tratar con respeto realidades de la cultura islámica que últimamente y a pesar de estar en retroceso hace 20 años han resurgido con fuerza como seña de identidad frente a Europa. Altamente interesante.
Me centro en su elogio de la cultura como tabla salvadora en este mundo convulso y lleno de contradicciones que nos ha tocado vivir p. 204 y siguientes:
"Que la ausencia de lo religioso pueda ser perjudicial lo demostró ampliamente la sociedad soviética. Pero también puede ser perjudicial su presencia abusiva; lo sabían ya en tiempos de Cicerón, de Averroes, de Spinoza, de Voltaire, y si bien es cierto que quedó olvidado durante siglos, debido a los excesos de la Revolución Francesa, de la Rusa, del nazismo y de otras tiranías laicas muchas cosas han sucedido después y nos lo han recordado. Para conducirnos, espero, a valorar de forma más justa el lugar que la religión debería ocupar en nuestras vidas".
"Me tentaría incluso decir otro tanto del becerro de oro. Tronar contra las riquezas materiales, culpar a quienes se esfuerzan en hacerlas medrar es una actitud estéril que ha servido siempre a las peores demagogias. Pero convertir el dinero en criterio para cualquier respetabilidad, en el fundamento de cualquier poder, hace trizas el tejido social".
"La humanidad acaba de pasar en dos o tres generaciones, por muchas desviaciones contradictorias. Las del comunismo y las del capitalismo, las del ateísmo y las de la religión. ¿Debemos resignarnos acaso a esas oscilaciones y a los trastornos que de ellas se derivan? ¿No estamos ya bastante escaldados para aspirar a sacar lecciones de esas penosas pruebas? ¿Y para desear salir de esos dilemas debilitadores?
Que un escritor desee preconizar una escala de valores basada en la cultura resulta previsible por demás y puede suscitar una sonrisa. Pero eso sucede porque hay un malentendido en el significado de las palabras.
Si alguien considera la cultura como un ámbito entre otros muchos o un medio de hacerles la vida grata a determinadas categorías de personas, es que se ha equivocado de siglo, se ha equivocado de milenio. Hoy en día, el papel de la cultura es proporcionar a nuestros contemporáneos las herramientas intelectuales y morales que les permitan sobrevivir, nada menos".
"¿Cómo vamos a llenar esas décadas adicionales de vida que la medicina nos regala? Cada vez somos más lo que vivimos más años y en mejores condiciones, y no pueden por menos de acecharnos el aburrimiento y el temor al vacío, y no puede menos de tentarnos la huida mediante el frenesí consumista. Si no queremos agotar los recursos del planeta, tendremos que dar tanta preferencia como sea posible a otras formas de satisfacción, a otras fuentes de goce, sobre todo a saber más y desarrollar una vida interior floreciente".
"No se trata de imponerse privaciones ni practicar la ascesis. Personalmente, soy un epicúreo ferviente, y todas las prohibiciones me irritan. Seguiremos, afortunadamente, usando los alimentos terrestres y abusando a menudo de ellos, no seré yo quien tire la primera piedra. Pero si deseamos disfrutar durante mucho tiempo y con plenitud de cuanto nos brinda la vida, no nos queda más remedio que modificar nuestra forma de comportarnos, no para mermar nuestra paleta de sensaciones, sino antes bien, para ampliarla, para enriquecerla, para buscar otras satisfacciones que podrían resultar intensas".
"¿No distinguimos en lo referente a las fuentes de energía, entre la energía fósil, que se agota y contamina, y las energías renovables, como las olas, la eólica o la geotérmica que no se agotan?
Podrían hacerse distinciones así al hablar de nuestro modo de vida. Podemos intentar satisfacer las necesidades y gozar de los placeres de la existencia consumiendo más, lo que supondrá una carga para el planeta y acarreará tensiones destructivas.
Pero también podríamos hacerlo de otra manera, haciendo prevalecer el aprendizaje en todas las edades de la vida, animando a todos nuestros contemporáneos a que estudien lenguas, a que se apasionen por las disciplinas artísticas, a que se familiaricen con las diversas ciencias, para que así sean capaces de valorar lo que significa un descubrimiento en biología o en astrofísica. El saber es un universo incomensurable, todos podríamos pasarnos la vida entera tomando cosas de él sin tasa y no lo agotaríamos. Mejor aún: cuanto más le pidamos al planeta menos le quitamos".
"Lo dicho es ya razón suficiente para considerar la cultura como una disciplina de supervivencia. Pero no es lo único. Existe algo, no menos fundamental, y que bastaría por sí mismo para justificar que la cultura ocupase el centro de nuestra escala de valores. Se trata de la forma en que puede ayudarnos a manejar la diversidad humana.
Esas poblaciones de orígenes múltiples que se codean en todos los países, en todas las ciudades, ¿habrán de seguir mucho más tiempo mirándose a través de prismas deformantes: unos cuantos tópicos, unos cuantos prejuicios ancestrales, unas cuantas imaginerías simplistas? Me parece que ha llegado el momento de modificar nuestras costumbres y nuestras prioridades para atender al mundo en que estamos embarcados. Porque en este siglo ya no hay forasteros, solo hay compañeros de viaje.
Nuestros contemporáneos, vivan en la acera de enfrente o en la otra punta del mundo, sólo están a dos pasos de nuestra casa: la forma en que nos comportamos los afecta en su propia carne, y la forma en que se comportan ellos nos afecta a nosotros en la nuestra.
Si tenemos empeño en proteger la paz civil en nuestros países, en nuestras ciudades, en nuestros barrios y también en todo el planeta, si deseamos que la diversidad humana se traduzca en una coexistencia armoniosa y no en tensiones que generen violencia, no podemos permitirnos ya conocer a los demás de forma aproximativa, superficial y burda".
"Necesitamos conocerlos de modo sutil, de cerca, y hasta diría que en su intimidad. Y eso solo puede conseguirse mediante su cultura. Y, de entrada, mediante su literatura. La intimidad de un pueblo es su literatura. En ella quedan desveladas sus pasiones, sus aspiraciones, sus sueños, sus frustraciones, sus creencias, su visión del mundo que los rodea, su percepción de sí mismos y de los demás, incluida la que tienen ellos de nosotros. Porque cuando hablamos de "los demás" nunca debemos perder de vista que nosotros, seamos quienes seamos y estemos donde estemos, también somos "los demás" para todos los demás".
"Por supuesto que ninguno tenemos la posibilidad de saber todo lo que le gustaría o debería saber sobre "los demás". Hay tantos pueblos, tantas culturas, tantas lenguas, tantas tradiciones pictóricas, musicales, coreográficas, teatrales, artesanales, culinarias, etc. Pero si a todos nos animasen, desde la infancia y durante toda la vida, a interesarnos apasionadamente por una cultura diferente de la nuestra, por una lengua libremente adoptada en función de nuestras afinidades personales, el resultado sería una prieta trama cultural que cubriría el planeta entero, reconfortaría a todas las identidades medrosas, atenuaría los aborrecimientos, reforzaría poco a poco la creencia en la unidad de la aventura humana y, por todo ello, haría posible una reacción salutífera".
"No concibo objetivo más crucial para este siglo, y está claro que, para proveernos de los medios necesarios para conseguirlo, tenemos que dar a la cultura y la enseñanza el lugar prioritario que les corresponde.
Estamos quizás empezando a salir de una época en la que era de buen tono decir pestes de la cultura y convertir la incultura en seña de autenticidad. Una postura populista que, paradójicamente, coincide con el elitismo en la medida en que, tanto en un caso como en otro, supone una aceptación implícita de esa idea de que la gente tiene capacidades limitadas, que no hay que pedirle esfuerzos intelectuales excesivos, que basta con proporcionarle carritos de supermercado bien llenos, unos cuantos eslóganes simplistas y entretenimiento fácil para que viva contenta, a gusto y agradecida. Y que la cultura debe ser exclusiva de una ínfima minoría de iniciados".
En 2022 Propaganda y diversión quieren nuestros gobiernos, o al menos eso dan, mientras aprueban inicuas leyes que amedrenten a quien no se conforma con la versión oficial de nada.
"Es este un concepto despectivo y peligroso para la democracia. Porque no podemos ser ciudadanos plenos ni electores responsables si consentimos pasivamente que nos manipulen los propagandistas, si aceptamos exaltarnos o calmarnos según lo dispongan los gobernantes, si nos dejamos arrastrar dócilmente a aventuras bélicas. Para poder tomar decisiones con conocimiento de causa, un ciudadano necesita conocer en profundidad y de forma sutil el mundo que lo rodea. Dar por buena la ignorancia es renunciar a la democracia. Reducirla a simulacro".
Por todas las razones dichas estoy convencido de que nuestra escala de valores no puede hoy en día basarse sino en la primacía de la cultura y de la enseñanza, y repitiendo la frase conocida: el siglo XXI se salvará por la cultura o naufragará.
Esta convicción mía no se basa en ninguna doctrina establecida, solo en mi interpretación de los acontecimientos de la época en la que vivo, pero no deja de impresionarme que en las grandes tradiciones religiosas con las que convivo haya exhortaciones semejantes".
"La tinta del sabio vale más que la sangre del mártir", dice el profeta del Islam. De quien por lo demás se cita: "Los sabios son los herederos de los profetas". "Buscad el conocimiento hasta en China si hace falta". "Estudiad desde la cuna hasta la tumba".
En el Talmud encontramos esta idea vigorosa y conmovedora: "Al mundo solo lo mantiene el aliento de los niños que estudian".
Me encanta esta concepción a la vez ilustrada y hedonista de la cultura. La ciencia, el arte, la literatura, no nos sumen necesariamente en la crítica o en la melancolía, sino que nos llenan y enriquecen o, por lo menos, nos consuelan.
ResponderEliminarNo obstante, en el artículo no están claras las citas, sería interesante que repasaras su edición para precisar cuáles son palabras de Amin Malouf y cuáles de Ana Azanza.