martes, 19 de octubre de 2021

NUESTROS MALOS ALUMNOS

 Narración de Daniel Pennac, "Mal de escuela" (2009) de Daniel Pennac, premiada narración sobre el paso del protagonista de mal alumno a buen profesor, delicia de libro con momentos mágicos como este:

Nuestros malos alumnos, de los que se dice que no tienen futuro, nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de presadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. 

En realidad la clase solo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo.

Naturalmente el beneficio será provisional, la cebolla se recompondrá a la salida y sin duda mañana habrá que empezar de nuevo. Pero enseñar es eso: volver a empezar hasta nuestra necesaria desaparición como profesor. Si fracasamos en instalar a nuestros alumnos en el presente de indicativo de nuestro clase, si nuestro saber y gusto de llevarlo a la práctica no arraigan en esos chicos y chicas, en el sentido botánico del término, su existencia se tambaleará sobre los cimientos de una carencia indefinida. Está claro que no habremos sido los únicos en excabas aquellar galerías o en no haber sabido colmarlas, pero esas mujeres y esos hombres habrán pasado uno o más años de su juventud aquí sentados ante nosotros. Y todo un año de escolaridad fastidiado no es cualquie cosa: es la eternidad en un jarro de cristal.


Para los profes de lengua:

"Los males de gramática se curan con la gramática, las faltas de ortografía con la práctica de la ortografía, el miedo a leer con la lectura, el de no comprender con la inmersión en el texto y la costumbre de no reflexionar con el tranquilo refuerzo de una razón estrictamente limitada al objeto qu e nos ocupa, aquí, ahora, en esta aula, durante una hora de clase, ya puestos a ello.

Heredé esa convicción de mi propia escolaridad. Me sermonearon bastante, a menudo intentaron hacerme entrar en razón y con benevolencia, pues entre los profesores no falta gente amable. El director del colegio (...) era marino, un antiguo capitán de navío acostumbrado a la paciencia de los océanos, padre de familia y atento marido de una esposa que, según se decía, padecía un mal misterioso. Un hombre muy ocupado por los suyos y por la dirección de aquel internado donde no faltaban casos como el mío. (...)Me gustaba que se interesara por mí, él que tenía tantas preocupaciones y prometía enmendarme, sí, sí, enseguida.

Pero en cuanto me encontraba de nuevo en clase de mates o en el estudio verspertino inclinado sobre una lección de ciencias naturales, nada quedaba ya de la invencible confianza que yo hubiera obtenido de nuestra entrevista. Y es que el director y yo no habíamos hablado de álgebra, ni de fotosíntesis, sino de voluntad, de concentración, habíamos hablado de mí, yo, un yo, que era del todo capaz de progresar, estaba convencido de ello, si realmente me lo proponía. Y ese yo, henchido de súbita esperanza, juraba que se aplicaría, que no seguiría contando historias; lamentablemente, diez minutos más tarde, confrontando a la algebraicidad del lenguaje matemático, ese yo se vaciaba como un globo y, durrante el estudio vespertino, ya solo era renuncia ante la inexplicable  afición de las plantas al gas carbónico a través de la extraña clorofila. Volvía a ser el cretino habitual que nunca comprendería nada de nada, por la simple razón de que nunca había comprendido nada.

De esa desventura tantas veces repetida, conservo la convicción de que era preciso hablar con los alumnos en el único lenguaje de la materia que yo les enseñaba. ¿Miedo a la gramática? hagamos gramática. ¿Falta de apetito por la literatura? ¡leamos! Pues, por muy extraño que pueda pareceros, oh alumnos nuestros, estáis amasados con las materias que os enseñamos. Sois la propia materia de todas nuestras materias. ¿Infelices en la escuela? Tal vez. ¿Sacudidos por la vida? Algunos, sí.

Pero, a mi modo de ver, hechos de palabras, todos vosotros, tejidos con gramática, llenos de discursos, incluso los más silenciosos o los menos armados de vocabulario, obsesionados por vuestras representaciones del mundo, llenos de literatura en suma, cada uno de vosotros, os ruego que me creáis".

Y un último apunte sobre la presencia en clase:

Su presencia en clase....NO es cómodo para esos chicos y chicas aportar cincuenta y cinco minutos de concentración en cinco o seis horas de clases sucesivas, según esa distribución tan especial que la escuela hace del tiempo.

¡Menudo rompecabezas la distribución del tiempo! Reparto de clases, de materias, de horas, de alumnos, en función del número de aulas, de la constitución de los desdobles, del número de optativas, de la disponibilidad de los laboratorios, de los incompatibles deseos del profesor de esto o de la profesora de aquellos...Cierto es que hoy en día la cabeza del jefe de estudios se salva gracias al ordenador al que confía esos parámetros: "Siento lo de su miércoles por la tarde, sra. Tal, es cosa del ordenador..."

-Cincuenta y cinco minutos de francés, les explicaba yo a mis alumnos, son una horita con su propio nacimiento, su parte media y su final, una vida entera, en suma.

Eso es hablar por hablar, habrían podido responderme, una vida de literatura que enlaza con una de matemáticas, que a su vez enlaza con toda una existencia de historia, que te propulsa sin razón alguna a otra vida, inglesa en ese caso, o alemana, o química, o musical...¡Son un montón de reencarnaciones en una sola jornada! ¡Y sin lógica alguna! La distribución del tiempo es "Alicia en el país de las maravillas": tomas el té en casa de la liebre de marzo y te encuentras, sin transición, jugando al croquet con la reina de corazones. Una jornada en la coctelera de Lewis Carroll, privada de lo maravilloso, es toda una gimnasia(...)


Limitarnos a lo que hemos decidido: esa hora de gramática debe ser una burbuja en el tiempo. Mi trabajo consiste en hacer que mis alumnos sientan que existen gramaticalmente durante esos cincuenta y cinco minutos.. 

Para lograrlo, no debe perderse de vista que las horas no se parecen: las horas de la mañan no son las de la tarde; las horas del despertar, las horas de la digestión, las que preceden al recreo, las que le siguen, todas son distintas...

Estas diferencias no tienen demasiada incidencia en la atención de los buenos alumnos. Estos gozan de una bendita facultad: cambiar de piel de buen grado, en el momento adecuado, en el lugar adecuado, pasar del adolescente revoltoso al alumno atento, del enamorado rechazado al empollón concentrado. del pasado al presente, de las matemáticas a la literatura...Su velocidad de encarnación es lo que distingue a los buenos alumnos de los alumnos con problemas. Estos, como les reprochan sus profesores, están a menudo en otra parte. Se liberan con mayor dificultad de la hora precedente, se arrastran por un recuerdo o se proyectan en un deseo cualquiera de otra cosa. Su silla es un trampolín que los lanza fuera de la clase en cuanto se sientan en ella. Eso si no se duermen.

Mal de escuela (Contemporánea) : Pennac, Daniel, SERRAT CRESPO, MANUEL;:  Amazon.es: Libros

Si lo que espero es su plena presencia mental, necesito ayudarles a instalarse en mi clase. ¿Los medios de conseguirlo? Eso se aprende sobre todo a la larga y con la práctica. Una sola certeza, la presencia de mis alumnos depende estrechamente de la mía: de mi presencia en la clase entera y en cada individuo en particular, de mi presencia también en la materia, de mi presencia física, intelectual y mental, durante los cincuenta y cincos minutos que durará mi clase."

 


miércoles, 13 de octubre de 2021

POLITICA Y VERDAD

 Por qué la disputa sobre las verdades fácticas a menudo no conduce a nada: "Verdad y política" de Hannah Arendt proporciona algunas respuestas

 

Foto: Barbara Niggl Radloff / CC-BY-SA-4.0

 

El argumento basado en "los hechos" es un argumento falso. Los hechos que son parte de la verdad se suelen instrumentalizar en la discusión política. So capa de "hechos" se trata de  intereses. Por eso hay que fijarse en  la ideología de quien habla en lugar de pelear por hechos. Hannah Arendt también dejó claro en su ensayo “Verdad y política” que si renunciamos a las verdades de los hechos, nos hundimos en un abismo sin fondo. El hombre necesita la realidad para encontrar una orientación estable en el mundo.

En "Verdad y política", Arendt compara ambos conceptos y deja en claro que la verdad es algo más que poder. La política gira en torno al poder. Pero la verdad con demasiada frecuencia se muestra impotente en el mundo. Lo opuesto a la verdad es la mentira, por lo que la mentira es casi siempre constitutiva de los fines por los que se esfuerza el poder. Pero pensamos que  no es satisfactorio. Hannah Arendt lo expresa de esta manera: "¿No es la verdad sin poder tan despreciable como el poder que solo puede afirmarse a través de la mentira?" (Arendt, p. 44) 

Platón ya sabía que la verdad no siempre es popular.

sábado, 9 de octubre de 2021

FILÓSOFO CENSURADO

 

El 7 de octubre de 2021, el filósofo italiano Giorgio Agamben habló ante el Comité de Asuntos Constitucionales del Senado. Facebook censuró su discurso. El hecho, de por sí muy grave, fue denunciado de inmediato por varios usuarios de la plataforma. 

 Discurso de Agamben:


"Me extenderé en dos puntos sobre los que me gustaría llamar la atención de los parlamentarios que tendrán que votar sobre la conversión del decreto en ley. El primero es la contradicción obvia, insisto en la palabra obvia, del decreto. Saben que el gobierno con un decreto ley especial, el número 44 de 2021, llamado escudo penal ahora convertido en ley, se sintió libre de cualquier responsabilidad por los daños causados ​​por la vacuna. La gravedad de ese daño es lo demuestra el hecho de que el artículo 3 del decreto en cuestión menciona explícitamente los artículos 589 y 590 del código penal, que se refieren al homicidio y lesiones por negligencia.

Como han señalado los académicos legales autorizados, esto significa que el Estado no se ve capaz de asumir la responsabilidad de una vacuna que no ha completado su fase de prueba y, al mismo tiempo, intenta obligar a los ciudadanos a vacunarse por todos los medios, excluyéndolos si no lo hacen de la vida social y ahora, con el nuevo decreto que tienen que votar, privándolos incluso de la posibilidad de trabajar. ¿Es posible imaginar una situación jurídica y moral más anormal? ¿Cómo puede el Estado acusar de irresponsabilidad a quienes optan por no vacunarse, cuando es este mismo Estado el que empieza por declinar formalmente toda responsabilidad por las posibles graves consecuencias, recuerden los artículos 589 590 de muertes y lesiones por vacunación? Me gustaría que los diputados del Parlamento reflexionaran sobre esta contradicción, que en mi opinión constituye una auténtica monstruosidad jurídica.

El segundo punto sobre el que quisiera llamar su atención no se refiere al problema médico de la vacuna sino al problema político del "pasaporte verde", que no debe confundirse con el primero, ya hemor recibido muchas vacunas que no nos obligaban a mostrar un certificado. Los científicos y los médicos han dicho que dicho pasaporte no tiene significado médico per se, pero sirve para obligar a las personas a vacunarse. Sin embargo, creo que podemos y debemos decir lo contrario, es decir, que la vacuna es un medio para obligar a las personas a tener un "pasaporte verde", es decir, un dispositivo que permite monitorear y rastrear sus movimientos, una medida que no tiene precedentes.

 

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 Los estudiosos de la política saben desde hace mucho que nuestras sociedades han pasado del modelo que alguna vez se llamó sociedades disciplinarias al modelo de sociedades de control, sociedades basadas en un control numérico casi ilimitado del comportamiento individual, que por tanto se vuelve cuantificable en un algoritmo. Nos estamos acostumbrando a estos controles, pero me pregunto hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar este último. ¿Podría ser  que los ciudadanos de una sociedad que dice ser democrática estén en una situación peor que la de los habitantes de la Unión Soviética en tiempos de Stalin?
 

Puede que sepan que los ciudadanos soviéticos estaban obligados a mostrar un "pasaporte verde" cada vez que viajaban de un país a otro, se nos obliga a mostrarlo cada vez que vamos al restaurante, museo, cine y ahora todavía peor, con el decreto que está a punto de convertirse en ley, cada vez que vamos a trabajar. 

¿Cómo podemos aceptar que, por primera vez en la historia de Italia, tras las leyes fascistas de 1938 sobre los no arios, creemos ciudadanos de segunda clase sujetos a restricciones idénticas a las de entonces?, obviamente los dos fenómenos no tienen nada que ver el uno con el otro, y solo estoy hablando de analogía legal. 

En otras palabras, hay muchas razones para creer que los decretos-ley deben ser vistos como parte de un proceso de transformación de las instituciones y paradigmas de gobierno de la sociedad. Una transformación tanto más insidiosa porque, como en el caso del fascismo, se produce sin que haya ningún cambio en el texto de la Constitución, pero se produce de forma subrepticia. El modelo así erosionado y borrado es el de las democracias parlamentarias con sus derechos, sus garantías constitucionales, y en su lugar es reemplazado por un paradigma de gobierno en el que, en nombre de la bioseguridad y el control, se pretenden limitar las libertades individuales cada vez más. 

La concentración exclusiva de la atención en los contagios  me parece que nos impide percibir el significado de esta gran transformación y darse cuenta de cómo los propios gobiernos no se cansan de recordarnos que la seguridad y las emergencias no son fenómenos transitorios sino que son la nueva forma de gubernamentalidad. Creo que, en esta perspectiva, es urgente que los parlamentarios consideren con mucho cuidado la transformación política en curso, y que no se enfoquen solo en la salud. A la larga, esto sólo puede drenar al Parlamento de sus poderes, reduciéndolo, como es el caso, a aprobar, en nombre de la bioseguridad, decretos emitidos por organizaciones e individuos que tienen muy poco que ver con el Parlamento ".

Giorgio Agamben

sábado, 2 de octubre de 2021

CUANDO LA CORRUPCIÓN ES EL SISTEMA

 Tom Burgis escribe sobre los servicios secretos, el poder de los bancos y las corporaciones y el surgimiento de una cleptocracia transnacional