miércoles, 23 de enero de 2019

MITO DE LA CULTURA

De todas las intervenciones que he estado viendo de Gustavo Bueno está es la que más me ha gustado, en otras tiende a perderse en mil vericuetos.

Pero esta explicación del mito de la cultura, su origen, procedencia, a qué ha venido a sustituir, me parece brillante. Es una perspectiva alternativa al tema correspondiente que se explica en Filosofía de primero de bachiller, y que cada año me deja más insatisfecha. En especial por esa parte tan difícil de explicar a las generaciones actuales de que "los animales no tienen cultura". No tienen universidades ni institutos pero hay adaptaciones al medio y aprendizajes y transmisión aunque sea rudimentaria.

En cualquier caso el enfoque que le da Bueno al que él llama "mito de la cultura" me parece convincente y útil. Empezando por donde hay que empezar: la agricultura. Y el origen tardío de la palabra "cultura" en español.

1 comentario:

  1. ¡Genial y entrañable, Gustavo! Conocía su tesis sobre cómo el mito de la cultura ha sustituido al reino de la gracia, y el espíritu del pueblo al Espíritu Santo. Interesante, pero exagerada, unilateral. Sí es posible definir cultura, con minúscula, como todo aquello hecho por el hombre con una intención significativa: técnica, arte, religión, vivienda, vestidos, etc. Y no renuncio a la Cultura, en sentido ideal, como cultivo personal y búsqueda de lo bueno y bello, como cuando hablamos de música culta. Las culturas tienen para el humano un sentido instrumental, de adaptación al medio, siendo este medio ya uno muy transformado por culturas previas. De esto saben ya mucho los antropólogos. Personalmente, prefiero mantener la distinción entre cultura y civilización, toda sociedad humana vive en su cultura, pero no toda sociedad humana es civilizada, para ello son fundamentales tres inventos griegos: teatro, ciencia y democracia (política). Las culturas que no aspiran a ser civilizaciones o que luchan contra la civilización se prohíben la representación cómica o dramática de sus costumbres, la búsqueda desinteresaada de la verdad y la organización de la sociedad con base en el inalienable valor del individuo, que eso es la democracia como horizonte personal (tal y como la describe María Zambrano, v. gr.), tales culturas bárbaras o salvajes desprecian la política y se organizan como tiranías totalitarias o absolutismos idolátricos, cuyos caciques, no hay que decirlo, exigen siempre víctimas propiciatorias y pirámides de sacrificios humanos, siendo ellos mismos sacrificados a la postre bajo su máscara divina.

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