miércoles, 28 de diciembre de 2016

ORIGENES CULTURALES DEL ISLAM



Emilio González Ferrín estuvo en el congreso de la Aafi de Granada como especialista en el Islam. De él iba buscando su “Historia del Islam” que no encontré, pero sí “La angustia de Abraham. Sobre los orígenes culturales del Islam”. Es un libro denso e intenso, erudito, aunque hay unas cuantas ideas claves que marcan la melodía y enseñanzas que nos quiere transmitir.



https://drive.google.com/open?id=0BwG1gURM5cGLa2ZER2xXUWVVN1U



Leyendo a González Ferrín se aclaran conceptos sobre el origen de las tres grandes religiones monoteístas como las conocemos hoy: judaísmo, cristianismo e Islam. Y es que hubo un tiempo, en los primeros siglos de nuestra era, en las que las distinciones hoy nítidas no estaban tan claras. En particular la distinción judaísmo y cristianismo tardó casi 200 años.

sábado, 3 de diciembre de 2016

DIDÁCTICA DEL ESCOLIO

Estatuta de Tucídides, padre de la historiografía

EL VALOR DE LA MEMORIA. DE DÍDIMO A EMILIO LLEDÓ

Dídimo de Alejandría, apodado Tripasdebronce, fue un extraordinario erudito y gramático helenístico. Murió hacia el año 10 d. C. También fue llamado Dídimo Olvidalibros porque escribió miles de "biblia", y contradecía en unos lo que había dejado escrito en otros. Floreció en la época de Octavio Augusto y de Cicerón, con cuya República polemizó sagazmente.

Dídimo es un autor importante y clásico porque gran parte del material más antiguo que conservamos de Píndaro, Sófocles, Eurípides, Aristófanes y otros grandes autores de la Antigüedad clásica, se lo debemos a sus valiosos escolios. Sus compendios lexicográficos también orientaron a intérpretes y traductores posteriores.

Se considera a Dídimo de Alejandría el primer erudito dedicado a compilar escolios, práctica que continuó hasta el siglo xv o xvi. El escolio es un humilde pero útil género filológico y filosófico, cuya práctica debiéramos enseñar a nuestros alumnos. Les ayudaría a asumir un papel más activo en sus lecturas obligadas o voluntarias. En realidad, su ejercicio no se aleja mucho de la usual prueba del comentario de texto, aunque gana en espontaneidad.

Se llama escolios (lat.: scholium, del griego, `comentario¿) a las glosas, notas o breves comentarios, gramaticales, críticos o explicativos, que se insertan en los márgenes de un texto original. La palabra 'scholium' fue usada por vez primera por Cicerón (Ad Atticum xiv.7). La mayoría de los escolios griegos conservados son anónimos. Estas glosas sucintas pudieron ser alteradas por sucesivos copistas, propietarios y lectores del manuscrito, y en algunos casos resultaron ampliadas hasta tal extremo de que no quedaba más sitio para ellas y se hacía necesario pasarlas a un libro separado. A veces, los comentarios de distintos escoliastas entraban en polémica o contradicción entre sí.

Mil veces se ha repetido la frase del matemático y filósofo Alfred North Whitehead según la cual toda la historia de la filosofía es una larga serie de notas o comentarios a pie de los diálogos de Platón. En esta exageración, como en casi todos los tópicos, hay algo de verdad. Casi todos, si no todos los grandes problemas filosóficos están al menos planteados, si no resueltos, en los textos platónicos. Machado decía que los tópicos hay que olvidarlos, ¡pero tras haberlos pensado!

La Historia de la Filosofía puede en verdad leerse como una larga colección de escolios, a veces en polémica, a veces, contradictorios. Sin ir más lejos, el propio Platón ha sido interpretado por los escoliastas maniqueos y cristianos, gnósticos y cristianos-maniqueos (como el númida Agustín de Tagaste) como un dualista metafísico, cuando un lectura directa de su obra (y esta fue y es mi tesis) lo reafirma como gradualista, porque Platón jamás negó la realidad del mundo sensible, si bien este posee un grado inferior de realidad, y un grado superior de ambigüedad e incertidumbre, que el mundo de las creencias u opiniones (falsas o verdaderas), por debajo también del grado de seguridad y veracidad que nos proporciona el mundo de los saberes propedéuticos (aritmética, estrategia, geometría, astronomía...), y desde luego muy por debajo del mundo de las grandes ideas, las "ideas-fuerza" (que dijo Alfred Fouillée): Bien, Verdad, Belleza, Justicia, de cuya eternidad solo cabe al filósofo un vislumbre, pues la principal, la idea del bien, está más allá del ser.



Si los profesores de filosofía no escribimos textos filosóficos originales en cualquiera de sus géneros (aforismos, epigramas, epístolas, diálogos, confesiones, utopías, ensayos, tratados, compendios...), los profesores de filosofía no somos otra cosa sino escoliastas. ¡Y a mucha honra! Porque comentar un texto clásico es aplicarlo al presente, revitalizarlo, ponerlo a producir en orden a la verdad, la dignidad y la felicidad humanas.

A mi juicio uno de los últimos grandes escoliastas de nuestra cultura hispana, o sea, de nuestra cultura en español, ha sido el gran maestro Emilio Lledó. Una muestra de sus escolios, concebidos entre 2000 y 2004, se agrupan en la obrita titulada Elogio de la infelicidad (6ª ed. Cuatro, 2006). A él pertenece este bello texto que cito a continuación:

"Es esta obsesión por la inmediata relación con el mundo y los hombres, sin las mediaciones de fuerzas, dioses o sueños que los desviasen del original impulso de mirar y entender [theoría], lo que prestó a la cultura griega su situación de privilegio, de originalidad que se plasmó, entre otras creaciones, en el descubrimiento del lógos, de la racionalidad que se oculta en el lenguaje. Esa singular forma de relacionarse con el mundo estuvo orientada por una serie de ideas que configuran el espacio ideológico -teórico- de todas las creaciones de los griegos. La naturaleza (phýsis), la política (politeía), el bien (agathón), la justicia (díke), etc., no sólo fueron términos de esa peculiar manera de vivir y relacionarse con el mundo sino que, como es sabido, determinaron todo el desarrollo de lo que habría de llamarse cultura occidental.
"Esa orientación está presente en la evolución de la historia filosófica, científica, literaria, artística; pero la presión que vive el acelerado desarrollo de la ciencia y el saber de nuestros días, ha hecho que apenas hayamos sentido la necesidad de volver la mirada hacia nuestros orígenes y aprender de aquel tiempo en que se gestó buena parte de lo que somos. Cada hombre es memoria. Sin el enlace físico o psíquico con lo que hemos sido, nuestras células y la estructura orgánica que las sostiene sería un eterno presente, un comenzar cada día en la más absoluta soledad y, por supuesto, en la más absoluta imposibilidad. Sin memoria, en el sentido más amplio e intenso de la palabra, no hay vida, no hay ser".

Haré a continuación mi propio escolio marginal al magnífico de Lledó.

¿Por qué debemos considerar la cultura clásica griega superior a cualquier otra? Porque los griegos inventaron la física, racionalizaron la vida civil, crearon la conciencia ética y, con ella, el sentido ideal y utópico de toda reforma social progresiva.

¡Ahí e' ná! A todo eso habría que sumar el invento del teatro secular (procedente como se sabe de la liturgia religiosa dionisíaca), la medicina (basada en síntomas y terapias naturales), la historiografía (memoria escrita), la retórica (arte de la elocuencia que sustituye a la violencia en la educación y la política), la lógica y la dialéctica (el arte de razonar y discutir con razones), la gramática, e incluso la novela romántica y de aventuras (que no es un género tan moderno como se suele decir)... Y al lado las formas más sublimes de artesanía, arte plástico y arquitectónico.

Y sin embargo, olvidadizos y muy pagados de nosotros mismos por los efectos tecnocientíficos de aquella revolución que ellos iniciaron, no nos damos cuenta de que si no mantenemos ese norte, si no permanecemos sobre esa columna dórica, jónica o corintia de nuestras raíces más humanísticas, cualquier cosa que construyamos se la llevará el aire, y puede que sucumbamos de ese modo, si el aire deviene huracán (a consecuencia de una crisis económica o ecológica mundial) a un nuevo y largo "siglo" de barbarie, porque sin memoria no hay vida que valga para el hombre.