Me recuerdan que hoy es santa Simone Weil y me envían el primer artículo que se escribió sobre ella, casi dos años después de su muerte. Santa en nuestro panteón particular, al menos en el mío, como ya expliqué en reciente ocasión.
El artículo es breve y trae todos los elementos esenciales que hacen de Simone Weil una mujer y una filósofa excepcional:
mente privilegiada, cultura enciclopédica
y valor moral muy por encima de la media. Estilo de escritura sencillo yendo siempre
al núcleo de la cuestión, prefería juntarse con los que sufren antes
que con los militantes políticos.
De los Cahiers pour l’étude de la pensée de Simone Weil , Tomo XXXIX, no. 2, junio del 2016: Una apreciación de Simone Weil por Boris Souvarine.
Simone Weil murió en Inglaterra en agosto de 1943, a la edad de treinta y cuatro años. No contaba, por tanto, más que con veinticuatro años cuando escribió “Reflexiones sobre la
Guerra”[ii] . Y solo veinte años cuando publicó sus primeros artículos en L’École Emancipée, órgano del sindicato de maestros, y más tarde, en La Révolution Prolétarienne, un periódico sindicalista –artículos cuyas cualidades intelectuales había hecho enseguida gran impresión sobre sus camaradas. No podemos sino deplorar, en esta víctima de la guerra, la pérdida de un ser excepcional.
El artículo es breve y trae todos los elementos esenciales que hacen de Simone Weil una mujer y una filósofa excepcional:
mente privilegiada, cultura enciclopédica
y valor moral muy por encima de la media. Estilo de escritura sencillo yendo siempre
al núcleo de la cuestión, prefería juntarse con los que sufren antes
que con los militantes políticos.
De los Cahiers pour l’étude de la pensée de Simone Weil , Tomo XXXIX, no. 2, junio del 2016: Una apreciación de Simone Weil por Boris Souvarine.
Simone Weil murió en Inglaterra en agosto de 1943, a la edad de treinta y cuatro años. No contaba, por tanto, más que con veinticuatro años cuando escribió “Reflexiones sobre la
Guerra”[ii] . Y solo veinte años cuando publicó sus primeros artículos en L’École Emancipée, órgano del sindicato de maestros, y más tarde, en La Révolution Prolétarienne, un periódico sindicalista –artículos cuyas cualidades intelectuales había hecho enseguida gran impresión sobre sus camaradas. No podemos sino deplorar, en esta víctima de la guerra, la pérdida de un ser excepcional.
Como alumna de esta École Normale Supérieur que produjo,
durante la Tercera República, una élite intelectual que incluía a
Jaurès, Péguy, Bergson (por mencionar tan sólo tres ejemplos de entre
los más recientes), Simone Weil se distinguía ya entre sus camaradas
promocionada gracias a una personalidad en la cual los elementos morales
e intelectuales se encontraban inextricablemente reunidos. Había
asimilado, ella, como alimento intelectual cotidiano las más altas
producciones del arte y de la literatura. Al completar sus estudios y
comenzar a enseñar filosofía, matemáticas, así como la lengua y
literatura griegas, continuó a ampliar su cultura, siempre cercana a las
grandes fuentes originales, tratárase de la poesía de Homero, de
geometría euclidiana, de las reglas de arquitectura de Vitrubio, del
álgebra de Viète o de las reglas del péndulo descubiertas por Huygens.
Pero aún por encima de su cultura enciclopédica, incesantemente
esforzándose por aprehender la esencia profunda de las cosas, eran su
honestidad personal y su delicado sentido de las relaciones humanas, los
que se ganarían la admiración y el amor de sus alumnos. Fuera del
universo escolar, igualmente, esta jovencita en apariencia
insignificante y de modestos modales, aliados a un cuerpo frágil y a un
ánimo fogoso, dejó una impresión profunda en todos los que la
conocieron.
Dado su temperamento, se sintió atraída por el comunismo cuando andaba
alrededor de los veinte años, en una época en la cual el Partido
Comunista se encontraba en plena crisis gracias a la contrarrevolución
estalinista. Había frecuentado grupos de oposición que se escindían y
desintegraban uno tras otro, implicados como lo estaban en la misma
crisis teórica y moral. Adhiriéndose instintivamente a los pobres y a
quienes sufren, prefería asociarse con obreros antes que con militantes
políticos y con los sindicatos antes que con los grupos más politizados.
En teoría como en la práctica, llegó a conocer el comunismo, el
trotskismo, el sindicalismo, dejándolos cada uno detrás rápidamente por
medio de la experiencia y de sus propios esfuerzos intelectuales. No
faltó que durante las vacaciones viajara por Alemania con los Wandervogel[iii] y
los primeros tiroteos de la guerra civil la han conducido a España en
busca de tareas más humildes con tal de compartir el destino de sus
camaradas en el esfuerzo y la batalla. Apasionada como estaba por el
problema de la influencia de la tecnología moderna y de la mecanización
sobre la sicología del obrero, dejó de enseñar durante dos años con el
fin de trabajar en las fábricas de la Renault y en otras fábricas
metalúrgicas en París y de convivir con los obreros
Simone Weil en la guerra española de 1936 con los anarquistas |
Sus artículos aparecieron en las dos revistas arriba mencionadas, y también en los Libres Propos y Les Nouveaux Cahiers—
mostrando una escritura desprovista de toda retórica, de todo “efecto”
literario, cuyo estilo conciso y abarcadora mentalidad revelan su
creciente maestría intelectual. Sus artículos han atravesado
remarcablemente bien las pruebas del tiempo. La escrupulosa honestidad
de su autora se traduce en los matices escépticos que atestiguan la
sutil búsqueda de una mente jamás satisfecha consigo misma. Simone Weil
se había acercado a los problemas modernos que más nos afligen con la
tranquila valentía del misionario; su modesta pedagogía puede servir de
verdadero modelo. Para ver cómo ha sabido ella religar las realidades
candentes del día de hoy con los temas eternos, podría leerse su
magnífico estudio “La Ilíada, poema de la fuerza”, escrito después de la debacle de Francia en 1940 y publicada en los Cahiers du Sud [iv]de
Marsella. –ahí se encuentran aún espléndidos pasajes de Homero,
traducidos en estrecha fidelidad con el texto griego y en un estilo de
gran belleza –una traducción que nadie supo antes realizar.
Estos diez años de vida militante en el “mundo inhabitable” de nuestro
tiempo (St. Exupéry) han sido años de tormentos indecibles: de
sufrimiento físico a causa de los males de cabeza que ningún médico fue
capaz de curarle y de sufrimientos morales ocasionados por el
pensamiento de las crueldades perpetuadas por regímenes totalitarios y
la anticipación horripilante de la guerra total. Todo lo soportaba con
serenidad estoica, sostenida por un ardiente sentimiento religioso cada
vez más fuerte en ella y que la ha ido acercando crecientemente al
cristianismo (no hay ni que decir que su concepto trascendente del
cristianismo no tenía nada que ver con las diversas empresas comerciales
que llevan el nombre). Resulta muy difícil describir en tan pocas
líneas este aspecto de su intensa vida espiritual. Para respetar su
memoria, habría que aguardar la publicación de los escritos en los que
ella se ha expresado: las cartas admirables conservadas por sus padres y
amigos, los manuscritos inéditos que piensan reunir y publicar en un
volumen a su memoria.
Podemos concluir esta breve noticia con algunas palabras sobre la vida
de Simone Weil durante la guerra. Después de que la despidieran de su
puesto en la enseñanza como resultado de las leyes racistas, impuestas
por los alemanes, acompañó a su familia a los Estados Unidos en 1942
–contra su propio corazón, la muerte en el alma. Estaba determinada a
regresar para participar en la lucha –puesto que su actitud hacia la
guerra no era la que el artículo de 1933 reproduce [más arriba[v]].
Iba a embarcarse enseguida para Inglaterra donde se uniría a la
organización gaullista en relación a la cual no entretenía ilusión
alguna –con la firme determinación de regresar a Francia a como diera
lugar. Pero el viaje en medio del invierno, en las condiciones de
guerra, resultó desastroso para su salud, ya de por sí frágil dado su
modo cuasi ascético de vida; la cuarentena impuesta por los británicos
la debilitó aún más; los esfuerzos que desplegó para hacerse útil
agravaron su enfermedad; y, finalmente, por negarse a comer más de lo
que venían siendo las flacas raciones distribuidas a los franceses en
Francia. La tuberculosis le trajo la muerte en pocas semanas, dándole
fin a sus vanas privaciones. *
CANDIDE
[i] El primer redactor de politics (sin
mayúscula) fue Herman Jersom, el segundo, mucho mejor conocido, Dwight
Macdonald (1906-1982), a veces presentado como el “Orwell americano”.
Ver E. Jane Doering, “La réception des premiers écrits de Simone Weil
lors de leur parution aux Etats-Unis”, CSW, XXVIII 1, mars 2005 –sobre
la recepción de los primeros escritos de Simone Weil cuando su primera
aparición en los EEUU.
[ii] La Critique sociale, no. 10, noviembre 1933 (OC II 2, pp. 288-299). Estas “Reflexiones…” fueron traducidas en inglés y publicadas tres años más tarde bajo el título “War and Revolution” por una pequeña revista independiente de tendencia radical, The International Review, en Nueva York. Por petición de los abonados, el periódico reimprimió el texto en 1938, bajo el título “The Coming World War”. Volvió a salir bajo el título original en febrero de 1945 en politics. En la contraportada podía leerse: “Reflexions on War” by Simone Weil (with a biographical note by “Candide”).
[iii]
“Los ambulantes” [o “mochileros” de hoy]. Alusión a una estancia de la
familia Weil en el Bosque-Negro, durante el verano de 1921.
[iv] « L’ Ilíade ou le poème de la force », Cahiers du Sud, nos. 230 y 231, dic. 1940 y enero 1941. El estudio, traducido por Mary McCarthy, fue publicado en politics en noviembre de 1945.
[v] Souvarine escribió en realidad “printed below” (lit. “impreso más abajo”), pensando seguramente que su noticia figuraría a la cabeza de la reproducción de “Reflections on the War”, cuando ésta sigue al texto de S. Weil.
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